Es muy peligroso para nosotros si nuestro corazón
está endurecido, por las cosas de este mundo, los apegos, que nos convertimos
en soberbios y orgullosos, y aparece alguien con toda caridad de Cristo,
comience a corregirnos, y nosotros estallemos repentinamente con ira, porque
nuestra ceguera no ha captado el sentido espiritual de ese hermano, de esa
hermana que nos está advirtiendo del peligro si continuamos con nuestra vida
superficial, nos creemos que estamos caminando con Cristo, y resulta todo lo
contrario, pues nuestro amor a la mundanidad… nos ha convencido de que obramos
bien.
Se supone que todos los cristianos creen en la
Palabra de Dios, pero creer debe significar alimentarse diariamente en nuestra
vida espiritual.
La corrección fraterna es importante, si en
nuestro ambiente, en nuestra familia, en el trabajo, nos encontramos con
alguien que obra de forma distinta a lo que Dios quiere, debemos advertirle.
Pero en la Sagrada Escritura, yo he encontrado, un número pequeño, de las veces
que hemos de corregir. Y no es más de tres, no lo confundamos, que
perdonar debe hacerse siempre, pero corregir, no más de tres, según la Palabra
de Dios. Ahora bien, un padre o una madre de familia, debe corregir siempre a
sus hijos si se comportan mal. Los padres cristianos no deben quedar
indiferentes, saber corregir a sus hijos con amor, sobre todo, el
perseverante testimonio de una vida conforme a Cristo, sin discusiones.
A cuántos de nosotros nos habremos encontrado:
“tú no tiene que juzgar a nadie”, y trata de justificarse con algunas de las
palabras de Jesús, “no juzguéis para no ser juzgados”, etc. Sin embargo, por
otra parte estas pobres almas, no quieren ser fiel a Dios, y cuando se hace un
rechazo hacia una actitud malvada, enseguida salta, y es que identifica con
aquello que es malo a los ojos de Dios, pero bueno al mundo.
Antes de hacer un juicio, es decir corregir al prójimo, debemos mirarnos a
nosotros mismos si estamos preparado para ello, que nuestra vida sea siempre
conforme a Cristo.
- Nota: Sobre el tema, "no juzgues y no serás juzgado, con la medida que midas serás medido" es otra reflexión que tengo aparte. Y se demuestra que Jesucristo no prohíbe juzgar. Si Dios quiere, más adelante lo compartiré.
La corrección fraterna se hace mejor cuando
pasamos muchas horas ante el Sagrario, cuando nos animamos a ser orantes con
perseverancia. Sin vida de oración, y sin la vida en Cristo, la corrección
fraterna llega a convertirse como quien está en un campo de batalla. Porque el
demonio se aprovecha de las almas que no se familiarizan con la oración. Pero
el deseo de perseverar, si hemos estado en ese campo de batalla, el Señor nos
ayuda a salir. Pero debemos ser uno en Cristo Jesús.
Nos ayuda mucho, si dedicamos mayor parte de nuestro tiempo a la vida de oración, el Santo Rosario, prefiero insistir en ello, porque cuando mejor oremos, el tentador no consigue destruir nuestra paz, porque con la ayuda de Jesucristo y de María Santísima estamos alerta. La humildad es una herramienta necesaria. Pero si el prójimo está profundamente atado a sus pecados, no resulta efectivo, entonces, es preciso dejarlo en las manos de Dios con nuestra oración.
* * *
Caridad fraterna
Nuevo Testamento, Eunsa:
Ga 6, 1-10:
1Hermanos, si alguien se le sorprendiera en alguna falta, vosotros
que sois espirituales, corregidle con espíritu de mansedumbre, fijándote en
ti mismo, no vaya a ser que tú también seas tentado. 2Llevad los unos la carga de los otros y así
cumpliréis la ley de Cristo. 3 Porque si alguno se imagina
ser algo, sin ser nada, se engaña así mismo 4 Que cada uno
examine su propia conducta, y entonces podrá gloriarse en sí mismo y no en
otro; 5 porque cada uno tendrá que llevar su propia carga.
6 Que el discípulo comparte
todas clases de bienes con el que le instruye. 7No os engañéis: de Dios nadie se burla. Porque lo que
uno siembre eso recogerá: 8el que siembra en su
carne cosechará corrupción; y el que siembre en el Espíritu, del Espíritu
cosechará la vida eterna. 9No nos cansemos de hacer el
bien, porque si perseveramos, a su tiempo recogeremos el fruto. 10
Por tanto, mientras disponemos de tiempo hagamos el bien a todos, pero
especialmente a los hermanos en la fe.
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* 6,
1-10: …el
Apóstol vuelve a insistir en que la ley de Cristo es el amor. Esa es la
doctrina de Jesús «Jesús hace de la caridad el mandamiento
nuevo (cfr. Jn 13,34). Amando a los suyos ‘‘hasta el fin” (Jn 13,1),
manifiesta el amor del Padre que ha recibido. Amándose unos a otros, los
discípulos imitan el amor de Jesús que reciben también en ellos» (Catecismo
de la Iglesia Católica, n. 1823).
San Pablo enseña que a corrección fraterna es una
manifestación de amor entre hermanos (v.1), que se debe hacer con mansedumbre y
humildad, buscando solamente el bien del otro, y conscientes de la propia
debilidad. «Nunca ha de tomarse el cuidado de reprender el pecado ajeno —San
Agustín—, sino cuando, después de examinar nuestra conciencia con preguntas
internas nos respondemos delante de Dios, sin titubeos, que lo hacemos por
amor» (Expositio in Galatas, 37). También exhorta, como manifestación de
caridad, llevar las cargas de los demás, sin descuidar las propias
(v.2). «La caridad, que es como un generoso desorbitarse de la justicia, exige
el cumplimiento del deber: se empieza por lo justo, se continua por lo
más equitativo… pero para amar se requiere mucha finura, mucha delicadeza,
mucho respeto, mucha afabilidad: en una palabra, seguir aquel consejo de San
Pablo: llevad
las cargas de los otros, y así cumpliréis la ley de Cristo. (Gálatas 6,2). Entonces sí: ya
vivimos plenamente la caridad, ya realizamos el mandato de Jesús» (San
Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, n. 173).
La observancia de las prescripciones legales
llevaba algunos judíos a creerse mejores que los demás (vv.3-5; cfr. Lc.
18,9-14). Este orgullo procede del desconocimiento de uno mismo. El
Apóstol exhorta a que cada uno se examine con sinceridad, de cara a Dios,
que todo lo ve.
Los versículos implican la verdad de que el
tiempo de merecer termina con la muerte. Por eso el Apóstol insiste en la
necesidad de esforzarse por llevar una conducta justa, «porque lo que uno
siembre, eso recogerá» (v.8). La imagen de la siembra aplicada
a la vida espiritual es frecuente en la
Biblia y rica en contenido (cfr.
Sal 10,37; Pr 6,19; Mt 13, 1ss; Jn 4,37; 1Cor 9,11; etc.). San Juan de Ávila
comenta este pasaje «Había dicho que para hacer el
bien era sembrar; y en el sembrar de presente, no hay sino pérdida: deshacerse
el hombre de la hacienda que posee por la que espera. Alude la misma metáfora,
y dice que no desfallezcamos, que no desmayemos haciendo el bien, que
esperemos en Dios» (Lecciones sobre Galatas, ad, loc).
En el versículo 8: El que siembra en la carne
cosecha corrupción”, además de la impureza, cuando se siembra para la carne: el
“culto al cuerpo”, con ejercicios físicos, para aumentar su musculatura,
cosecha en su carne, la moda de los paganos, sobre la “mujer más bella del
mundo” los maquillajes…, salen por pasarelas, exhibiéndose, hombres y mujeres
cosechan pecados sobre pecados y recogen corrupción: y recogerán según el fruto
de sus obras.
El Señor mediante el sacramento del Bautismo, nos prepara para ser templos vivos de Dios, no podemos olvidarlo, no debemos profanarlo con nada de lo que propone el mundo. Los cristianos no somos del mundo, sino de Dios.
En el versículo 4, que leemos aquí, en la edición
de la Conferencia Episcopal Española, dice así: «Y que cada uno examine su propio comportamiento; el motivo de satisfacción lo tendrá en sí mismo y no en relación con los otros.» (Ga
6, 4).
Nosotros debemos todos los días, yo diría que un par de veces al día, examen de conciencia, la última sería antes de acostarse, la oración, sabiendo el sentido de las palabras que dirigimos al Señor y a la Santísima Madre de Dios.
Nosotros debemos todos los días, yo diría que un par de veces al día, examen de conciencia, la última sería antes de acostarse, la oración, sabiendo el sentido de las palabras que dirigimos al Señor y a la Santísima Madre de Dios.
A veces nos sucede que cuando leemos meditaciones
de otros hermanos, nos alegramos muchos, por su cercanía hacia Dios, esa alma
es toda de Cristo, y suele reflejarse en sus pensamientos espirituales, pero
que ninguno de nosotros debemos pararnos ahí, sino perfeccionarnos en orden
hacia Dios.
Motivos de satisfacción, o “gloriarnos”, según lo
espiritual, llevando una vida plena de Dios, y vacío de la mundanidad. San Pablo se gloriaba en la cruz de Cristo.
Porque Cristo Jesús está en nuestra vida, y si
todavía no lo tenemos, es importante que nos vaciemos por completo de todas las
cosas que no tienen relación con el Amor de Dios, y podemos conocer cuál es su
Voluntad Santísima, que es lo que nos pide, siempre que nos dediquemos tiempo
para meditar la Palabra de Dios.
Estamos en este mundo para sembrar el bien, siempre en la espera del Señor nuestro Dios. Señor, Dios mío, he hecho esto porque tú me lo has mandado. Y lo que el Señor nos pide, siempre es con relación a la salvación de las almas, creciendo día a día, en la vida espiritual.
Esta caridad fraterna no es posible conseguirla si nuestra vida se ajusta a lo mundano, si no nos negamos a nosotros mismos, no sabremos lo que es la verdadera caridad y misericordia. Cuando por fin, morimos a nosotros mismos, y damos vida a la verdadera fe en Cristo Jesús, todo es distinto, y siempre para mejor. Nosotros no debemos exigir a Dios que se adapte a nosotros, sino es que nosotros debemos adaptarnos al Señor, a Cristo Jesús. Es posible con la ayuda de Dios, y la perseverancia que necesitamos. EL bien principalmente como dice San Pablo a la familia de la fe, es decir, de los que han recibido el sacramento del Bautismo, que pertenecen a la Iglesia Católica; luego, el bien que debemos hacer al prójimo, y si es posible, hablarles de Dios para que le conozcan, se conviertan y se salven.
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Esta caridad fraterna no es posible conseguirla si nuestra vida se ajusta a lo mundano, pero cuando dejamos que Cristo forme parte de nuestra vida; mejor dicho, no Él a nosotros, sino nosotros en Él, y desde Cristo y con perseverancia todo se consigue. Nosotros necesitamos formar parte de Cristo, para que Él obre en nosotros el bien para todos los demás.
Los
Santos, verdaderos amigos de Dios, pasaron por este mundo haciendo el bien.
Este es nuestro camino. Aprovechar el tiempo, porque no sabemos cuando nos vamos a presentar ante el Señor. No se trata de un poquito de tiempo, sino perseverar en todo tiempo para dar gloria a Dios, negarnos a nosotros mismos, para ser más libres, sin ataduras con los enemigos del alma, fuimos liberado por el sacramento del Bautismo, también el sacramento de la confesión, nos libera de la horrendez de nuestros pecados y vicios.
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Por tanto, mientras disponemos de tiempo hagamos el bien a todos, pero
especialmente a los hermanos en la fe.No lo olvidemos, no digamos: "No tengo tiempo para Dios", o sea, que no tienes tiempo para ser feliz en la Vida eterna.
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