En el capítulo 1 de «Espejo de perfección», interesante reflexionar, cada cual si lo lee, conforme a las inspiraciones del Espíritu Santo. Lo que debe ser no es según la medida humana, sino espiritual, y en mi pobreza, he reflexionado sobre este capítulo, y añadiendo algunos textos de las Sagradas Escrituras.
Después de que, de forma misteriosa, ¿qué manos las hacían desparecer? Alguien que lo leería, pero no tenía el espíritu de fortaleza para tal misión de abandono en sí mismo para seguir al Señor. Reglas que resultaban demasiados molestas para los comodones, iban desapareciendo las reglas que escribían el Santo de Asís, cuando lo oían otros frailes, se asustaban al parecer, y que eso no podía ser. Las reglas debían ser cambiadas según la mentalidad de ellos, y algunos ministros le pedían a fray Elías, que era Vicario de la orden, que le pidieran a Francisco tales cambios. Veamos:
·
«Queremos, por tanto, que vayas a decirle que no nos queremos obligar
a esa Regla. Que la haga para él, no para nosotros».
Esto sucede en la actualidad, muchos quieren ser franciscanos de la primera o de la Orden Tercera, pero rechazando un compromiso serio con el Evangelio. Las reglas proceden del Evangelio. Es como esos insensatos, que quieren poner condiciones a Dios, es tremenda locura. El Señor no pide nada imposible, ya que Él es quien nos ayuda, nos facilita todas las cosas que para nosotros la vemos complicados, pero la fe, la humildad, son necesarias para superar todas las cosas complicadas. Y la perseverancia. Nunca desfallecer en la tarea, pues los resultados no son de un día para otro.
Antes de continuar quiero añadir estas enseñanzas de Jesús:
Antes de continuar quiero añadir estas enseñanzas de Jesús:
· «el
que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame».
(San Mateo 16, 24.)
·
«Desde
los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los cielos padece
violencia, y los esforzados lo conquistan» (Mt 11,12).
También:
« 57Mientras iban
de camino, uno le dijo: -Te seguiré adonde vayas.
58Jesús le dijo: -Las zorras tienen sus guaridas y los
pájaros del cielo sus nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar la
cabeza.
59A otro le dijo: -Sígueme. Pero éste
contestó: -Señor, permíteme ir primero a enterrar a mi padre.
60 —Deja a los muertos enterrar a sus muertos -le
respondió Jesús-; tú vete a anunciar el Reino de Dios.
61Y otro dijo: -Te seguiré, Señor, pero primero
permíteme despedirme de los de mi casa.
62Jesús le dijo: -Nadie que pone su mano en el arado y
mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios. » (Lucas 9,57-62; San Mateo 8,18-22).
Para salvar el alma necesitamos hacer penitencia, oración intensiva, y todo lo demás que nos enseña el Señor y la Iglesia Católica, Apostólica. Sí, para disgusto de muchos es Apostólica. O sea, que otra forma distinta de vivir la fe llega a ser perjuicio para nuestras almas.
El verdadero cristiano que tiene vocación franciscana, ha de ser responsable de su vocación a la santidad, no es imitar precisamente a las sectas y muchas novedades modernistas. Y acabarían mal.
Los cristianos modernistas, son tambien apostatas, aunque estén dentro de la Iglesia Católica, son apóstatas de la fe, han renunciar a la Tradición del Señor, como están ciegos y tienen el corazón embotado, no lo pueden reconocer, el corazón endurecido no les deja ver las cosas claras. Para ellos, lo oscuro y corrupto es saludable, pero se darán cuenta, y desgraciadamente ya no podrán reparar todo el mal que sembraron en el mundo, por no obedecer al Evangelio de Cristo.
Escribía el día cuatro de octubre esta reflexión para ponerla en el blog pero aún no lo he hecho, para ir mejorándolo.
La dedicación del recuerdo de San Francisco de Asís, siempre debe llevar a Cristo, lo mismo cuando celebramos otros santos y santas, siempre es a Cristo, pues Él es quien santifica a sus fieles.
Capítulo I
Comienza el espejo de
perfección del estado del hermano menor
1.
Después que se perdió la segunda Regla compuesta por el bienaventurado
Francisco, subió éste a un monte con el hermano León de Asís y con el hermano
Bonizio de Bolonia para redactar otra Regla (cf. LP 17). La hizo escribir según Cristo se lo iba mostrando.
Pero muchos ministros se reunieron con
el hermano Elías, que era vicario del bienaventurado Francisco, y le dijeron:
«Nos hemos enterado de que el hermano Francisco está componiendo una nueva
Regla, y tememos que sea tan severa, que no podamos observarla. Queremos, por
tanto, que vayas a decirle que no nos queremos obligar a esa Regla. Que la haga
para él, no para nosotros».
El hermano Elías les respondió que no
se atrevía a ir, porque temía la reprensión del bienaventurado Francisco. Más
como los ministros insistieran, repuso que no iría solo, sino acompañado de
ellos. Entonces fueron todos juntos. Cuando el hermano Elías llegó cerca del
lugar donde se hallaba el bienaventurado Francisco, lo llamó. El Santo acudió a
la llamada, y, viendo ante sí a los ministros, preguntó: «¿Qué quieren estos
hermanos?» El hermano Elías respondió: «Estos son ministros que se han enterado
de que estás haciendo una nueva Regla, y, temiendo que sea demasiado austera,
dicen y protestan que no quieren someterse a la misma; que la hagas para ti, no
para ellos».
Entonces,
el bienaventurado Francisco, con el rostro vuelto al cielo, habló así con
Cristo: «Señor, ¡bien te decía que no me harían caso!»
Y al momento oyeron todos la voz de Cristo, que
respondía desde lo alto: «Francisco, en
la Regla nada hay tuyo, sino que todo lo que hay en ella es mío; y quiero que
la Regla sea observada así: a la letra, a la letra, a la letra; sin glosa, sin
glosa, sin glosa». Y añadió: «Yo sé de cuánto es capaz la flaqueza humana y
cuánto les quiero ayudar. Por tanto, los que no quieren guardarla, salgan de la
Orden».
Entonces, el bienaventurado Francisco,
volviéndose a los hermanos, les dijo: «¡Lo
habéis oído! ¡Lo habéis oído! ¿Queréis que os lo haga repetir de nuevo?»
Y los
ministros, reconociendo su culpa, se marcharon confusos y aterrados. (San Francisco de
Asís, Espejo de Perfección, página
699. Escritos – Biografías – Documentos
de la Época. Biblioteca de Autores Cristianos. BAC. 2013)
Los Santos, si eran responsable de alguna comunidad fraternal, y si quería que las cosas fueran correctamente, según los intereses de nuestro Señor Jesucristo, es necesario la severidad, porque al pecado no se debe echar azúcar, no se debe endulzar al mal, y pero esa severidad, no debe ser dureza de corazón, sino que el hermano, abra los ojos, reconozca su maldad y se arrepienta con sincero corazón, sin olvidarse del sacramento de la penitencia. El Santo Padre Pío fue severo y compasivo, porque en la severidad no debe llevar a la angustia ni a la dureza de corazón.
En nuestras imperfecciones tenemos tanto al director espiritual, que nos irá ayudando a sacarnos de nuestros egoísmos, y que debemos aprender a aborrecer todos nuestros pecados y vicios; y siempre la institución que Jesús ha dado para la Santa Iglesia, el sacramento de la penitencia.
Tomemos notas para seguir este testimonio:
Entonces,
el bienaventurado Francisco, con el rostro vuelto al cielo, habló así con
Cristo: «Señor, ¡bien te decía que no me harían caso!»
Y al momento oyeron todos la voz de Cristo,
Se ha de pedir siempre lo que es conformidad con la Voluntad de Dios. Se dice que hay quienes ruegan a San Antonio de Padua, que les de un novio. Pero, ¿en qué piensan esas almas desdichadas? Hemos de pedir por nuestra conversión, no peticiones sin sentidos. O el que no sabe orar, pide que le toque la lotería, y cosas absurdas. Cuando el alma no tiene fe, tropieza a cada momento cuando ora, porque termina cediendo ante los engaños del príncipe de las tinieblas.
Las principales reglas y normas para toda clase de cristianos, las tenemos comenzando por la Sagrada Biblia, y si es verdaderamente llamado a una Tercera Orden, en el Caso de los franciscanos, también tenemos reglas y constituciones que necesitamos poner en práctica, para vivir y morir en santidad, y alcanzar la Vida eterna.
El Señor conoce nuestra debilidad, nuestra flaqueza, pero nuestro amor a Él, siempre nos ayuda, siempre, siempre. Pero es necesario que nosotros no pongamos obstáculos cuando el Señor viene a ayudarnos.
El Señor a todos nos pone las mismas condiciones, para la vida de perfección y santidad. Al que se le da diez talentos, recibirá más ayuda, el que recibe menos, no se quedará sin la ayuda del Señor, conforme a lo que pueda hacer, pues todo lo demás lo hace el Señor. Al que tiene menos talento, uno, si no la echa a perder, irá aumentado los beneficios espirituales, para bien propio y de los que han de salvarse. Muchos empezaron a recibir un talento, y el Señor lo iba aumentando cada vez más. Pues nada imposible hay para Dios. Los talentos lo son en cuánto hay verdadero espíritu de fe. No se podrían llamar talentos en cuanto el alma desecha la fe y la confianza en el Señor. No son verdaderos talentos la de los mundanos. Sería como la “falsa moneda” falsos talentos porque no proceden del Espíritu de Dios.
Condiciones muy importantes como romper los lazos del mundo, que nos ata en nuestros vicios, para poder ser ágil en nuestra entrega a Dios. Romper con nuestra voluntad desordenada y caprichosa. Con la ayuda del Señor se puede superar tentaciones terribles, porque tenemos por medio la perseverancia.
Todo franciscano ha de mirar y escuchar a Jesús, como lo hizo el humilde Francisco.
Para mí, cuando leo la vida de los Santos, no busco pasar un rato divertido con sus anécdotas. Sino algo más, como sufrían por amor a Cristo, la paciencia cuando alguien no le podía soportar, y el amor que había en su corazón, para que el demonio no se aprovechase en la siembra de la cizaña y resentimientos. Ante tantas adversidades, fuera de nosotros puede haber terribles tormentas, qué en algún momento, quiere meterse en nuestro corazón, pero lo evitamos, y nos dolemos cuando nos descuidamos. Nuestra mente, nuestro corazón, siempre en el Señor Jesús.
Y la confianza en Dios siempre nos ayuda, pero si buscamos recursos humanos, el Señor no estará con nosotros.
Cómo Cristo le manifestó que no quería que los
hermanos poseyeran nada ni en común ni en particular
«Como los ministros intentaran persuadirle de que
permitiera a los hermanos tener algunas posesiones al menos en común, con el
fin de que tan gran multitud contara con algunos bienes a que recurrir, el
bienaventurado Francisco se puso en oración, invocó en ella a Cristo nuestro
Señor y se lo consultó. La respuesta no se hizo tardar: «Yo les proveeré -dijo-
de todo en particular y en común; siempre estaré dispuesto a mirar por esta
familia por más que aumente y siempre le dispensaré mi favor mientras ella
tenga puesta la confianza en mí». (San
Francisco de Asís, Escritos – Biografías –
Documentos de la Época. Secc. II, Espejo de Perfección 13. Página 709) Biblioteca de Autores Cristianos. BAC. 2013)
En cuánto el cristiano se entrega de lleno a la Providencia de Dios, todo lo demás sobra, ni siquiera en estos tiempos el fiel cristiano le interesa como “ganar dinero” para subsistir, pues todo lo recibe de Dios, los Apóstoles no le preocupaban las cosas materiales, pues el Señor se lo da a los que confían en él: «Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas. Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde, que comáis el pan de vuestros sudores: ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!» (Salmo 126,1-2). Es el Señor quien nos guarda en su camino, cuando estamos atentos a sus mandamientos divinos. Dice San Juan Evangelista y Apóstol, que los mandamientos de Dios no son pesados, y es verdad. Lo que hace pesado cumplir los Santos Mandamientos, normas, reglas que proceden del Altísimo, es que el corazón esté habituado así mismo, al mundo, o al pecado y vicios. Hemos de desprendernos de todas esas cargas inútiles, que no debemos acostumbrarnos a la pereza. Ha habido muchos cristianos que se desviven por su trabajo, y profanan el domingo, trabajando en la construcción. Yo veía a algunos albañiles, cuando iba a tal parroquia trabajando por la mañana, para hacer horas extras, y el olvido de Dios; arrastran enojos, maldiciones, dientes chirriantes, quejándose de todo, porque no tienen a Dios. Conozco a alguno, que ha terminado por renunciar a su fe, pues daba más valor a lo material que a lo espiritual.
25'Por eso os digo: no estéis
preocupados por vuestra vida: qué vais a comer; o por vuestro cuerpo: con qué
os vais a vestir. ¿Es que no vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más
que el vestido? 26Mirad
las aves del cielo: no siembran, ni siegan, ni almacenan en graneros, y vuestro
Padre celestial las alimenta. ¿Es que no valéis vosotros mucho más que ellas? 27 ¿Quién de vosotros, por mucho que
cavile, puede añadir un solo codo a su estatura? 28 Y sobre el vestir, ¿por qué os
preocupáis? Fijaos en los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan ni
hilan, 29
y yo os digo que ni Salomón en toda su gloria pudo vestirse como uno de ellos. 30. Y si a la hierba del campo, que hoy
es y mañana se echa al horno, Dios la viste así, ¿cuánto más a vosotros,
hombres de poca fe? 31Así
pues, no andéis preocupados diciendo: ¿qué vamos a comer, qué vamos a beber,
con qué nos vamos a vestir? 32Por todas esas cosas se afanan los paganos.
Bien sabe vuestro Padre celestial que de todo eso estáis necesitados. 33 'Buscad
primero el Reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas se os añadirán.
34Por
tanto, no os preocupéis por el mañana, porque el mañana traerá su propia
preocupación. A cada día le basta su contrariedad. San
Mateo 6,25-33).
Las añadiduras no significa lo que pueda dañar nuestra fe, sino lo necesario para vivir, comer, y todo lo demás, pero es peligroso para nosotros atarnos a las añadiduras que nos haría olvidar los beneficios espirituales de Dios que son más importante para el alma.
El cristiano fiel siempre necesita la ayuda de la oración, de la lectura y meditación de la Sagrada Biblia, que nos ayuda a encontrarnos con el Señor. Siempre está con nosotros, en el sagrario, y también en nuestro corazón, por eso, el corazón no debe ser ocupado por otros intereses contrarios a los de la Santísima Voluntad de Dios. El olvido de Cristo, arrastra a caprichos, que, por un momento, el momento de la vida presente, puede ser bueno y agradable, pero puede arrastrar a la ruina eterna.
El testimonio de San Pablo nos debe dar alegría, que no es necesario detenernos las cosas que nos puede ofrecer el mundo, sino lanzarnos hacia la meta, correr en la fe, no detenerse ni por un momento.
Cuando consideramos que hay cosas del mundo, que no son con relación con las enseñanzas de Jesús, el dinero, las diversiones, los entretenimientos profanos, pueden resultar valioso para nosotros, pero esto, es porque no hemos dejado entrar la fe que el Señor nos ofrece en nuestra vida, y nos apegamos a un sin fin de cosas profanas. Pero cuando en verdad, el cristiano comienza a convertirse, encuentra la diferencia, todo lo pasado es inmundicia, es basura como testimoniaba San Pablo.
7Sin embargo, cuanto era para mí
ganancia, por Cristo lo considero como pérdida. 8Es más, considero que todo es pérdida
ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por Él perdí
todas las cosas, y las considero como basura con tal de ganar a Cristo 9y vivir en Él, no por mi justicia, la
que procede de la Ley, sino por la que viene de la fe en Cristo, justicia que
procede de Dios, por la fe. 10Y, de este modo, lograr conocerle a Él
y la fuerza de su resurrección, y participar así de sus padecimientos,
asemejándome a él en su muerte, 11con la esperanza de alcanzar la resurrección
de entre los muertos. 12No
es que ya lo haya conseguido, o que ya sea perfecto, sino que continúo
esforzándome por ver si lo alcanzo, puesto que yo mismo he sido alcanzado por
Cristo Jesús. 13Hermanos,
yo no pienso haberlo conseguido aún; pero, olvidando lo que queda atrás, una
cosa intento: lanzarme hacia lo que tengo por delante, 14correr hacia la meta, para alcanzar
el premio al que Dios nos llama desde lo alto por Cristo Jesús. (Filipenses
3, 7-14).
Si nos vamos deteniendo ante las cosas que el mundo nos ofrece, jamás terminaremos por conocer a Cristo Jesús, pero estimar las cosas del mundo como basura no es pecado, no es pecado. El mundo no puede ofrecernos alegrías, solo Cristo Jesús en el tiempo y en la eternidad. En la vida eterna, la felicidad en su plenitud, pero si necesitamos pasar por el Purgatorio, pasaremos. Pues en el cielo no existe pecadores, sino almas inmaculadas, sin manchas, almas que se superaron así mismas por muchos sacrificios.
«21Después de predicar el Evangelio en
aquella ciudad y hacer numerosos discípulos, se volvieron a Listra, Iconio y
Antioquía, 22confortando
los ánimos de los discípulos y exhortándoles a perseverar en la fe, diciéndoles
que es preciso que entremos en el Reino
de Dios a través de muchas tribulaciones. » (Hechos
de los Apóstoles 14, 21-22)
Pero en las tribulaciones, en las adversidades, no estamos solo, porque Jesús y María siempre está a nuestro lado. De las adversidades nunca debemos quejarnos, porque estaríamos perdiendo ante Dios. La conversión debe llevarnos a mayor conocimiento de las Sagradas Escrituras, nos ayuda inmensamente a que la paz en nuestro corazón no se pierda, y si en algún momento, por nuestra culpa, hemos ocasionado esa pérdida de paz, inmediatamente tenemos la solución en la oración, en la devoción a la Santísima Madre de Dios, y al instante nuestro corazón expulsará la soberbia que habíamos dejado entrar. Pues con la soberbia viene el diablo, y la situación personal y espiritual es aún mucho peor.
Los enojos, las rabietas, hacen que se pierda todo el provecho espiritual que habíamos comenzado a sembrar para nosotros y bien de los demás.
¡Qué gran ganancia vivir para Dios, y perseverar siempre en su Santísima Voluntad.
Ver también lo que responde San Pedro de Alcántara a Santa Teresa de Jesús, sobre la importancia de confiar plenamente en la Providencia de Dios:
A mayor gloria y alabanza de Dios.
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