martes, 10 de marzo de 2020

San Cipriano de Cartago: La oración dominical, (26-29)

El Señor nos libra del mal, más aún, es que no quiere que el mal nos derribe, y por eso tenemos la necesidad de orar constantemente, también participar de los sacramentos nos ayuda a crecer y fortalecer en nuestra fe.


Si por descuido, y como somos débiles, nos descuidamos por no haber considerado el sentido espiritual de la oración. Cuando nos levantamos acudiendo al sacramento de la confesión, el mal que hay en nosotros muere. Porque la oración bien rezada y meditada nos ayuda a caminar hacia la Vida eterna, no a la muerte del alma.

Como decía: nos confesamos con el corazón arrepentido, compungido. Y absueltos de nuestros pecados, no debemos deliberadamente ir de nuevo al vomito del pecado. Porque pecar, luego confesar, y reincidir en el pecado, en el vicio, de esta manera no veo yo camino de verdadera conversión y no formaríamos partes de la salvación eterna.

Jesús rechaza al tentador diciendo: «Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios. » (Mt 4,7). Si no queremos ser rechazados por Jesús, nos conviene no tentarle, es decir, no abusar de la Divina Misericordia para continuar atados en vicios y pecados. Debemos ser intachable ante los ojos de Dios.

Esas súplicas diarias en el Padre Nuestro, «Líbranos del mal», y es que esta oración es también una enseñanza para todos nosotros. Comprenderlo con el corazón nos ayuda a avanzar mucho en la fe.

Jesús fue tentado, Él no buscó las tentaciones, nosotros también sufrimos las tentaciones, pero en esa confianza en el Señor, y en el Señor vencemos nuestras tentaciones.

«Corazón obstinado mal acaba, y el que ama el peligro en él sucumbe» Eclesiástico (3, 27). Pidamos al Señor, y nosotros pongamos siempre de nuestra parte, para que nuestras confesiones sean sinceras y humildes, y los peligros de la tentación no podrá tener ese terrible poder sobre nosotros. La humildad del corazón expulsa al demonio, los aleja de nosotros. Pero el corazón del soberbio es como un imán poderoso que atrae a tantas tentaciones que el alma no podrá vivir en paz.

Para que el Señor nos proteja, debemos querer que así sea, debemos poner todos los medios, que el mismo Señor nos concede y facilita para ser humildes.



  • « Dios resiste a los soberbios, más da su gracia a los humildes. Por tanto, sed humildes ante Dios, pero resistid al diablo y huirá de vosotros. Acercaos a Dios y Él se acercará a vosotros. Lavaos las manos, pecadores, purificad el corazón, los inconstantes. Lamentad vuestra miseria, haced duelo y llorad; que vuestra risa se convierta en duelo y vuestra alegría en aflicción. Humillaos ante el Señor y Él os ensalzará» (Santiago 4,6-10).


Son muchos los que me decía, que era mejor reír, divertirse, y no les valían para nada las enseñanzas de la Palabra de Dios. ¿Cómo podemos pasarlo bien si no renunciamos a nuestra vida de impiedad? Esto atrae para sí, consecuencias demasiado trágica. 

Cuando hoy, al rezar mal la oración del Padre Nuestro, hay almas que buscan sus consuelos en las conductas del hombre viejo, sobre el humor, los cuentos de vieja, las diversiones… Pero la Palabra de Dios nos invita siempre a lo mejor, que si hoy derramamos lágrimas, y esas lágrimas lo deseaba también Santa Teresa de Jesús. San Francisco de Asís derramaba muchas lágrimas, porque Jesús siempre es ofendido. El Santo Padre Pío también derramaba muchas lágrimas, con Jesús. Es el camino de los santos, y el Señor quiere que seamos santos.

Muchos quieren salvarse, pero sin renunciar a las costumbres que llevan a la muerte que nuestro hombre viejo nos presenta. El Señor es más fuerte y nos ayuda a librarnos de nuestras malas costumbres.


Nosotros no hemos sido creados para los tormentos eternos, si Dios no lo quiere tampoco lo queramos nosotros. El apego a las malas inclinaciones costumbres. 



Cuando nos descuidamos, nos apartamos del Señor, somos tentados, nos olvidamos de los Santos Mandamientos, y enseguida nos ensuciamos con el pecado. Pero estando atento, evitamos la tentación y la paz vuelve a nuestro corazón. Porque la vida sin Dios es tiniebla, es muerte, angustia…

  • Una partecita del número 25, lo he añadido, para que se comprenda mejor lo que sigue. 

Cuando pecó Salomón, los espíritus malignos se aprovecharon para alejarle más del Señor, y dedicarse a las costumbres abominables del paganismo. A Dios nuestro Señor no le agrada que los creyentes se entreguen al mundo, a las doctrinas humanas. Salomón no quiso reaccionar, incluso hizo oídos sordos a la llamada del Señor que se le apareció dos veces. Son muchos los cristiano que actualmente se relacionan con los idólatras, no tienen a Dios, y se dejan someter a los espíritus malignos. 

Para evitar que nosotros caigamos en desgracias, y ser castigado en este mundo, necesitamos siempre la oración, suplicar al Señor que nos ayude, pues somos débiles y no sabemos hacer las cosas como es debido. 


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San Cipriano de Cartago: 

La oración dominical, (26-29) 

Obras completas
La oración dominical: el Padre Nuestro

Tomo I. 
Biblioteca de Autores Cristianos. BAC.


  • 25 … Y de nuevo, cuando pecó Salomón y se alejó de los mandamientos y los caminos del Señor se dice: «Y suscitó el Señor a Satanás contra Salomón» (1Re 11,23).

26)   Se le concede contra nosotros un doble poder; o castigarnos cuando pecamos, o servirnos de mérito cuando somos probados, tal como vemos que sucede en el caso de Job, según declara el mismo Dios cuando dice: «He aquí que pongo en tus manos todo lo que tiene, pero cuida de no tocarlo a él» (Job 1,12). Y el Señor durante su pasión, dice en el Evangelio: «No tendrías contra mí ningún poder si no se te hubiera dado de lo alto» (Jn 19,11). Cuando nosotros pedimos no caer en la tentación somos advertidos de nuestra debilidad, para que ninguno se enaltezca de manera insolente y se convierta en un arrogante, porque el que se comporta así rechaza el poder de Dios, pensando que es propia la gloria de su confesión o de sus sufrimientos. Pues el mismo Señor nos enseña humildad cuando dice: «Velad y orad, para que no caigáis en tentación: el espíritu está pronto, pero la carne es débil» (Mt 26,41), para que nos sea concedido por su misericordia todo lo que se le pide con temor y respeto, cuando precede una confesión humilde y sumisa, atribuyendo todo a Dios.

27) Después de todo esto, al término de la oración contiene en sí misma todas nuestras peticiones y súplicas a modo de resumen. En efecto, decimos al final: «Más líbranos del mal», donde se compendia todo lo que el enemigo trama contra nosotros en este mundo, frente a lo cual podemos estar confiados y firmes si Dios nos libra, al concedernos su ayuda ante nuestros ruegos y súplicas. Por tanto, cuando decimos: líbranos del mal, ya nada queda por pedir, ya que de una vez hemos pedido la protección de Dios contra todo mal y, una vez obtenida, estamos seguros y protegidos frente a aquello que puedan tramar el diablo y el mundo. Pues ¿quién puede tener miedo del mundo si Dios es su protector en el mundo?

28)               ¿Qué hay de extraño, queridísimos hermanos, que en la oración, que Dios nos enseñó, resumiera como Maestro todo lo esencial de nuestras plegarias en esta fórmula de salvación? Esto ya había sido predicho anteriormente por el profeta Isaías, cuando lleno del Espíritu Santo hablaba de la majestad y de la misericordia de Dios, diciendo: «Palabra eficaz y compendio de la justicia, porque el Señor hará un discurso abreviado por toda la faz de la tierra» (Is 10,22,23). En efecto, cuando nuestro Señor Jesucristo vino como Palabra de Dios para todos y, reuniendo a doctos e ignorantes, enseñó los preceptos de salvación a gente de todo sexo y edad, hizo de sus preceptos un gran compendio, para que la memoria de sus discípulos, no tuviera que hacer un gran esfuerzo en aprender su doctrina celestial, y fuese asimilado con rapidez todo lo necesario para una fe sencilla. Y enseñando en que consiste la vida eterna, explicó con maravillosa y divina brevedad el misterio de esta vida, diciendo: «Esta es la vida eterna: que te conozcan a Ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo» (Jn 17,3). Así mismo, cuando sacaba de la ley y los profetas los preceptos principales y más importante, dice: «Escucha Israel: el Señor tu Dios, es el único Señor» (Mc 12,29) y «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Este es el primer mandamiento. El segundo es semejante a este: amarás a tu prójimo como ti mismo. De estos dos mandamientos pende toda la ley y los profetas» (Mt 22,37ss; Mc 7,12)

29)               El Señor no solo enseñó a orar con sus palabras, sino también con sus obras. También Él oraba frecuentemente y nos mostraba con el testimonio de su ejemplo que debemos hacer nosotros, como está escrito: «Él se retiró a lugares solitarios, donde oraba» (Lc 15,16); y en otro pasaje: «Se fue al monte a orar y se pasó toda la noche orando a Dios» (Lc 6,12). Por tanto, si oraba el que no tenía pecado, ¡Cuánto más debemos velar nosotros por la noche permaneciendo en oración!



  • Mañana si Dios quiere, queda la última parte de esta doctrina de San Cipriano del 30 al 36.

Como el día anterior comentaba, sobre las tentaciones. Y siempre aparece cuando descuidamos nuestra relación con el Señor, y el enemigo se aprovecha de ello. Tenemos que estar a todo momento vigilantes, porque el mal no quiere descansar ni darse vacaciones, siempre está buscando el modo de hacernos caer.  

Cuando rezamos con el corazón, estamos creciendo en humildad. Cuando estamos en comunión con el Señor, el tentador no podrá vencernos. La humildad de Jesús en nosotros, cierra las puertas a los enemigos del alma. Seremos tentados, pero siempre en Jesús vencemos.

Hubo un tiempo en que las tentaciones eran tan fuertes, y las comparo, como si un edificio cayera sobre una hormiga. Pero el poder de la oración, la rápida ayuda de Jesús, novenas, que son muy necesarias, la devoción a la Santísima Madre de Dios, en un instante el enemigo es expulsado de nuestra vida, pero no se rinde, porque siempre espera a que dejemos de orar para arrojarse sobre nosotros. La oración del Padre nuestro, el santo rosario meditado siempre es necesaria para nosotros, insisto en ello.


Puesto que el Señor no nos impulsa a las tentaciones, tampoco debemos quererlo nosotros, sino que a la mínima ocasión de peligros, al instante debemos huir de todos los peligros.



  • «Velad y orad, para que no caigáis en tentación: el espíritu está pronto, pero la carne es débil» (Mt 26,41)


Jesús siempre nos da el remedio para no dejarnos vencer por nuestras tentaciones.

Actualmente Jesús intercede por nosotros, cuando combatimos contra nuestros desordenes.

El Señor nos libra del mal, del tentador, del temor a las enfermedades, con la gracia de Dios, también somos librado del miedo a la muerte. El fiel bautizado ha sido creado para la vida eterna. 

Que nadie espere la vida eterna si no renuncia a sus vicios, a las impurezas, al libertinaje, porque esto el único destino son los tormentos eternos. Los pecadores incorregible, ya han de temer lo que les espera, el castigo eterno, y eternidad que nunca tendrá fin. 

Los que viven en el Señor con perseverancia, Vida eterna.

La Santísima Madre de Dios siempre nos ayuda, debemos consagrarnos a ellas con frecuencia, para seguir avanzando, escalando hacia el cielo. Es importante que una vez que nos hayamos consagrado a los Corazones de Jesús y María Santísima, todos los días necesitamos renovar nuestra consagración, no caeremos en las insidias del maligno. Alimentémonos espiritualmente conociendo cada vez mejor la Sagrada Biblia, no debemos ser perezoso, nos ayuda en todos los sentidos. La Palabra de Dios nos prepara para la vida eterna.

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