Con el martirio de San Hermenegildo, también pienso en otros cristianos, anónimos, que por no participar de las herejías, acabaron siendo mártires de Cristo para mayor gloria de Dios,
Jesús nos ayuda a fortalecer en la fe, no somos cobardes, sino fieles y obedientes a Dios, suceda lo que nos suceda.
Desde este blog también quiero comentar, que ya fui excomulgado por un sacerdote, despreciado por otros, porque nunca he querido ofender a Cristo poniendo la mano. De rodilla, o la Comunión Espiritual. El Señor nos ayuda a llevar el peso de nuestra cruz.
La Comunión en mano, o en la mano, extenderla para recibir a Jesús, había nacido de las tinieblas, una herejía arriana. Los santos siempre lo han desechado, desautorizado por el Magisterio de la Iglesia Católica, pero que los masones, los protestantes volvieron a sembrar este pecado, en el que muchos cristianos, se han dejado convencer, aumentando la dureza de su corazón, mayor ceguera interior, que deliberadamente, no por ignorancia, sino porque desean rechazar la verdad de la fe cristiana, defienden esta ofensa a Jesús.
Los fieles cristianos no pueden, ni deben participar del mismo culto que los herejes, protestantes, sectarios, mormones, calvinistas, luteranos, anglicanos, La Palabra de Dios lo prohíbe, la Autoridad de los Santos Apóstoles lo prohíbe, toda la Iglesia de Cristo. No deben confundirse los malos pastores como la Iglesia Santa de Dios. Y muchos lo confunden.
Mientras seamos fieles a Cristo Jesús, también nosotros necesitamos defender la ortodoxia. Defender los intereses de Cristo, que tan atacado está por una multitud de bautizados.
SAN
HERMENEGILDO, MÁRTIR DE LA ORTODOXIA- Fátima La Gran Esperanza
13 abr. 2019 - La causa de su muerte fué la constancia con que rechazó la comunión pascual que un obispo arriano quería obligarle a recibir de sus manos.
13 abr. 2019 - La causa de su muerte fué la constancia con que rechazó la comunión pascual que un obispo arriano quería obligarle a recibir de sus manos.
Hoy a través de la palma de un mártir se nos muestran
los misterios de Pascua. Hermenegildo, príncipe visigodo inmolado por un padre
obcecado por la herejía.
La causa de su
muerte fué la constancia con que rechazó la comunión pascual que un obispo
arriano quería obligarle a recibir de sus manos.
El mártir sabía
que la sagrada Eucaristía es señal de la unión católica y que está prohibido
participar de la carne del cordero pascual con aquellos que no pertenecen a la
verdadera Iglesia.
Una consagración sacrílega puede poner en manos de los herejes los
Misterios Eucarísticos, si existe el carácter sacerdotal en quien ha tenido la
osadía de traspasar la barrera del altar del Dios de quien blasfema; pero el
católico consciente de que no está permitido orar con los herejes, se horroriza
al ver el misterio profanado y permanece apartado de él para no ultrajar al
Redentor en el misterio mismo que estableció para unirse con sus fieles. La
sangre del mártir fué fecunda. España, cautiva por el error, rompió sus
cadenas; un Concilio de Toledo consumó la reconciliación a la que había dado
principio tan santa víctima. Espectáculo sublime y raro en la historia del
mundo el ver a toda una nación abjurar de la herejía; pero esta nación fué bendita
por el cielo. Sometida a la dura prueba de la invasión sarracena triunfó
de ella por las armas, y su fe, después siempre pura, la mereció el más noble
de los títulos de un pueblo: el dé Católica.
Hermenegildo fué
hijo de Leovigildo, rey de los visigodos de España, y de Teodosia. Asociado al
reino, como su hermano Recaredo, en 573, fijó su residencia en Sevilla. Allí,
su esposa Ingonda y el obispo San Leandro, le determinaron a abandonar la
herejía árriana y a abrazar el catolicismo. Al perseguirle su padre, que
permanecía siendo arriano, Hermenegildo llamó en su ayuda a los bizantinos:
pero creyó conveniente acceder a una entrevista que le propuso su padre, y
éste, habiéndole hecho encarcelar, probó todos los medios de hacerle volver a
la herejía. El día de Pascua del año 586 el rey le envió un obispo arriano para
que le llevase la comunión. El joven la rechazó: Entonces su padre mandó
decapitarle. San Hermenegildo es patrón de la ciudad de Sevilla. Urbano VIII
extendió su culto a toda la Iglesia.
PLEGARIA
- ¡Oh Hermenegildo! Impertérrito defensor de la verdad del símbolo de la fe, hoy te ofrecemos nuestros homenajes y acciones de gracias. Tu valerosa muerte mostró el amor que tenías a Cristo y tu desprecio de los bienes terrenos nos enseña a menospreciarlos. Nacido para el trono, un calabozo te sirve aquí de mansión y de él partes para el cielo, ceñida la frente con la palma del martirio, corona mil veces más preciosa que la que se te ofrecía como precio de una vergonzosa apostasía. Ruega ahora por nosotros; al escribir la Iglesia tu nombre en su ciclo sagrado te convida a ello en estos días. Pascua fué tu día triunfante; haz que sea para nosotros verdadera Pascua, una completa Resurrección que nos conduzca siguiendo tus huellas a la mansión feliz donde tus ojos contemplan a Jesús resucitado. Haznos firmes en nuestras creencias, dóciles a las enseñanzas de la Iglesia, enemigos de todo error y de toda novedad.Vela por España tu patria, a cuya sangre derramada en testimonio de la fe verdadera debe tantos siglos de ortodoxia pura; presérvala de toda claudicación para que nunca deje de merecer el noble título que la honra.
fuente: Año
Liturgico de Dom Próspero Guéranguer
… ESPAÑA ABRAZA EL CATOLICISMO
España va a
seguir muy de cerca los pasos de Francia en su conversión, aunque con unos cien
años de diferencia. Con Recaredo pasó en España lo mismo que con Clodoveo en
Francia: convertido el rey, toda la nación se hizo católica.
España fue siempre una Provincia muy romana que dio al Imperio emperadores de la talla de Trajano,
Adriano y Teodosio el Grande, y, como Iglesia, arraigó en ella con fuerza el
cristianismo. Así lo demuestran Mártires como los diáconos Lorenzo y Vicente,
Papas como San Dámaso, Padres como Osio y escritores como Prudencio, el mayor
poeta cristiano. Además, a principios del siglo IV ─probablemente el año 300 o
alguno más tarde─, se celebró en Ilíberis o Elvira, cerca de la actual Granada,
un famoso Concilio, de gran importancia y con repercusiones en toda la Iglesia.
Más que a la Historia de la Iglesia, la invasión de los bárbaros en la
Península corresponde a la historia nacional y civil de España. Invadida por
los suevos, alanos y vándalos, éstos últimos se pasaron a Africa después de
realizar las destrucciones tan propias de ellos y de perseguir ferozmente la fe
cristiana. Dejaron el sur de España, región que hoy lleva el nombre de Andalucía,
y, empujados por los visigodos, se pasaron al África a la que devastaron del
todo. Los alanos y suevos fueron absorbidos por los visigodos, todos arrianos.
España fue oficialmente arriana, aunque una gran parte conservó fielmente su
fe católica.
Todo esto sucedía a principios del siglo V, pues Ataúlfo, casado con Gala Placidia, hermana
del emperador Honorio, invadía el sur de Francia el año 410, y él y sus
sucesores llegaron hasta Barcelona para adueñarse poco después de toda la
Península.
Los visigodos
fueron tolerantes y condescendientes con la fe católica, de modo que España
pudo rehacerse de las barbaridades cometidas antes sobre todo por los vándalos,
y seguía la paz religiosa, aunque oficialmente la nación fuera hereje arriana.
Hasta que en el 572 llegó el rey Leovigildo. Gran gobernante, se empeñó en dominar toda la
Península. Magnífico guerrero, consiguió vencer del todo a los suevos,
instalados en las partes occidentales, el actual Portugal. Con la misma idea de
unidad nacional, quiso someter la Iglesia a la fe arriana, y vino la
persecución, astutamente calculada. No causaba mártires con la espada, pero no
dejaba en paz ni a obispos ni sacerdotes. Entre los desterrados, figuró Masona,
el santo, sabio y querido de todos obispo de Mérida.
El arrianismo se
jugaba la última carta y parecía que tenía la victoria en las manos. Pero el
rey Leovigildo se equivocaba de punta a punta. En su propio palacio empezó la
ruina del rey. A su hijo Hermenegildo y su esposa la franca Ingunda, ferviente
católica, se les hizo la vida imposible a causa del fanatismo arriano de la
segunda mujer de Leovigildo, el cual mandó a Hermenegildo a Sevilla
encargándole el dominio de la Bética, el sur de España.
Hermenegildo
gobernaba la Bética, correspondiente a la actual Andalucía. Cargo meramente
militar y civil. Mandaban los vándalos. Pero el pueblo nativo era cristiano
católico desde antiguo y la lucha religiosa tenía que venir un día u otro.
Además, bajo la dirección del obispo de Sevilla San Leandro, Hermenegildo se
convirtió en ferviente católico.
Hermenegildo, naturalmente, estaba con el pueblo que se le había encomendado, y la esposa Ingunda debió
sostenerlo con decisión. Es cierto que Hermenegildo se alió con los bizantinos
del sureste de España y se alzó contra su padre. ¿Reprobable? Quizá, sí. Aunque
la intención fuera muy recta. Pero las gentes se apiñaron en torno a
Hermenegildo y vino el enfrentamiento de las tropas de uno contra el otro. Ganó
el padre, y el hijo, arrodillado a sus pies, recibió la promesa de que sería
tratado con la típica generosidad del militar vencedor. Pero Leovigildo no lo
cumplió. Porque al saber Leovigildo que su hijo había abrazado el catolicismo,
se enfureció de manera terrible.
Intensificó el
rey la persecución contra la Iglesia, empezando por desterrar a San Leandro. Y
Hermenegildo, encadenado, fue enviado desde Sevilla hasta la cárcel tétrica de
Tarragona.
¿Qué ocurrió con el ilustre preso? La historia es bien sabida, aunque algunos
detalles quedan en la duda. Se trató con estratagemas y mentiras de convencer a
Hermenegildo para que volviese al arrianismo. Firme en la fe católica que había
abrazado, se negó el día de Pascua a recibir la Comunión de manos de un obispo
arriano. Su carcelero ─que, como resulta evidente, no podía actuar sino por
orden del rey Leovigildo─ lo hizo asesinar. Su muerte, sin embargo, fue la de
un mártir, y la Iglesia lo venera como Santo, canonizado por el Papa Sixto V en
1585, milenario de su muerte.
Es cierto que
siempre se ha discutido la conducta de Hermenegildo con su padre. ¿Por qué se
le enfrentó en plan de guerra? Parece que fue por decisión del mismo pueblo.
Era imposible aguantar tanta persecución por causa de la religión. Y el hijo,
siguiendo su conciencia y por exigencia del pueblo, se hubo de oponer al padre.
Y, lo de siempre.
La sangre del Mártir resultó fecunda. Leovigildo se dio cuenta de que luchaba
inútilmente contra la Iglesia invencible. En el año 586 se vio ante la muerte y
dicen, dicen…, que llamó a su hijo Recaredo, hermano de Hermenegildo:
– Hijo mío, al
heredar el trono, mira de que la fe católica sea la única religión de España.
Y lo fue.
Faltaban solamente tres años para el famoso Concilio de Toledo.
Los obispos comenzaron a gritar
entusiasmados: “¡Gloria a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo!”…
Este Concilio de Toledo en el 589 ─noventa años justos después del bautismo de
Clodoveo en Francia─ es de una importancia suma. Fue presidido por el Arzobispo
de Sevilla San Leandro, el mayor de sus hermanos Fulgencio, Isidoro y
Florentina, los cuatro Santos canonizados. Para España, este Concilio vino a
significar lo que la conversión de Clodoveo en Francia. Recaredo ya se había
convertido al catolicismo por mediación de Leandro.
Antes del
Concilio toledano, Recaredo, nada más asumido el trono, convocó a todos los
obispos arrianos en una asamblea, y les pidió: ¿Por qué no renuncian todos al
arrianismo y abrazan la fe católica, unificando en la misma fe a todo el país?…
El caso es que
casi todos los obispos le hicieron caso y se pasaron al catolicismo.
Vino después el
Concilio III de Toledo. Allí estaban todos los obispos españoles, los vueltos
del destierro, entre los que destacaba Masona, el venerable confesor de la fe;
todos los católicos de siempre y los nuevos convertidos en la asamblea de
Recaredo.
El rey, la reina
y todos los grandes de la nación, lucían sus mejores galas. Se recitó el Credo
de Nicea y el monarca suscribió la fórmula de fe católica:
“Yo, Recaredo,
rey, reteniendo en mi corazón esta santa y verdadera confesión, que es la sola
que confiesa la Iglesia Católica por todo el orbe, la confirmo de palabra y la
suscribo con mi mano derecha, bajo la protección de Dios”.
Con este simple
principio, el arrianismo quedaba sepultado para siempre: Jesús, y el Espíritu
Santo, eran tan Dios como el Padre… Siguieron aclamando los obispos:
“¡Gloria a nuestro Señor Jesucristo, que a costa de su
sangre formó la Iglesia católica en todas las naciones!”
“¡Gloria aquí en
la tierra y la gloria eterna al rey Recaredo, que ha hecho oficio de apóstol y
ha conquistado para la Iglesia Católica nuevos pueblos! Sea amado de Dios y de
los hombres el que tan admirablemente ha glorificado a Dios en la tierra”.
San Leandro pronunció
después un discurso elocuente por demás, que se conserva como todo lo anterior
al pie de la letra, y que acaba:
“Sólo falta que
quienes componemos en la tierra unánimemente un solo reino, consigamos por su
estabilidad la felicidad del reino celestial, a fin de que el reino y el pueblo
que glorificaron a Dios en la tierra sean glorificados por El, no sólo aquí,
sino en el Cielo”.
Grandioso, sencillamente.
En ese momento nacía quien iba a ser por antonomasia la “España Católica” en
los siglos por venir. En el pueblo, y especialmente en sus reyes, estaba el
germen de la fe que la nueva nación llevaría a muchos rincones del mundo,
especialmente a nuestra América, novecientos años más tarde.
fuente: HISTORIA DE LA IGLESIA CATÓLICA (Generalidades. Guiones para las
clases. Pro manuscripto) Pedro García Cmf
Tránsito de san Hermenegildo (1603) Oleo sobre lienzo de grandes dimensiones Alonso Vázquez (h.1575-1645) y Juan de Uceda (h.1570-1635) Museo de Bellas Artes de Sevilla
Conversión de Recaredo
"En la era DCXXIII, en el año tercero del imperio de Mauricio, muerto Leovigildo, fue coronado rey su hijo Recaredo. Estaba dotado de un gran respeto a la religión y era muy distinto de su padre en costumbres, pues el padre era irreligioso y muy inclinado a la guerra; él era piadoso por la fe y preclaro por la paz; aquél dilataba el imperio de su nación con el empleo de las armas, éste iba a engrandecerlo más gloriosamente con el trofeo de la fe. Desde el comienzo mismo de su reinado, Recaredo se convirtió, en efecto, a la fe católica y llevó al culto de la verdadera fe a toda la nación gótica, borrando así la mancha de un error enraizado. Seguidamente reunió un sínodo de obispos de las diferentes provincias de España y de la Galia para condenar la herejía arriana. A este concilio asistió el propio religiosísimo príncipe, y con su presencia y su suscripción confirmó sus actas. Con todos los suyos abdicó en la perfidia que, hasta entonces, había aprendido el pueblo de los godos de las enseñanzas de Arrio, profesando que en Dios hay unidad de tres personas, que el Hijo ha sido engendrado consustancialmente por el Padre, que el Espíritu Santo procede conjuntamente del Padre y del Hijo, que ambos no tiene más que un espíritu y, por consiguiente, no son más que uno".
San Isidoro de Sevilla. Historias de los godos, vándalos y suevos.
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