lunes, 15 de octubre de 2018

Santa Teresa de Jesús (15 de octubre) Evangelio: San Mateo 11,25-30.


Amar a Jesucristo es ser fiel a sus intereses, ¿Cuáles son? pongamos nuestros ojos en la Palabra de Dios, todo está explicado en el Nuevo Testamento, debemos negar nuestros propios deseos, aquellos que no nos ayuden a acercarnos a Cristo Jesús.

Los derechos de Dios, no los de este mundo, sino que necesitamos seguir trabajando por el Reino de los cielos. 

Debemos hacernos completamente sordos a los ruidos del mundo, que nos impide que nuestros pensamientos se dirijan a Dios, no tiene porque suceder, sino dirigirnos a Dios, hay que callar pero también hay que hablar.

El modernismo es una fuente de corrupción y perversiones, los aplausos, la vanagloria, las risas y carcajadas, las palabras de doble sentido, que sería un sí y un no, que es contrario a lo que Jesús nos enseña, Pues la claridad de la verdad conforme a Cristo Jesús, y el magisterio de la Iglesia Católica, el autentico, el magisterio que procede de la Autoridad Apostólica, que habla en nombre de Jesús, no otras cosas vulgares. sino la verdad que es el esplendor de la belleza de Dios, que nos ayuda a comprender que todavía existe el mal del pecado, que debemos aborrecer, detestar, y llorar nuestros míseros pecados. 

Que pena, que gran tristeza para el alma enamorada de Dios, cuando ve que es ofendido Jesús, sigue siendo ultrajado, escarnecido por un gran número de bautizados, son los que más daños hace al Señor, ¡qué terrible ingratitud! y como si nada pasara después de ofender al Señor, "todos los incorregibles contentos!
Son las voces del Señor las que se han de notar en todas partes, porque no debemos exponer nuestros intereses, sino los de Jesucristo.

La mala disposición del corazón, con todo el ruido del resentimiento, dominados por la tibieza, hay incluso un desafío en recibir a Jesús, con el corazón en plena tormenta. No es bueno este acercamiento al Señor. 


(Obras completas de Santa Teresa de Jesús, [Exclamaciones], 10,1-2. Pág. 641-642. 
Biblioteca de Autores Cristianos, BAC. 2006).



¡Oh Dios de mi alma, qué prisa nos damos a ofenderos y cómo os la dais Vos mayor a perdonarnos! ¿Qué causa hay, Señor, para tan desatinado atrevimiento? ¿Si es el haber ya entendido vuestra gran misericordia y olvidarnos de que es justa vuestra justicia? «Cercáronme los dolores de la muerte» (Sal 18) ¡Oh, oh, oh, qué grave cosa es el pecado, que bastó para matar a Dios con tantos dolores! ¡Y cuán cercado estáis, mi Dios, de ellos! ¿Adónde podéis ir que no os atormenten? De todas partes os dan heridas los mortales.
 ¡Oh cristianos!, tiempo es de defender a vuestro Rey y de acompañarle en tan gran soledad; que son muy pocos los vasallos que le han quedado y mucha la multitud que acompaña a Lucifer. Y lo que peor es, que se muestran amigos en lo público y véndenle en lo secreto; casi no halla de quién se fiar. ¡Oh Amigo verdadero, qué mal os paga el que os es traidor! ¡Oh cristianos verdaderos!, ayudad a llorar a vuestro Dios, que no es por solo Lázaro aquellas piadosas lágrimas, sino por los que no habían de querer resucitar, aunque Su Majestad los diese voces. ¡Oh Bien mío, qué presentes teníais las culpas que he cometido contra Vos! Sean ya acabadas, Señor, sean acabadas, y las de todos. Resucitad a estos muertos; sean vuestras voces, Señor, tan poderosas que, aunque no os pidan la vida, se la deis para que después, Dios mío, salgan de la profundidad de sus deleites. 


Hoy también en la Liturgia de las Horas, nos ofrece dos lecturas de la Santa Doctora: Teresa de Jesús. Ella reflexionó de tal manera, y todos podemos hacerlo, que podemos vencer nuestras malas costumbres, la tibieza, sentir incluso como una carga pesada y molesta nuestros pecados veniales, y así no caeremos en pecados mortales, Dios ayuda a todas las almas que se lo pida con perseverancia. 



Acordémonos del amor de Cristo



Del Libro de su vida, de santa Teresa de Jesús.
Cap. 22, 6-7.12.14




Con tan buen amigo presente –nuestro Señor Jesucristo–, con tan buen capitán, que se puso en lo primero en el padecer, todo se puede sufrir. Él ayuda y da esfuerzo, nunca falta, es amigo verdadero. Y veo yo claro, y he visto después, que para contentar a Dios y que nos haga grandes mercedes quiere que sea por manos de esta Humanidad sacratísima, en quien dijo su Majestad se deleita.

Muy muchas veces lo he visto por experiencia; hámelo dicho el Señor. He visto claro que por esta puerta hemos de entrar, si queremos nos muestre la soberana Majestad grandes secretos. Así que no queramos otro camino, aunque estemos en la cumbre de contemplación; por aquí vamos seguros. Este Señor nuestro es por quien nos vienen todos los bienes. Él lo enseñará; mirando su vida, es el mejor dechado.

¿Qué más queremos que un tan buen amigo al lado, que no nos dejará en los trabajos y tribulaciones, como hacen los del mundo? Bienaventurado quien de verdad le amare y siempre le trajere cabe de sí. Miremos al glorioso san Pablo, que no parece se le caía de la boca siempre Jesús, como quien le tenía bien en el corazón. Yo he mirado con cuidado, después que esto he entendido, de algunos santos, grandes contemplativos, y no iban por otro camino: san Francisco, san Antonio de Padua, san Bernardo, santa Catalina de Siena.

Con libertad se ha de andar en este camino, puestos en las manos de Dios; si su Majestad nos quisiere subir a ser de los de su cámara y secreto, ir de buena gana.

Siempre que se piense de Cristo, nos acordemos del amor con que nos hizo tantas mercedes y cuán grande nos le mostró Dios en darnos tal prenda del que nos tiene: que amor saca amor. Procuremos ir mirando esto siempre y despertándonos para amar, porque, si una vez nos hace el Señor merced que se nos imprima en el corazón de este amor, sernos ha todo fácil, y obraremos muy en breve y muy sin trabajo.




Necesidad de la oración Del Libro de su vida, de santa Teresa de Jesús
Cap 8, 1-4

No sin causa he ponderado tanto este tiempo de mi vida, que bien veo no dará a nadie gusto ver cosa tan ruin, que cierto querría me aborreciesen los que esto leyesen de ver un alma tan pertinaz e ingrata con quien tantas mercedes le ha hecho; y quisiera tener licencia para decir las muchas veces que en este tiempo falté a Dios.
Por no estar arrimada a esta fuerte columna de la oración, pasé este mar tempestuoso casi veinte años con estas caídas. Y con levantarme y mal –pues tornaba a caer– y en vida tan baja de perfección, que ningún caso casi hacía de pecados veniales, y los mortales, aunque los temía, no como había de ser, pues no me apartaba de los peligros, sé decir que es una de las vidas penosas que me parece se puede imaginar; porque ni yo gozaba de Dios, ni traía contento en el mundo. Cuando estaba en el contentos del mundo, en acordarme de lo que debía a Dios era con pena; cuando estaba con Dios, las aficiones del mundo me desosegaban. Ello es una guerra tan penosa que no sé cómo un mes la pude sufrir, cuanto más tantos años.

Con todo, veo claro la gran misericordia que el Señor hizo conmigo, ya que había de tratar en el mundo, que tuviese ánimo para tener oración; digo ánimo, porque no sé yo para qué cosa, de cuantas hay en él, es menester mayor que tratar traición al rey, y saber que lo sabe, y nunca se le quitar de delante; porque, puesto que siempre estamos delante de Dios, paréceme a mí es de otra manera los que tratan de oración, porque están viendo que los mira; que los demás podrá ser estén algunos días que aun no se acuerden que los ve Dios.

Verdad es que, en estos años, hubo muchos meses –y o alguna vez año– que me guardaba de ofender al Señor y me daba mucho a la oración, y hacía algunas y hartas diligencias para no le venir a ofender. Porque va todo lo que escribo dicho con toda verdad, trato ahora esto.

Mas acuérdaseme poco de estos días buenos, y ansí debían ser pocos y muchos de los ruines. Ratos grandes de oración pocos días se pasaban sin tenerlos, si no era estar muy mala y muy ocupada. Cuando estaba mala, estaba mejor con Dios; procuraba que las personas que trataban conmigo lo estuviesen, y suplicábalo al Señor; hablaba muchas veces en él.

Ansí que, si no fue el año que tengo dicho, en veintiocho años que ha que comencé oración, más de los dieciocho pasé esta batalla y contienda de tratar con Dios y con el mundo. Los demás, que ahora me quedan por decir, mudose la causa de la guerra, aunque no ha sido pequeña; mas, con estar, a lo que pienso, en servicio de Dios y con conocimiento de la vanidad que es el mundo, todo sido suave, como diré después.

Pues para lo que he tanto contado esto es, como he ya dicho, para que se vea la misericordia de Dios y mi ingratitud; lo otro para que se entienda el gran bien que hace Dios a un alma que la dispone para tener oración con voluntad, aunque no esté tan dispuesta como es menester, y cómo, si en ella persevera, por pecados y tentaciones y caídas de mil maneras que ponga el demonio, en fin tengo por cierto la saca el Señor a puerto de salvación como, a lo que ahora parece, me ha sacado a mí.

Oración

Señor Dios nuestro, que por tu Espíritu has suscitado a santa Teresa de Ávila, para mostrar a tu Iglesia el camino la perfección, concédenos vivir de su doctrina y enciende en nosotros el deseo de la verdadera santidad. Por nuestro Señor Jesucristo. 

En el Evangelio de hoy, XXVIII semana del tiempo ordinario. Jesús nos invita a acercarnos a Él, que es manso y humilde de corazón, siempre lo ha sido, por lo que no debemos considerar, como en algunas veces he oídos, "que palabras tan dura" pero nunca fue asi. San Jerónimo dice, que todo es duro para el que no ama a Cristo Jesús. En mis momentos más terribles de mi vida, cuando oía palabras, yo me alegraba, pero el hombre viejo que quería destruirme, se sentía molesto. Entonces, és el hombre viejo que se siente demasiado molesto por las palabras de Jesús: son palabras de vida eterna, de felicidad, porque rechaza todo el mal que puede haber en nuestra vida. No nos interesa convivir con el mal, que siempre puede ensombrecer nuestra paz verdadera.


La Sabiduría de Dios se manifiesta en sus fieles, más devotos, como a San Francisco de Asís, San Antonio de Padua, San Vicente Ferrer, Santa Teresa de Jesús, 

San Mateo 11,25-30
Jesús es manso y humilde de corazón

En aquella ocasión Jesús declaró:

 -Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes y las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien.  Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, ni nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiera revelarlo. 'Venid a mí todos los fatigados y agobiados, y yo os aliviaré. Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas: porque mi yugo es suave y mi carga es ligera. 

Puedo asegurar, que en Cristo Jesús, siempre vamos a tener la paz, el Señor no se la niega a nadie. Cuando nos vaciamos de nosotros mismos, queremos llenarnos del Señor, tener la paz con todos, pero no todos van a comprender nuestra paz, porque no llegamos a ponernos de acuerdos con otros pensamientos que no proceden de Dios, sino de este mundo, y ellos, porque no quieren renunciar a lo mundano, en los disturbios de su vida interior, son capaces de culparnos a nosotros que deseamos seguir los pasos de Jesús. Como culpan también a la Santa Madre Iglesia Católica, por cosas que no son, sino que pertenecen a los pecadores incorregibles y amargados. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario