sábado, 21 de marzo de 2020

Sagrada Comunión de mano: prohibición, Pena de excomunión

Siempre existe un riesgo, y la experiencia lo enseña. Cuando el alma durante la Sagrada Comunión prefiere recibirla en la mano no avanza en el conocimiento de Dios, sino que se queda estancado. Y cuando se le trata de ayudar, explicándole las diferencias, si es mejor recibir a Jesús de rodilla y en la boca, realmente no quiere escuchar, pues son muchos años los que comulgantes que reciben a Jesús en la mano: 

--"Es que la Iglesia la manda, y yo quiero seguir comulgando de esa manera, no de rodillas ni en la boca", y esto es falso. 

Peligro de haber seguido un camino impío. La Iglesia no puede mandar nada que ofenda a Dios ni daña a las almas. La Iglesia de Cristo nos enseña a tener una vida de pureza y santidad, nos muestra el camino de Cristo Jesús, para nuestra salvación. 


«la fe como tal es siempre idéntica. Por lo tanto, el Catecismo de San Pío X conserva siempre su valor. Lo que puede cambiar es la manera de transmitir los contenidos de la fe. [...] Pero eso no impide que pueda haber personas o grupos de personas que se sientan más a la voluntad con el Catecismo de San Pío X. Es preciso no olvidar que aquel Catecismo [...] era fruto de la experiencia catequética personal de Giuseppe Sarto [...]. También por eso, el Catecismo de San Pío X podrá continuar y tener en el futuro algunos amigos» («Entrevista al cardenal Ratzinger: El catecismo en un mundo postcristiano». 30 Dias. Abril de 2003.) (Wikipedia)





Catecismo Mayor de San Pío X
630.- ¿Cuántas cosas son necesarias para hacer una buena Comunión? – Para hacer una buena Comunión son necesarias tres cosas: 1ª., estar en gracia de Dios; 2ª., guardar el ayuno debido; 3ª., saber lo que se va a recibir y acercarse a comulgar con devoción.
632.- ¿Qué debe hacer antes de comulgar el que sabe que está en pecado mortal? – El que sabe que está en pecado mortal debe hacer una buena confesión antes de comulgar, pues no le basta para comulgar como conviene el acto de contrición perfecta sin la confesión.
633.- ¿Por qué para poder comulgar no basta ni aun el acto de contrición perfecta al que sabe que está en pecado mortal? – Porque la Iglesia ha establecido para mayor reverencia de este sacramento que quien está en pecado mortal no se atreva a comulgar si primero no se ha confesado.
634.- ¿Recibiría a Jesucristo el que comulgase en pecado mortal? – El que comulgase en pecado mortal recibiría a Jesucristo, más no su gracia; antes bien, cometería un sacrilegio y sería merecedor de la sentencia de condenación.

4º.- De la manera de comulga

643.- ¿Cómo hemos de estar en el acto de recibir la Sagrada Comunión? – En el acto de recibir la Sagrada Comunión hemos de estar arrodillados, tener la cabeza medianamente levantada, los ojos modestos y vueltos a la Sagrada Hostia, la boca suficientemente abierta y la lengua un poco fuera sobre el labio.

644.- ¿Cómo hay que tener la bandeja de la Comunión? – La bandeja de la Comunión hay que tenerla de manera que recoja la Sagrada Hostia, si por ventura viniese a caer.

645.- ¿Cuándo hemos de tragar la Sagrada Hostia? – Hemos de tragar la Sagrada Hostia lo antes posible y abstenernos de escupir por algún tiempo.

646.- ¿Qué hay que hacer si la Sagrada Hostia se pega al paladar? – Si la Sagrada Hostia se pega al paladar, ha de despegarse con la lengua, y jamás con los dedos

669.- ¿Qué es comunión espiritual? – Comunión espiritual es un gran deseo de unirse sacramentalmente a Jesucristo, diciendo, por ejemplo: “Señor mío Jesucristo, deseo con todo mi corazón unirme a Vos ahora y por toda la eternidad”, y haciendo los mismos actos que preceden y siguen a la comunión sacramental.

Quien ama a Jesucristo, nunca se atreverá a tocar con la palma de la mano, y menos con los dedos a Jesucristo, sino que le recibe en la boca, de rodillas en la bondad del corazón. 

Notemos que no se debe masticar la Sagrada Comunión, sino tragarla, 



Esta imagen ha sido tomada del blog del hermano Sacerdote, D. Javier Olivera Ravasi; Que no te lo cuenten. Vemos aquí que los Apóstoles, reciben de Jesús, el alimento. Vemos también otro grupo de discipulos que están de rodillas. Los Apóstoles como nuevos Sacerdotes de Cristo, y que todo debe hacerse en memoria de Cristo Jesús. Los discípulos arrodillados, como miembros del Cuerpo Místico de la Iglesia Santa de Dios.


Algunos citan a San Cirilo de Alejandría, pero yo lo trancribo desde el libro, que es un libro muy importante, de la Biblioteca de Patrística, que voy añadiendo. 

«Al acercarte no vayas con las palmas de las manos extendidas, ni con los dedos separados, sino haz con la mano izquierda un trono, puesto debajo de la derecha, como que está a punto de recibir al Rey; y recibe el cuerpo de Cristo en el hueco de la mano, diciendo amén. Después de santificar tus ojos al sentir el contacto del cuerpo santo, recíbelo seguro con cuidado de no perder nada del mismo. Pues si se te cayera algo, está claro, es como si alguien te diera unas virutas de oro, ¿no los guardarías con todo esmero decidido a no perder nada de ellas y tener que soportar la pérdida? ¿Y no habrá que poner mucho más empeño que no se te caiga ni una migaja, que es más valiosa que las piedras?» (San Cirilo de Jerusalén, Catequesis, 23, 21. Ciudad Nueva)
         Nota bibliográfica (tr. del inglés) :«Catechesis Mystagogica, 5.21, PG 33:1123-6. La nota en Migne indica que se cuestiona la autenticidad del texto. Jungmann (Early Liturgy, 5) dice: “Aunque las Catequesis Mistagógicas generalmente se citan como escritas por Cirilo, probablemente no sean suyas, sino de una fecha algo posterior, alrededor del año 400”.» En: Cekada, Anthony (2015) Work a Human Hands. A Theological Critique of the Mass of Paul VI, EE.UU., SGG Resources, p. 369.

        Una cuestión más: quienes justifican y promueven la Comunión en las manos profanas, repetidamente citan estas “Catequesis Mistagógicas” pues ahí se dice como poner las manos, “haciendo a la mano izquierda trono para la derecha, como si fuera ésta a recibir a un rey; y con la cavidad de la mano recibe el cuerpo de Cristo respondiendo el amén”.

Pero lo que no citan es como prosigue esta “catequesis” a la hora de recibir la sangre de Cristo, en la cual se pide que el comulgante se une con la sangre de Cristo los ojos, la frente y todos los demás sentidos, haciéndolo con sus propias manos que, además e inevitablemente, contienen las partículas adheridas al haber recibido el cuerpo del Señor en sus manos. ¿También se va a justificar y promover semejante aberrante y supersticiosa práctica porque aparece en esas “Catequesis Mistagógicas”? A continuación, el texto de esta “catequesis” en español y en griego original.  
(extraído de: Solano, Jesús (1952) Textos eucarísticos primitivos, B.A.C., Madrid, t. 1, pp. 335-337).
San Cirilo de Jerusalén, que falleció alrededor del 386-387, que había establecido esta forma de recibir al Señor, pero que luego por inspiración del Espíritu Santo, se corrigió, y se prohibió bajo pena de excomunión. Además, como dicen los más estudiosos, el texto en que se ha atribuido a San Cirilo. 

Parece ser que la bandeja de comunión no lo habría por aquel entonces. 

No, no está permitido que el fiel por sí mismo, tome la comunión en la mano. Por lo que se comulga en la boca, pero arrodillarse es reconocer la Majestad de Dios, y siempre con la bandeja de la Comunión, que siempre se ha de mantener, para mayor gloria de Dios.

No todos los sacerdotes obedecen al Magisterio de la Iglesia Católica, sino a las opiniones comunes, y de esta forma, están provocando un daño irreparable a una multitud de cristianos, que ya no reconozcan a Cristo, que comulgan, pero sin fe, sin respeto a la Sacratísima Eucaristía. Y son una multitud de cristianos, que prefieren permanecer en una ignorancia voluntaria. Porque la ignorancia se puede superar, aceptando la verdad de nuestra fe católica. Pero es diabólico permanecer en el error, como ya lo decía San Agustín.  

Para el que está sinceramente en comunión con Cristo, las enfermedades serán pasajeras. Si se recibe con fe, no con fe fingida, pues Dios conoce los corazones. Esa alma no perecerá. 

La Sagrada Comunión, un sacramento que nos ayuda a la vida espiritual, pero el que la recibe indignamente, come y bebe su propio castigo. 

Y es que los pastores modernistas, ya aunque celebren la Santa Misa, no tienen fe, tienen miedo de cualquier cosa, no creen en el poder de la Eucaristía, por sus frutos se les conocen. 

Bergoglio, a quienes mucho le imaginan que es el "Papa Francisco", solamente aconseja conforme a la mentalidad de los herejes, herejías arriana, del protestantismo. Pastores que han pasado de ser católicos para ser protestantes. 

La bandeja de la Comunión es el sacramental más importante. Para que no caiga partículas consagradas, que ahí está Jesús, no obedecen a la Iglesia, y algunos prefieren poner como un purificador en la palma de la mano, si cayera partículas consagradas. Pero esto también es abuso, rebeldía contra el Magisterio de la Iglesia Católica. Que a la luz de la fe, y del amor a Dios, es una gravísima ofensa contra el Señor nuestro Dios. 

Incluso cuando en la bandeja de Comunión se coloca, llega a caer partículas consagradas, pero no caen en el suelo. Se notan esas partículas en la bandeja, aunque se haga con el mayor de los cuidados. Y que el sacerdote momentos después, lo retira con toda reverencia.

Si la torpeza humana, la pérdida de fe, solamente la ponen en la mano, existe en realidad, que las partículas se pierdan, luego otros lo pisotean.


Siempre que un sacerdote distribuya en la mano la Sagrada Comunión, no está siguiendo las enseñanzas de la Iglesia Católica, nada tiene que ver con el Magisterio, como algunos han intentado engañarme, pero en vano. Son bautizados que continuamente maltratan a Cristo Jesús, y no quieren reconocerlo, porque han naufragado en la fe. Si tuviera algo de amor a Dios, pues no cometería esos pecados, y haciendo pecar a gran número de feligreses.

Esos son los que no tienen fe, que no aman a Dios, y hacen mil veces peor que Judas Iscariote. 


Considera, que si alguien desea comulgar de pie y en la mano, es porque permite ser encadenado por el príncipe de las tinieblas. En una de las visiones de San Juan Bosco, veía que muchos jóvenes no querían arrodillarse, ni siquiera cuando en la consagración del vino y el pan, y la causa, es que tenían sobre ellos, a demonios que les dominaba, y no querían que se arrodillasen ante el Señor. 



CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO
Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS

INSTRUCCIÓN
REDEMPTIONIS SACRAMENTUM

Sobre algunas cosas que se deben observar o evitar acerca de la Santísima Eucaristía

3. OTROS ABUSOS
  • [174.] Además, aquellas acciones, contra lo que se trata en otros lugares de esta Instrucción o en las normas establecidas por el derecho, no se deben considerar de poca importancia, sino incluirse entre los otros abusos a evitar y corregir con solicitud.
  • [175.] Como es evidente, lo que se expone en esta Instrucción no recoge todas las violaciones contra la Iglesia y su disciplina, que en los cánones, en las leyes litúrgicas y en otras normas de la Iglesia, han sido definidas por la enseñanza del Magisterio y la sana tradición. Cuando algo sea realizado mal, corríjase, conforme a las normas del derecho.


Y muchísimas que hay, pero es que hay un rechazo brutal, deliberado a la Tradición de la Fe Apostólica. Tal ha sido la gravedad, que han conseguido el cierre de muchas iglesias. Ahora, gracias a Dios, hay sacerdotes que verdaderamente prefieren obedecer a Dios, y se entregan a la plena voluntad de Dios.

  • El hombre sólo está obligado a obedecer a Dios interna y externamente, mientras que la obediencia hacia los superiores eclesiásticos y civiles está meramente condicionada por su propia autoridad sobre la comunidad que dirigen y por la que deben responder ante Dios. Esto es por lo que puede ser necesario rechazar en conciencia obedecer una orden concreta, sin poner en duda la institución de los superiores eclesiásticos.
  • —Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica II-II q. 104 a. 5.

Obedecer a Dios sobre todo, como obligación libre, no es forzosa, es la libertad y la dulzura que recibimos del Altísimo para nuestra salvación, una necesidad para la Vida eterna. 

La plaga del coronavirus no se puede evitar con la comunión en mano, pues ha sido estas causas, que el alma haya perdido completamente la fe, y atraiga para sí la ruina eterna. 

Pues el sacerdote ya rompe con la disciplina de la Santa Madre Iglesia, por respetos humanos, son muchos que se dejan empujar al castigo eterno. Y no hay manera de convencerlos: "ese no es el camino, porque lo estás maltratando, estás escarneciendo a Jesús". No hacen caso. Quieren obligarnos por la fuerza a que rompamos nuestro amor a Dios, por el hecho que ellos no tienen amor de Dios en sus corazones, por sus frutos se conoce el árbol.

  • Ha sido prohibido, y bajo pena de excomunión para quienes profanen la Sagrada Comunión tomándolo con la mano, pues hemos de ir a la Tradición, los tiempos modernos, llegan a perdonar hasta a los más criminales que han recibido sentencia condenatoria en la eternidad. Para nosotros, lo que nos interesa es obedecer a Dios, no a los hombres que buscan nuestra condenación, respecto a que forzosamente están obligando, a recibir a Jesús indignamente, bajo una falsa piedad.  

Para saber más, ir a este sitio: Breve historia de la Comunión en la mano. Orígenes histórico de su uso y desuso


Otros:

LA PRESENCIA REAL EXIGE LA COMUNIÓN DE RODILLAS Y EN LA BOCA, 










El cardenal Muller ha calificado de «muy adecuado» un artículo de Douglas Farrow, Profesor de pensamiento cristiano en la McGill University de Montreal, (Quebec, Canadá), radicalmente crítico con lo que está ocurriendo en el Sínodo para la Amazonia y en la Iglesia.

(InfoCatólica) En su artículo The Amazon Synod is a Sign of the Times (El Sínodo Amazónico es un Signo de los Tiempos), publicado en First Things, Farrow critica "El kairos y la cultura del encuentro que se elogian en el Sínodo Panamazónico":
La iglesia "llamada a ser cada vez más sinodal" y "encarnarse" en las culturas existentes, es una iglesia bergogliana. Y esta iglesia, para ser claros, no es la Iglesia Católica. Es una falsa iglesia. Es una iglesia autodivinizante. Es una iglesia anticrística, un sustituto de la Palabra hecha carne a la que pertenece realmente la Iglesia Católica y de la cual, como insiste el cardenal Müller, la Iglesia siempre debe dar testimonio si quiere ser Iglesia.
Y añade:
«Entonces, ¿dónde nos deja eso? Nos deja, francamente, con la pregunta de cómo la Iglesia verdadera y la falsa pueden tener el mismo pontífice y de qué se debe hacer al respecto. Otros están planteando esta misma pregunta a su manera. Es una pregunta muy incómoda, ya sea para un humilde laico o para todo un clérigo, ambos atacados por el Instrumentum si dan el menor indicio de petrificación [Nota: referencia a las “doctrinas petrificadas” de las que habla el Instrumentum Laboris]. Supongo que también es una pregunta muy incómoda para el propio pontífice, que desempeña el cargo de Pedro a la vez que lo usa para atacar la "petrificación". Pero esa es la cuestión planteada por el Sínodo de la Amazonia, que ciertamente es un signo de los tiempos».
La contundencia de las críticas de Douglas Farrow no ha sido óbice para que el cardenal Gerhard Müller, Prefecto emérito de la Congregación para la Doctrina de la Fe, lo haya elogiado y completado con su propia reflexión sobre lo que ocurre hoy en la Iglesia, y a que a continuación reproducimos:
Un artículo muy adecuado. Aquí (en Roma) uno no oye nada. Nada se comunica al exterior, excepto que existe una enorme presión sobre aquellos que piensan de forma ortodoxa y católica. La situación es tal que ni siquiera los obispos parecen darse cuenta de que se ha cruzado la frontera hacia el antiguo paganismo. Ahí es donde los verdaderos «conservadores» o «ultrarreaccionarios» se encuentran, cuando uno interpreta estos términos en el correcto sentido de Cristo que es la fresca novedad de Dios que no puede ser superado.
Por ejemplo, antes y durante la época de san Ireneo de Lyon - que nos legó sus cinco libros «Contra las herejías», los cuales son de nuevo muy relevantes hoy - algunos se permitieron ellos mismos ser erróneamente cautivados por la así llamada Gnosis. «Ya que por haberla profesado, algunos se han apartado de la fe». (1 Tim 6, 21). Ireneo había pasado algún tiempo en Roma y había luchado allí contra las herejías gnóstico-cristianas. En el s. II, él fue el defensor más importante del Primado de Roma, pero esto no fue obstáculo para que él personalmente pidiera a los Papas Eleuterio y Víctor I que eligieran enfoques más sabios y justos.
El hombre sólo está obligado a obedecer a Dios interna y externamente, mientras que la obediencia hacia los superiores eclesiásticos y civiles está meramente condicionada por su propia autoridad sobre la comunidad que dirigen y por la que deben responder ante Dios. Esto es por lo que puede ser necesario rechazar en conciencia obedecer una orden concreta, sin poner en duda la institución de los superiores eclesiásticos (Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica II-II q. 104 a. 5). Cuando San Pablo se opuso cara a cara a San Pedro - que era claramente su superior en la jerarquía - no fue una «correctio fraterna» en el ámbito privado, sino más bien una defensa pública de la fe en su plenitud y a la luz de sus consecuencias internas y externas. Por lo tanto, en cuanto se refiere a la defensa de la fe, todos apóstoles y obispos, tenemos las mismas responsabilidades, el mismo San Pablo pudo, como apóstol, corregir públicamente al apóstol San Pedro, al mismo nivel, sin poner en duda su cargo, que le fue confiado a él por Cristo en persona. (Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica II-II q. 33 a. 4)
«Creerse en todo mejor que su superior parece presuntuosa soberbia; pensar, en cambio, que es mejor en algo no tiene nada de presunción, ya que en esta vida no hay nadie sin defecto. Pero hay que tener en cuenta también que quien amonesta con caridad a su superior, no por eso se considera mejor, sino que va en auxilio de quien está en un peligro tanto mayor cuanto más alto puesto ocupa, como enseña San Agustín». (Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica, II-II, q. 33 a. 4)
Hablemos sólo un poco sobre la moda actual de los ignorantes que dividen la Iglesia en dos campos, los enemigos y los amigos del Papa, como si las relaciones personales privadas con un Papa en particular fueran la base del Primado de Roma con respecto a la doctrina de la fe y la moral y dada la communio jerárquica de los obispos con el Papa.
El papado es de derecho divino y por lo tanto no está basado en el número de seguidores en Facebook, ni en la voluble aprobación de periodistas y oportunistas.
La clara distinción entre la fe en Dios y el paganismo que hace San Pablo no debe ser obviada: porque ellos «cambiaron la gloria del Dios incorruptible por imágenes que representan a hombres corruptibles, aves, cuadrúpedos y reptiles… han sustituido la verdad de Dios por la mentira, adorando y sirviendo a las criaturas en lugar del Creador, que es bendito eternamente». (Rom 1, 23.25)
La adoración a Dios es la verdadera teología de la liberación del miedo, del temor, de la inseguridad que nos llega desde el mundo material y de los prójimos. Y sólo con la ayuda del Evangelio y la gracia de Cristo puede desarrollar una cultura su influencia positiva y liberarse del poder del mal.
Objetivamente, la idolatría y la superstición son los mayores pecados, basados en la confusión entre el Creador y la criatura (Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica II-II, q. 94 a. 3), que sólo pueden ser superados por la herejía de aquellos que ya han recibido la verdadera fe por la proclamación de la Iglesia, en contraste con los paganos que, sin tener culpa, aún no conocen el Evangelio.
Desde la tumba de Pedro, la religión católica debe siempre transmitir la verdad y la claridad, porque este apóstol (Pedro), y sus sucesores (junto con todos los obispos y fieles), responde a la pregunta ¿Quién dicen que soy?: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo». (Mt 16, 16). Y esto no le ha sido dado por un diálogo con gente que piensa como él o lo ha pensado él mismo, sino por la Revelación del Padre por el Hijo. La Fides Petri (fe de Pedro) es el fundamento de la Iglesia católica. La profesión de fe no necesita ser reinventada, adaptada a voluntad o reinterpretada cuando parezca oportuno. La fe es el poder de la Palabra de Dios en el corazón de la Iglesia y por lo tanto no es un fósil del obsoleto pensamiento humano. La Revelación está en Cristo, siempre presente en su plenitud en la fe de la Iglesia. Nosotros no podemos agotar esta fuente hasta que Él regrese al final de los tiempos. Pero tampoco debemos querer mejorarla por medio de enmiendas humanas supuestamente necesarias. Esa sería la peor contaminación medioambiental que haría nuestro planeta inhabitable. Si el Verbo Encarnado, que estaba con Dios y es Dios, ya no habita entre nosotros y en nuestro interior, ¿dónde habría aún lugar para nosotros?


Traducido por Ana Maria Rodríguez y Manuel Pérez Peña 

viernes, 20 de marzo de 2020

La comunión espiritual también obra milagros: San Buenaventura, los pies de Cristo, la niña Rosalía

El bautizado que es fiel ama al Señor, no puede estar separado del Señor, sin la misa, que algunos obispos, han preferido, desobedecer a Dios, haciendo pecar al pueblo, prohibiendo que se obedezca el Tercer Mandamiento de Dios, por obedecer una gravísima injusticia, sin sacramentos, sin sacramentales como el agua bendita, el miedo al coronavirus, pero no hay temor cuando se peca, "no pasa nada", pero cuando el Señor, que ya ha comenzado a poner las cosas en orden, dará a cada cual según sus obras

Si algunos nos niegan que recibamos a Jesús de rodilla y en la boca, pues quiere darlo en la mano, de pie. Eso es participar de un sacrilegio, de una herejía.

Esta mañana cuando quise hablar con una persona que conozco personalmente, realmente no quien aprender las cosas de la fe, pues la costumbre de comulgar en la mano y de pie, lo que le lleva a continuar con la ingratitud a Dios.

Estamos en tiempos, que si queremos salvarnos, estar con el Señor en su Reino, no debemos extender nuestra mano, o de rodillas y en la boca, o desde nuestro sitios, la Comunión Espiritual, y no nos condenaremos.

Una devoción para cuando no puede hacerse sacramentalmente

La comunión espiritual también obra milagros: San Buenaventura, los pies de Cristo, la niña Rosalía





JMJ de Madrid, la mayor comunión espiritual de la historia: dos millones de personas fueron invitadas a hacerla al impedir la tormenta del día anterior (cuando el Papa perdió el solideo) la comunión sacramental.
JMJ de Madrid, la mayor comunión espiritual de la historia: dos millones de personas fueron invitadas a hacerla al impedir la tormenta del día anterior (cuando el Papa perdió el solideo) la comunión sacramental.



Con ocasión de la polémica sinodal sobre la comunión a los divorciados vueltos a casar por lo civil, María Vallejo-Nágera recordaba en ReL una devoción de la que, lamentaba, "se habla poco": la comunión espiritual.


Dos millones de comuniones frustradas...
Recordaba la escritora madrileña, autora de diversas obras de espiritualidad, la utilidad de esa práctica. Se vio precisamente durante la misa de clausura de la JMJ de Madrid, el 21 de agosto de 2011. Para dos millones de peregrinos fue muy duro no poder comulgar aquel domingo porque la tromba de lluvia de la noche anterior había dejado impracticables las capillas donde cientos de miles de obleas aguardaban el momento de ser transformadas en Cuerpo y Sangre de Cristo por Benedicto XVI. La organización animó entonces a los jóvenes a hacer una comunión espiritual.



Todo el orbe católico, pendiente de Madrid, pudo recordar así la importancia de una devoción que tiene entidad propia.

Los tres pasos de la comunión espiritual
El concepto es sencillo: comulgar espiritualmente consiste en desear comulgar sacramentalmente, alimentando ese deseo con los mismos afectos y determinaciones con que nos preparamos a hacerlo en la misa.



Pero una idea tan simple envuelve un misterio infinito, sobre el que llamó la atención Santo Tomás de Aquino en la Summa Theologica: “Comer espiritualmente a Cristo es también recibir espiritualmente el sacramento”. Es decir, que puede producir los mismos frutos, aunque no ex opere operato (por la misma fuerza del sacramento) sino ex opere operantis (según las disposiciones del fiel).


De ahí que el Concilio de Trento la recomendara en tiempos en que la negación luterana de la transustanciación había enfriado o extirpado la devoción eucarística.


Como asimismo lo hicieron San Francisco de Sales y San Alfonso María de Ligorio, dos grandes maestros de la vida moral, cuando los estragos de la Reforma, primero, y la fiebre de la desviación jansenista con su rigorismo extremo, después, alejaban a los cristianos de su alimento natural.


No está prescrita ninguna oración específica, pero sí son precisos tres pasos.


Primero, un acto de fe en la presencia real de Cristo bajo las especies eucarísticas. Segundo, el deseo de tomarlo sacramentalmente y unirse en intimidad con Él. Y tercero, la petición de alcanzar las mismas gracias que si nos la diera el sacerdote.


Si se cumplen estos requisitos, pueden ganarse las indulgencias que la Iglesia otorga a quienes practican esta devoción, aunque es requisito para esto último, como es obvio, el estado de gracia.


Y con la frecuencia que se desee: “Cualquier devoto puede cada día y cada hora comulgar espiritualmente con fruto” si tiene “buena voluntad y devota intención” de hacerlo sacramentalmente, dice Tomás de Kempis en la Imitación de Cristo.


Tres milagros de la comunión espiritual
A veces Dios la premia con el aviso del Sermón de la Montaña (“¿Quién de vosotros, si un hijo le pide pan, le dará una piedra?”) y se obra el milagro de la administración sobrenatural de la Eucaristía.
San Buenaventura, ya agónico, sufría continuos vómitos y no podía soportar la Sagrada Hostia. En el lecho de muerte, pidió tenerla junto al pecho para hacer una última comunión espiritual. Fue entonces cuando, a la vista de los hermanos presentes, un ángel extrajo una partícula del copón y la introdujo en el corazón del moribundo.



Para otros el regalo ha sido aún mayor.


El Jueves Santo de 1250, dos fervorosos franciscanos de Gaeta (Italia) se preparaban para comulgar en los oficios, cuando el superior les envió a limosnear pan. Al regresar al convento, el sacramento ya había sido administrado.


Así que se arrodillaron ante el altar para hacer una comunión espiritual: “La obediencia”, protestaban ante el sagrario, “nos ha privado del consuelo de recibiros; no nos privéis, al menos, de vuestra divina bendición”.


Hubo algo más que eso. A los pocos instantes el mismo Jesús salió del monumento: “Yo soy el Salvador a quien invocáis, he escuchado vuestros deseos y voy a satisfacerlos”. Y les dio de comulgar, además de dejar en el pavimento del altar las huellas de sus pies, todavía hoy objeto de veneración.


O está el caso que refiere el capuchino Fray Ambrosio de Valencina (18591914) sobre una niña, Rosalía, cuya santidad intrigaba a su amiga Conchita.


Un día la sorprendió en su habitación, de rodillas ante el Sagrado Corazón, con el rostro encendido y “como fuera de sí”. “Estoy comulgando”, le dijo, y le explicó que se trataba de “la comunión espiritual, para estar más estrechamente unida con Jesucristo deseando ardientemente recibirle y tenerlo en el corazón”. Rosalía confesó a su amiga que todas las noches se acostaba deseando amanecer en el cielo.


Aquel verano, Rosalía se despertó con el Sol una mañana y consagró el primer instante, como hacía siempre, a su devoción favorita. Su ángel de la guarda, a quien Jesucristo había ordenado llevarla ese día al Paraíso, aprovechó tal ímpetu de amor divino para cumplir el mandato.

miércoles, 18 de marzo de 2020

Solemnidad de San José

En el retiro de nuestro hogar, celebremos este día de fiesta, solemnidad de San José. Los años anteriores siempre he podido ir, y este año, las misas han sido suprimidas en las iglesias, pero gracias a Dios podemos estar presente cuando se transmite por la televisión y por el ordenador. Damos gracias a Dios por esta oportunidad, no nos ha dejado solo. 

Roguemos la intercesión de los Santos, para la pronta venida de nuestro Señor Jesucristo, a San José Bendito, para la protección de la Iglesia Santa de Dios. La Iglesia no tiene culpa de la crueldad de la mayoría de los pastores, contra la Iglesia y los fieles hijos e hijas de la Iglesia. 


San José Patrono de la Iglesia (Giuseppe Rollini)

“¿Quién ignora que San José es entre todos los santos, después de María Santísima, el más apreciado de Dios para impetrar las divinas gracias a favor de sus devotos?

Bien nos cumple venerar a San José, a quien el propio Hijo de Dios quiso honrar llamándole padre (Orig. Hm.17) Idéntica denominación le dan los Evangelios (Lc.2, 33) y con ese mismo nombre lo designó también la Santísima Virgen (lbid.2,48). Si el Rey de los reyes encumbró, pues, a José a tan elevada honra, justo y debido es que nosotros procuremos ensalzarlo en cuanto podamos... ¿Qué ángel o qué santo, dice San Basilio, mereció ser llamado padre del Hijo de Dios? ¿Puede darse mayor dignidad ni más encumbrada celsitud, prosigue diciendo, como la de mandar al que impera sobre todos los reyes? ¡Gran confianza debemos colocar en la protección de San José por el señalado amor que le mereció de Dios su eminente santidad!

Y pues siendo María, como aseguran los santos, la dispensadora de todas las gracias que Dios concede a los hombres, ¿con cuánta profusión no es de creer enriqueciese de ellas a su esposo, a quien tanto amaba y del que era respectivamente amada? Y ¿cuánto no es de creer aumentase la santidad de José el trato familiar que tuvo con Jesucristo en el tiempo que vivieron juntos? ¿Qué llamas de caridad no debemos suponer ardiesen en el pecho de San José por aquel trato continuo que durante tantos años vivió unido al Hijo de Dios?” (San Alfonso María de Ligorio - Serm. de la festividad de San José).



Acordaos, oh purísimo esposo de María Virgen y protector mío San José, que jamás se ha oído decir que habiendo alguno invocado tu protección y pedido tu ayuda, no haya sido consolado. Con esta confianza vengo a tu pre­sencia y me encomiendo fervorosamente a ti ¡Oh! no desprecies mi oración, oh Padre virgi­nal del Redentor, sino recíbela piadosamente. Amen.



Resultado de imagen de San Bernardino de Siena
De los Semones de san Bernardino de Siena, presbítero; 
Sermo 2, de S. Ioseph: Opera 7, 16. 27-30.


Protector y custodio fiel

"La norma general que regula la concesión de gracias singulares a una criatura racional determinada es la de que, cuando la gracia divina elige a alguien para otorgarle una gracia singular o para ponerle en un estado preferente, le concede todos aquellos carismas que son necesarios para el ministerio que dicha persona ha de desempeñar.

Esta norma se ha verificado de un modo excelente en San José, padre putativo de nuestro Señor Jesucristo y verdadero esposo de la Reina del universo y Señora de los ángeles. José fue elegido por el eterno Padre como protector y custodio fiel de sus principales tesoros, esto es, de su Hijo y de su Esposa, y cumplió su oficio con insobornable fidelidad. Por eso le dice el Señor: «Siervo bueno y fiel, entra en el gozo de tu Señor».

Si relacionamos a José con la Iglesia universal de Cristo, ¿no es este el hombre privilegiado y providencial, por medio del cual la entrada de Cristo en el mundo se desarrolló de una manera ordenada y sin escándalos? Si es verdad que la Iglesia entera es deudora a la Virgen Madre por cuyo medio recibió a Cristo, después de María es San José a quien debe un agradecimiento y una veneración singular.

José viene a ser el broche del Antiguo Testamento, broche en el que fructifica la promesa hecha a los Patriarcas y los Profetas. Sólo él poseyó de una manera corporal lo que para ellos había sido mera promesa.

No cabe duda de que Cristo no sólo no se ha desdicho de la familiaridad y respeto que tuvo con él durante su vida mortal como si fuera su padre, sino que la habrá completado y perfeccionado en el cielo.

Por eso, también con razón, se dice más adelante: «Entra en el gozo de tu Señor». Aun cuando el gozo eterno de la bienaventuranza entra en el corazón del hombre, el Señor prefirió decir: «Entra en el gozo», a fin de insinuar místicamente que dicho gozo no es puramente interior, sino que circunda y absorbe por doquier al bienaventurado, como sumergiéndole en el abismo infinito de Dios.

Acuérdate de nosotros, bienaventurado José, e intercede con tu oración ante aquel que pasaba por hijo tuyo; intercede también por nosotros ante la Virgen, tu Esposa, madre de aquel que con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén." 

Oración
Dios todopoderoso, que confiaste los primeros misterios de la salvación de los hombres a la fiel custodia de San José, haz que, por su intercesión, la Iglesia los conserve fielmente y los lleve a plenitud en su misión salvadora. Por nuestro Señor.



Santa Teresa y San José

La devoción de santa Teresa de Jesús por san José es sobradamente conocida. Acompaño un texto suyo con dos preciosas pinturas del pintor colombiano del s. XVIII Joaquín Gutiérrez. Una representa a san José protegiendo bajo su manto el monasterio que ella ha construido en su honor y la otra representa a santa Teresa llevando las almas (dibujadas como ovejas) a san José. Nótese que en el segundo cuadro, detrás de la Santa se puede ver en el suelo el gorro de doctora junto a un libro (aunque oficialmente no se le reconocía el doctorado, en las obras de arte es muy común representarla como tal).





Tomé por abogado y señor al glorioso San José y me encomendé mucho a él. Vi claro que este padre y señor mío me sacó con más bien del que yo le sabía pedir, tanto de esta necesidad como de otras mayores de pérdida de la honra y del alma. No me acuerdo de haberle suplicado hasta ahora algo que él haya dejado de hacerlo. Son asombrosas las grandes mercedes que Dios me ha hecho por medio de este bienaventurado Santo y de los peligros que me ha librado, así de cuerpo como de alma.

Parece que el Señor dio gracia a otros Santos para socorrer en una necesidad, pero tengo por experiencia que este glorioso Santo socorre en todas. El Señor quiere darnos a entender que así como le fue sujeto en la tierra (ya que le podía mandar, porque le hizo de padre, aunque era su ayo), así en el cielo hace cuanto le pide. Esto también han visto por experiencia otras personas a quien yo decía que se encomendasen a él; y hay muchas que, experimentando esta verdad, empiezan a serle devotas.

Yo querría persuadir a todos para que fuesen devotos de este glorioso Santo, por la gran experiencia que tengo de los bienes que alcanza de Dios. No he conocido persona que de veras le sea devota y haga particulares servicios, que no la vea más aprovechada en la virtud; porque él ayuda en gran manera a las almas que se le encomiendan. Desde hace tiempo, cada año le pido una cosa el día de su fiesta, y siempre la veo cumplida. Si la petición va algo torcida, él la endereza para más bien mío.



Si yo fuera persona que tuviera autoridad de escribir, de buena gana me alargara en decir detenidamente las mercedes que este glorioso Santo ha hecho a mí y a otras personas. Solo pido por amor de Dios que lo pruebe quien no me creyere, y verá por experiencia el gran bien que es encomendarse a este glorioso Patriarca y tenerle devoción. En especial, las personas de oración siempre le deberían ser aficionadas; porque no sé cómo se puede pensar en la Reina de los ángeles en el tiempo que tanto pasó con el Niño Jesús, que no den gracias a san José por lo bien que les ayudó. Quien no hallare maestro que le enseñe oración, tome este glorioso Santo por maestro y no errará en el camino (Libro de la Vida 6,6-7).

*****************
Mis buenos hermanos, tengámoslo también por Protector, como nos anima Santa Teresa de Jesús. También los Papas, hasta Su Santidad Benedicto XVI, nos ha hablado de San José. 

CARTA ENCÍCLICA
QUAMQUAM PLURIES
DEL SUMO PONTÍFICE
LEÓN XIII
SOBRE LA DEVOCIÓN A SAN JOSÉ

Resultado de imagen de papa león xiii


A nuestros Venerables Hermanos los Patriarcas, Primados, Arzobispos

y otros Ordinarios, en paz y unión con la Sede Apostólica.



1. Aunque muchas veces antes Nos hemos dispuesto que se ofrezcan oraciones especiales en el mundo entero, para que las intenciones del Catolicismo puedan ser insistentemente encomendadas a Dios, nadie considerará como motivo de sorpresa que Nos consideremos el momento presente como oportuno para inculcar nuevamente el mismo deber. Durante periodos de tensión y de prueba —sobre todo cuando parece en los hechos que toda ausencia de ley es permitida a los poderes de la oscuridad— ha sido costumbre en la Iglesia suplicar con especial fervor y perseverancia a Dios, su autor y protector, recurriendo a la intercesión de los santos —y sobre todo de la Santísima Virgen María, Madre de Dios— cuya tutela ha sido siempre muy eficaz. El fruto de esas piadosas oraciones y de la confianza puesta en la bondad divina, ha sido siempre, tarde o temprano, hecha patente. Ahora, Venerables Hermanos, ustedes conocen los tiempos en los que vivimos; son poco menos deplorables para la religión cristiana que los peores días, que en el pasado estuvieron llenos de miseria para la Iglesia. Vemos la fe, raíz de todas las virtudes cristianas, disminuir en muchas almas; vemos la caridad enfriarse; la joven generación diariamente con costumbres y puntos de vista más depravados; la Iglesia de Jesucristo atacada por todo flanco abiertamente o con astucia; una implacable guerra contra el Soberano Pontífice; y los fundamentos mismos de la religión socavados con una osadía que crece diariamente en intensidad. Estas cosas son, en efecto, tan notorias que no hace falta que nos extendamos acerca de las profundidades en las que se ha hundido la sociedad contemporánea, o acerca de los proyectos que hoy agitan las mentes de los hombres. Ante circunstancias tan infaustas y problemáticas, los remedios humanos son insuficientes, y se hace necesario, como único recurso, suplicar la asistencia del poder divino.

2. Este es el motivo por el que Nos hemos considerado necesario dirigirnos al pueblo cristiano y exhortarlo a implorar, con mayor celo y constancia, el auxilio de Dios Todopoderoso. Estando próximos al mes de octubre, que hemos consagrado a la Virgen María, bajo la advocación de Nuestra Señora del Rosario, Nos exhortamos encarecidamente a los fieles a que participen de las actividades de este mes, si es posible, con aún mayor piedad y constancia que hasta ahora. Sabemos que tenemos una ayuda segura en la maternal bondad de la Virgen, y estamos seguros de que jamás pondremos en vano nuestra confianza en ella. Si, en innumerables ocasiones, ella ha mostrado su poder en auxilio del mundo cristiano, ¿por qué habríamos de dudar de que ahora renueve la asistencia de su poder y favor, si en todas partes se le ofrecen humildes y constantes plegarias? No, por el contrario creemos en que su intervención será de lo más extraordinaria, al habernos permitido elevarle nuestras plegarias, por tan largo tiempo, con súplicas tan especiales. Pero Nos tenemos en mente otro objeto, en el cual, de acuerdo con lo acostumbrado en ustedes, Venerables Hermanos, avanzarán con fervor. Para que Dios sea más favorable a nuestras oraciones, y para que Él venga con misericordia y prontitud en auxilio de Su Iglesia, Nos juzgamos de profunda utilidad para el pueblo cristiano, invocar continuamente con gran piedad y confianza, junto con la Virgen-Madre de Dios, su casta Esposa, a San José; y tenemos plena seguridad de que esto será del mayor agrado de la Virgen misma. Con respecto a esta devoción, de la cual Nos hablamos públicamente por primera vez el día de hoy, sabemos sin duda que no sólo el pueblo se inclina a ella, sino que de hecho ya se encuentra establecida, y que avanza hacia su pleno desarrollo. Hemos visto la devoción a San José, que en el pasado han desarrollado y gradualmente incrementado los Romanos Pontífices, crecer a mayores proporciones en nuestro tiempo, particularmente después que Pío IX, de feliz memoria, nuestro predecesor, proclamase, dando su consentimiento a la solicitud de un gran número de obispos, a este santo patriarca como el Patrono de la Iglesia Católica. Y puesto que, más aún, es de gran importancia que la devoción a San José se introduzca en las prácticas diarias de piedad de los católicos, Nos deseamos exhortar a ello al pueblo cristiano por medio de nuestras palabras y nuestra autoridad.

3. Las razones por las que el bienaventurado José debe ser considerado especial patrono de la Iglesia, y por las que a su vez, la Iglesia espera muchísimo de su tutela y patrocinio, nacen principalmente del hecho de que él es el esposo de María y padre putativo de Jesús. De estas fuentes ha manado su dignidad, su santidad, su gloria. Es cierto que la dignidad de Madre de Dios llega tan alto que nada puede existir más sublime; mas, porque entre la santísima Virgen y José se estrechó un lazo conyugal, no hay duda de que a aquella altísima dignidad, por la que la Madre de Dios supera con mucho a todas las criaturas, él se acercó más que ningún otro. Ya que el matrimonio es el máximo consorcio y amistad —al que de por sí va unida la comunión de bienes— se sigue que, si Dios ha dado a José como esposo a la Virgen, se lo ha dado no sólo como compañero de vida, testigo de la virginidad y tutor de la honestidad, sino también para que participase, por medio del pacto conyugal, en la excelsa grandeza de ella. El se impone entre todos por su augusta dignidad, dado que por disposición divina fue custodio y, en la creencia de los hombres, padre del Hijo de Dios. De donde se seguía que el Verbo de Dios se sometiera a José, le obedeciera y le diera aquel honor y aquella reverencia que los hijos deben a sus propio padres. De esta doble dignidad se siguió la obligación que la naturaleza pone en la cabeza de las familias, de modo que José, en su momento, fue el custodio legítimo y natural, cabeza y defensor de la Sagrada Familia. Y durante el curso entero de su vida él cumplió plenamente con esos cargos y esas responsabilidades. El se dedicó con gran amor y diaria solicitud a proteger a su esposa y al Divino Niño; regularmente por medio de su trabajo consiguió lo que era necesario para la alimentación y el vestido de ambos; cuidó al Niño de la muerte cuando era amenazado por los celos de un monarca, y le encontró un refugio; en las miserias del viaje y en la amargura del exilio fue siempre la compañía, la ayuda y el apoyo de la Virgen y de Jesús. Ahora bien, el divino hogar que José dirigía con la autoridad de un padre, contenía dentro de sí a la apenas naciente Iglesia. Por el mismo hecho de que la Santísima Virgen es la Madre de Jesucristo, ella es la Madre de todos los cristianos a quienes dio a luz en el Monte Calvario en medio de los supremos dolores de la Redención; Jesucristo es, de alguna manera, el primogénito de los cristianos, quienes por la adopción y la Redención son sus hermanos. Y por estas razones el Santo Patriarca contempla a la multitud de cristianos que conformamos la Iglesia como confiados especialmente a su cuidado, a esta ilimitada familia, extendida por toda la tierra, sobre la cual, puesto que es el esposo de María y el padre de Jesucristo, conserva cierta paternal autoridad. Es, por tanto, conveniente y sumamente digno del bienaventurado José que, lo mismo que entonces solía tutelar santamente en todo momento a la familia de Nazaret, así proteja ahora y defienda con su celeste patrocinio a la Iglesia de Cristo.

4. Ustedes comprenden bien, Venerables Hermanos, que estas consideraciones se encuentran confirmadas por la opinión sostenida por un gran número de los Padres, y que la sagrada liturgia reafirma, que el José de los tiempos antiguos, hijo del patriarca Jacob, era tipo de San José, y el primero por su gloria prefiguró la grandeza del futuro custodio de la Sagrada Familia. Y ciertamente, más allá del hecho de haber recibido el mismo nombre —un punto cuya relevancia no ha sido jamás negada— , ustedes conocen bien las semejanzas que existen entre ellos; principalmente, que el primer José se ganó el favor y la especial benevolencia de su maestro, y que gracias a la administración de José su familia alcanzó la prosperidad y la riqueza; que —todavía más importante— presidió sobre el reino con gran poder, y, en un momento en que las cosechas fracasaron, proveyó por todas las necesidades de los egipcios con tanta sabiduría que el Rey decretó para él el título de "Salvador del mundo". Por esto es que Nos podemos prefigurar al nuevo en el antiguo patriarca. Y así como el primero fue causa de la prosperidad de los intereses domésticos de su amo y a la vez brindó grandes servicios al reino entero, así también el segundo, destinado a ser el custodio de la religión cristiana, debe ser tenido como el protector y el defensor de la Iglesia, que es verdaderamente la casa del Señor y el reino de Dios en la tierra. Estas son las razones por las que hombres de todo tipo y nación han de acercarse a la confianza y tutela del bienaventurado José. Los padres de familia encuentran en José la mejor personificación de la paternal solicitud y vigilancia; los esposos, un perfecto de amor, de paz, de fidelidad conyugal; las vírgenes a la vez encuentran en él el modelo y protector de la integridad virginal. Los nobles de nacimiento aprenderán de José como custodiar su dignidad incluso en las desgracias; los ricos entenderán, por sus lecciones, cuáles son los bienes que han de ser deseados y obtenidos con el precio de su trabajo. En cuanto a los trabajadores, artesanos y personas de menor grado, su recurso a San José es un derecho especial, y su ejemplo está para su particular imitación. Pues José, de sangre real, unido en matrimonio a la más grande y santa de las mujeres, considerado el padre del Hijo de Dios, pasó su vida trabajando, y ganó con la fatiga del artesano el necesario sostén para su familia. Es, entonces, cierto que la condición de los más humildes no tiene en sí nada de vergonzoso, y el trabajo del obrero no sólo no es deshonroso, sino que, si lleva unida a sí la virtud, puede ser singularmente ennoblecido. José, contento con sus pocas posesiones, pasó las pruebas que acompañan a una fortuna tan escasa, con magnanimidad, imitando a su Hijo, quien habiendo tomado la forma de siervo, siendo el Señor de la vida, se sometió a sí mismo por su propia libre voluntad al despojo y la pérdida de todo.

5. Por medio de estas consideraciones, los pobres y aquellos que viven con el trabajo de sus manos han de ser de buen corazón y aprender a ser justos. Si ganan el derecho de dejar la pobreza y adquirir un mejor nivel por medios legítimos, que la razón y la justicia los sostengan para cambiar el orden establecido, en primer instancia, para ellos por la Providencia de Dios. Pero el recurso a la fuerza y a las querellas por caminos de sedición para obtener tales fines son locuras que sólo agravan el mal que intentan suprimir. Que los pobres, entonces, si han de ser sabios, no confíen en las promesas de los hombres sediciosos, sino más bien en el ejemplo y patrocinio del bienaventurado José, y en la maternal caridad de la Iglesia, que cada día tiene mayor compasión de ellos.

6. Es por esto que —confiando mucho en su celo y autoridad episcopal, Venerables hermanos, y sin dudar que los fieles buenos y piadosos irán más allá de la mera letra de la ley— disponemos que durante todo el mes de octubre, durante el rezo del Rosario, sobre el cual ya hemos legislado, se añada una oración a San José, cuya fórmula será enviada junto con la presente, y que esta costumbre sea repetida todos los años. A quienes reciten esta oración, les concedemos cada vez una indulgencia de siete años y siete cuaresmas. Es una práctica saludable y verdaderamente laudable, ya establecida en algunos países, consagrar el mes de marzo al honor del santo Patriarca por medio de diarios ejercicios de piedad. Donde esta costumbre no sea fácil de establecer, es al menos deseable, que antes del día de fiesta, en la iglesia principal de cada parroquia, se celebre un triduo de oración. En aquellas tierras donde el 19 de marzo —fiesta de San José— no es una festividad obligatoria, Nos exhortamos a los fieles a santificarla en cuanto sea posible por medio de prácticas privadas de piedad, en honor de su celestial patrono, como si fuera un día de obligación.

7. Como prenda de celestiales favores, y en testimonio de nuestra buena voluntad, impartimos muy afectuosamente en el Señor, a ustedes, Venerables Hermanos, a su clero y a su pueblo, la bendición apostólica.

Dado en el Vaticano, el 15 de agosto de 1889, undécimo año de nuestro pontificado.
LEÓN PP. XIII



************
Resultado de imagen de benedicto xvi cuadros

BENEDICTO XVI
ÁNGELUS
Plaza de San Pedro
IV Domingo de Adviento, 19 de diciembre de 2010


Queridos hermanos y hermanas:

En este cuarto domingo de Adviento el evangelio de san Mateo narra cómo sucedió el nacimiento de Jesús situándose desde el punto de vista de san José. Él era el prometido de María, la cual «antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo» (Mt 1, 18). El Hijo de Dios, realizando una antigua profecía (cf. Is 7, 14), se hace hombre en el seno de una virgen, y ese misterio manifiesta a la vez el amor, la sabiduría y el poder de Dios a favor de la humanidad herida por el pecado. San José se presenta como hombre «justo» (Mt 1, 19), fiel a la ley de Dios, disponible a cumplir su voluntad. Por eso entra en el misterio de la Encarnación después de que un ángel del Señor, apareciéndosele en sueños, le anuncia: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María, tu mujer, porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados» (Mt 1, 20-21). Abandonando el pensamiento de repudiar en secreto a María, la toma consigo, porque ahora sus ojos ven en ella la obra de Dios.
  • San Ambrosio comenta que «en José se dio la amabilidad y la figura del justo, para hacer más digna su calidad de testigo» (Exp. Ev. sec. Lucam II, 5: ccl 14, 32-33). Él —prosigue san Ambrosio— «no habría podido contaminar el templo del Espíritu Santo, la Madre del Señor, el seno fecundado por el misterio» (ib., II, 6: CCL 14, 33). A pesar de haber experimentado turbación, José actúa «como le había ordenado el ángel del Señor», seguro de hacer lo que debía. También poniendo el nombre de «Jesús» a ese Niño que rige todo el universo, él se inserta en el grupo de los servidores humildes y fieles, parecido a los ángeles y a los profetas, parecido a los mártires y a los apóstoles, como cantan antiguos himnos orientales. San José anuncia los prodigios del Señor, dando testimonio de la virginidad de María, de la acción gratuita de Dios, y custodiando la vida terrena del Mesías. Veneremos, por tanto, al padre legal de Jesús (cf. Catecismo de la Iglesia católican. 532), porque en él se perfila el hombre nuevo, que mira con fe y valentía al futuro, no sigue su propio proyecto, sino que se confía totalmente a la infinita misericordia de Aquel que realiza las profecías y abre el tiempo de la salvación.
  • Queridos amigos, a san José, patrono universal de la Iglesia, deseo confiar a todos los pastores, exhortándolos a ofrecer «a los fieles cristianos y al mundo entero la humilde y cotidiana propuesta de las palabras y de los gestos de Cristo» (Carta de convocatoria del Año sacerdotal). Que nuestra vida se adhiera cada vez más a la Persona de Jesús, precisamente porque «el que es la Palabra asume él mismo un cuerpo; viene de Dios como hombre y atrae a sí toda la existencia humana, la lleva al interior de la palabra de Dios» (Jesús de Nazaret, Madrid 2007, p. 387). Invoquemos con confianza a la Virgen María, la llena de gracia «adornada de Dios», para que, en la Navidad ya inminente, nuestros ojos se abran y vean a Jesús, y el corazón se alegre en este admirable encuentro de amor.


También:
BENEDICTO XVI
ÁNGELUS
Domingo 19 de marzo de 2006

Queridos hermanos y hermanas: 

Hoy, 19 de marzo, se celebra la solemnidad de san José, pero, al coincidir con el tercer domingo de Cuaresma, su celebración litúrgica se traslada a mañana. Sin embargo, el contexto mariano del Ángelus invita a meditar hoy con veneración en la figura del esposo de la santísima Virgen María y patrono de la Iglesia universal. Me complace recordar que también era muy devoto de san José el amado Juan Pablo II, quien le dedicó la exhortación apostólica Redemptoris custoscustodio del Redentor, y seguramente experimentó su asistencia en la hora de la muerte.

La figura de este gran santo, aun permaneciendo más bien oculta, reviste una importancia fundamental en la historia de la salvación. Ante todo, al pertenecer a la tribu de Judá, unió a Jesús a la descendencia davídica, de modo que, cumpliendo las promesas sobre el Mesías, el Hijo de la Virgen María puede llamarse verdaderamente "hijo de David". El evangelio de san Mateo, en especial, pone de relieve las profecías mesiánicas que se cumplen mediante la misión de san José:  el nacimiento de Jesús en Belén (Mt 2, 1-6); su paso por Egipto, donde la Sagrada Familia se había refugiado (Mt 2, 13-15); el sobrenombre de "Nazareno" (Mt 2, 22-23).

En todo esto se mostró, al igual que su esposa María, como un auténtico heredero de la fe de Abraham:  fe en Dios que guía los acontecimientos de la historia según su misterioso designio salvífico. Su grandeza, como la de María, resalta aún más porque cumplió su misión de forma humilde y oculta en la casa de Nazaret. Por lo demás, Dios mismo, en la Persona de su Hijo encarnado, eligió este camino y este estilo —la humildad y el ocultamiento— en su existencia terrena.

El ejemplo de san José es una fuerte invitación para todos nosotros a realizar con fidelidad, sencillez y modestia la tarea que la Providencia nos ha asignado. Pienso, ante todo, en los padres y en las madres de familia, y ruego para que aprecien siempre la belleza de una vida sencilla y laboriosa, cultivando con solicitud la relación conyugal y cumpliendo con entusiasmo la grande y difícil misión educativa.

Que san José obtenga a los sacerdotes, que ejercen la paternidad con respecto a las comunidades eclesiales, amar a la Iglesia con afecto y entrega plena, y sostenga a las personas consagradas en su observancia gozosa y fiel de los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia. Que proteja a los trabajadores de todo el mundo, para que contribuyan con sus diferentes profesiones al progreso de toda la humanidad, y ayude a todos los cristianos a hacer con confianza y amor la voluntad de Dios, colaborando así al cumplimiento de la obra de salvación.

**************
Para meditar más:
19 de marzo, Solemnidad de San José.