«Así, hacerse cristiano implica salir de lo que todos piensan y
quieren, de los criterios dominantes, a fin de encontrar el acceso hacia la luz
de la verdad de nuestro ser y de llegar con ella al recto camino.» (Joseph
Ratzinger-Benedicto XVI. Jesús de Nazaret)
La capacidad de ser cristiano, es Cristo y la Santa Madre Iglesia Católica, Apostólica, que nos ayuda a crecer en la fe, en la santidad. No somos cristianos según la mentalidad de este mundo, sino por el Espíritu Santo, por el mismo Jesucristo. Los Apóstoles nos ayudan en esta vida, que debemos perseverar en todo momento, sin importarnos de lo que otros piensen de nosotros. Que lo más importante es que Dios nos apruebe, que nos vea dignos, aptos para la vida eterna. Nadie puede ser cristiano en su propia medida. Nuestra medida debe ser Cristo Jesús, y nadie más.
Hacerse
cristiano implica nuestra fidelidad a la Voluntad de Dios, negarnos a nosotros
mismos para ser acogidos por el Hijo de Dios que nos quiere salvar. La
Tradición Apostólica es un poder de Dios establecido en los fieles, para
custodiar la propia fe.
Joseph
Ratzinger,
Obras
completas VI/1
Jesús de Nazaret [Edición completa]
Biblioteca de Autores Cristianos,
Capítulo
III, págs. 51-53.
El
nacimiento de Jesús
«Y sucedió que, mientras
estaban allí, le llegó a ella el tiempo del parto y dio a luz a su hijo
primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había
sitio para ellos en la posada» (Lc 2,6s).
Comencemos nuestro comentario por las últimas palabras de esta
frase: no había sitio para ellos en la
posada. La reflexión creyente sobre estas palabras ha encontrado en esta
indicación un paralelismo interior con las palabras, llenas de profundidad, del
prólogo de Juan: «Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron» ( Jn 1,11). Para
el Salvador del mundo, para aquel en vista del cual todo fue creado (cf. Col
1,16), no hay lugar. «Las zorras tienen
madrigueras y los pájaros nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde
reclinar la cabeza» (Mt 8,20). El que fue crucificado fuera de la ciudad
(cf. Heb 13,12) vino al mundo también
fuera de la ciudad.
Esto quiere hacernos reflexionar, quiere señalarnos el valor de
los valores que reside en la figura de Jesucristo, en su mensaje. Desde el
nacimiento, Él no pertenece al ámbito de lo que es importante y poderoso en el
mundo. Y, sin embargo, precisamente, este que carece de importancia y de poder
demuestra ser el verdaderamente poderoso, aquel de quien, en última instancia,
depende todo. Así,
hacerse cristiano implica salir de lo que todos piensan y quieren, de los
criterios dominantes, a fin de encontrar el acceso hacia la luz de la verdad de
nuestro ser y de llegar con ella al recto camino.
María recostó a su Hijo recién nacido en un pesebre (cf. Lc
2,7). Encontramos la tradición de que el lugar de nacimiento de Jesús fue una
gruta, que los cristianos situaban en Palestina. El hecho de que después de la
expulsión de los judíos de Tierra Santa de que el lugar de nacimiento de Jesús
fue una gruta en un lugar de Ammuz-Adonis, al parecer queriendo eliminar con
ello el culto conmemorativo cristiano, confirma la antigüedad de este lugar de
culto
María
envolvió al Niño en pañales. Sin sentimentalismo
alguno podemos imaginarnos con cuánto amor esperó María su hora y preparó el
nacimiento de su hijo. La tradición de los iconos interpretó también
teológicamente el pesebre y los pañales partiendo de la teología de los Padres.
El niño, rígido en su envoltura de
pañales, aparece como una referencia anticipada a la hora de su muerte:
desde el comienzo, él es el Ofrendado, como veremos todavía con más detalle al
reflexionar sobre la frase acerca del primogénito. De ese modo, se daba
al pesebre la forma de una especie de altar.
Agustín interpretó el significado del pesebre con un pensamiento
que parece primero casi inconveniente, pero que, considerado más atentamente,
contiene una profunda verdad. El pesebre es el lugar en que los animales
encuentran su alimento. Ahora bien, en el pesebre yace aquel que se ha
designado a sí mismo como el verdadero pan bajado del cielo, como el verdadero
alimento que necesita el hombre para su existencia humana. Es el alimento que
regala al hombre la vida verdadera, la vida eterna. El pesebre se convierte así
en referencia a la mesa de Dios a la que está invitado el hombre para recibir
el pan de Dios. En la pobreza del nacimiento de Jesús se perfila el gran marco
en el que se realiza misteriosamente la salvación del hombre.
Como hemos dicho, el pesebre hace referencia a animales, para
los cuales es el lugar en que se alimentan. En el Evangelio no se habla de
animales. Pero la meditación creyente, en su lectura conjunta del Antiguo y del
Nuevo Testamento, llenó ya muy temprano este vacío remitiendo a Is 1,3: «El buey conoce a su amo, y el asno el pesebre de su dueño; Israel no me
conoce, mi pueblo no comprende».
Peter Stuhlmacher hace referencia a que, probablemente, ha
ejercido su influjo aquí también la versión griega de Hab 3,2: «En medio de dos
seres vivientes se te conocerá. […]. Cuando haya llegado el tiempo, te
manifestarás» [Stuhlmacher, Die
Geburt des Immanuel, 52.]. Al parecer, con los dos seres vivientes
se están designando los dos querubines que, según Éx 25,18-20, señalan y
ocultan, sobre la tapa del arca de la alianza, la misteriosa presencia de Dios.
Así, el pesebre se convertiría de alguna manera en arca de la alianza en la
cual Dios está misteriosamente cobijado entre los hombres y frente a la
cual ha llegado para «el buey y el asno», para la humanidad formada por judíos
y paganos, la hora del conocimiento de Dios.
En la curiosa asociación de Is 1,3, Hab 3,2, Éx 25,18-20 y el
pesebre aparecen ahora los dos animales como representación de la humanidad
carente de entendimiento que, frente al niño, frente a la humilde aparición de
Dios en el establo, alcanza el conocimiento y, en la pobreza de ese nacimiento,
recibe la epifanía que ahora enseña a todos a ver. La iconografía cristiana
recogió ya tempranamente este motivo. Ninguna representación del pesebre
renunciará al buey y al asno.
Las
enseñanzas de los Santos Padres,
San Lucas 2,6-7
- 6 Y cuando ellos se encontraban allí, le llegó la hora del parto,
- 7 y dio a luz a su hijo primogénito; lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el aposento.
A
modo de resumen, leemos unos extractos de las enseñanzas patrística del
nacimiento de Jesús, su humanidad. Ciertamente que el Espíritu Santo capacita a
los hijos de la Santa Madre Iglesia Católica, Apostólica, a comprender el
sentido de la Palabra de Dios, cuando nos habla del nacimiento, los detalles
que nos ofrece nos ayuda a nosotros, que somos ignorantes, a comprender el
tesoro riquísimo, espiritual de todo lo que el Señor nos enseña. Fuera de la
Iglesia nadie es capaz de comprender la Palabra de Dios, y la Navidad, al no
comprenderlo, porque no tienen fe, porque están fuera de la Iglesia Católica,
porque no trabajan por la Tradición Apostólica, y nosotros nos guiamos por
ellos, tanto por el Magisterio de la Iglesia Católica como por los Santos
Padres, conocidos algunos, y desconocidos otros.
La
Navidad no es el consumismo, sino la vida siempre en torno a Jesús. Los que no
tienen fe, y no quieren tenerla, dicen: “Felices
navidades”, “juguetes,
diversiones, entretenimientos…” no muestran cosas que nada tienen
que ver con la Navidad.
Nosotros
debemos ser la posada para acoger a la Sagrada Familia, en nuestra vida, no
debe ocupar nuestro corazón cosas ajenas a la Voluntad de Dios. Un corazón
completamente entero, entregado a la voluntad de Dios. Y debemos cuidar nuestra
vida interior. Pues el enemigo siempre busca algún resquicio, que no tiene que
haber en nosotros, por eso la vigilancia debe ser en todo tiempo.
Pero
pongamos atención a algunos de los Santos que han comprendido de verdad la
Santa Navidad, como decía, es una presentación, pero sus enseñanzas son más
amplias.
A medida que se va acercando el momento del nacimiento de
Jesús, el cristiano se va dando cuenta de que la Navidad constituye la base que
hace posible todas las grandes fiestas de la Iglesia Católica: la Pascua, la
Ascensión y Pentecostés (Crisóstomo).
La primera escena ofrece el marco histórico del nacimiento de Jesús, precisando
el tiempo que tuvo lugar el censo y el nacimiento del Niño (Eusebio de
Cesarea). En el triunfo de Augusto está prefigurado el del Cristo, en cuyo
reino fueron inscrito todos los creyentes en Nombre de Dios (Casia). Al nacer
en el momento en que estaba realizándose el censo, Jesús paga su tributo al
César, de manera que su presentación en el mundo pueda traer una paz (San
Beda).
Aunque
la concepción de Jesús se produce en Nazaret, el censo obliga a María a trasladarse
a Belén, de manera que su Hijo nazca en la ciudad de David, Belén significa
«casa del pan» (Beda). María está desposada con José, pero el Niño que lleva en
su seno fue concebido sin intervención de varón (San Cirilo de Alejandría).
Belén
se ha convertido ahora en el nuevo Edén, porque el paraíso abrirá ahora sus
puertas con el nacimiento de Cristo (Himno
de la Navidad) . La Virgen María hace de templo que alberga la carne de
Jesús (Cirilo de Alejandría). Él es verdaderamente Dios y hombre, el primogénito
de María y el primogénito de toda la humanidad, primogénito de la Gracia
(Beda), que se humilló para que pudiésemos alcanzar nuestra integridad como
seres humanos (San Ambrosio). Envuelto
en pañales, no en una púrpura de Tiro, Jesús está acostado en un pesebre
(Beda). Por medio de sus pañales nos libera de las ataduras del pecado que nos
amordazaban (Juan el Monje). Se nos presenta asumiendo la debilidad de nuestra
naturaleza humana para revestirnos de nuestro traje original de inmortalidad
(Crisóstomo). Y lo han acostado en un pesebre como forraje para quiénes se
comportan como bestias, de manera que, aún ahora, sigue siendo para nosotros el
Pan bajado del cielo (Cirilo de Alejandría). El Señor de la creación no tiene
donde nacer si no es en un pesebre rodeado de bestias de carga (Ambrosio,
Jerónimo). No hay habitaciones en la posada junto al camino porque Jesús,
mediante su encarnación, se convierte en el camino que nos lleva a casa (Beda).
Del
mismo modo que los ángeles instruyeron a María y a José, así instruyen ahora a
los pastores (Ambrosio). Como todo aquel que es pastor de un rebaño que le
sigue, estos pastores necesitan de la presencia de Cristo. Los ángeles anuncian
en Cristo al Médico de todas las naciones (Orígenes). Cuando el ángel anuncia
que «hoy» ha nacido un «Salvador», anuncia el amanecer de un nuevo día que
disipará la oscuridad gracias a la presencia del Reino de Dios en la Persona y
ministerio de Jesús (Beda). El Salvador tiene dos nacimientos milagrosos:
nacido del Padre desde toda la eternidad, nace ahora de María (Agustín).
Comenzando con los pobres pañales del Niño Jesús como símbolo del Nacimiento
del Mesías, y terminando con su cuerpo muerto envuelto por un sudario en su
sepultura (cf. Lucas 23,53), Lucas establece una conexión entre el nacimiento,
la muerte y la resurrección de Jesús (Gregorio Nacianceno).
El
Gloria in Excelsis expresa las
consecuencias de paz y buena voluntad que el nacimiento de Jesús produce en la
tierra (Cirilo de Alejandría). En el cielo, el efecto es gloria a Dios; en la
tierra, el nacimiento de Jesús proporciona paz en aquellos en quiénes descansa
el favor de Dios (Jerónimo). El cielo desciende hasta la tierra en la Persona
de Jesús, porque ambos se ha unido en su nacimiento. (Juan el Monje). En el nacimiento
de Jesús, la gloria de Dios se manifiesta en forma de paz y buena voluntad
entre Dios y la humanidad, entre los ángeles y los hombres (Gregorio Magno).
Jesús es el hombre de paz que encarna la absoluta y perfecta Sabiduría
(Agustín). En el nacimiento y en la muerte de Jesús de Nazaret, el cielo y la
tierra se funden en un abrazo de paz (Efrén de Nisibi).
Los
pastores, los primeros en anunciar el Evangelio, establecen el modelo de
predicación para los pastores de la Iglesia. María medita en su corazón las
palabras que ha escuchado y las compara con las que ha leído en el Antiguo
Testamento y con lo que ahora percibe en el nacimiento de Jesús (Beda), [Textos
de la Biblia comentada por los Padres de la Iglesia, Nuevo Testamento 3. Ciudad
Nueva).
A
continuación, la enseñanza de nuestra fe, que la Conferencia Episcopal
Española, en la edición de la Sagrada Biblia Didajé, nos explica y enseña:
·
San Lucas 2,7:
Primogénito: este término no significa que María
tuviera más hijos después de Cristo. Más bien era el nombre dado al primer hijo
varón de una mujer e iba acompañado de ciertos derechos, la herencia, y la
posición social. La enseñanza de la Iglesia sobre la virginidad perpetua de
María –antes, durante, y después del nacimiento de Cristo–, es uno de los
pilares de la fe, que afirma la iniciativa absoluta y milagrosa de Dios en la
Encarnación. El nacimiento de Cristo es el tercer misterio gozoso del Rosario y
se celebra en la fiesta de la Natividad, o de Navidad. Pañales: tiras de tela
que se usaban para envolver a los recién nacidos de tal manera que se les
impedía mover los brazos o las piernas. Pesebre: abrevadero para los
animales, utilizado aquí como cuna de Cristo [#502-503, #515].
·
San Lucas, 2,8-20,
Los ángeles anunciaron a los pastores lo que significaba el nacimiento de
Cristo: Él es Dios, el Salvador, el
Mesías esperado. Nadie esperaba que el Mesías viniera a Israel como bebé,
nacido en la pobreza de un establo, pero precisamente se rebeló la gloria del
cielo [#333, 1374]
Es
reconfortante meditar en el Evangelio, cuando los ángeles daban la feliz
noticia del nacimiento del Salvador de toda la humanidad. No se hicieron los
perezosos… Pero hoy día, es que es vergonzoso, cuando uno debe tratar por las
cosas espirituales, mirar el reloj, si lo haré ahora o digo no tengo tiempo y
que venga otro día. Señores, que el que se consagra al Señor, tiene que ser
puntual ante la misión del Señor, dejar todas las demás cosas que no
corresponde a la propia vocación, para vivir mejor la vida en Cristo Jesús.
Este tipo de situación sucede, cuando el alma se cansa de su vocación, se cansa
de las cosas del Señor, se vuelven fríos, indiferentes, con extrema negligencia.
Y ellos hacen que haya cristianos que dejen de confiar en quienes antes
confiaban. Porque si en los asuntos del Señor se trata con excesiva
negligencia, también las almas sufrirás esos desprecios. Pero la insensibilidad
interior del cristiano negligente, ya no tiene remordimiento de las obras mal
hecha. Pues esto que sigue son palabras pronunciadas por el profeta Jeremías.
Es un profeta, que también hoy día, por los pastores de prosperidad, se le
desprecia. Veamos que dice el Santo profeta: «¡Maldito quien haga con desgana la tarea que encargó el Señor!»
(Jeremías, 48, 10). En nuestra vocación no podemos retrasar lo que el Señor nos
ha pedido, porque hacerlo de mala gana, seríamos unos malditos del Señor, y
merecedores del castigo eterno.
Enseña
la Sagrada Biblia Didajé: San Lucas 2, 16: Fueron
corriendo: el mensaje que habían recibido era tan importante que fueron
inmediatamente. El ejemplo de los pastores nos enseña la importancia de tomar a
Dios como primera prioridad en nuestras vidas y su búsqueda sincera [#437].
Son
ediciones muy importantes, porque están unidos a la verdad. Solamente en la
edición de la Biblia, debe ser católica, no protestantes, porque ellos no son
enseñando por el Espíritu Santo, son miembros muertos, porque aunque hablen de
Cristo, pertenecen a la estirpe de Satanás, por eso están fuera de la Iglesia
Católica.
Hoy nos ha nacido un Salvador (Lc 2,1-14)
En aquellos días se promulgó un edicto de César Augusto, para que se
empadronase todo el mundo. 2 Este primer empadronamiento se hizo
cuando Quirino era gobernador de Siria. 3 Todos iban a inscribirse,
cada uno a su ciudad. 4 José, como era de la casa y familia de
David, subió desde Nazaret, ciudad de Galilea, a la ciudad de David llamada
Belén, en Judea, 5 para empadronarse con María, su esposa, que
estaba encinta. 6 Y cuando ellos se encontraban allí, le llegó la
hora del parto, 7 y dio a luz a su hijo primogénito; lo envolvió en
pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el
aposento.
8 Había unos pastores por aquellos
contornos, que dormían al raso y vigilaban por turno su rebaño durante la
noche. 9 De improviso un ángel del Señor se les presentó, y la
gloria del Señor los rodeó de luz. Y se llenaron de un gran temor. 10 El
ángel les dijo:
—No temáis. Mirad que vengo a anunciaros una gran alegría, que lo será
para todo el pueblo: 11 hoy os ha nacido, en la ciudad de David, el
Salvador, que es el Cristo, el Señor; 12 y esto os servirá de señal:
encontraréis a un niño envuelto en pañales y reclinado en un pesebre.
13 De pronto apareció junto al ángel
una muchedumbre de la milicia celestial, que alababa a Dios diciendo:
14 «Gloria a Dios en las alturas
y paz en la tierra a los hombres en los que Él se complace».
- El evangelio narra escuetamente el nacimiento de Jesús. No obstante, no deja de subrayar dos detalles: el lugar del nacimiento, Belén, y la pobreza y desamparo materiales que lo acompañaron. Ambos son también lección de Dios que se sirve de los sucesos de la historia humana para que se cumplan sus designios, y que hace de sus gestos enseñanza: «¿Hay algo que pueda declarar más inequívocamente su misericordia, que el hecho de haber aceptado la misma miseria? ¿Puede haber algo más rebosante de piedad que el que la Palabra de Dios se haya hecho tan poca cosa por nosotros? (...) Que deduzcan de aquí los hombres lo grande que es el cuidado que Dios tiene de ellos; que se enteren de lo que Dios piensa y siente por ellos» (S. Bernardo, In Epiphania Domini, Sermo 1,2).
- «Se promulgó un edicto de César» (v. 1). Por los documentos extrabíblicos sólo conocemos un empadronamiento general en la época de Quirino (v. 2) el año 6 d.C., es decir, unos diez o doce años después del nacimiento del Señor (cfr Cronología de la vida de Jesús, pp. 45-46). Pero es posible que hubiera otros censos generales y hubo ciertamente censos locales. Tal vez la familia de Jesús fue a Belén con motivo de uno de estos censos y Lucas no dispuso de datos para ser más preciso (cfr nota a Hch 5,34-42). En todo caso, el propósito del evangelista es claro: quiso situar en la historia universal el nacimiento de Jesús, y, al no disponer de una era común como nosotros, habla de Quirino (v. 2), gobernador de Siria, de la cual dependía Judá, y del edicto de César Augusto (v. 1), que reinó desde el 27 a.C. al 14 d.C. En esta alusión se sugiere también una paradoja: César se presentó en su tiempo como el salvador de la humanidad y, con el propósito de perpetuar su memoria, favoreció de tal manera las artes, que su época ha llegado a llamarse «el siglo de Augusto». Sin embargo, el verdadero salvador, como dice el ángel enseguida (2,11), es Jesús, y su nacimiento es el que instaura la nueva era en la que contamos los años y los siglos. Éste es el sentido que ya supo ver la primitiva exégesis cristiana: «Registrado con todos, podía santificar a todos; inscrito en el censo con toda la tierra, a la tierra ofrecía la comunión consigo; y después de esta declaración inscribía a todos los hombres de la tierra en el libro de los vivos, de modo que cuantos hubieran creído en Él, fueran luego registrados en el cielo con los Santos de Aquel a quien se debe la gloria y el poder por los siglos de los siglos» (Orígenes, Homilia X in Lucam 6).
- «Dio a luz a su hijo primogénito» (v. 7). La Biblia —como otros documentos del antiguo Oriente— suele llamar «primogénito» al primer varón que nace, sea o no seguido de otros hermanos: «Puesto que la ley sobre los primogénitos incluye también al que no siguen otros hermanos, resulta que el nombre de primogénito se refiere a cualquiera que abre el seno materno y antes del cual no ha nacido ninguno, no sólo a aquél al que le sigue un hermano después» (S. Jerónimo, Adversus Helvidium 19). La Iglesia enseñó la verdad de fe de la virginidad perpetua de María (cfr Catecismo de la Iglesia Católica, n. 499) y algunos Padres la ampliaron también a San José: «Tú dices que María no permanecía virgen, yo digo más: que también el mismo José fue virgen por María para que el hijo virginal fuera engendrado en un matrimonio virginal. (...) Si él era para María, considerada por la gente como su esposa, más un protector que un cónyuge, entonces no queda sino concluir que quien fue considerado digno de ser llamado padre del Señor, haya vivido virginalmente con María (S. Jerónimo, Adversus Helvidium 19).
- «Porque no había lugar para ellos en el aposento» (v. 7). La palabra griega que utiliza San Lucas —katályma— designa la habitación espaciosa de las casas, que podía servir de salón o cuarto de huéspedes: en el Nuevo Testamento se usa sólo otras dos veces para nombrar la sala donde el Señor celebró la Última Cena (22,11; Mc 14,14). Es posible, por tanto, que el evangelista quiera señalar con sus palabras que el lugar no era oportuno y que la Sagrada Familia quería preservar la intimidad del acontecimiento. Pero, además, en la pobreza del establo conocemos «la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que, siendo rico, se hizo pobre por vosotros, para que vosotros seáis ricos por su pobreza» (2 Co 8,9): «Atiende (...) a la pobreza de aquel que fue puesto en un pesebre y envuelto en pañales. ¡Oh admirable humildad, oh pasmosa pobreza! El Rey de los ángeles, el Señor del cielo y de la tierra es reclinado en un pesebre. (...) Considera la humildad, al menos la dichosa pobreza, los innumerables trabajos y penalidades que sufrió por la redención del género humano» (Sta. Clara de Asís, Carta a Inés de Praga). Esta humildad no sólo es ejemplo para los hombres, sino don de Dios que se abaja haciéndose cercano a nosotros. «Dios se humilla para que podamos acercarnos a Él, para que podamos corresponder a su amor con nuestro amor, para que nuestra libertad se rinda no sólo ante el espectáculo de su poder, sino ante la maravilla de su humildad. Grandeza de un Niño que es Dios: su Padre es el Dios que ha hecho los cielos y la tierra, y Él está ahí, en un pesebre, quia non erat eis locus in diversorio (Lc 2,7), porque no había otro sitio en la tierra para el dueño de todo lo creado» (S. Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, n. 18).
- Las palabras de los ángeles a los pastores indican el significado del nacimiento de Jesús. Él no es un niño cualquiera, sino el Salvador, el Mesías, el Señor (v. 11). La divinidad de Jesús Niño no es manifiesta. Por eso, debía ser enseñada por medio de ángeles: «Necesita ser manifestado lo que de suyo es oculto, no lo que es patente. El cuerpo del recién nacido era manifiesto; pero su divinidad estaba oculta, y por tanto era conveniente que se manifestara aquel nacimiento por medio de los ángeles, que son ministros de Dios; por eso apareció el ángel rodeado de claridad, para que quedase patente que el recién nacido era “el esplendor de la gloria del Padre” (Hebreos 1,3)» (Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae 3,36,5 ad 1). Las palabras de los ángeles indican también que la llegada del Salvador al mundo trae consigo los dones más excelentes: el reconocimiento de la gloria de Dios y la paz para los hombres (v. 14). De ahí el sentido profundo de la adoración de los pastores: la salvación que Cristo traía estaba destinada a hombres de toda raza y situación, y por eso eligió manifestarse a personas de distinta condición. «Los pastores eran israelitas; los magos, gentiles; aquéllos vinieron de cerca; éstos, de lejos, pero unos y otros coincidieron en la piedra angular» (S. Agustín, Sermones 202,1).
- De los pastores, dice el Evangelista que fueron deprisa (v. 1) a Belén, porque como recuerda San Ambrosio, «nadie busca a Cristo perezosamente» (Exposiitio Evangelii secundum Lucam, ad loc). Ya antes se había dicho que tras la Anunciación, Nuestra Señora, había ido deprisa (v. 39), a visitar a Santa Isabel. El alma que ha dado entrada a Dios en su corazón vive con alegría la visita del Señor, y esa alegría da alas a su corazón.
Reflexionando: Me viene al pensamiento el comienzo de un edificante
versículo del Salmo 121, 1 dice: ¡Qué
alegría cuando me dijeron: «Vamos a la casa del Señor»!
Cuando estamos libres de pecados
nos damos esas prisas para acercarnos al Señor, si la iglesia está todavía
cerrada, esperamos hasta que abra, una vez abierto nos apresuramos a acercarnos
al sagrario, porque ahí está el Altísimo, está Dios, está Nuestro Señor
Jesucristo.
Muchos cristianos, que también suelen celebrar la Navidad, no llegan a comprender esta alegría, porque permite que en su vida, en su corazón, ande dividido, la pretendida alegría espiritual se echa a perder cuando consienten las alegrías del mundo, servir a Dios y al mundo, el corazón no comprende el sentido de la alegría.
La ingratitud del alma
negligente, siempre va al momento en que comienza la Santa Misa, incluso pasada
la hora, y pronto en salir.
Y qué triste resulta, cuando hay algunos consagrados que van a desgana a celebrar la Santa Misa, llegan tarde, y hacen las cosas de
mala gana. Que triste cuando se abandona a las almas que quieren vivir una vida
más santa y piadosa. A mí me parece, que hay conductas que están vacías del
verdadero amor a las almas, las desprecian, las abandona, porque quieren ser
más espirituales.
Los consagrados no debe pensar que solamente son los sacerdotes y religiosos, también todos los que hemos recibido el sacramento del Bautismo, nos hemos consagrado al Señor.
El pesebre es un comedero para animales,
En un pesebre más pequeño, habrían recostado al Divino Niño Jesús.
De
la Sagrada Biblia comentada por los Padres de la Iglesia:
Lo envolvió en
pañales
· Pañales,
no manto de purpura. «Él ha sido herido por nuestras rebeldías, molidos por nuestras culpas» (Isaías 53,5). Se ha de
notar atentamente que el signo que se da del nacimiento del Salvador no es un
niño vestido de púrpura tiria, sino uno envuelto en rudos paños, que no se ha
de buscar en una cama adornada de oro, sino en un pesebre, es decir, no solo se
ha vestido por nosotros con el hábito de la humildad y de la mortalidad, sino
también con el de la pobreza. Él, que siendo rico se ha hecho pobre por
nosotros para enriquecernos con su pobreza (Cf. 2 Corintios 8,9); Él, que
siendo el Señor de los cielos se ha hecho pobre en la tierra para enseñar a los
que vivimos en la tierra que por la pobreza del espíritu se puede ganar el
Reino de los cielos (Beda, Exposición
sobre el Evangelio de Lucas 1,2).
· Los
pañales y el pesebre señalan un nacimiento humano. Muchas veces habían
aparecido ángeles en la tierra con forma humana, incluso el mismo Dios. Ahora
bien, tal como aparecía no era la verdad de la carne, sino una acomodación.
Quizás pienses que [Cristo] vino de esa manera, como aparecieron aquellos, pero
la fe te dice que esa carne es verdadera, y que fue concebido, y nació y fue
alimentado en un pesebre, no en un cuarto pequeño, ni en un salón delante de
una gran muchedumbre, como la gente da a conocer su nacimiento. Incluso las
profecías habían predicho mucho tiempo antes que no sólo iba a ser un hombre,
sino también que sería concebido, sino que nacería y que sería alimentado como
los demás niños. (Juan Crisóstomo, Contra
los anomeos, 7,6)
· Como
alimento en un pesebre. Halló el ser humano reducido al estado animal. Por eso es colocado
como alimento en un pesebre, para que nosotros, habiendo escapado de nuestra
vida carnal, lleguemos a esa comprensión que es propia del hombre. Y como
estábamos embrutecidos en el alma, al acercarnos a su mesa, esto es, al
pesebre, ya no encontramos alimento, sino el Pan de cielo, el cuerpo de la vida
(Cirilo de Alejandría, comentario al Evangelio de San Lucas, 2,7).
· Jesús
ha nacido en un establo de estiércol. No halló morada alguna en el Sancta sanctórum, que refulgía de oro, piedras preciosas, sedas y
plata; no nace entre el oro y las riquezas, sino entre el estiércol, es decir
en un establo (pues en todo establo hay estiércol) donde se hallaban nuestros
vicios más inmundos. Entre el estiércol nace para levantar a quiénes en el
estiércol se encontraban. «Alza del estiércol al pobre»
(Salmo 113, 7 [112, 7 LXX ] (Jerónimo Sobre la Natividad del Señor )
De los sermones
dominicales y festivos de San Antonio de Padua, Doctor Evangélico.
Sermón para la Navidad,
III, 7, página 197
… Y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un
pesebre (San Lucas 2,27).
¡Oh, pobreza! ¡Oh
humildad! El Señor de todos es envuelto en pañales; el Rey de los Ángeles es
acostado en un establo. ¡Sonrójate, insaciable avaricia! ¡Consúmete soberbia
del hombre! «Lo envolvió en pañales». Advierte que Cristo es envuelto en paños
al principio y al fin de su vida. «José, —dice Marcos– compró una sábana, y bajándolo de la cruz, lo
envolvió en la sábana» (San Marcos
15,46). Feliz aquel que acabe su vida en la inocencia bautismal. El viejo Adán,
cuando fue echado del paraíso, «fue vestido con una túnica de pieles» (Cf.
Génesis 3,21), que, cuanto más se lava, más fea se pone, y en ella se designa
carnalidad y la de los suyos. Pero el nuevo Adán fue envuelto en pañales, en
cuya blancura radiante se nos representa la limpieza de su Madre, la inocencia
bautismal, la gloria de la resurrección general. –Y lo acostó en el pesebre, porque no había
sitio para El en la posada (San Lucas 2,7) […]. Aquí tienes, como se dice en
las parábolas, a la cierva carísima y al gratísimo cervatillo (Proverbios
5,19). Se dice en las Ciencias Naturales que la cierva pare en camino trillado
(…); así la bienaventurada Virgen dio a luz en el camino, porque no había sitio
en la posada (…). Posada se dice en latín, diversorium. (…).
Sermón de Navidad, III,8
III El anuncio del ángel a los pastores
El enuncio del ángel a los pastores: Y había unos pastores en la misma comarca que pernoctaba al raso y
velaban por turno sobre su rebaño (Lucas 2,8)
Las vigilias o turnos de guardia se dicen el latín excubiæ o stationes (Cf. Isidoro, Etym.
IX, 3,42, PL 82,346). Por eso los romanos antiguamente dividían la noche en
cuatro vigilias y guardaban la ciudad por turnos. La noche es la vida presente,
en la cual andamos a tientas como de noche. No nos vemos unos a otros, es
decir, con los afectos del alma. El que quiera guardar bien su ciudad en esta
noche, debe estar de centinela diligentemente en las cuatro vigilias de esta
noche. La primera vigilia es la suciedad de nuestro nacimiento; la segunda, la
maldad de nuestra iniquidad; la tercera, la miseria de nuestra peregrinación;
la cuarta, el recuerdo de la muerte. En la primera debe velar para tenerse en poco;
en la segunda, para mortificarse; en la tercera, para llorar, en la cuarta para
temer. Felices aquellos pastores que guardan los turnos de esta noche, porque
defienden excelentemente su rebaño. Nótese que el pastor vela sobre su rebaño
por dos causas: para que el ladrón no se lo robe o para que el lobo no se lo
arrebate. Todos nosotros somos pastores; nuestro rebaño es la multitud de
pensamientos y deseos buenos y sencillos. Sobre este rebaño debemos velar
diligentemente en los mencionados turnos, para que el ladrón, es decir, el
diablo, no nos lo robe por medio de sugestiones, y el lobo, es decir, el
apetito de la carne, no nos lo arrebate por medio del consentimiento. A los que
velan así se les anuncia el gozo de la Navidad que hoy celebramos.
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Tenemos que vigilar nuestros pensamientos, nuestro corazón, porque el enemigo siempre está al acecho. Pero nuestra vigilancia constante, por medio, oración, sacramentos, Eucaristía, recogimiento en la Casa de Oración, si estamos atentos, no nos enredaremos en la perversidad del maligno.
En los asuntos del Señor debemos hacerlo bien y deprisa, pero nuestro cuerpo estará débil por la enfermedad, no así nuestro espíritu. No tenemos que hacer la obra de Dios con desgana.
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Muy feliz y Santa Navidad a todos.
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