lunes, 29 de agosto de 2022

A donde empuja el suicidio, ¿Qué eternidad les espera? (1)

 Hace cierto tiempo que decía que iba a escribir sobre el suicidio, si estos en algún momento, se salvan o se condenan. Hay quienes presumen de ser defensores de la fe, en su propia opinión personal, sin ninguna prueba de las Santas Escrituras, dicen que llegan a salvarse, porque habría tenido tiempo de pedir misericordia. Pero lo que sucede es que ha sido abandonado por Dios. Y por eso, en la desesperación lo que menos piensa, es creer en la Divina Misericordia. 

Como este tratado ha sido de muchas páginas, por eso, de tiempo en tiempo, lo iré compartiendo. Esta es la primera parte, y se acabará con la segunda, después de la segunda, nuevas reflexiones sobre el suicidio:


Wikipedia
Suicida, de Leonardo Alenza (h. 1837; Madrid, Museo del Romanticismo).


Hay un autor que escribió este tema del suicidio, aunque le he respondido paso a paso, aquí también comparto las respuestas que le di, pero actualizando mis comentarios.

Hay alguna historia que atribuyen a San María Vianney de que una viuda se lamentaba de que su marido se había suicidado. Y el Santo le respondió:

“Recordemos la historia de la pobre viuda que fue a confesarse al cura de Ars, cuyo marido se había suicidado tirándose de un puente al río. Y lloraba diciendo: “Yo soy una pobre pecadora. ¡Pero pobre mi marido, que estará en el infierno! Porque se ha suicidado y el suicidio es un pecado mortal. Estará en el infierno”. Y el cura de Ars le dijo: “Tranquila, señora, porque entre el puente y el río está la misericordia de Dios”. Hasta el final, hasta lo último está la misericordia de Dios.”,

Aquí la mujer tiene razón, que su marido suicida se ha condenado en el infierno. Y completamente falso en la respuesta que atribuye al Padre Pío, que nunca diría tal cosa, de que el marido había alcanzado la Misericordia de Dios. Hemos de comprender que donde está el pecado mortal, no le acompaña la Misericordia de Dios, sino la justicia para castigar al culpable.

Palabras que no se encuentra en los sermones del Santo Cura de Ars. Sino que los que viven mala vida, pensamientos suicidas, otros pecaminosos, el que por propia voluntad quiere darse muerte, es porque ha rechazado a la Misericordia de Dios. Y ya no podía más con la carga terrible de pecados, que tendría su conciencia. El aplazamiento de la conversión es un riesgo para la salvación eterna. Es verdad que Dios es misericordioso, pero para los que durante en vida busca la conversión de su corazón. Pero, ¿quién se ha convertido cuando ha rechazado todas las oportunidades que el Señor le ha dado: « Me buscaréis, pero no me encontraréis » (San Juan VII, 34) 
En ese momento del suicidio tampoco se puede encontrar al Señor. La sentencia condenatoria ya ha quedado fijada. Y lo que le invade al suicida antes de morir, es el terror. Nos enseña San Alfonso María de Ligorio, de muchos pecadores, que llegan a decir, que por justo juicio de Dios han sido condenados. Por tanto, es completamente falsa esa historia que miserablemente han atribuido al Santo Cura de Ars, para quitar la gravedad de este horrendo pecado.

Ejemplo 4. Refiérese en la historia que cierto extranjero, pasando por Donzenac [ese extranjero se llamaba Lorrain y era librero de profesión] , se dirigió a un sacerdote para que le oyera en confesión; más el sacerdote, no sé porque causa, lo rechazó. De allí se fue a una ciudad llamada Brives. Se presentó al procurador del rey y le dijo, os ruego que me encarceléis, [Lorrain dijo al procurador que desde hace algún tiempo se había dado al demonio]; le ruego que me encarceléis, y he oído decir siempre que no hay poder que valga contra los que están en manos de la justicia. Le responde el procurador: –no sabes lo que es estar en manos de la justicia, una vez en su poder no se sale de cualquier manera.- No importa, señor, encarceladme. El procurador imaginó que aquel hombre estaría loco, por lo cual encarcelándole, y hasta conversando con él por más tiempo, se exponía a las burlas del publico. En aquel momento vio pasar por la calle a un sacerdote conocido, que era confesor de las Ursulinas; le llamó y le dijo: “Padre, tomad la bondad de tomar este hombre bajo vuestros cuidados”. Y dirigiéndose a aquel hombre: “Amigo mío, le dijo, seguid a este sacerdote y haced lo que él os diga. Dicho sacerdote, después de hablar un rato con el infeliz, pensó como el procurador del rey, que tenía enajenadas las facultades mentales; y le rogó que se dirigiese a otra parte, ya que él no podía encargarse de su conducta. Aquel pobre desagraciado, no sabiendo ya dónde acudir, se fue a dos distintas comunidades a pedir un sacerdote que le confesase. En una se le dijo que los padres estaban descansando, pues debían levantarse a la media noche; en la otra pudo hablar con un padre que le despidió para que volviese al día siguiente. Mas aquel pobre infeliz, se echó a llorar, exclamando: ¡Oh! Padre mío, si no tiene piedad de mí estoy perdido; dijo que se había entregado al demonio; y el plazo termina esta noche. “Idos, amigo mío, –le respondió el padre–, y encomendaos a la Santísima Virgen. Le entregó un Rosario y le despidió. Al pasar por una plaza, llorando de pena por no haber podido hallar un confesor entre tantos sacerdotes como en aquellas comunidades había, vio un grupo de vecinos que estaban conversando, y les pidió si por ventura entre ellos habría alguno que quisiera hospedarle aquella noche. Se hallaba entre ellos un carnicero, quien le dijo que podía seguirle a su casa. Cuando estuvieron en ella, aquel pobre infeliz le contó qué desdichado era por haberse dado al demonio; creía él tener tiempo suficiente para confesarse, dejar el pecado y hacer penitencia, más ningún sacerdote quiso confesarle. El carnicero se extrañó de que todos aquellos sacerdotes hubiesen mostrado tanta falta de caridad. –¡Ay! señor, bien reconozco que es permisión de Dios para castigarme por el tiempo y las gracias que desprecié–. “Amigo mío”,–dijo el carnicero- “cabe aun recurrir a Dios”, –¡Ay!, señor estoy perdido; ésta misma noche el demonio–dijo el carnicero– debe matarme y llevarse mi alma.- El carnicero, según parece, no se fue a dormir, para indagar si aquel hombre había perdido el juicio, o si era verdad cuanto afirmaba. En efecto, hacia la media noche, oyó un espantoso ruido, y gritos horribles como de dos personas de las que una estrangulase a la otra. Corrió el carnicero hacia el cuarto del infeliz, y vio al demonio que le arrastraba al patio. Horrorizado el carnicero, huyó a encerrarse en la casa: y al día siguiente, hallaron al infeliz colgado a guisa de carnero, en un gancho de la carnicería. El demonio le había arrancado un jirón de su capa y le estranguló y le colgó. El P. Lejeune, que refiere esto en uno de sus sermones, dice que lo oyó contar a uno que vio al infeliz colgado.

Las causas de que el alma se haya suicidado, es porque estaba en desgracia de Dios, en pecado mortal. 

Cuando la oración se hace en pecado grave, no puede ayudar al alma a recuperarse, no puede recuperar la gracia de Dios ya en vida, porque ha sido juzgado antes de su muerte. Y si estuviera sano, se serviría para ofender mucho al Señor.

En los números del catecismo modernista de Juan Pablo II, dice sobre el suicidio:



2282 Si se comete con intención de servir de ejemplo, especialmente a los jóvenes, el suicidio adquiere además la gravedad del escándalo. La cooperación voluntaria al suicidio es contraria a la ley moral.


Trastornos psíquicos graves, la angustia, o el temor grave de la prueba, del sufrimiento o de la tortura, pueden disminuir la responsabilidad del suicida.

2283 No se debe desesperar de la salvación eterna de aquellas personas que se han dado muerte. Dios puede haberles facilitado por caminos que Él solo conoce la ocasión de un arrepentimiento salvador. La Iglesia ora por las personas que han atentado contra su vida.



De hecho, el suicida rechaza a Dios y desprecia a la sociedad. Es el mismo suicida quien desprecia la Misericordia de Dios, no tiene fe en Él.



𝐋𝐚 𝐈𝐠𝐥𝐞𝐬𝐢𝐚 𝐨𝐫𝐚 𝐩𝐨𝐫 𝐥𝐚𝐬 𝐩𝐞𝐫𝐬𝐨𝐧𝐚𝐬 𝐪𝐮𝐞 𝐡𝐚𝐧 𝐚𝐭𝐞𝐧𝐭𝐚𝐝𝐨 𝐜𝐨𝐧𝐭𝐫𝐚 𝐬𝐮 𝐯𝐢𝐝𝐚.

NO es correcto decir que si una persona se suicida se va seguro al infierno. En el acto de suicidarse concurren una serie de elementos que pueden disminuir la gravedad de la imputabilidad e incluso no existir. 𝐒𝐎𝐋𝐎 𝐃𝐈𝐎𝐒 𝐒𝐀𝐁𝐄 𝐲 𝐚 𝐧𝐨𝐬𝐨𝐭𝐫𝐨𝐬 𝐧𝐨𝐬 𝐭𝐨𝐜𝐚 𝐫𝐞𝐳𝐚𝐫.


Respondo a este párrafo, 

No, no soy ningún maestro de la ley, pero tampoco sigo el camino de los herejes que me acusan de lo que ignoran.

¿De dónde sacará eso, que la Iglesia ora por las personas que han atentado contra la propia vida? El suicida muere en pecado mortal, y su condenación es terriblemente cierta.

Nosotros rezamos tanto por nuestra conversión como la de otros, pero ya el suicida no tiene posibilidad de conversión, ya no puede arrepentirse, y permanece en el infierno.

La Iglesia Santa de Dios, sí, ora, pero por las almas del Purgatorio, no por los condenados en el infierno.


Hoy hay mucho "maestro de la ley" dispuesto a condenar al infierno al suicida, sin tener en cuenta factores psicológicos y psiquiátricos que afectaron al suicida para tomar esa decisión.



Cuando dice: "maestro de la ley" se referiría a mí, porque yo prefiero responder con la verdad, y demostrando pruebas,

Quien se suicida ya ha tomado su propia decisión, nadie le ha obligado, es posible que otras personas hayan intentado ayudarles, pero no quiso hacerlo. El que obra en esa tragedia no quiere escuchar a Dios, pero si al tentador. Planea su propia muerte. El que comete pecado pertenece al diablo, nos dice San Juan (1 de Juan 3:8 que el que practica el pecado es del diablo.

Entonces, el suicida pertenece al diablo, y por eso tiene esos fuertes impulsos para destruir la propia vida. Pues quien vive en gracia de Dios, y persevera en su Santísima Voluntad, nunca será afectados por la tentación del suicidio. Jesús le protege, y la Santísima Virgen María, Madre de Dios.

Y SI: la misericordia de Dios es muy grande, y, tal vez, no quepa en la estrechez del corazón que cierran a los demás el Reino de los cielos. 

El Magisterio Tradicional de la Santa Iglesia Católica, nos enseña que en el Señor nuestro Dios, está la Misericordia y la Justicia, pero los impíos herejes modernistas, separa de Dios la Justicia, esto es muy grave. Pero aquellos que solamente piensan en la Misericordia divina para poner parte de su corazón al mundo, a las concupiscencias. Y por su mentalidad, se verán y reconocerán que no fueron aptos para la vida eterna.

No se puede decir que sea un verdadero catecismo, por los errores y herejías que en ciertos puntos, y omisiones mal intencionadas para que no se descubra lo que realmente nos muestra la Palabra de Dios.

Uno puede tener su tiempo de arrepentimiento, oportunidad que el que piensa en el suicidio, debería renunciar a esos negros pensamientos, y volver al Señor. Es en vida cuando podemos alcanzar la Misericordia de Dios, pero el que vive y muere en desgracia, en pecado mortal, no puede esperarse nada de la Misericordia divina. El suicida peca precisamente contra la Misericordia del Señor, la rechaza, y entonces es la justicia divina la que recibe, el castigo por la gravedad de su pecado, de su crimen.

La voluntad del suicida se atan a esa intención es rechazar el amor de Dios como voy diciendo, no acepta la divina misericordia. Y rezar por estas personas que ya están en el infierno, es oraciones que no sirven. Mejor es la oración por las almas que hay en el Purgatorio.

El Catecismo modernista de Juan Pablo II no es verdadero Catecismo, por la confusión que provoca en tantas almas, que no saben discernir la verdad. Hay una mezcla de verdades y errores, y el lector cree que el error es una enseñanza, y no es así, por las numerosas contradicciones. No hay en todos, respuestas auténtica, sino la ignorancia que tal o tal autor ha comentado.

El catecismo de Karol Wojtyla "Juan Pablo II", lo cierto es que no ha aclarado nada. Porque eran varios los equipos de redactores, modernistas, por lo tanto, herejes.


2280 Cada cual es responsable de su vida delante de Dios que se la ha dado. Él sigue siendo su soberano Dueño. Nosotros estamos obligados a recibirla con gratitud y a conservarla para su honor y para la salvación de nuestras almas. Somos administradores y no propietarios de la vida que Dios nos ha confiado. No disponemos de ella. 
2281 El suicidio contradice la inclinación natural del ser humano a conservar y perpetuar su vida. Es gravemente contrario al justo amor de sí mismo. Ofende también al amor del prójimo porque rompe injustamente los lazos de solidaridad con las sociedades familiar, nacional y humana con las cuales estamos obligados. El suicidio es contrario al amor del Dios vivo.
2282 Si se comete con intención de servir de ejemplo, especialmente a los jóvenes, el suicidio adquiere además la gravedad del escándalo. La cooperación voluntaria al suicidio es contraria a la ley moral.
Trastornos psíquicos graves, la angustia, o el temor grave de la prueba, del sufrimiento o de la tortura, pueden disminuir la responsabilidad del suicida. 
2283 No se debe desesperar de la salvación eterna de aquellas personas que se han dado muerte. Dios puede haberles facilitado por caminos que Él solo conoce la ocasión de un arrepentimiento salvador. La Iglesia ora por las personas que han atentado contra su vida.

El que ha escrito este numeral, desconoce por completo la Palabra de Dios, y ha causado mucho daño, ofreciendo una mentira. Pues hay personas que creen que el suicida, aún en muy grave estado de pecado mortal, sin arrepentirse por medio del Sacramento de la Penitencia, puede alcanzar la Misericordia y la Salvación. Estos tales son herejes manifiestos. 

Ya he comentado esta parte arriba.

Lo que sigue son algunas respuesta que ya he dado en ese lugar, y otras nuevas que sigo dando más abajo.


Comentarios que el autor me escribe, y le respondo:

Respondo al autor modernista desde aquí también, con : La oración en gracia de Dios es imprescindible para comprender la misericordia de Dios,

Y el que se confía en Dios, jamás podrá dejarse dominar por pensamientos tan negros como el del suicidio. Hay que conocer la Palabra de Dios. Vemos algunas escenas en el Antiguo Testamento, como algunos como el que fue rey Saul terminó por aceptar ese pensamiento del suicidio, pues había pedido a algunos de sus soldados que le diesen muerte, pero nadie de ellos levantó una mano contra el. Terminó por arrojarse sobre su propia espada. Anteriormente había desobedecido a Dios, había buscado una respuesta en la brujería, lo que Dios había prohibido.

El que se suicida lo hace porque no ha llegado a acercarse de corazón a Dios, y en la desesperación ese es el camino final de su vida.


Continuará...

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