sábado, 29 de febrero de 2020

San Ireneo de Lyon, La amistad de Dios


El alma que crea que no necesita de Dios, algunas terminan suicidándose, se desesperan, no saben como solucionar los problemas. Vivir y morir sin Dios ya en sí es un infierno.


Yahvé nuestro Señor nos creó por amor, y nuestro vivir es amar, en primer lugar a Dios y desde Él, sabemos también amar a nuestros hermanos, que son los que como nosotros, hemos recibido el sacramento del Bautismo. Y rezar por cuantos no creen en Dios, y que un día, si ellos quieren, crean y se conviertan, y acepten a Cristo como único Salvador de todos los que creen en Él. Y tengan vida en comunión con la Fe de la Iglesia Católica y la Tradición del Señor. 

Dicen algunos que Dios ama a todos, y no pone condiciones, pero cuando leo y medito la Palabra de Dios, comprendo otra cosa distinta, y siempre doy más crédito a la Palabra de Dios y no a las palabras humanas, que hablan como si lo supieran todo. Y se equivocan rotundamente. Hemos de creer siempre a Dios, a nuestro Señor Jesucristo. Examinarlo todo siempre a la luz de la Palabra de Dios, para ver que si lo que nos dicen es verdad o no. Son numerosos los bautizados que no le interesan lo que nos enseña la Palabra de Dios. Errores que cometen mucho, y no se corrigen. Podían ganar mucho si en verdad se esforzarse en escuchar a Dios. 

Hoy es sábado después de Ceniza.


viernes, 28 de febrero de 2020

La oración es luz del alma.


Cualquiera que sea nuestras ocupaciones, necesitamos incluir nuestra relación con el Señor, el trabajo puede ser duro, pero con la oración perseverante, se suavizará. Y siempre tendremos esa paz interior, una cercanía con Yahvé nuestro Señor y Salvador Jesucristo, que nadie puede romper. Porque es importante que nuestra firmeza en la fe, los ataques no podrán derribarnos, estamos edificados sobre Roca: Cristo, y no sobre arena.
Cuando al comienzo de cada día, nos presentamos ante Dios, necesitamos arrojar de nuestro corazón cualquier preocupación que nos estorbe cuando pensamos en Dios. Esas vanas preocupaciones, son las torpes imaginaciones, pues el tentador quiere que con el Señor estemos descuidados y distraídos en cosas inútiles, tenemos que desechar cualquier cosa que no nos ayude en la fe.

Debemos comprender lo que agrada a Dios, que no suele ser siempre lo que a nosotros nos agrada, sino que nos perjudica. si pedimos al Señor que nos conceda alguna cosa que nada tiene que ver con la salvación del alma, no debemos hacerlo nunca. Sino todo lo que Jesús y la Tradición de la Fe Apostólica del Señor nos enseña.

Cuando nuestra oración es auténtica, nuestra vida se transforma, y el aborrecimiento a nuestros pecados veniales nos ayuda mucho a mantenernos fieles a Cristo Jesús. 

La Santísima Madre de Dios, la Llena de Gracia nos ayuda a perfeccionarnos. También nos ayuda la Santa Misa, la Sagrada Biblia, la Iglesia Católica también no ayuda a que nuestra relación con el Señor sea cada día más pura y santa. 

jueves, 27 de febrero de 2020

San León Magno, Purificación espiritual por el ayuno y la misericordia



Hemos comenzado la Santa Cuaresma, y este año, muchos no podrán confesar sus pecados, en Italia, según las noticias, no habrá confesiones a causa de esta terrible plaga del coronavirus. Tanto se ha provocado al Señor, que parece ser que quedan abandonados a su suerte. Pues nadie puede dedicarse plenamente a la vida conforme a la Voluntad de Dios, mientras no ordene el propio corazón, siempre hacia Dios. Pues tener una parte del corazón en las cosas terrenales, estamos viendo que hay otros males que son más grave que el corona-virus, es que el alma se quede sin confesión, sin sacramentos. Buscarán al Señor y ya no les encontrarán.

En otros tiempos habían plagas en el mundo entero, pero no se cerraban las iglesias. San Francisco de Asís no tuvo miedo, ni siquiera lo pensaba, cuando comía del mismo plato con los leprosos. Y es que tenía una fe que era capaz de mover pesadísimas montañas. Hoy la fe se ha perdido. Ya la mayoría han dejado de creer en la presencia real de Dios, en la Eucaristía. 

No debemos cometer abusos a la divina misericordia. Cuando por desgracia del alma, cuando se pierde la gravedad del pecado venial, no tarde en sentirse tranquila cuando comete pecados mortales, vive y muere así. 

La misericordia llena toda la tierra, es verdad, llena nuestras vidas, mientras combatamos nuestros vicios y pecados, siempre tendremos la ayuda infalible del Señor nuestro Dios. 

Muchas almas, en Italia, ya sabrán a donde acudir, para llamar a un sacerdote, que pueda ayudar los últimos momentos del alma moribunda. Porque morir sin haberse confesado es lo más terrible que el alma puede experimentar. Aunque pienso, que Dios no los abandonará del todo, ya que facilitará el camino del sacramento de la penitencia. 

Como comenté en otro lugar, necesitamos orar por la santidad de los sacerdotes, suplicar al Señor que tenga misericordia de nosotros, que no nos veamos abandonados. La Santa Misa es necesaria cada día, porque refrena el poder del maligno. Si faltase la Eucaristía, si los sacerdotes no celebrasen la Santa Misa, los espíritus malignos ganaría mucho terreno.

En esta Santa Cuaresma 2.020, en verdad ha de cambiar nuestro corazón. Hay muchas cosas que no nos gustan, pero nuestro comportamiento, nuestros pensamientos, nuestras palabras deben complacer al Señor. 

La meditación diaria de las lecturas de la Misa, siempre lo podemos dedicar con mucha atención y amor a Dios. Nuestra devoción a la Madre de Dios, consagrándonos a los Sagrados Corazones de Jesús y María, y con renovación diaria, para que no nos veamos sometidos por la corrupción de los vicios y pecados. 

Otra bellísima lectura de la Liturgia de las Horas. 

De los sermones de San León Magno, Papa


Sermón 6 sobre la Cuaresma, 1-2; PL 54, 285-287

Purificación espiritual por el ayuno y la misericordia 

Siempre, hermanos, la misericordia del Señor llena la tierra, y la misma creación natural es, para cada fiel, verdadero adoctrinamiento que lo lleva a la adoración de Dios, ya que el cielo y la tierra, el mar y cuanto en ellos hay manifiestan la bondad y omnipotencia de su autor, y la admirable belleza de todos los elementos que le sirven está pidiendo a la criatura inteligente una acción de gracias. 

Pero cuando se avecinan estos días, consagrados más especialmente a los misterios de la redención de la humanidad, estos días que preceden a la fiesta pascual, se nos exige, con más urgencia, una preparación y una purificación del espíritu. 

Porque es propio de la festividad pascual que toda la Iglesia goce del perdón de los pecados, no sólo aquellos que nacen en el sagrado bautismo, sino también aquellos que, desde hace tiempo, se cuentan ya en el número de los hijos adoptivos. 

Pues si bien los hombres renacen a la vida nueva principalmente por el bautismo, como a todos nos es necesario renovarnos cada día de las manchas de nuestra condición pecadora, y no hay nadie que no tenga que ser cada vez mejor en la escala de la perfección debemos esforzarnos para que nadie se encuentra bajo el efecto de los viejos vicios el día de la redención. 

Por ello, en estos días, hay que poner especial solicitud y devoción en cumplir aquellas cosas que los cristianos deben realizar en todo tiempo; así viviremos, en santos ayunos, esta Cuaresma de institución apostólica, y precisamente no sólo por el uso menguado de los alimentos, sino sobre todo ayunando de nuestros vicios. 

Y no hay cosa más útil que unir los ayunos santos y razonables con la limosna, que, bajo la única denominación de misericordia, contiene muchas y laudables acciones de piedad, de modo que, aun en medio de situaciones de fortuna desiguales, puedan ser iguales las disposiciones de ánimo de todos los fieles. 

Porque el amor, que debemos tanto a Dios como a los hombres, no se ve nunca impedido hasta el punto que no pueda querer lo que es bueno. Pues, de acuerdo con lo que cantaron los ángeles: Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor, Él se compadece caritativamente de quienes sufren cualquier calamidad es bienaventurado no sólo en virtud de su benevolencia, sino por el bien de la paz. 

Las realizaciones del amor pueden ser muy diversas y, así, en razón de esta misma diversidad, todos los buenos cristianos pueden ejercitarse en ellas, no sólo los ricos y pudientes, sino incluso los de posición media y aun los pobres; de este modo, quienes son desiguales por su capacidad de hacer limosna son semejantes en el amor y afecto con que la hacen. 

Oración

Señor, que tu gracia inspire, sostenga y acompañe nuestras obras, para que nuestro trabajo comience en ti como en su fuente, y tienda siempre a ti como a su fin. Por nuestro Señor Jesucristo.

miércoles, 26 de febrero de 2020

La conversión es necesaria, y perseverar en la obediencia a la Voluntad de Dios.


Reflexión.
Muchos nos hemos estado preparando para el comienzo de la Santa Cuaresma, y esta mañana la imposición de la ceniza.

Conversión y creer en el Evangelio es creer en Cristo Jesús. Y esto significa que necesitamos perseverar, para que cuando llegue nuestro momento nos encontremos preparados para la salvación. El que no se prepara, por sí mismo, se complica la vida y termina en ruina perpetua.

Dios castiga, pues es el pecador obstinado quien desafía a Dios. Pero el Señor realmente quiere salvar a todos, no quiere que nadie se condene. Ninguno queremos terminar en los tormentos eternos, por eso, obedeciendo plenamente al plan de Dios, nos salvaremos. Los mandamientos son caminos de libertad, de alegría, nos prepara para la vida eterna y nuestra comunión con la Iglesia Católica.

Todos tenemos un tiempo de penitencia, que no debe ser únicamente en tiempo de Cuaresma, sino es toda la vida. Renunciar muchas cosas que parecen que no son pecados, pues el diablo oculta la trampa para qué, pensando más en nosotros mismos, ya no nos acordemos de Dios y nuestras oraciones se entibia, que nunca llega a perfeccionarse.

Miércoles de Ceniza, ayuno, sobre todo de palabras, de desprecios al prójimo, y más que ayunar es dar muerte a todo lo terreno que pueda haber en nuestra vida. Como bautizados no pertenecemos a este mundo, sino al Reino de Dios. Abstinencia, en algunos alimentos, como la carne, que en Miércoles de Ceniza no podemos comer. Y los viernes de Cuaresma, tampoco. Debemos ser sobrios en el comer y en el beber. El demasiado comer no ayuda para nada. En ocasiones, cuando como solo en casa, como poco, pero cuando me han llegado a invitar a comer en otra parte, el estomago se hincha.  

En algunas localidades de Roma se han suprimido misas, la celebración del Miércoles de Ceniza. Por ese miedo al coronavirus, una plaga que se va extendiendo en distintas partes del mundo y procede de China. 

Roma a perdido la fe. Pero todavía queda algo de fe, en aquellas iglesias, donde fielmente han respetado el Miércoles de Ceniza. 

El Señor nos exhorta al arrepentimiento, pero que nosotros, una vez que nos hemos arrepentidos de nuestros pecados y vicios, no debemos de nuevo recaer en esas costumbre que empuja a la muerte del alma, que es el pecado, el vicio, cualquiera que sea. 

Que debemos, y necesitamos tomar en serio nuestra conversión. 



De la Carta de San Clemente, romano, papa, a los Corintios.
 (Cap. 7, 4 - 8, 3; 8, 5 - 9, 1; 13, 1 - 4; 19, 2: Funk 1, 71 - 73. 77 - 78. 87)

Convertíos

Fijemos con atención nuestra mirada en la sangre de Cristo, y reconozcamos cuán preciosa ha sido a los ojos de Dios, su Padre, pues, derramada por nuestra salvación, alcanzó la gracia de la penitencia para todo el mundo. 

Recorramos todas las generaciones y aprenderemos cómo el Señor, de generación en generación, «concedió un tiempo de penitencia» a los que deseaban convertirse a Él. Jonás anunció a los ninivitas la destrucción de su ciudad, y ellos, arrepentidos de sus pecados, pidieron perdón a Dios y, a fuerza de súplicas, alcanzaron la indulgencia, a pesar de no ser del pueblo elegido. 

De la penitencia hablaron, inspirados por el Espíritu Santo, los que fueron ministros de la gracia de Dios. Y el mismo Señor de todas las cosas habló también con juramento de la penitencia, diciendo: «Vivo yo» - dice el Señor - «que no me complazco en la muerte del pecador, sino en que se convierta», añadiendo aquella hermosa sentencia: «Arrepentíos, casa de Israel, de vuestra iniquidad; di a los hijos de mi pueblo: Aun cuando vuestros pecados alcanzaren de la tierra al cielo y fueren más rojos que la escarlata y más negros que un manto de piel de cabra; si os convirtierais a mí con toda vuestra alma y me dijerais «Padre», yo os escucharé como a un pueblo santo». 

Queriendo, pues, el Señor que todos los que Él ama tengan parte en la penitencia, lo confirmó así con su omnipotente voluntad. 

Obedezcamos, por tanto, a su magnífico y glorioso designio, e implorando con súplicas su misericordia y benignidad, recurramos a su misericordia y convirtámonos, dejadas a un lado las vanas obras, las contiendas y la envidia que conduce a la muerte. 

Seamos, pues, humildes, hermanos, y deponiendo toda jactancia, ostentación, insensatez y arrebatos de ira, cumplamos lo que está escrito, pues lo dice el Espíritu Santo: «No se gloríe el sabio de su sabiduría, no se gloríe el fuerte de su fortaleza, no se gloríe el rico de su riqueza, sino el que se gloría, gloríese en el Señor, para buscarle a él y practicar el derecho y la justicia», especialmente si tenemos presentes las palabras del Señor Jesús, aquellas que dijo enseñando la benignidad y longanimidad; dijo, en efecto: «Compadeceos y seréis compadecidos; perdonad para que se os perdone a vosotros. De la manera que vosotros hiciereis, así se hará también con vosotros. Como diereis, así se os dará a vosotros; como juzgareis, así se os juzgará a vosotros; como usareis de benignidad, así la usarán con vosotros; con la medida que midiereis, así se os medirá a vosotros». 

Que estos mandamientos y estos preceptos nos comuniquen firmeza para poder caminar con toda humildad en la obediencia de sus santos consejos. Pues dice la Escritura santa: «En ése pondré mis ojos: en el humilde y el abatido, que se estremece ante mis palabras».

Como quiera, pues, que hemos participado de tantos, tan grandes y tan ilustres hechos, emprendamos otra vez la carrera hacia la meta de paz que nos fue anunciada desde el principio y fijemos nuestra mirada en el Padre y Creador del universo, acogiéndonos a los magníficos y sobreabundantes dones y beneficios de su paz. 

Oración

Señor, fortalécenos con tu auxilio al empezar la Cuaresma, para que nos mantengamos en espíritu de conversión; que la austeridad penitencial de estos días nos ayude en el combate cristiano contra las fuerzas del mal. Por nuestro Señor.