martes, 31 de marzo de 2020

Signos en los cielos, nos exhorta a la conversión del corazón.


Así de cerca parece la imagen de la Madre de Dios, pero también me hace pensar en lo que contiene la Palabra de Dios. 


Estuve observando esta imagen en la foto que se ha compartido. Yo estaba convencido en un primer momento, que pudo haber sido un foto montaje, pero comencé a buscar la grabación de video, a ver si podría aparecer algo parecido. Hay otras fotos parecidas, pero que no hay grabación. 


Encontré el video donde se había grabado esos momentos, y sí, en el minuto 10, y los segundos 17 y adelante, se ve la imagen en las nubes. Y reflexionando a la luz de la Palabra de Dios, 
Homilía del 2.6.2019, Domingo de la 7ª semana de Pascua (C ...


Yo me pregunto, ¿acaso la formación de aquella nube como la presencia del Señor muestra la santidad del pastor? 

No siempre es así, porque en el caso de que se aparezca a un pastor de la Iglesia Jesús o María Santísima a algunos de ellos, no significa que esa alma sea santa, son avisos del Señor a fin para que retorne a Cristo Jesús, vemos que en el caso de Bergoglio, él no se arrepiente de sus blasfemias contra el Espíritu Santo, y aún hay quienes le creen un "santo", porque aparecieron esas señales en el cielo. Bergoglio no se ha arrepentido, en cuanto a insistido que hay que obedecer a la ONU, ya no a Dios, porque es que los frutos de Jorge Mario Bergoglio, no son frutos de verdadera fe, sus frutos no son espirituales. Pero que hace una mezcla entre lo que es verdadero, con otras enseñanzas heréticas, y que están en contradicción con la Palabra de Dios.

A lo largo de la historia que el Señor se llega a mostrar a ciertas almas, si están metidos en el pecado, que salgan de él, que se arrepientan de sus malos caminos. Pues comprender que estos sucesos es porque el Señor lo que quiere es la salvación de las almas. Y si no hacen caso a los signos, con el corazón y la mente embotados, se puede leer la Palabra de Dios, pero sin entenderla en su corazón. Y pierden. 


Lo que me recordó también que a Salomón se le apareció por dos veces Yahvé nuestro Señor, para que no siguiera adelante con los idólatras, pero no hizo caso, y ya no estuvo con Dios.

¿No sucede otro tanto, que esa imagen en un cielo nublado, fuese realmente un aviso del Señor por medio de Santa María, para la conversión de Jorge Mario Bergoglio?

EN las Santas Escrituras no es el único caso, en que el Señor se presenta a alguna persona para que vuelva a Él. Los judíos tuvieron a Jesús delante, y aún cuando veían con sus propios ojos, los milagros que hacían, el corazón de ellos se endurecía de tal forma, que ni la resurrección de los muertos, la curación de los leprosos, no hacían caso, y seguían endureciendo su corazón, ni la multiplicación de los panes y peces, hoy día, no se cree a Jesús, entre la mayoría de almas consagradas.

Pues parece ser que la imagen llega a ser verdadera. Pero esas nubes, ¿no son señales que Jesús está a punto de venir?

Son distintas señales que hemos visto en el cielo, pero no hemos de creer que todas las señales vienen desde la fe. Por eso, examinándolo con atención, el Señor nos dará la respuesta, que no tiene que venir de dentro de nosotros, sino de Dios. 

«25Y habrá señales en el sol, la luna y las estrellas y, sobre la tierra, ansiedad de las naciones, a causa de la confusión por el ruido del mar y la agitación (de sus olas). 26Los hombres desfallecerán de espanto, a causa de la expectación de lo que ha de suceder en el mundo, porque las potencias de los cielos serán conmovidas. 27Entonces es cuando verán al Hijo del Hombre viniendo en una nube con gran poder y grande gloria.
28*Mas cuando estas cosas comiencen a ocurrir, erguíos y levantad la cabeza, porque vuestra redención se acerca. » (San Lucas 21, 25-28).

Notas: 

  • * 28. Esta recomendación del divino Salvador, añadida a sus insistentes exhortaciones a la vigilancia (cf. Marcos 13, 37), muestra que la prudencia cristiana no está en desentenderse de estos grandes misterios (1º Tesalonicenses 5, 20), sino en prestar la debida atención a las señales que Él bondadosamente nos anticipa, tanto más cuanto que el supremo acontecimiento puede sorprendernos en un instante, menos previsible que el momento de la muerte (versículo 34). “Vuestra redención”: así llama Jesús al ansiado día de la resurrección corporal, en que se consumará la plenitud de nuestro destino. Cf. Mateo 25, 34; Filipenses 3, 20 s.; Apocalipsis 6, 10 s. San Pablo la llama la redención de nuestros cuerpos (Romanos 8, 23). Cf. II Corintios 5, 1 siguientes; Efesios 1, 10. (Comentario de la Sagrada Biblia Straubinger)

Ciertamente, el terror y la angustia entrará hasta lo más hondo a todos aquellos que no amaron a Jesús, y que despreciaban a los hijos e hijas de Dios por el hecho de ser cristianos, por haber recibido el sacramento del Bautismo. Pero es tremenda la ceguera, no tiene cura, en todos aquellos que se han dejado convencer por el diablo, que incluso personas de otras costumbres no cristianas, que se les llamen hijos de Dios, cuando Dios Padre no los conoce como suyos, porque no han aceptado a Jesús como único Salvador del mundo, pero que el mundo, se ha negado al plan de salvación de Dios. Y como los bautizados, viviendo en este mundo, no somos del mundo.

Esa figura humana en la nube ya nos está hablando sobre la cercanía de Jesús. Pero vendrá con sus ángeles para juzgar al mundo, premio para las almas que se arrepintieron de sus pecados y se convirtieron a Él, y castigo para los que no se convirtieron. Pues los requisitos para nuestra salvación la encontramos al detalle en las Santas Escrituras, y fuera de la Iglesia Católica no puede haber salvación para nadie. Pero todos estaban llamados a pertenecer a la Iglesia Católica, un solo Pastor que es Cristo Jesús y un solo rebaño, la unidad que Cristo quiere. Es unidad, no pluralidad, no relativismo como se empeñan los que se han colocado en el camino de la perdición.  

Recordemos aquel precioso aviso:

Ascensión del Señor
Hechos de los Apóstoles, 1, 9-11)
9Dicho esto, fue elevado, viéndolo ellos, y una nube lo recibió (quitándolo) de sus ojos. 10Y como ellos fijaron sus miradas en el cielo, mientras Él se alejaba, he aquí que dos varones, vestidos de blanco, se les habían puesto al lado, 11*los cuales les dijeron: “Varones de Galilea, ¿por qué quedáis aquí mirando al cielo? Este Jesús que de en medio de vosotros ha sido recogido en el cielo, vendrá de la misma manera que lo habéis visto ir al cielo.”

Nota al versículo 11. Varones de Galilea: Se señala aquí cómo los once apóstoles que le quedaron fieles, eran todos galileos. Sólo Judas era de Judá. Vendrá de la misma manera, es decir, sobre las nubes, según Él mismo lo anunció. Véase Mateo 24, 30; Lucas 21, 27; Judas 14; Apocalipsis 1, 7; I Tesalonicenses 4, 16 s.; cf. también Apocalipsis 19, 11 ss. Consoladora promesa que explica, dice Fillion, la gran alegría con que ellos se quedaron (Lucas 24, 52). Y en adelante perseveraban en la “bienaventurada esperanza” (Tito 2, 13) de la venida de Cristo (I Corintios 7, 29; Filipenses 4, 5; Santiago 5, 7ss.; I Pedro 4, 7; Apocalipsis 22, 12).



Bendición URBI ET ORBI del Papa Francisco 27-3-2020
Minuto 10, 17-29 segundos



  • Nota: El mensaje de Jorge Bergoglio no tiene carácter espiritual, pues se preocupa del estado del planeta, no considera la conversión del corazón, ni la penitencia, ni la vida eterna, no considera la salvación de las almas, sino que intenta exigir que la Voluntad de Dios se adapte a las cosas de este mundo. ¡Qué equivocado está Bergoglio!, no es capaz de conocer los signos de los tiempos.
  • Jesús cuando ha resucitado, ya no duerme, sino que está despierto. Si durmió en aquel tiempo, es para que los Apóstoles tuvieran confianza que estando con Jesús, siempre hay ganancia. Jesús no duerme. Por eso, también nosotros debemos mantenernos despiertos para que ninguna maldad nos domine. 


No todos los cristianos hemos visto la bendición de esta persona, pues no está con la Tradición de la Fe Apostólica, y defiende precisamente, organizaciones que está combatiendo contra los intereses de Cristo Jesús. 



San Alfonso María de Ligorio nos ofrece un ejemplo terrible, de un sacerdote que se metió en el camino de la impureza, y en más de una ocasión, la Santísima Virgen María, quiso salvarle, pero él aferrado a su lujuria, a sus impurezas.

Dios nos ama, todos los sabemos bien, y lo decimos frecuente, pero parece que cuando decimos esta verdad, esta realidad de que Dios nos ama, mayormente se dice sin sentirlo desde el corazón, y de ahí sigue, luego el olvido de Dios.
El amor que Dios nos tiene nos debe llevar por los caminos de Dios, nunca los nuestros.  
La ingratitud, el egoísmo de nuestra oración, significa que está vacío de amor a Dios.

Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón.» (Salmo 95 (94), 8) 
Cuando un pecador se olvida de profundizar sinceramente en la oración, va perdiendo méritos para el Señor. La costumbre de pecar, es eso, hundirse más en un pozo lleno de inmundicias, con todos los malos olores inimaginables en este mundo, que finalmente ya no se reconoce los avisos del Señor que nos invita a convertir nuestro corazón a Cristo.  
El corazón endurecido ya ha perdido la capacidad de reconocer que Dios si puede castigar por las malas obras, a los pecadores que no quieren buscar la misericordia de Dios en el sacramento penitencial.  
Cuántas veces el enemigo infernal, conocemos aquello que ha llegado a convencer a los más duros corazones, “no existe el infierno”, pero sí llegan a creer en la misericordia de Dios, y no abandonan su pecado. Y es por lo que otro de los engaños del príncipe de las tinieblas. Dios como es Misericordioso no castiga.

Cuando escuchamos hablar alguien así, y aun teniendo la Biblia por delante, o e Catecismo, o lo que nos enseña el Magisterio de la Iglesia Católica, la Sagrada Tradición, la doctrina de los Santos Padres y Doctores de la Iglesia Católica, los ejemplos de nuestro tiempo, que ya no se reconoce, el demonio les seduce y les hace creer, “Dios no castiga”.

Cuando sucede una tragedia, como un terremoto, un huracán, “eso es malo porque no viene de Dios, y Dios no castiga así”; estas personas no están interesadas por la oración, no están interesadas en buscar el Amor de Dios. Pues sólo desde el rechazo a la vida de santidad, es decir, cuando uno se entrega de lleno al mundo, ya no tiene el amor de Dios, y es por eso se hunde cada vez más en el lodo de la inmundicia. 

Por lo que veo, que cuando se piensa: “Dios no castiga”, porque no tiene el Amor del Padre (en 1º. Jn 2, 8). Todo aquel que tiene o busca ese amor de Dios, se convence por sí mismo de la realidad, que Dios castiga, pero sólo si no te conviertes de corazón. Los castigos de Dios es una invitación del amor de Dios y camino a la santidad. El corazón embrutecido, y por una falsa religiosidad, consigue tener la aprobación de otras personas, y se convierte en ciego que guía a ciegos. 

En las Sagradas Escrituras también leemos, que esas adversidades climatológicas, “desastres naturales”. Hemos convencernos desde el amor de Dios, que no hay desastres, el Señor no envía desastre, sino avisos para que todos nos convirtamos de corazón, con toda el alma.  

En una de las obras de San Alfonso María de Ligorio, Preparación para la muerte, es decir, que debemos prepararnos con una vida de santidad para bien morir, en gracia de Dios, es una preparación para la vida eterna. Más de cien veces habla del castigo de Dios, y como podemos evitar esos castigos. Nosotros, todo ser humano hemos sido creados para la inmortalidad, y la eternidad junto a Dios la debemos comenzar inmediatamente, bueno, ya que es que teníamos que haber comenzado desde todos nuestros años pasados, desde que el Señor nos ha llamado a conversión, aunque algunos hayamos tenido la desdicha de no vivir en el pasado en santidad, desde el momento en que tenemos la seguridad de que Dios siempre ha estado a nuestro lado, porque nos ama, debemos perseverar en el fiel cumplimiento de su Santísima Voluntad. 

Veamos este ejemplo, los peligros gravísimos que acarrean los abusos a la Divina Misericordia de Dios.

La ingratitud  de Udon

Tritenio, Canisio y otros refieren que en Magdeburgo, ciudad de la Sajonia, había un hombre llamado Udon, el cual siendo joven fue de tan cortos alcances que era la burla de sus condiscípulos. Hallándose un día muy afligido por su incapacidad, fue a encomendarse a la Virgen Santísima delante de una imagen suya, María se le apareció en sueños y le dijo: «Udon, te quiero consolar, y no solamente te quiero alcanzar de Dios la sabiduría suficiente para librarte de las burlas, sino también un talento tan grande que cause admiración. Además te prometo que cuando haya muerto el obispo serás elegido en su lugar». Todo se efectuó como dijo María: progresó luego en las ciencias, y obtuvo el obispado de aquella ciudad. Pero Udon fue tan desagradecido con Dios y su Bienhechora que dejando toda devoción llegó a ser el escándalo de todos. Mientras una noche estaba en la cama con una sacrílega compañera, oyó una voz que le dijo: “Udon cesa de divertirte en ofensa de Dios, bastante ha durado esto” La primera vez que oyó estas palabras se enojó pensando que sería algún hombre que pretendía corregirle; pero viendo que las repitieron en la segunda y tercera noche, empezó a recelar que aquella voz fuese del cielo. A pesar de esto continuó en su mala vida; más, después de tres meses que Dios le concedió para que se arrepintiera, he aquí el castigo que sufrió. Se hallaba una noche en la iglesia de San Mauricio un devoto canónigo llamado Federico, rogando a Dios que se dignase poner remedio al escándalo que daba el prelado, cuando he aquí que se abrió la puerta de la iglesia empujada por un fuerte viento. Luego entraron dos jóvenes con antorchas encendidas en las manos, y se colocaron a los lados del altar mayor, entraron después otros dos, los cuales tendieron un tapete delante del mismo altar y pusieron sobre de él dos sillas de oro. Entró luego otro joven en traje de militar en espada en mano, el cual deteniéndose en medio de la Iglesia gritó: «¡Oh, Santos del cielo que tenéis vuestras sagradas reliquias en esta iglesia, venid a pronunciar la gran justicia que hará el Supremo Juez!» A estas voces aparecieron muchos santos, y también los doce Apóstoles como asesores de este juicio, y en fin entró Jesucristo, quien se sentó en una de aquellas dos sillas. Después apareció María acompañada de muchas santas vírgenes, y el Hijo la hizo sentar en la otra silla. Entonces ordenó que trajesen el reo, que era el desdichado Udon. San Mauricio habló pidiendo justicia de parte de aquel pueblo escandalizado por su vida infame. Todos levantaron la voz diciendo: «Señor, merece la muerte» «Que muera, pues», dijo el Juez eterno. Más antes de que ejecutase la sentencia (véase cuan grande es la piedad de María), la compasiva Madre salió de la iglesia para no asistir a un acto de justicia tan tremendo: y luego el celestial ministro de la espada que entró con los primeros se acercó a Udon, le hizo saltar de un golpe la cabeza del cuerpo, y desapareció la visión. La Iglesia se hallaba a oscura; y cuando el canónigo iba temblando a encender luz a una lámpara, se volvió y vio el cuerpo de Udon sin cabeza, y el cielo todo ensangrentado. Habiendo amanecido, el pueblo acudió a la iglesia, y el canónigo le refirió toda la visión y el final de aquella horrible tragedia. En el mismo día el infeliz Udon condenado, apareció a un capellán suyo que ignoraba todo lo que había pasado en la iglesia. El cadáver de Udon fue echado a una laguna, y su sangre quedó para perpetua memoria en el pavimento de la iglesia, que está cubierto siempre con una alfombra, y desde entonces se acostumbra levantarlo cuando toma posesión el nuevo obispo, a fin de que a la vista de semejante castigo piense en arreglar bien su vida, y en no ser ingrato a las gracias del Señor y de su Santísima Madre. (San Alfonso María de Ligorio, «Las glorias de María» T. II. Discurso II, punto 2, página 53. Editorial Apostolado Mariano. Sevilla).

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No hubo piedad para Udon, la Santísima Virgen María no intercedió por el ingrato, los santos suplicaron venganza contra el injusto. El canónigo había rogado a Dios que pusiera fin a tan horrendo escándalo, y todo el pueblo… 

«Dijo [Jesús] a sus discípulos: «Es imposible que no vengan escándalos; pero, ¡ay de aquel por quien vienen!» (Lc 17, 1)
«No deis escándalo ni a judíos ni a griegos ni a la Iglesia de Dios »(1 Cor. 11, 32) 

No nos alarmemos, pues en una ocasión, compartí hace años, este ejemplo de Udon, y hubo quienes no llegaron a comprender el sentido.  Y comenzaron a sembrar cizaña con insultos.

Cuando el pastor que debe ser responsable, solo a la Voluntad de Dios, si se aparta de Él, ya no tendrá piedad. 

El pecador si se aparta del camino de la piedad y de la santidad, está rompiendo con los lazos de salvación que Jesucristo nos enseña y a por medio de María Santísima. Ni a Cristo Jesús, ni a María Santísima le agrada la perdición de las almas, lo leemos en las Santas Escrituras, acordémonos las lágrimas de sangre que Jesús derramó antes de ser detenido y luego darle muerte. Nuestros pecados nos embrutecen, nos deshumaniza totalmente, el pecado mortal vuelve a la persona como una bestia infernal, las impurezas es un desprecio a la bondad de Dios, es despreciar la intercesión de la Santísima Madre de Dios. Nadie en el mundo obligó a Udon a ser castigado. Pero Udon no es un único personaje, puede ser cualquiera que haga oídos sordos a la voz de Dios. Cuando la devoción a la Santísima Madre de Dios, no hay sinceridad, no hay deseo de conversión, la situación personal puede agravar por momentos.  

En este relato, vemos también un fuerte viento, advertencia del Señor. Los fuertes vientos, huracanes, o los terremotos, las inundaciones, etc. no son nada graves en comparación con un solo pecado mortal.

Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón.» (Salmo 95 (94), 8) 

Udon no quiso escuchar la voz del Señor y endureció su corazón, esto sucede con todos los pecadores. Cuando no oramos, o lo hacemos atropelladamente, cuando no meditamos, cuando echamos a perder nuestra vida con los entretenimientos mundanos, los pensamientos impuros, un sin fin de cosas que gravemente perjudica nuestra vida, apartándola de Dios bruscamente, cuando nos dejamos seducir por la mundanidad. Udon tuvo la oportunidad de arrepentirse, pero no lo hizo.  Desde lo más alto, se lanzó a lo más bajo e inmundo, por la impureza.


Cuando un alma se consagra al Señor y comete pecado mortal, San Alfonso María de Ligorio, dice que es más fácil que se convierta un cristiano vicioso que un sacerdote impuro.



La impureza no se relaciona con la salvación de las almas. La costumbre de pecar, aparta al alma del temor de Dios, que ni siquiera ya hacen caso de las advertencias del castigo.

En otras reflexiones sobre los castigos de Dios, si no son seguidos, nos ayudará a no dejarnos engañar por aquellos corazones duros y mal dispuesto que dicen "Dios no castiga", y el diablo está desesperado, está que le rechina los dientes, porque no todos caen en esta mentira. Y si se habla sobre los castigos de Dios, es para que vivamos en Gracia de Dios, no una vida mundana, que nos hace miopes y hasta ciegos.


Pero hemos de tener el convencimiento, que mientras perseveremos en la Voluntad de Dios, siempre, viviendo en su Gracia Divina, aunque tengamos debilidades, no debemos procurar la desgracia del pecado mortal.



Cuando escuchamos la voz del Señor comenzamos a hacer mucha limpieza en nuestro interior, y el Señor nos va ayudando, no podemos ser perezosos. no debemos serlo para nuestro bien, para nuestra libertad y salvación eterna.



El que se arroja en el pecado mortal, está exigiendo la muerte para sí mismo.


La pandemia del Covid-19 también es otra llamada a la conversión del corazón, por lo que el cristiano debe ordenar sus pensamientos hacia Dios, y de ningún modo parecerse a aquel infeliz Udón, ni tampoco a Salomón y tantos otros, que no quisieron escuchar la voz del Señor que les llamaba al arrepentimiento.

Tampoco se debe maldecir a esta pandemia, pero son muchos que no se convertirán, no se arrepienten de sus pecados. Pues habiendo sobrevivido, si retornan a sus vicios y pecados, son abandonados definitivamente de Dios, y entran en la segunda muerte, que son los tormentos del infierno.

La Santísima Virgen María siempre intercede por los pecadores que acuden a ella, con el propósito de no volver al pecado. Pero si no obedecen al Señor. La Virgen María no siempre va a interceder, porque el pecador ama más sus vicios y pecados, y rechazan todas las oportunidades que se le ha presentado.


Terminan abandonados de Dios, las almas que se entrega a la idolatría, al adulterio, al paganismo.

Muchos consagrados habiendo perdido de vista la Palabra de Dios, por tanto, se rebelan contra la Voluntad de Dios, cuando piensan que la pandemia es lo peor. No es así, pues existe algo terriblemente más peligroso que todas las plagas y pandemias juntas, que es el pecado, por lo que el ser humano, no teme ser contagiado con la peste infernal. Y se complacen en ofender a Dios con sus vicios y pecados, la pandemia precisamente es un instrumento de justicia. 

No sabemos ni el día ni la hora en que vendrá el Señor, y mientras que el mundo, es decir, la sociedad tan enemistada con el Señor, se llenará de inmenso terror, de ahogo, de desesperación, porque conocerá la realidad de lo que es la eternidad, que no todo acaba con la muerte en este mundo, que aquellos que rechazando toda exhortación de la Santa Iglesia Católica de Tradición Apostólica, desearán querido no haber nacido. Pero los que obraron conforme a la Voluntad de Dios, renunciando a sus pecados y vicios, comenzaron a vivir y perseverar en la Voluntad de Dios, se llenarán de alegría. 

Cuando vemos signos de los tiempos, la hemos de examinar cuidadosamente, para que el demonio no se burle de nosotros por medio de otros mal intencionados. Pero esta vez, que esas imágenes en el cielo son reales. Algunas veces he visto extrañas formaciones entre las nubes. Por lo que no debo permanecer indiferente tampoco.

Como expuse el ejemplo de Udon, con su mal ejemplo. También Salomón ofendió gravemente a Dios, que ni siquiera hizo caso cuando el Señor le estaba llamando. 

«1El rey Salomón, además de la hija del Faraón, amó a muchas mujeres extranjeras, moabitas, amonitas, edomitas, sidonías y jeteas, 2de las naciones de que había dicho Yahvé a los hijos de Israel: 'No entréis a ellas, ni entren ellas a vosotros, porque de seguro arrastrarán vuestros corazones tras sus dioses. A éstas, pues, se unió Salomón con amor.
3Tuvo setecientas mujeres de sangre real y trescientas concubinas, y las mujeres torcieron su corazón. 4Cuando envejeció Salomón, sus mujeres arrastraron su corazón hacia los dioses ajenos; y no era su corazón enteramente de Yahvé, su Dios, como lo había sido el de David, su padre;'5y se fue Salomón tras de Astarté, diosa de los sidonios, y tras de Milcom, abominación de los amonitas;' 6 e hizo Salomón el mal a los ojos de Yahvé, y no siguió enteramente a Yahvé, como David, su padre. 7Entonces edificó Salomón, en la montaña que está frente a Jerusalén, un excelso a Gamos, abominación de Moab, y a Milcom, abominación de los hijos de Amón;' 8y de modo semejante hizo para todas sus mujeres extranjeras, que allí quemaban perfumes y sacrificaban a sus dioses. 9Se irritó Yahvé contra Salomón porque había apartado su corazón de Yahvé, Dios de Israel, que se le había aparecido dos veces 10y le había mandado, cuanto a esto, que no se fuese tras los dioses ajenos; pero él no siguió lo que Yahvé le había mandado.' 11Yahvé dijo a Salomón: “Pues que así has obrado y has roto mi alianza y las leyes que yo te había prescrito, yo romperé de sobre ti tu reino y se lo entregaré a un siervo tuyo. »  (1º. Reyes 11,1-13) (Sagrada Biblia Nácar-Colunga)
  
Es muy peligroso ser popular, estar en el poder, ya se cree que se tiene derecho para hacer todo lo que uno quiera hacer, que no será castigado. Los pactos con los paganos, con los políticos que no aceptan a Dios, llevarse bien, para evitar problemas, la familiaridad con personas libertinas. Esto empuja a la perdición, a ser abandonado a los deseos desordenados del corazón, el amor al mundo.

Los cristianos deben obedecer a Dios por encima de otros mandatos que alejan de Dios. Pues el que obedece a Dios, siempre obedecerá las leyes justas. 

Cuando Bergoglio sigue insistiendo en las costumbres paganas, es porque ya tiene su corazón apartado de Dios. Y muchos bautizados tienen a Bergoglio como la persona más importante, en contra de los Santos Mandamientos de Dios. Así no podemos salvarnos. 

Son signos en los cielos, que nos habla de que el Juicio de Dios ha comenzado al mundo entero, y ha comenzado por la Casa de Dios que es la Iglesia. Son muchos los pastores que en vano vinieron a este mundo. Son muchos sacerdotes que han fallecido por el Covid-19.

En el Juicio de Dios sigue al momento, el juicio al mundo. Pero ahora, la Justicia de Dios, de nuevo está obrando, para salvación de unos, y castigos de otros. 

Cuando el seminarista, el sacerdote, obispo, cardenal, o quien ocupe desordenadamente la Sucesión de Pedro, no está con Dios. Ya sea el religioso, la religiosa que no obedece los votos prometidos a Cristo.

Nuestro corazón debe ser enteramente para Yahvé nuestro Señor, si hay cosas terrenales, no debemos consentir que sean nuestros dominadores. 


lunes, 30 de marzo de 2020

Las profecías se van cumpliendo. El que pueda comprenderlo, siempre se prepara.

Ha habido algunas personas que han comprendido mal las profecías de la Beata Ana Catalina Emmerick, porque solamente le llamaron la atención, algunas anotaciones personales de Tomás de Brentano y otros redactores que se han ido sucediendo. Las profecías de esta religiosa se han ido descubriendo que son veraces, hasta otros estudiosos, investigadores, arqueólogos, historiadores que buscaron lugares de los que se refería Ana Catalina Emmerick. Siempre habrá corazones que se resistan a la verdad, y no llegarán a convertirse.



Si ponemos también, atención a la Palabra de Dios, sabemos que las profecías, que hablaron de Jesucristo, también de estos signos. Deseamos que Jesús venga lo más pronto posible. Pues le necesitamos.





1.    Maquinaciones de los malvados contra la Iglesia (Octava de Navidad de 1819)


3.    El Arcángel San Miguel lucha por el triunfo de la Iglesia (30 de Diciembre de 1819)
4.    San Francisco de Sales y Santa Juana de Chantal (Domingo de infraoctava de la Santísima Trinidad, 1820)
5.    Ve la Iglesia de San Pedro en peligro (28 de agosto de 1820)
6.    Ve a una iglesia falsa en contra de la Iglesia de Roma. (12 de septiembre de 1820)
7.    Ve la obra de los espíritus malos en la falsa iglesia (12 de Noviembre de 1820)
Beata Ana Catalina Emmerick. Capítulo XXV, visiones del anticristo y triunfo de la Iglesia (partes 3-7)...



8.    Ve nuevamente la Iglesia de San Pedro (10 de Septiembre de 1822)
9.    Ve en éxtasis la Iglesia abandonada y afligida
10.  Supervivencia de la Iglesia e indignidad de los cristianos (4 de Octubre de 1822)
11.  Visión de la bestia del mar y del Cordero de Dios ( agosto a octubre de 1820)

12.  Las abominaciones de la francmasonería
13.  Los trabajos de las sectas (Fiesta de la Candelaria)
14.  Visión de la época del Anticristo.
15.  Ve los estragos que causan los enemigos a la Iglesia los enemigos de la Iglesia y la futura restauración por medio de María (Pascua de 1820)
16.  Las llagas del Señor derraman bendiciones sobre la Iglesia y el mundo.

17.  Ve la proximidad del Reino de Dios
18.  Ve la Iglesia de Roma. (27 de Diciembre de 1820)
19.  Ve a la Iglesia después del combate.
20.  Visión de la Jerusalén celestial. (Fin del capítulo)

 

Relacionado


También son reales las profecías de San Francisco de Asís.



jueves, 26 de marzo de 2020

San Carlos Borromeo y la asistencia a los enfermos por la peste.

Ya había comentado en otro lugar, de nuestros hogares, que ahora no podemos salir, excepto para comprar los alimentos necesarios. De nuestro hogar podemos hacer como si estuvieramos en un convento, recogido, en oración. Ciertamente, nos gustaría ir cada día a la Santa Misa, confesar nuestros pecados semanalmente, a nuestro confesor. Las cosas se han complicado por los pecados en el mundo. Las plagas, las pandemias, no pueden afectar la vida del alma. Lo más importante es acudir inmediatamente a la oración cuando la tentación quiera hacernos caer, y con humildad, el Señor vencerá al mal.

 Los Santos no han tenido miedo a las enfermedades, siempre ayudaron espiritualmente a las almas que necesitaban en esos momentos la cercanía del Señor. 

Nosotros también debemos suplicar al Señor, que pase de largo esta plaga, pues con la intención de acercarnos de nuevo ante Jesús, las misas, y que en su momento, tenemos que confesar nuestros pecados, por el tiempo que no hemos obedecido al tercer mandamiento de Dios, aunque, en parte, veo que es la culpa es personal, que no hemos orado suficientemente. Y que debemos orar sin cesar como nos pide el Señor nuestro Dios para nuestra salvación. 

Permanecer en el amor de Dios es continuar orando por el Papa Benedicto XVI, que no nos engañen los enemigos de Cristo Jesús. 


Razon+Fe

La peste y San Carlos, ejemplo para los obispos
13 marzo, 2020

San Carlos da la asistencia Espiritual y la Comunión a los enfermos, durante «la peste».

Misas con personas, ¿suspendidas por la CEI por el coronavirus? No fue así con San Carlos Borromeo, patrón de los obispos, ante la terrible peste de 1576-77. Reprochó a las autoridades civiles por no buscar ayuda divina, visitó a los enfermos, llamó a los sacerdotes a salir a la ciudad para administrar los sacramentos, organizó procesiones públicas y misas al aire libre. Era un signo de fe, esperanza y caridad, que brindaba alivio corporal y ponía primero la salvación de las almas.

Va una semana sin Misas y sin el concurso del pueblo, en toda Italia, después de que la CEI haya aceptado el decreto gubernamental del 8 de marzo en su totalidad.
Sin embargo, los obispos en la era moderna tienen un ejemplo muy brillante, entre muchos en la historia de la Iglesia, de cuál es su deber en caso de una epidemia: San Carlos Borromeo (1538-1584), arzobispo de Milán, que es el patrón de los obispos. La plaga que azotó a la ciudad Ambrosiana en 1576-1577 tuvo una tasa de mortalidad mucho más alta que la de Covid-19, pero durante toda la epidemia, Borromeo instó a sus sacerdotes, autoridades civiles y a toda la gente a rezar, para hacer penitencia, para participar en los misterios divinos, convencidos de que mirar a Dios e imperar su gracia era el primer remedio indispensable para poner fin a la epidemia.
Esa plaga sembró la muerte y la desolación, como lo escriboó Manzoni en el Promessi Sposi, «una buena parte de Italia, y especialmente de los milaneses, donde se llamaba, y todavía está, la plaza de San Carlos. ¡La caridad es tan fuerte!». Mucho antes de Manzoni, que describe principalmente la posterior plaga de Milán en la novela (la de 1630), el trabajo de San Carlos había sido contado en detalle por sus contemporáneos, como Carlo Bascapè (1550-1615), secretario particular y primer biógrafo del santo (en su honor cambió su nombre a «Carlo» entrando en los Barnabitas), y Giovan Pietro Giussani o Giussano (c. 1548-1623), también un colaborador cercano de Borromeo.
Por la vida escrita por Bascapè, sabemos que los primeros casos de peste, a pesar de los muchos guardias colocados para este fin en las puertas de Milán, surgieron en la ciudad a fines de julio de 1576. Los magistrados trataron de aumentar la vigilancia, pero lo hicieron erráticamente. San Carlos, que vio en la plaga un castigo divino por los pecados de los hombres, «se dio cuenta de que las autoridades, aunque eran tan solícitas por los remedios humanos, no se molestaron en buscar, como deber, los alivio divinos, sobre los cuales debía confiar en la esperanza de los cristianos«. Además, en los remedios humanos hubo negligencia y el arzobispo «declaró que esta negligencia le parecía una indicación segura de que en poco tiempo la calamidad se volvería muy grave» [1] .
Entonces sucedió. A fines de septiembre, solo dos meses después de los primeros casos, hubo 6,000 muertes por peste en Milán. En ese mismo mes, el santo hizo su testamento, dejando su propiedad al Hospital Maggiore, iglesias, amigos y familiares. Impresionante fue la situación del hospital, cerca de la actual Porta Venezia y donde se encontraba la antigua capilla de San Gregorio: los enfermos, especialmente en la primera fase de la epidemia, fueron casi abandonados a sí mismos, «tuvieron que prestar cuidado necesario, también para ayudar moralmente a sus compañeros de infortunio y recibir lo necesario para vivir con parientes, siempre que hayan tenido y hayan sentido lástima» [2] .


San Carlos hizo todo lo posible para satisfacer las necesidades corporales de las víctimas de la peste, «enviándoles la comida necesaria todos los días desde su casa» y recogiendo limosnas dentro y fuera de la ciudad. Pero su principal preocupación siempre fue una: «Aún más angustiado por la falta de asistencia religiosa y el consuelo extremo para la salvación del alma«. Bascapè, entonces diácono, testifica a este respecto haber presenciado personalmente «una escena muy lamentable» cuando acompañó a Borromeo al hospital. Bordeando el exterior, el santo vio y escuchó la desesperación de los enfermos, entre los que se encontraban quienes se quejaron de la falta de ayuda espiritual: «Como estamos privados de cualquier otra ayuda, estaban gritando, dénos, Padre, al menos su bendición» [3] .
Para compensar la falta de sacerdotes disponibles para ofrecer asistencia espiritual, envió algunos a la parte suiza que luego se incluyó en la diócesis de Ambrosía. Como testificó su sirviente Ambros Fornerod: «[…] me envió a Levantina, un pueblo de los suizos, y traje 40 hombres y unas 14 mujeres, y algunos sacerdotes a su costa para atender a los enfermos» [4] .
Mientras tanto, San Carlos había pedido y obtenido indulgencias del papa Gregorio XIII. Para impartirlas, convocó a procesiones públicas, que se celebraron a principios de octubre, después de instar a la gente por una carta a venir en grandes cantidades y unirse al ayuno. La primera procesión comenzó desde el Duomo hacia la Basílica de San Ambrosio. El obispo llevaba una gran cruz en la que se había insertado la reliquia del Clavo Sagrado. «Antes de partir, Carlos colocó las cenizas sobre cada una para indicar con más humildad la acción de penitencia». Descalzo, con la capucha roja, la capucha en la cabeza y una soga alrededor del cuello, dirigió la procesión con los ojos siempre hacia la cruz. Al igual que él, los canónicos estaban vestidos, y también muchos sacerdotes y laicos procedían descalzos, con una soga alrededor del cuello y pequeñas cruces en las manos, hasta el final de esa procesión [5].
Luego vino la cuarentena general ordenada por los magistrados: San Carlos pidió a sus propios sacerdotes, no a todos, que se quedaran en casa, «excluyendo solo a aquellos que debían dedicarse al ministerio externo y a adorar en las iglesias». Antes de que comenzara la cuarentena, pidió con una carta a los milaneses que vivieran esos 40 días como enseñan las Sagradas Escrituras, en un espíritu de penitencia. Además, invitó a todos a confesar y recibir la Eucaristía antes del día establecido por las autoridades.
Fue en ese período que San Carlos, consciente del valor infinito de la Santa Misa, organizó las celebraciones eucarísticas al aire libre e hizo esfuerzos para hacer de todo Milán una ciudad de oración. Seguimos a Bascapè:
«En varias partes de la ciudad, que eran las más adecuadas y las más visibles, para que la mayor cantidad de personas pudieran asistir desde las puertas y ventanas, levantó altares decentes y convenientes para la celebración de la misa [es el origen de las cruces de Milán en las estaciones de trened]. Luego delegó a algunos sacerdotes que celebraran el Sacrificio Divino allí todos los días y se aseguraran de que también pudieran distribuir la Sagrada Eucaristía, habiendo puesto bancos en frente de las puertas. Él mismo realizó esa función sacerdotal. También envió sacerdotes con ropas sagradas y un taburete portátil a las diversas casas para que, sentados en las puertas, a una distancia adecuada, escucharan las confesiones de los prisioneros. Además, siete veces durante el día y la noche, la campana principal de la Catedral dio los toques y con ese sonido todos los ciudadanos tuvieron que recitar una letanía y los salmos, que figuran en el folleto especial publicado. Cada plaza o distrito era una especie de coro […]. Esa práctica dedicada fue conmovedora».
Al principio a favor de la cuarentena, el santo protestó ante la perspectiva de su prolongación con el gobernador español, que se refugió en Vigevano, porque «en cierto momento entendió que confiaba más en ese remedio que en la Misericordia Divina». En cualquier caso, continuó con su incansable actividad pastoral, que lo llevó a ir a todos los lugares de la ciudad para consolar a la gente, que se recomendó a sus oraciones «y le expuso, como a un padre, sus necesidades y deseos». Esta confianza de la gente en su obispo y su paternidad espiritual significaba que la multitud, cada vez que el santo salía de su palacio, se agolpaba a su alrededor. Visitando a los enfermos, «primero preguntó sobre la condición espiritual, luego sobre la salud física y el trabajo de los asistentes».[6] .

Con su caridad, San Carlos transmitió fe y esperanza a la población, dirigiéndoles a mirar ante todo a Dios y las realidades eternas. La epidemia cesó en julio de 1577. Más tarde, en un memorial, meditando sobre la misericordia de Dios que permite y obra todo para el bien de sus hijos, dejó escrito:
«Ha herido y sanado; Él azotó y curó; Acercó la mano a la vara del castigo y ofreció apoyo a las personas».
Pedimos la intercesión de San Carlos para revivir nuestra fe, y la de los obispos, de los cuáles es patrón.

[1] La vida de San Carlo Borromeo ( De vita et rebus gestis Caroli S. Rom. Ecclesiae Cardinalis tit. S. Praxedis ), Carlo Bascapè
[2] Ibidem.
[3] Ibidem.
[4] Testimonio de la causa de la canonización.
[5] La vida de San Carlo Borromeo, C. Bascapè.
[6] Ibidem.