domingo, 24 de mayo de 2020

La ascensión de Jesús a los cielos (Hch 1,1-11)

Feliz Solemnidad de la Ascensión del Señor. 


Ascensión del Señor

 (Hechos de los Apóstoles, 1,1-11)

1 Escribí el primer libro, querido Teófilo, sobre todo lo que Jesús comenzó a hacer y enseñar hasta el día en que, después de haber dado instrucciones por el Espíritu Santo a los apóstoles que él había elegido, fue elevado al cielo. 3 También después de su Pasión, Él se presentó vivo ante ellos con muchas pruebas: se les apareció durante cuarenta días y les habló de lo referente al Reino de Dios. 4 Mientras estaba a la mesa con ellos les mandó no ausentarse de Jerusalén, sino esperar la promesa del Padre:
—La que oísteis de mis labios: 5 que Juan bautizó con agua; vosotros, en cambio, seréis bautizados en el Espíritu Santo dentro de pocos días.

Los que estaban reunidos allí le hicieron esta pregunta:
—Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el Reino de Israel?

7 Él les contestó:
La iglesia católica celebra la Ascensión del Señor—No es cosa vuestra conocer los tiempos o momentos que el Padre ha fijado con su poder, sino que recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que descenderá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra.

Y después de decir esto, mientras ellos lo observaban, se elevó, y una nube lo ocultó a sus ojos. 10 Estaban mirando atentamente al cielo mientras él se iba, cuando se presentaron ante ellos dos hombres con vestiduras blancas 11 que dijeron:



—Hombres de Galilea, ¿qué hacéis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que de entre vosotros ha sido elevado al cielo, vendrá de igual manera a como le habéis visto subir al cielo.




Como en el evangelio (cfr Lc 1,1-4), San Lucas inicia su narración con un prólogo semejante al que empleaban los historiadores profanos. En este segundo volumen de su obra enlaza con los acontecimientos narrados al final del evangelio y comienza a relatar los orígenes y la primera expansión del cristianismo, efectuados con la fuerza del Espíritu Santo, protagonista central de todo el escrito. La dimensión espiritual del libro de los Hechos, que forma una estrecha unidad con el tercer evangelio, encendió el alma de las primeras generaciones cristianas, que vieron en sus páginas la historia fiel y el amoroso actuar divino con el nuevo Israel que es la Iglesia. Así, la forma de narrar de Lucas es la de los historiadores, pero la significación del relato es más profunda: «Los Hechos de los Apóstoles parecen sonar puramente a desnuda historia, y que se limitan a tejer la niñez de la naciente Iglesia; pero, si caemos en la cuenta de que su autor es Lucas, el médico, cuya alabanza se encuentra en el Evangelio (cfr Col 4,14), advertiremos igualmente que todas sus palabras son medicamentos para el alma enferma» (S. Jerónimo, Epistulae 53,9).
«Teófilo» (v. 1), a quien va dedicado el libro, pudo ser un cristiano culto y de posición acomodada. También puede ser una figura literaria, pues el nombre significa «amigo de Dios».
El tercer evangelio narra las apariciones de Jesús resucitado a los discípulos de Emaús y a los Apóstoles, refiriéndolas al mismo día (cfr Lc 24,13.36). Aquí, San Lucas dice que se les apareció «durante cuarenta días» (v. 3). La cifra no es solamente un dato cronológico. El número admite un sentido literal y uno más profundo. Los períodos de cuarenta días o años tienen en la Sagrada Escritura un claro significado salvífico. Son tiempos en los que Dios prepara o lleva a cabo aspectos importantes de su actividad salvadora. El diluvio inundó la tierra durante cuarenta días (Gn 7,17); los israelitas caminaron cuarenta años por el desierto hacia la tierra prometida (Sal 95,10); Moisés permaneció cuarenta días en el monte Sinaí para recibir la revelación de Dios que contenía la Alianza (Ex 24,18); Elías anduvo cuarenta días y cuarenta noches con la fuerza del pan enviado por Dios, hasta llegar a su destino (1 R 19,8); y Nuestro Señor ayunó en el desierto durante cuarenta días como preparación a su vida pública (Mt 4,2).
La pregunta de los Apóstoles (v. 6) indica que todavía piensan en la restauración temporal de la dinastía de David: la esperanza en el Reino parece reducirse para ellos —como para muchos judíos de su tiempo— a la expectación de un dominio nacional judío, bajo el impulso divino, tan amplio y universal como la diáspora. Con su respuesta, el Señor les enseña que tal esperanza es una quimera: los planes de Dios están muy por encima de sus pensamientos; no se trata de una realización política sino de una realidad transformadora del hombre, obra del Espíritu Santo: «Pienso que no comprendían claramente en qué consistía el Reino, pues no habían sido instruidos aún por el Espíritu Santo» (S. Juan Crisóstomo, In Acta Apostolorum 2).
Cuando el Señor corrige a sus discípulos, sí les especifica claramente cuál debe ser su misión: ser testigos suyos hasta los confines de la tierra (v. 8): «El celo por las almas es un mandato amoroso del Señor, que, al subir a su gloria, nos envía como testigos suyos por el orbe entero. Grande es nuestra responsabilidad: porque ser testigo de Cristo supone, antes que nada, procurar comportarnos según su doctrina, luchar para que nuestra conducta recuerde a Jesús, evoque su figura amabilísima» (S. Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, n. 122).
Después (vv. 9-11), el Señor asciende a los cielos. Así se explica la situación actual del cuerpo resucitado de Jesús: «La Ascensión de Cristo al Cielo significa su participación, en su Humanidad, en el poder y en la autoridad de Dios mismo. Jesucristo es Señor: posee todo poder en los cielos y en la tierra. (...) Como Señor, Cristo es también la cabeza de la Iglesia que es su Cuerpo. Elevado al Cielo y glorificado, habiendo cumplido así su misión, permanece en la tierra en su Iglesia» (Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 668-669). [Comentario de la Sagrada Biblia Eunsa, Nuevo Testamento]


Reflexionando:
Mis buenos hermanos, no pertenecemos a la tierra, que como cristianos, no llamamos, "madre tierra", porque no somos idólatras, y no queremos condenarnos. Si Jesucristo, claramente nos dijo, que su reino no es de este mundo, tampoco debe interesarnos el reinado de este mundo, pues va a desaparecer para siempre en el último día. Y los que se han mantenido firmes en Cristo Jesús, permanecerán con el Señor en el tiempo presente y en la eternidad. 

Los problemas de dejar de mirar al cielo, y me refiero sobre todo, cuando hacemos mal nuestras oraciones, el alma comienza a preocuparse de las cosas terrenales, su amor a Dios se enfría y hasta desaparece, y en el peor de los casos, dejan de creer en Dios, no creen en la Palabra de Dios, por eso, no les interesa conocer ni consultar a Dios. La mayoría de los bautizados cuando pierden la fe,  buscan remedios terrenales, como "hay que firmar, buscar firmas para tal propósito...", ya no rezan son sincero corazón. Otros se afanan por las diversiones terrenales, ¡no aman la Palabra de Dios", y aceptan a los pecadores en su pecado, no para corregirlos, sino para hacerse amigo de algún depravado, libertino, blasfemo, etc. tipo de amistad que les preparan la condenación eterna. 

El destino final de cada bautizado, es escoger lo que quiere, la felicidad eterna o los tormentos eternos, siempre ha sido una opción personal y voluntaria. 

Qué importante es mirar al cielo, esperándolo todo en el Señor. Los Apóstoles tenían una misión importante, recordemos el martirio de San Esteban, que estando en la tierra, no dejaba de mirar al cielo, y veía a Jesús a la derecha del cielo. El cielo abierto,

San Esteban
«Estoy viendo los cielos abiertos y al Hijo del hombre de pie a la diestra de Dios» 
(Hechos de los Apóstoles 7, 55)

Mirar al cielo, hacer de nuestra vida una posada digna para que el Señor permanezca dentro de nosotros, la Santísima Trinidad. San Esteban, lleno del Espíritu Santo, a pesar de lo terrible del martirio, entró gloriosamente en el Reino de los cielos. 

El alma no se prepara para la vida eterna siempre que comulga poniendo en la mano, pues esto es voluntad ajena a la Voluntad de Dios, y el que no ame sinceramente a Dios recibe sentencia condenatoria. Que lo mismo es una opción personal de la comunión en la mano con relación al castigo eterno. 

Anunciar el Evangelio hasta en los confines de la tierra, y eso estamos haciendo nosotros desde las redes sociales, cuando no buscamos intereses terrenales, sino exclusivamente los de Nuestro Señor Jesucristo. Que en algunas partes del mundo, siempre hay fieles cristianos, fieles cristianas, siempre obedientes a la Voluntad de Dios. 

Es más complicado anunciar el Evangelio desde nuestra propio pueblo, porque no hacen caso del Señor, y eso entre los bautizados. 
Hay cristianos que cuando mostramos la verdad por Internet, también se ríen de nosotros, nos desprecian, nos odian, como lo hicieron con Cristo. Son cristianos en la medida del hombre viejo, o sea, que auténticamente no se les podría decir que son cristianos, porque no llevan ese Espíritu de Dios.

Fue el deseo de Cristo, deseo de Dios, de que el anuncio por la verdad de Jesús, todos los confines de la tierra, la conociera, y actualmente el Evangelio ha sido llevado incluso a los pueblos perdidos, los indígenas, para que los paganos comenzaran una vida de verdad en la fe de Cristo. El Evangelio ha llegado, pero no todo el mundo, no todas las naciones las han aceptado, el que crea se salva, el que no crea, ya está condenado. 

Las promesas del Señor, y Dios nuestro Jesucristo se cumplen siempre, sobre todo el que quiere permanecer todos los días con su Iglesia. A pesar de las dificultades, nuestro Pastor, Jesucristo, siempre está con nosotros, cuando no renunciamos a sus enseñanzas, que perseveramos en la Voluntad de Dios.
Ascendió al cielo, pero no nos dejó huérfanos, (San Juan 14,18). Muchos bautizados sucumben ante la situación de la Iglesia Católica, como si estuvieran abandonados de Dios, pero la realidad, es que ellos se alejaron de Cristo, ignorando sus palabras, y se imaginan que la Iglesia puede desaparecer de un momento a otros, porque no han creído en la Palabra de Dios. Si edifican sobre arena, la situación es demasiado trágica.
Jesús está en nuestro corazón, cuando nos vaciamos de las cosas terrenales, de la mundanidad, de nuestro egoísmo, de nuestra soberbia y malas intenciones. Alejándonos de todo tipo de pecado, murmuración. Las murmuraciones no nos ayudan a tener nuestro corazón bien dispuesto a la Voluntad de Dios. 

Nosotros, como los Apóstoles queremos recibir al Espíritu Santo, pero esto tiene un significado para que suceda esta realidad, que hemos de cortar radicalmente con el espíritu del mundo, que el alma debe arrojar a lo profundo de los abismos, cualquier tipo de idolatría, la abominación del "pachamama", ya que procede del maligno. Eso es opción voluntaria para escoger sentencia condenatoria, pero claro, el tentador le hace pensar que no sucederá tal cosa. 

Meditemos a continuación, lo que el Papa Benedicto XVI, nos enseña la Ascensión del Señor a los cielos.



Solemnidad de la Ascensión del Señor
Cassino, Plaza Miranda
Domingo 24 de mayo de 2009

Queridos hermanos y hermanas:

Queridos hermanos y hermanas:

Fue elevado
«Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra» (Hch 1, 8). Con estas palabras, Jesús se despide de los Apóstoles, como acabamos de escuchar en la primera lectura. Inmediatamente después, el autor sagrado añade que «fue elevado en presencia de ellos, y una nube le ocultó a sus ojos» (Hch 1, 9). Es el misterio de la Ascensión, que hoy celebramos solemnemente. Pero ¿qué nos quieren comunicar la Biblia y la liturgia diciendo que Jesús «fue elevado»? El sentido de esta expresión no se comprende a partir de un solo texto, ni siquiera de un solo libro del Nuevo Testamento, sino en la escucha atenta de toda la Sagrada Escritura. En efecto, el uso del verbo “elevar” tiene su origen en el Antiguo Testamento, y se refiere a la toma de posesión de la realeza. Por tanto, la Ascensión de Cristo significa, en primer lugar, la toma de posesión del Hijo del hombre crucificado y resucitado de la realeza de Dios sobre el mundo.

Pero hay un sentido más profundo, que no se percibe en un primer momento. En la página de los Hechos de los Apóstoles se dice ante todo que Jesús «fue elevado» (Hch 1, 9), y luego se añade que «ha sido llevado» (Hch 1, 11). El acontecimiento no se describe como un viaje hacia lo alto, sino como una acción del poder de Dios, que introduce a Jesús en el espacio de la proximidad divina. La presencia de la nube que «lo ocultó a sus ojos» (Hch 1, 9) hace referencia a una antiquísima imagen de la teología del Antiguo Testamento, e inserta el relato de la Ascensión en la historia de Dios con Israel, desde la nube del Sinaí y sobre la tienda de la Alianza en el desierto, hasta la nube luminosa sobre el monte de la Transfiguración. Presentar al Señor envuelto en la nube evoca, en definitiva, el mismo misterio expresado por el simbolismo de «sentarse a la derecha de Dios».

Comunión profunda con Jesús
En el Cristo elevado al cielo el ser humano ha entrado de modo inaudito y nuevo en la intimidad de Dios; el hombre encuentra, ya para siempre, espacio en Dios. El “cielo”, la palabra cielo no indica un lugar sobre las estrellas, sino algo mucho más osado y sublime: indica a Cristo mismo, la Persona divina que acoge plenamente y para siempre a la humanidad, Aquel en quien Dios y el hombre están inseparablemente unidos para siempre. El estar el hombre en Dios es el cielo. Y nosotros nos acercamos al cielo, más aún, entramos en el cielo en la medida en que nos acercamos a Jesús y entramos en comunión con él. Por tanto, la solemnidad de la Ascensión nos invita a una comunión profunda con Jesús muerto y resucitado, invisiblemente presente en la vida de cada uno de nosotros.

Se abren las puertas de la vida eterna
Desde esta perspectiva comprendemos por qué el evangelista san Lucas afirma que, después de la Ascensión, los discípulos volvieron a Jerusalén “con gran gozo” (Lc 24, 52). La causa de su gozo radica en que lo que había acontecido no había sido en realidad una separación, una ausencia permanente del Señor; más aún, en ese momento tenían la certeza de que el Crucificado-Resucitado estaba vivo, y en él se habían abierto para siempre a la humanidad las puertas de Dios, las puertas de la vida eterna. En otras palabras, su Ascensión no implicaba la ausencia temporal del mundo, sino que más bien inauguraba la forma nueva, definitiva y perenne de su presencia, en virtud de su participación en el poder regio de Dios.

Precisamente a sus discípulos, llenos de intrepidez por la fuerza del Espíritu Santo, corresponderá hacer perceptible su presencia con el testimonio, el anuncio y el compromiso misionero. También a nosotros la solemnidad de la Ascensión del Señor debería colmarnos de serenidad y entusiasmo, como sucedió a los Apóstoles, que del Monte de los Olivos se marcharon “con gran gozo”. Al igual que ellos, también nosotros, aceptando la invitación de los “dos hombres vestidos de blanco”, no debemos quedarnos mirando al cielo, sino que, bajo la guía del Espíritu Santo, debemos ir por doquier y proclamar el anuncio salvífico de la muerte y resurrección de Cristo. Nos acompañan y consuelan sus mismas palabras, con las que concluye el Evangelio según san Mateo: “Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20).

Presencia permanente en su Iglesia

Queridos hermanos y hermanas, el carácter histórico del misterio de la resurrección y de la ascensión de Cristo nos ayuda a reconocer y comprender la condición trascendente de la Iglesia, la cual no ha nacido ni vive para suplir la ausencia de su Señor “desaparecido”, sino que, por el contrario, encuentra la razón de su ser y de su misión en la presencia permanente, aunque invisible, de Jesús, una presencia que actúa con la fuerza de su Espíritu. En otras palabras, podríamos decir que la Iglesia no desempeña la función de preparar la vuelta de un Jesús “ausente”, sino que, por el contrario, vive y actúa para proclamar su “presencia gloriosa” de manera histórica y existencial. Desde el día de la Ascensión, toda comunidad cristiana avanza en su camino terreno hacia el cumplimiento de las promesas mesiánicas, alimentándose con la Palabra de Dios y con el Cuerpo y la Sangre de su Señor. Esta es la condición de la Iglesia —nos lo recuerda el concilio Vaticano II—, mientras «prosigue su peregrinación en medio de las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios, anunciando la cruz y la muerte del Señor hasta que vuelva» (Lumen gentium,8).


Presencia real de Jesús en la historia
Hermanos y hermanas de esta querida comunidad diocesana, la solemnidad de este día nos exhorta a fortalecer nuestra fe en la presencia real de Jesús en la historia; sin él, no podemos realizar nada eficaz en nuestra vida y en nuestro apostolado. Como recuerda el apóstol san Pablo en la segunda lectura, es él quien «dio a unos el ser apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelizadores; a otros, pastores y maestros, (...) en orden a las funciones del ministerio, para edificación del Cuerpo de Cristo» (Ef 4, 11-12), es decir, la Iglesia. Y esto para llegar «a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios» (Ef 4, 13), teniendo todos la vocación común a formar «un solo cuerpo y un solo espíritu, como una sola es la esperanza a la que estamos llamados» (Ef 4, 4). En este marco se coloca mi visita que, como ha recordado vuestro pastor, tiene como fin animaros a «construir, fundar y reedificar» constantemente vuestra comunidad diocesana en Cristo. ¿Cómo? Nos lo indica el mismo san Benito, que en su Regla recomienda no anteponer nada a Cristo: «Christo nihil omnino praeponere» (LXII, 11). [Homilía en la concelebración eucarística de la Solemnidad de la Ascensión del Señor. Plaza Miranda. Domingo 24 de mayo de 2009]

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No antepongamos nada a Cristo, pues Él expuso su vida al sufrimiento y a la misma muerte, porque nos amó, y cada día siempre hemos de agradecer al Señor todo el bien que nos a hecho, rompiendo nuestras cadenas que estábamos sujetos al pecado. Necesitamos aborrecer nuestro pecados y vicios. 

San Agustín nos enseña lo mismo que San Pío de Pietrelcina, que Jesús continuará sufriendo hasta el fin del mundo. No seamos entonces colaboradores del mal, para que siga sufriendo, tantas almas que se pierden porque rechazaron al Salvador del mundo. El mundo no quiere salvarse, se niega a escuchar la voz de Dios, por lo que ya la tierra entera, se está haciendo pedazos por causa de la corrupción de los pecadores impenitentes.

Liturgia de las Horas, Segunda lectura
San Agustín de Hipona, 
Sermón sobre la Ascensión del Señor (Mai 98, 1-2: PLS 2, 494-495)
Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo
Nuestro Señor Jesucristo ascendió al cielo tal día como hoy; que nuestro corazón ascienda también con él.
Escuchemos al Apóstol: Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Y así como él ascendió sin alejarse de nosotros, nosotros estamos ya allí con él, aun cuando todavía no se haya realizado en nuestro cuerpo lo que nos ha sido prometido.
El fue ya exaltado sobre los cielos; pero sigue padeciendo en la tierra todos los trabajos que nosotros, que 1 somos sus miembros, experimentamos. De lo que dio testimonio cuando exclamó: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Así como: Tuve hambre, y me disteis de comer.
¿Por qué no vamos a esforzarnos sobre la tierra, de modo que gracias a la fe, la esperanza y la caridad, con las que nos unimos con él, descansemos ya con él en los cielos? Mientras él está allí, sigue estando con nosotros; y nosotros, mientras estamos aquí, podemos estar ya con él allí. El está con nosotros por su divinidad, su poder y su amor; nosotros, en cambio, aunque no podemos llevarlo a cabo como él por la divinidad, sí que podemos por el amor hacia él.
No se alejó del cielo, cuando descendió hasta nosotros; ni de nosotros, cuando regresó hasta él. El mismo es quien asegura que estaba allí mientras estaba aquí: Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo.
Esto lo dice en razón de la unidad que existe entre él, nuestra cabeza, y nosotros, su cuerpo. Y nadie, excepto él, podría decirlo, ya que nosotros estamos identificados con él, en virtud de que él, por nuestra causa, se hizo Hijo del hombre, y nosotros, por él, hemos sido hechos hijos de Dios.
En este sentido dice el Apóstol: Lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. No dice: «Así es Cristo», sino: así es también Cristo. Por tanto, Cristo es un solo cuerpo formado por muchos miembros.
Bajó, pues, del cielo, por su misericordia, pero ya no subió él solo, puesto que nosotros subimos también en él por la gracia. Así, pues, Cristo descendió él solo, pero ya no ascendió él solo; no es que queramos confundir la dignidad de la cabeza con la del cuerpo, pero sí afirmamos que la unidad de todo el cuerpo pide que éste no sea separado de su cabeza.

Homilía de mons. Demetrio Fernández.

"La Eucaristía es el sacramento que nos anticipa el cielo"


martes, 19 de mayo de 2020

Distinguir y aceptar la voz de Dios rechazando al mundo, demonio y carne,

Esta reflexión, como otras, la tenía ya preparando desde el 20 de marzo, en el borrador, aún no lo tenía publicados, suelo dejar pasar cierto tiempo. Y una noticia que recogía de Jorge Mario Bergoglio, si yo estuviese convencido de que pudiera ser, que no lo puede ser, el "Papa Francisco", por los frutos a la luz de la Palabra de Dios. Nunca he juzgado el corazón de nadie, porque no sé lo que hay, solo Dios lo ve. Cuando vemos un árbol con hojas, que no tiene fruto, no podríamos saber que clase de árbol puede ser, pero cuando ya aparecen los frutos, fácilmente se conoce. Es lo que Jesús nos ha enseñado, a conocer al árbol por sus frutos, por lo que vemos y oímos, 

Estuve leyendo esta noticia, y encontré errores peligrosos, y dañinos para la fe. :




PRESIDIÓ EL REZO DEL REGINA COELI DESDE LA BIBLIOTECA DEL PALACIO APOSTÓLICO

El "Papa" recuerda la necesidad de distinguir la voz de Dios de la del Maligno

El en día de ayer, 4º Domingo de Pascua, el "papa Francisco" dio su habitual locución antes del rezo del Regina Coeli. Lo hizo desde la biblioteca del Palacio Apostólico del Vaticano. El Pontífice pidió estar atentos para discernir y distinguir la voz del Maligno de la de Dios.

(InfoCatólica) Según Francisco «la voz de Dios nunca obliga, se propone no impone, nos corrige y consuela con esperanza. Sin embargo la voz del Maligno nos distrae del presente y quiere que nos centremos en el temor del futuro o en las tristezas del pasado, no quiere la voz del presente: saca a la superficie la amargura, los recuerdos de los males sufridos, de los que nos hicieron daño y tantos recuerdos feos».
El Papa dijo que la voz «que viene de Dios será: “¿Que es bueno para mí?” En su lugar, el tentador insistirá en otra pregunta: “¿Qué cosa me gustaría hacer?” “¿Qué cosa me gustaría?”: la voz malvada siempre gira en torno al yo, a sus impulsos, a sus necesidades, al todo y de inmediato».
Y añadió:
«Finalmente, la voz de Dios y la del tentador hablan en diferentes “ambientes”: el enemigo prefiere la oscuridad, la falsedad, las habladurías; el Señor ama la luz del sol, la verdad, la transparencia sincera. El enemigo nos dirá: “¡Enciérrate en ti mismo, porque nadie te entiende, ni te escucha, no confíes!”. El bien, al contrario, nos invita a abrirnos, a ser claros y a confiar en Dios y en los demás».


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Por lo que tuve la necesidad de acordarme de la Palabra de Dios, para ver que es lo que hay de verdad en esto.

"Enciérrate en ti mismo". Estoy pensando en aquellos cardenales, que rogaron a Bergoglio que respondiese sobre las dubias, pero Bergoglio los despreció encerrándose en sí mismo. Pues no podría responder según el orden del Espíritu Santo. Y ha pasado ya tantos años, y ninguna respuestas, tampoco fueron escuchados otros grupos, personas, fieles a Cristo y al Magisterio de la Iglesia Católica. 

«…estad dispuestos siempre a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza. Pero hacedlo con mansedumbre, como quien tiene limpia la conciencia. Para que aquello mismo en que sois calumniados queden confundidos los que denigran vuestra buena conducta en Cristo» (1º Pedro 3, 15-16)
Dar respuestas no según nuestra medida, sino la del amor de Cristo, en la medida de Cristo, sin buscarnos a nosotros mismos, y que acudan al Señor. 

 Distinguir la voz de Dios es importante, pues si somos ovejas de Cristo, no lo somos de Jorge Mario Bergoglio, que aun conociendo no sé hasta qué punto, la Palabra de DIos, pero luego la interpreta según sus propias ideas. 

En el último párrafo, la reflexión va en este sentido: "enciérrate en ti mismo". Es verdad que hay personas que se encierra en sí mismo, pero no en el sentido de la fe, sino de la amargura, del rencor, de tantos resentimientos y malos deseos. Sabemos que esto no trae nada bueno al alma. Por el contrario, cuando lo miramos desde el sentido espiritual, vemos que encerrarse así mismo, es no aceptar las condiciones de este mundo.

Encerrarnos nosotros mismos, pero al mundo. Siempre disponible para Dios y aquellas almas que necesitan que les ayudemos a encontrarse con Dios, como nosotros necesitamos de las enseñanzas de los Santos y del Magisterio tradicional de la Iglesia Católica que nos llevan a Dios.


Vayamos a los textos:

12*Un huerto cerrado es mi hermana esposa, manantial cerrado, fuente sellada. 13Tus renuevos son un vergel de granados, con frutas exquisitas; cipro y nardo; 14nardo y azafrán, canela y cinamomo, con todos los árboles de incienso; mirra y áloes. con todos los aromas selectos.»




* 12. Huerto cerrado y fuente sellada: bellas imágenes de la Iglesia cerrada y sellada para el mundo y reservada únicamente, como debía serlo Israel separado de las naciones, al amor de su divino Esposo. En ella debe conservarse intacto el tesoro recibido de Dios en depósito: la sana doctrina, la Sagrada Escritura, los sacramentos (cf. I Timoteo 6, 20). Véase versículo 15 y nota. Muchos Padres entienden figurada aquí la virginidad como en 2, 1 (azucena del valle). A imitación de la bienaventurada Virgen María cada virgen es un jardín cerrado, una fuente sellada por el Todopoderoso con la gracia de la virginidad, de la pureza, del pudor, de la modestia. Una virgen, dice San Ambrosio, es un jardín inaccesible a los ladrones; se parece a una viña en flor, derrama el perfume de sus virtudes y es bella como la rosa. (Comentario de la Sagrada Biblia Straubinger.)




En la Iglesia Católica se debe conservar toda la pureza de la doctrina de Cristo Jesús, que no es posible ser contaminada con las enseñanzas heréticas que proceden de las tinieblas, el protestantismo, el relativismo, el sectarismo, la mundanidad, esto ya no sería la Iglesia de Cristo, sino la nueva inventada por hombres malignos. 

¿Qué podría ser lo que dice el versículo 13?
  • (vv.13-14) Tus renuevos son un vergel de granados, con frutas exquisitas; cipro y nardo; nardo y azafrán, canela y cinamomo, con todos los árboles de incienso; mirra y áloes. con todos los aromas selectos.»
Estuve reflexionando y aparecen las ordenes religiosas, contemplativas, que no han desaparecido. Pues sigue ofreciéndose a Dios como un aroma de agradable perfume, aunque el diablo nuestro enemigo intenta destruirlo, pero esas almas religiosas, contemplativas, siguen combatiendo contra los poderes de las tinieblas. La Iglesia no puede ser corrompida. Los franciscanos, Dios había prometido a San Francisco de Asís, que esta orden, nacida de Cristo, San Francisco tan solo fue un humilde siervo de Dios, se consideraba él. Y a pesar que hay religiosos infieles, el Señor sigue protegiendo a esta orden como lo hace con la Santa Madre Iglesia Católica.



Dice también: " El bien, al contrario, nos invita a abrirnos, a ser claros y a confiar en Dios y en los demás».

Así también lo enseña Jesucristo nuestro Señor y los Santos Apóstoles. Pero comprendiendo cuando dice que hay que ir al mundo entero para predicar el Evangelio, que el predicador, el cristiano fie a Cristo, el fiel bautizado por la Iglesia Católica de ninguna manera se debe adaptar al mundo. Pues el Altísimo nos ha sacado del mundo para ser ciudadanos del cielo.

La Iglesia Católica debe ser huerto cerrado, y lo es, cuando no se ajusta a las condiciones terrenales, que no tiene relación con la mundanidad. Huerto cerrado, separado del mundo de la política, de los poderes terrenales. Porque es la Iglesia de Dios, no hecha por manos humanas, y que tanta sangre costó a Cristo Jesús para purificarla y santificarla.  

Y por más que lo intenten los perversos, depravados, la Iglesia no puede ser corrompida ni infectada por los pecados y abominaciones personales. Pues Jesús mismo lo ha prometido, y gracias a la fe que el Señor ha puesto en nuestro corazón lo creemos rotundamente: 


 «17Entonces Jesús le dijo: “Bienaventurado eres, Simón Bar-Yoná, porque carne y sangre no te lo reveló, sino mi Padre celestial. 18*Y Yo, te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del abismo no prevalecerán contra ella. 19A ti te daré las llaves del reino de los cielos: lo que atares sobre la tierra, estará atado en los cielos, lo que desatares sobre la tierra, estará desatado en los cielos» (San Mateo 16,17-19)  




* 18. Pedro (Piedra) es, como lo dice su nombre, el primer fundamento de la Iglesia de Jesucristo (véase Efesios 2, 20), que los poderes infernales nunca lograrán destruir. Las llaves significan la potestad espiritual. Los santos Padres y toda la Tradición ven en este texto el argumento más fuerte en pro del primado de San Pedro y de la infalible autoridad de la Sede Apostólica. “Entretanto, grito a quien quiera oírme: estoy unido a quienquiera lo esté a la Cátedra de Pedro” (San Jerónimo).



Jesús nos enseña: «No seáis como ellos No os asemejéis, pues a ellos, pues piensan ser escuchado » [Mt 6, 8], claro que lo decía cuando oramos, cuando damos culto a Dios único y verdadero, que no debemos imitar a los gentiles, a los paganos, a las falsas religiones. Los que ofrecen oraciones a Dios, no son escuchados porque no son ovejas de Cristo. Y tampoco los judíos.

No seamos como los gentiles, la gente que no conoce a Dios, no seamos como los irreligiosos e hipócritas, que fingen orar para que el mundo le vea y le aplauda, pero luego se dedican al paganismo, al no condenar el pecado de las impurezas, el libertinaje. 

Distinguir la voz de Dios, a través de nuestros encuentros con Él en la Iglesia, ante el Sagrario. 

Quien sigue la voz del diablo, es cuando se invita a la aceptación y obediencia a la ONU y demás poderes terrenales, esto no viene de Dios, sino del maligno. 

martes, 28 de abril de 2020

La pureza de la oración


Anteriormente publicado en otro blog que no uso; viernes, 20 de enero de 2012

La pureza de la oración

Insistir en la oración es fortalecernos, la gracia de Dios es nuestra fortaleza. La vida sin oración es un caos, es como dejar la puerta abierta de la casa, y dejar que todos los animales lo llenen de sus inmundicias.

Un ejemplo de lo que le puede suceder cuando al alma deja la oración. En ciudades incluso en los campos suelen haber casas, en un tiempo había habitantes en esas vivienda. Supongamos que esa vivienda y sus habitantes fuesen uno, llegó que un día tuvieron que irse, dejando la vivienda en el lugar solitario, se fueron a vivir a otra parte, no eran precisamente personas responsables, y dejaron las puertas abiertas, sin seguridad los hijos de las tinieblas entraron y la ocuparon, la suciedad y la inmundicia era cada vez más, hasta que un día, los responsables de algún ayuntamiento, el mejor modo que era para quitar aquellas inmundicias era primero derribar y luego según el lugar desinfectar. El alma que abandona la oración contemplativa para dedicarse a cuestiones mudadas, es como aquella casa, aquel edificio, en que las bestias, los espíritus infernales, toman posesión de esa alma, y la incapacita totalmente para la vida de oración. Muchas infelices almas, se hacen apostata, porque su oración no era pura a los ojos de Dios, o se abandona el pecado, cuando la oración es pura y sincera, o cuando solamente se ora por las apariencias, termina por perder la fe y cometer apostasía.

Dos señoras, testigos de Jehová hará como tres años, que me dijo, que había abandonado la Iglesia Católica, pero no quiso creer cuando le respondí, que cuando un alma ora el Santo Rosario con verdadera devoción, es imposible que renuncie a la Iglesia Santa de Dios.

El Señor sabe quién ora con sinceridad y quien no lo hace, y precisamente cuando esas almas intentan engañar a Dios, terminan en la apostasía. El alma del apostata es como aquella casa que abandonó el orden y la pureza de la oración, se alegró el enemigo infernal, ya no estaba en gracia de Dios, la soberbia, la falta de caridad, las murmuraciones, fueron causas en que le apartaron del camino de la salvación. 

Cuando un alma reza negligentemente, sin poner todo su corazón en la oración, pues el demonio no siente preocupación ninguna; por el contrario, cuando el alma se toma muy en serio el verdadero sentido de la oración, el enemigo de las almas siente angustias y miedo, porque no puede hacer nada, pero lo que se dice nada, cuando el alma se identifica plenamente con Cristo. El alma de verdadera oración se hace uno con Cristo y para gloria de Dios.

Cuando mejor hacemos nuestra oración, ya había referido, pero es conveniente recordarlo, nuestras tentaciones no nos afecta. Cuando hacemos mal la oración, nuestras tentaciones nos causa malas pasadas. Necesitamos, pues, la perseverancia para orar en la contemplación.

«Los demonios tienen una extrema aversión a la oración pura. Lo que los aterroriza no es la multitud de los bienes, como los efectivos del enemigo pueden aterrorizar a un ejército. No, es el recuerdo y la armonía de los tres: intelecto y razón, razón y sentidos.» (La Filocalía de la Oración de Jesús; Elías el Ecdicos o El Canonista, núm. 175, pág. 127. Apostolado de la Oración, Sevilla. 1987)


Siempre es necesario mirar nuestro interior, para ver si estamos preparado para orar devotamente. Si la oración no es pura se convierte en burlas a Dios. Y la oración no puede haber pureza cuando se ora a los ídolos paganos como “la Pachamama”, cuando se trata de unificar el culto pagano con la fe de la Iglesia Católica, cuando el bautizado intenta convencer a la Iglesia que es conveniente obedecer a las Naciones Unidas, al Nuevo Orden Mundial, en esta clase de conducta el alma no es guiada por el Señor sino por el diablo.

La Oración del Padre Nuestro se opone a los poderes de este mundo y de las tinieblas. Si un bautizado reza el Padre nuestro, pero consiente en su propia vida las preocupaciones de este mundo no está sembrando para la vida eterna.

Nuestro enemigo engaña siempre a aquella alma, que poniendo su corazón en las cosas terrenales, esa alma, en los juegos, deportes, en la popularidad, en los asuntos políticos, como si rezara bien, no tiene remordimiento de conciencia, ni examen de conciencia suele hacer.

Hermanos, roguemos al Señor para que no caigamos en los lazos del engaño del príncipe de las tinieblas, vigilemos nuestra vida si estamos haciendo bien las cosas.

En los momentos más difíciles como estos, que todos estamos en nuestras casas, sin la oración nos hundiríamos más. 

Son muchas personas que salen de sus casas, cuando bien podrían estar orando tranquilamente, pero sobre todo, para que los cristianos podamos volver de nuevo a las iglesias, confesar nuestros pecados. Y no caemos en pecados más graves gracias a que Dios nos ayuda cuando oramos, que no nos ha abandonado. 

Cuánto más purifiquemos nuestras oraciones, menos poder puede tener el enemigo infernal sobre nosotros. La ceguera que podríamos padecer, con la oración nos iremos curando, la oscuridad interior se irá desvaneciendo, nos iremos transformando a imagen de Cristo Jesús.

Acordémonos de los verdaderos creyentes cristianos, lo pasaron peor que nosotros, fueron encarcelados, maltratados, despreciados, calumniados, hasta muertos por el Nombre de Jesús. 

Recemos por nosotros mismos, para que el Señor nos ayude. Muchas veces he leído profecías que algunas personas compartían, que la Santísima Madre de Dios pedía oraciones y penitencia, sacrificios, Lourdes, Fátima, Salette, Garabandal. Estos mensajes lo que hace es recordarnos todo lo que Jesús ya nos ha pedido. Y los Santos Apóstoles y los Santos nos han recordado. 

Mientras había oración, los castigos no eran de esta forma, al abandonar la oración por amor al mundo, se justificaron las costumbres ateas, impías, mundanas, el paganismo, sectarismo, libertinaje, todo tipo de inmoralidad y lujuria, y eso entre algunos de los que se decían haberse consagrado a Dios, pero sus obras manifestaron todo lo contrario. 

miércoles, 8 de abril de 2020

Juicio sobre la tierra, la peste.

Dios siempre es compasivo, nos ama, y abrir nuestro corazón a su Palabra, estudiando la Sagrada Biblia, nos damos cuenta que el mal no procede de Dios.

Cuando Dios creó al mundo, a todas las criaturas, solo el ser humano fue creado para ser semejanza de la Santísima Trinidad. Pero, Adán y Eva, que lo tenía todo, se dejaron engañar por el diablo que se había disfrazado de una serpiente. El mundo como mundo fue bueno conforme al deseo de Dios, pero el pecado personal, que también se nos borró por el sacramento del Bautismo, volvimos a recuperar esa imagen de Dios en nuestra alma. 

El amor de Dios para cada uno de nosotros, no porque seamos pecadores, nos ama porque quiere ayudarnos a vencer nuestros pecados, Él es nuestra fuerza. Dios no me ama mientras yo sea obstinado en el vicio y en el pecado, ahí se encuentra obstáculo grave que evita que el amor de Dios llegue a nosotros. Dios nos llama a todos, si aceptamos a Jesús, aprendemos a obedecer, a renunciar a todo lo que hay de malo de nosotros. Pues con el pecado no somos libres, pero cuando con la ayuda de la Gracia de Dios renunciamos a nuestros pecados, después de hacer el examen de conciencia, nos acercamos al sacramento de la penitencia, nos confesamos nuestros pecados. Y la vida de gracia nos ayuda a vivir, incluso a sanar de nuestras enfermedades. 

Son numerosas las personas, y entre ellas se encuentran muchos bautizados, que se entregaron al mundo, y al perder la fe se imaginaban que también podría vivir renunciando a Dios. Y sucedía que, ya antes de final de año, pensando en el nuevo, miles y miles de personas decían: "Feliz año nuevo", que esto es bueno recordarlo, porque si se quiere salvar el alma, no es el año quien da la felicidad. Solo Dios puede darnos el verdadero sentido de la felicidad. 

Cuando un bautizado en lugar de consultar a Dios, estudiando la Sagrada Biblia y a la luz de los Santos Padres, y doctores de la Iglesia, dedican una parte de su vida, a informarse sobre lo que dicen otros: "La pandemia lo han "creado", inventado el Nuevo Orden Mundial. Pues el príncipe de las tinieblas, da su fruto en esas almas inconstantes, creer más a quienes se oponen a la Voluntad de Dios.  

Pero no son capaces de aprender lo que es verdaderamente importante y procede de Dios, pensando que la misericordia de Dios también es favorable para los que no renuncian las perversidades y pecados. Pues la obstinación en el pecado, por muy leve que sea, de forma deliberada, llega un momento en que no hay en el corazón un verdadero arrepentimiento.

No, actualmente no es el juicio final, que será la confirmación definitiva del primer juicio, personal a cada alma. La tierra entera se verá sometida al Juicio de Dios.

No es el Juicio final, porque después vendrá un tiempo de paz para toda la Iglesia, después de esta tempestad vendrá la calma. La pandemia solo sabe Dios cuando acabará. Los planes humanos son bastantes distintos a la Voluntad de Dios, no se sabe siquiera cuando habrá una vacuna. Pero de nada sirve las vacunas, si el pecador no renuncia a sus pecados. Pues no obedecen a Dios. 


«Sírvante de castigo tus perversidades, y de escarmiento tus apostasías. Reconoce y advierte cuan malo y amargo es apartarte de Yahvé, tu Dios, y no poseer mi temor, oráculo del Señor, Yahvé de los ejércitos.» (Jeremías, 2,19)

Son muchas las almas que por apartarse de los mandatos del Señor, ahora están sufriendo en paga sus propios extravíos.

Oigo testimonios sobre el pánico que tiene esas personas, que en el mundo se divertía y hacía divertir a otras personas con sus bromas, chistes, juegos. Descubren su propio fracaso por haber rechazado al Señor que iba a su encuentro. Porque el Señor viene a buscarnos a todos, y es una opción voluntaria de aceptar o no. 

Es cierto, hay muchas personas que se sienten aterrorizadas, pero es el pecado quien le lleva a esas angustias, cuando el alma se libera de los propios pecados, el temor interior ya no existe. Los remordimientos de conciencia suele estremecer a las almas en los momentos más peligroso, como esta pandemia, la peste que está llevando a miles de almas ante el juicio de Dios, presienten ya el destino amargo que les esperan, a pecadores que no renunciaron los pecados y vicios contra el propio cuerpo. Pensaban que nada malo le sucedería. Pero son miles de personas que mueren. 

Pero también mueren los justos que por hacer el bien, se han contagiado de enfermos. Pero la muerte del alma justa, le abre las puertas del Reino de los cielos. Algunos sacerdotes que ayudaron a otros a prepararse para morir como buenos cristianos, arrepentidos de sus pecados, y aunque pasen cierto tiempo en el Purgatorio, no es para siempre, sino que un día entrarán en el Reino de los cielos.

Los pecadores impenitentes, habiendo perdido completamente el sentido de la realidad y de la eternidad. En el momento de su muerte, el miedo, el terror que tenía antes de morir, se dará cuenta que no era el final, pues continua en la eternidad, en los tormentos del infierno. 

El Santo temor de Dios es nuestra seguridad para evitar las desgracias del tiempo presente y en la eternidad, terrible y cruel para quienes no rompieron con sus vicios y pecados.  

Aquellos que en su corazón no tienen a Dios, porque les rechaza, que no cumple los Santos Mandamientos divinos, que hacen las mismas cosas que el mundo hace, cosas de muerte en el alma, que se entregan a los vicios y pecados, dicen: se preguntan "Si Dios es tan bueno, ¿por qué permite esta plaga?, ¿esta pandemia?

Dios es bueno, es compasivo, y siempre nos atiende, pero necesitamos vaciar nuestro corazón de nosotros mismos, y no dejarnos engañar por aquellos ciegos que dicen: "Dios te ama tal como eres", pues mienten a sus prójimos continuamente y no parece querer arrepentirse. 


« 19Hoy cito como testigos contra vosotros al cielo y a la tierra. Pongo delante de ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Elige la vida, para que viváis tú y tu descendencia, 20amando al Señor, tu Dios, escuchando su voz, adhiriéndote a él, pues él es tu vida y tus muchos años en la tierra que juró dar a tus padres, Abrahán, Isaac y Jacob». (Deuteronomio 30, 19-20)

¿Nos damos cuenta de que elegir la vida, es decir, la obediencia plena a Dios, el alma no muere? Pero son muchos, una multitud de almas, que han escogido la muerte, El Señor ya nos ha avisado, no quiere que perezcamos, sino que nos convirtamos y nos salvemos. 

Consultar a Dios, estudiando su Palabra, la Sagrada Biblia, los que por ahora sobrevivimos a esta pandemia, deseamos perfeccionar nuestro amor a Dios, obedeciéndole a todo. El que no obedece al Señor, ya no sirve para nada, sino que seguirá pecando, hasta que las desgracias le aten, le dominen, y les lleve a juicio. 

1Me he dejado consultar por los que no preguntaban, me han encontrado los que no me buscaban; he dicho: «Heme aquí, heme aquí» a un pueblo que no invocaba mi nombre. 2Tenía mis manos extendidas todo el día hacia un pueblo rebelde, que va por mal camino, detrás de sus proyectos, 3un pueblo que me irrita sin cesar, sacrifica en los jardines y ofrece incienso sobre ladrillos… (Isaías 65, 1-3)

Más graves son los bautizados, que solamente recurren a Dios para que les quite la plaga, la peste, pero ellos no renuncian a ofender a Dios, y siguen pecando, provocando la Ira de Dios. 



Como lo provoca insistentemente Jorge Mario Bergoglio por su amor al paganismo, a las falsas religiones. Que no son verdadero culto a Dios, sino a los espíritus infernales, a los demonios, la idolatría que tanto rechaza a Dios, pero no así, los que están en vías de perdición. 


Hoy consultar a Dios es fácil, porque tenemos la Sagrada Biblia, a la Iglesia Católica, no la iglesia inventada por Bergoglio, que es cosa de este mundo y no de Dios. Pues la Iglesia Católica y Cristo son inseparables.

El Señor se nos muestra a cada uno de nosotros, si dejamos el pecado, y ahora en este tiempo, en la Cuaresma que habíamos comenzado, ahora próximo a la Pascua. Todavía el pueblo, la mayoría de los bautizados, siguen ofendiendo al Señor. 

Un pueblo que quiere divertirse, que no reza, que no participa de la Sagrada Liturgia, sino que se entregan a vicios y pecados, ¿como puede pretender exigir a Dios? 

Dios es bueno y compasivo en todo lo que hace, en las tormentas, en las plagas, en las pandemias, en tantas adversidades, Dios no nos abandona. Esas calamidades que ahora estamos siendo testigos, algunos jerarcas lo habían despreciado. 

Aquí estoy, aquí estoy, dice el Señor, que quiere poner remedio y no quiere que perezcamos en el pecado. 

Que nadie se engañe diciendo que Dios no le llama, sí, nos llama a todos, pero el que tiene su corazón ocupado en el pecado, en el vicio, en las cosas terrenales, es culpa exclusivamente de esa persona.

 
Apocalipsis, 3, 20-21
20. Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno escucha mi voz y abre la puerta, yo entraré a él y cenaré con él y él conmigo.'
21. Al que venciere le haré sentarse conmigo en mi trono, así como yo también vencí y me senté con mi Padre en su trono.
22. El que tenga oídos oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.
  • · La imagen de Cristo llamando a la puerta es de las más bellas y enternecedoras de la Biblia. Es un modo de expresar el afán divino que nos llama a una intimidad mayor, y lo hace de mil formas a lo largo de nuestra vida. «Poco a poco el amor de Dios se palpa –aunque no es cosa de sentimiento–, como un zarpazo en el alma. Es Cristo que nos persigue amorosamente: he aquí que estoy a la puerta y llamo» (Josemaria Escrivá, Es Cristo que pasa, 8).
  • Jesucristo afirma los que venzan se sentarán con Él en su trono. Una respuesta parecida dado a San Pedro, cuando prometió a los Apóstoles que se sentarían en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel (cfr Mt 19,28; 20,20ss.). Por trono se entiende potestad soberana que Cristo ha recibido del Padre. Por tanto, la promesa de sentarse en él es un modo de expresar la participación del triunfo y la realeza por parte de quiénes le son fieles (cfr. 1º Corintios 6,2-3) [Sagrada Biblia, Nuevo Testamento, Eunsa)
A pesar de esta pandemia, el Señor sigue llamando, por eso, hay quienes retornan a Cristo, y encuentran consuelo y alivio en aquellos sacerdotes, también mueren, y salvan almas, salva también su propia alma. Un poco de sufrimiento en este mundo, y luego la alegría de la vida eterna. 

Pero no buscan a Dios, porque si el corazón del que ama a Dios, no es capaz de cerrar los templos, para que los bautizados tengan su encuentro con el Señor, que es quien nos envía estas adversidades, y solamente recurriendo a Él con humildad, nos ayuda a que cesen las muertes. Es el hombre que está pidiendo a Dios más muertes, por eso, al perder la fe, muchos confesores huyen de los confesionarios para no purificar a las almas en la vida espiritual. 

El Señor se ve como provocado, porque ya no quieren consultarle a Él, y la maldad crece por momento. Pero los malvados no van a triunfar, sino que se hundirán más en la suciedad de sus vicios y pecados, de sus poderes terrenales, pasarán en cualquier momento a los tormentos del infierno. 

Cuando consideramos la Palabra de Dios, cuando la amamos, encontramos que esta plaga, la peste,  nunca fue perjudicial para el alma. Sino que es un instrumento de amor de Dios para nuestra salvación eterna. No es para condenarnos, por eso renunciamos para siempre a nuestros enemigos del alma: mundo, demonio y carne, y tener una vida enteramente consagrada a Dios. 

Esta pandemia a la vez es un instrumento de castigo para aquellas almas que no quieren convertirse. Son muchos los que sobreviven a estas pruebas, sin amor de Dios son pruebas duras, con el amor de Dios, comprendemos su importancia. No es diabólico, no es monstruoso, que si el alma no tiene fe y vive una vida desordenadamente, mundana, terrenal, pensarán de forma equivocada, que ni siquiera ya creen en la Palabra de Dios y se hacen más daño así mismo.   

Nos acordamos, algunos, cuando Bergoglio en los jardines del Vaticano, gravísimamente había ofendido a Dios, con la adoración al "pachamama". Hasta ahora no se ha arrepentido, sino que ha continuado con esas mismas intenciones, ofender a Jesucristo, desafiar a Dios continuamente, . 

  •  2Tenía mis manos extendidas todo el día hacia un pueblo rebelde, que va por mal camino, detrás de sus proyectos, 3un pueblo que me irrita sin cesar, sacrifica en los jardines y ofrece incienso sobre ladrillos… (Isaías 65,2-3).
Bergoglio había conseguido que aquel grupo de personas, algunas bautizadas, ofendiesen a Dios, cometiesen pecado mortal. Y de otras formas, llevan a muchos cristianos a la perdición. 

Podría haber sucedido, que si la mayoría de los cristianos, se hubiesen arrepentido, que en lugar de permanecer sujeto a Bergoglio, volviese a Cristo, esta pandemia no hubiera sucedido, que el Señor sigue amando, pero no a todos, y la Biblia nos lo enseña. Pero el que engaña a su prójimo sigue con esa mentira, "Dios te ama así como eres".

El amor de Dios es siempre ordenado, como he comentado otras veces.

Esta pandemia, en realidad de donde salió? Y alguien podría preguntarse, ¿por qué se extendió desde Wuhan tan rápidamente al mundo entero?

«Y no se les ocurrió decir: «Ea, temamos a Yahveh nuestro Dios, que da la lluvia tempranera y la tardía a su tiempo; que nos garantiza las semanas que regulan la siega.» Todo esto lo trastornaron vuestras culpas y vuestros pecados os privaron del bien. (Jeremías 5, 24-25).

Cuanto más grave sea el pecado y la corrupción del mundo, en proporción va esos castigos.  

Los poderosos del mundo no están dispuestos a la conversión de sus corazones, sino de seguir provocando más fuertemente, la ira de Dios, también está la apostasía. Cuando Dios abandona, a todos aquellos que le rechazaron, que le siguen rechazando. 

Por tanto, es mayor deseo de permanecer en la propia ceguera de culpar a Dios, de lo que el pecador incorregible quiere sembrar para su propia perdición y la de otros. Nuestros pecados y culpas son los que dan frutos de muerte y para la muerte eterna.

  • Todo esto lo trastornaron vuestras culpas y vuestros pecados os privaron del bien. 
Dios siempre desea nuestro bien, cuando creó al mundo y al ser humano, no fue para que estuviese privado de Él, pero el error es escuchar a la serpiente, como hicieron Adán y Eva, se privaron de todo el bien que el Señor les había dado. 

Ahora, Jesús, el segundo Adán, nos ha traído la vida, para los que permanecemos en Él, y en Cristo, también vencemos nuestras tentaciones, y renunciamos a nuestros enemigos del alma, como había dicho: "mundo, demonio y carne". Y el Señor nos da de nuevo la salud del alma, también del cuerpo. 

Renunciar a las culpas y pecados, es volver otra vez a Cristo Jesús.

Este coronavirus ha traído de vuelta a muchos que estaban alejados de Dios, y antes de morir, confesaron sus pecados. Las pandemias, las plagas también son beneficiosas espiritualmente, porque nada podemos hacer viviendo lejos del Señor.

Muchos cristianos siguen enseñando que Dios no castiga, que Dios ama de todas forma, haga lo que haga la persona, si aquello que hace es contrario a los mandamientos de Dios, el diablo y sus secuaces, dicen, "también Dios te ama así, porque es misericordioso", y creen en esa mentira, y se condenan por no amar a Dios. La obediencia a los Santos Mandamientos es amar a Dios, es abrirnos al amor de Dios. 

Fin y objeto de los castigos
«11*Por lo cual ¡vivo yo! dice Yahvé, el Señor, por cuanto has contaminado mi santuario con todas tus ignominias y todas tus abominaciones, también Yo te castigaré; mi ojo no perdonará, y no tendré más piedad (de ti). 12Una tercera parte de ti morirá de peste y será consumida de hambre en medio de ti; otra tercera parte caerá en torno tuyo al filo de la espada; y la otra tercera parte la esparciré a todos los vientos, y desenvainaré la espada en pos de ellos. 13Así se desfogará mi ira y saciaré mi indignación en ellos y quedaré satisfecho; y ellos conocerán que Yo Yahvé he hablado en mi celo, cuando desahogue en ellos mi ira. 14Y te convertiré en desierto y en oprobio de las naciones circunvecinas, a los ojos de todos los que pasan. 15Serás un objeto de ignominia y de escarnio, para escarmiento y espanto de las naciones que te rodean, cuando Yo ejecute en ti juicios con ira e indignación y con los castigos de mi cólera, 16—pues Yo, Yahvé, he hablado— y cuando Yo arroje sobre ellos las terribles saetas del hambre, que serán para destrucción y que Yo lanzaré para destruiros, aumentando entre vosotros el hambre y quebrando vuestro báculo de pan; 17*y Yo enviaré sobre vosotros el hambre y las bestias feroces, las cuales te dejarán sin hijos; y cuando la peste y la sangre pasen por medio de ti y Yo descargue sobre ti la espada. Yo, Yahvé, he hablado.» (Ezequiel 5, 11-17) »



* 11. Por ignominias y abominaciones ha de entenderse el culto idolátrico. El capítulo 8 detalla la profanación del templo.
13. En mi celo: Torres Amat pone aquí: “lleno de celo por mi gloria”. Pero aquí se trata más bien de los celos, es decir, de la venganza del amor despreciado, como se ve claramente en 6, 9; 8, 3; 16, 38; Zacarías 8, 2, etc. Por eso sin duda usa Dios en este capítulo el símbolo de los cabellos cortados para indicar la despoblación del país, expresando que ésta significa para Él como quitarle algo muy propio suyo. Cf. Lucas 21, 18; Hechos 27, 34. (Comentario, Sagrada Biblia Straubinger)


Lo peor que le puede suceder al alma, que no comprende por la dureza de su corazón, y esto es para los bautizados que quieren seguir imitando al mundo. Porque como había comentado otras veces, que muchos cristianos solo quieren servirse de Dios y no renunciar a sus pecados y abominaciones. 

Lo que uno siembre, eso recoge, dice San Pablo, el que siembra para la muerte, lo que se atrae es la muerte, las pandemias, el ser humano que no deja sus pecados está exigiendo a Dios esos castigos, y realmente lo alcanza. 

16*Mas los impíos con las manos y con las palabras llamaron a la muerte; y reputándola como amiga, vinieron a corromperse hasta hacer con ella alianza, como dignos de tal sociedad. (Sabiduría 1, 16)



* Los hombres amaron a la muerte y la llamaron, como fruto de sus pecados, haciéndose dignos de pertenecerle (Romanos 5, 12; 5, 17; 6, 23; 1º Corintios 15, 56; Proverbios 8. 36). Jesús es la resurrección y la vida (Juan 6, 55; 11, 25 y siguientes). El que se alimenta con la Eucaristía como prenda de inmortalidad, “tiene vida eterna y Yo le resucitaré en el último día” (Juan 6, 55). Muchos Padres creen que los justos que vivan en la segunda venida del Señor, no morirán, sino que se librarán de la muerte corporal (los padres griegos y San Jerónimo y Tertuliano). Cf. 1º Corintios 15, 51 y siguientes y 1º Tesalonicenses 4, 15 y siguientes Cuando la Sagrada Escritura dice que vendrá como un ladrón, no habla de la muerte, como algunos suponen, sino del Retorno de Jesús. Véase 3, 2; 1º Tesalonicenses 5, 2; II Pedro 3, 10; Apocalipsis 3, 3; 16, 15; Marcos 13, 32-37; Mateo 24, 36-44; Lucas 12, 37.

Hoy por hoy, aún cuando hay enfermos del coronavirus que se recuperan, no han encontrado una vacuna. Sin embargo, es el Señor quien les ofrece una nueva oportunidad para volver a Él, o para que se conviertan a Cristo por la fe y el amor a la Iglesia Santa de Dios: de Tradición Apostólica, Romana. Volviendo a Cristo el alma sana, se recupera, obedeciendo siempre los Santos Mandamientos que se nos da para que seamos libres y tengamos verdadera paz y vida.

Hemos de creernos, de convencernos, que el mal que padece el mundo, realmente no puede ser un verdadero mal, sino un bien. Pero el mal sería los que acaban sus vidas en pecado mortal. Pues las plagas, las pandemias, tengo claro, que pertenece a la Justicia de Dios. 

Sería importante, que el mundo no continuase con sus abominables proyectos, el pecado, la educación contra la moral y la dignidad del ser humano. 

Que es necesario recuperar la Tradición de la Fe Apostólica, y apartarse de las tradiciones que no vienen de Dios, sino que son frutos de las tinieblas, del pecado.

Otros de los pecados, es la relación con los herejes, "diálogo interreligioso" o es este engañoso "ecumenismo" que nada tiene que ver con la Voluntad de Dios. Dios ha prohibido tener lazos con otros pueblos no creyentes, budismo, hinduismo, etc., tampoco relacionarnos con los protestantes como una unidad, que ante los ojos de Dios no existe tal unidad entre los miembros muertos. 

Actualmente ciertas almas que se consagraron al Señor como sacerdote, religioso, religiosa, llegaron a profanar la iglesia, con bailes, danzas paganas, como si fuera un circo, etc., etc. La obligación de que no deben arrodillarse ante el Señor al recibir la Sagrada Comunión, con toda deliberación, porque saben lo que hacen, el mal, también atraen para sí el castigo de Dios.

  • «El injusto que cometa aún injusticias; el sucio que se manche aún más; el justo, que siga practicando la justicia, el santo que se santifique todavía más» (Apocalipsis 21,11).

El Señor nunca quiere hacernos ningún mal, pues según lo que queramos sembrar en este mundo, pues es lo que recogeremos para la vida temporal y la eternidad. 

El pecador acostumbrado a sus vicios, siempre irá de mal en peor. Pero hay otros pecadores que se arrepienten, y se santifican, y Dios les ayuda. Los remedios de nuestra salvación solamente la tenemos en la Iglesia Católica, pues fuera de ella hay oscuridad y perdición. 

Muchos se extrañan, ¿cómo es posible que en poco tiempo esta pandemia, que había comenzado en la ciudad de Wuhan se extendieran por el mundo entero? Han intentado dar sus explicaciones, las turistas, los empresarios, comerciantes. Pero, esta pandemia ha llegado a ciudades donde no han estado en China, por ejemplo, en alguna residencia de la tercera edad en mi pueblo, ya comenzaron a morir ancianos. Y si las autoridades civiles, por un designio de Dios, ha mandado que las personas estuviesen en sus casas, para bien nuestro. Pues la misericordia de Dios es que vivamos, pero sin pecado, pues el pecado es lo que atrae la ira de Dios, los castigos.