martes, 27 de noviembre de 2018

Beata Ana Catalina Emmerick. Capítulo XXV, visiones del anticristo y triunfo de la Iglesia (partes 18-20)


Nunca se ha de despreciar las profecías, sino examinarla con atención, separar las verdaderas profecías de las falsas. Un profeta de Dios no es profeta de prosperidad, sino que anuncian verdades para salvación de las almas. Exhorta el Espíritu Santo por San Pablo: 


«No apaguéis el espíritu, no despreciéis las profecías examinadlo todo: y quedaos con lo bueno. Guardaos de toda clase de mal» (1º Tesalonicenses 5,19-22)


Cuando examinamos atentamente siempre a la luz de la Palabra de Dios, y el Magisterio de la Católica, que nos encamina por la Tradición del Señor, diferenciamos la verdad del engaño, rechazamos todo lo que no sea de acuerdo con la fe de la Iglesia Católica, Apostólica. 

Alguien puede pensar, "¿cómo puedo creerme estas profecías?", debemos tener mucho cuidado con el tentador, que tiene la mala costumbre de sembrar desconfianza en los corazones para que no busquen la verdad. 


17. Ve la proximidad del Reino de Dios.

   Cuando hubo cesado el combate en la tierra, la iglesia y el ángel se tornaron blancos y resplandecientes, y el ángel desapareció. También desapareció la cruz, y en el lugar que ella ocupaba apareció una Señora alta y resplandeciente, encima de la iglesia, extendiendo sobre ella su dorado y brillante manto. Debajo en la iglesia se oyeron voces de mutua humillación y reconciliación. Vi a obispos y pastores acercarse y cambiar sus libros. Las sectas reconocieron a la iglesia por su admirable victoria y por la luz de la revelación que habían visto resplandecer en ella. Cuando vi esa unión, sentí profundamente la proximidad del reino de Dios. Vi un resplandor y una vida superior en toda la naturaleza y un santo impulso en todos los hombres, como cuando se aproximaba el nacimiento de Jesús, y de tal manera sentí la proximidad del reino de Dios, que me vi obligada a salir a su encuentro. (En esta parte de la visión, oraba en alta voz). 




18. Ve la Iglesia de Roma. 
(27 de Diciembre de 1820)

   Veo a la Iglesia Romana resplandeciente como el sol. De ella salían rayos a torrentes que se dilataban por el mundo entero. Me fue dicho que esto se refería a la revelación de San Juan, mediante los cuales algunos cristianos debían recibir parte de esa luz y que ésta recaería por entero a favor de la iglesia. He visto acerca de esto un cuadro muy preciso, pero no lo puedo expresar con palabras.


19. Ve a la Iglesia después del combate. 


   Vi  a la iglesia después del anterior combate resplandeciente como el sol. En ella se celebraba una gran solemnidad y vi que entraban muchas procesiones. Vi un nuevo Papa muy severo y riguroso. Antes de empezar la fiesta había despedido a muchos obispos y pastores, porque eran malos. Vi que concurrieron a la celebración de esta fiesta los santos Apóstoles especialmente. Entonces vi muy próximo el cumplimiento de estas palabras: “Señor, venga a nos el tu reino”. Apréciame ver descender de lo alto luminosos jardines celestiales y unirse con lugares inflamados de la tierra y todo allí sumergirse en la luz primitiva. Los enemigos, que habían huido del combate, no fueron perseguidos, pero se dispersaron.

20. Visión de la Jerusalén celestial. 


   Vi en las brillantes calles de la ciudad de Dios muchos palacios y jardines resplandecientes, en los cuales había innumerables cohortes de santos, que discurrían alabando a Dios y derramando sus gracias sobre los hombres. En la celestial Jerusalén no hay ninguna iglesia: el mismo Cristo es la Iglesia. María reina en la ciudad de Dios, y sobre ella están Cristo y la Santísima Trinidad. Desde Ella desciende sobre María celestial rocío, que se difunde sobre toda la santa ciudad.




   Vi debajo de la ciudad de Dios, a la Iglesia de San Pedro y me regocijé porque, a pesar de la negligencia de los hombres recibe siempre del cielo la verdadera luz. Vi los caminos que van a la Jerusalén celestial y a los santos pastores que conducían a ella a las mejores almas de su rebaño. Estos caminos no estaban muy llenos.

   Vi también el camino por donde yo he de ir a la ciudad de Dios, y vi, cómo desde el centro de un amplio círculo, a todos aquellos a quienes de algún modo había yo ayudado. Vi a todos los niños y a los pobres a quienes había cosido algún vestido y me admiré y me alegré especialmente al ver las diversas maneras en que los había cortado. Después vi todas las escenas de mi vida en que había sido útil a alguno, ya con mi ejemplo, o con auxilios, oraciones y trabajos. Vi el provecho que de aquí se había seguido en forma de jardines nacidos de mis propias obras. Estos jardines habían sido cultivados de diferente modo por sus diferentes modos; algunos los habían dejado perderse. He visto qué suerte cupo a cada una de aquellas almas en quienes yo había causado alguna impresión. 

Hasta aquí, el capítulo XXV. Pero todavía queda más sobre las revelaciones de la beata Emmerick 

Libro I: cap. XI, 4.

Reflexionando:
San Pío X, pertenecía a la Tercera Orden Franciscana, podría, cuando comenzó su pontificado tenía si no me equivoco, 45 años. Y con el tiempo, nació la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X. Monseñor Marcel Lefebvre se llenó del Espíritu Santo, y los sacerdotes de esta fraternidad, van por un camino de santidad. 

En esta parte, la Beata Ana Catalina, nos dice lo débil que era el verdadero Papa, aunque no dice el nombre, se hace notar que se trata de Benedicto XVI, pues desprovisto de ayuda, se aprovecharon los enemigos de Cristo. Al que no es Papa, le llama "jefe de la secta", que es el anti papa Bergoglio, y que numerosos cristianos consagrados o no, se han dejado dominar por la pereza y la cobardía. Recordemos que los cobardes no pueden heredar el Reino de los cielos, está declarado por el mismo Jesucristo en el Apocalipsis. 

Si Dios quiere, seguiré con esa parte. 


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