sábado, 23 de noviembre de 2019

Jesucristo, Rey del universo, permanezcamos siempre con Él





Solemnidad de Cristo Rey

Muchos queremos que el Reinado de Cristo se extienda en el mundo entero, pero solamente unos pocos corazones se disponen a ello. Trabajan por los intereses de Nuestro Señor Jesucristo, aprenden del Señor, como hemos de trabajar por la salvación de nuestras almas. 

El sarcasmo, las burlas, las infidelidades no son requisitos de la fe, sino de quienes no la tienen, la indiferencia, tibieza, la mundanidad, los juegos, diversiones. Muchas cosas que el alma desagradecida ve y está convencido que es bueno mientras que la Palabra de Dios nos muestra todo lo contrario.

Las falsas religiones que proceden del paganismo, esa impiedad, son portales del infierno. El budismo, el hinduismo, el islamismo, el protestantismo no vienen de Dios sino del diablo. Por tanto, en estas extensiones de corrupción Cristo no puede ni quiere estar.

Para que comprendamos que Cristo es verdaderamente Rey, y que nosotros deseamos que reine en nuestras vidas, tenemos la Sagrada Tradición, no el modernismo, no los intereses políticos, que siempre buscan el poder del mundo, que es temporal. El Reinado de Cristo es lo mejor para todos nosotros.

Cristo es Rey, es nuestro Dios, nuestro Redentor, necesitamos estar siempre con Cristo, porque estamos en un mundo confuso, oscuro y conflictivo, pero solo en Cristo que vino al mundo a traernos la luz. La Vida eterna.


Yo quiero que Cristo reine en nuestros corazones, en nuestras vidas, en nuestros hogares, queremos permanecer con Cristo ya vayamos de viaje, en el trabajo, en todas partes, incluso paseando también deseamos que este maravilloso Amigo y Compañero, que tanto nos ama, esté con nosotros, ahora y para siempre.

Hemos de adorarle con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, no debemos consentir que el tentador nos aleje de Dios en las tentaciones, corramos, acudamos rápidamente al Rey de reyes, que siempre estará atento cuando le invocamos con el corazón bien preparado. Si nuestro corazón es imperfecto, es verdad, no dejemos de suplicar al Señor que nos ayude a perfeccionarnos, fuera de Él es imposible hacer algo bueno.

El mundo se imagina que "Cristo ha fracasado" cuando murió en la cruz, por el contrario, Jesucristo triunfó, venció al tentador, al demonio, a la muerte cuando resucitó, es Rey Victorioso. Por el contrario, el pecado siempre tiende al fracaso, pero nosotros, pobres pecadores, en Cristo Jesús siempre vencemos nuestras tentaciones, sin la ayuda de Él fracasamos. 

Reconociendo a Cristo como nuestro Rey y Salvador, nos encaminamos hacia la salvación, hemos de pedir al Señor, todos los días, muchas veces al día, que nos conceda la gracia de la Perseverancia Final, por nosotros y por todos nuestros hermanos y hermanas.

Sería terrible para nosotros, que hayamos perdido de vista a Cristo Jesús, que vamos sin rumbo, que estamos naufragando en la fe, cuando en nuestro corazón se excluye nuestro amor a Dios, y abre las puertas a los intereses humanos, que no son precisamente conforme a la Voluntad de Dios. Esos deseos desordenados, mundanos, torpes, hasta llenar el corazón y los pensamientos, de cosas que ofenden a Dios. 

Quien ama de verdad a Dios, solo Dios basta, lo demás es basura. Y no queremos basuras en nuestro corazón, en nuestros pensamientos. 

Todo lo que no sea de vida en nosotros, pues la Cristo es la vida, y lo que no es vida, es todo lo que nos presenta el mundo, el pecado, las concupiscencias, esto no es vida, sino muerte. 

Aceptar a Cristo como nuestro guía, como nuestro Maestro, y debemos aprender a escucharle desde el corazón, siempre bien dispuesto. 

 Hoy se acaba lo que la Iglesia enseña como Tiempo Ordinario, y la semana próxima, comienza el tiempo de Adviento. Deseando con alegría la venida del Señor, su nacimiento, pero en nosotros mismos, que debemos hospedarle siempre con limpieza y vida de pureza. 

Del Opúsculo de Orígenes, presbítero, sobre la oración
Cap
25

Venga a nosotros tu reino

Si, como dice nuestro Señor y Salvador, el reino de Dios no vendrá espectacularmente, ni anunciarán que está aquí o está allí, sino que el reino de Dios está dentro de nosotros, pues la palabra está cerca de nosotros, en los labios y en el corazón, sin duda, cuando pedimos que venga el reino de Dios, lo que pedimos es que este reino de Dios, que está dentro de nosotros, salga afuera, produzca fruto y se vaya perfeccionando. Efectivamente, Dios reina ya en cada uno de los santos, ya que éstos se someten a su ley espiritual, y así Dios habita en ellos como en una ciudad bien gobernada. En el alma perfecta está presente el Padre, y Cristo reina en ella, junto con el Padre, de acuerdo con aquellas palabras del Evangelio: Vendremos a él y haremos morada en él.

Este reino de Dios que está dentro de nosotros llegará, con nuestra cooperación, a su plena perfección cuando se realice lo que dice el Apóstol, esto es, cuando Cristo, una vez sometidos a él todos sus enemigos, entregue a Dios Padre su reino, y así Dios lo será todo para todos. Por esto, rogando incesantemente con aquella actitud interior que se hace divina por la acción del Verbo, digamos a nuestro Padre que está en los cielos: Santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino.

Con respecto al reino de Dios, hay que tener también esto en cuenta: del mismo modo que no tiene que ver la luz con las tinieblas, ni la justicia con la maldad, ni pueden estar de acuerdo Cristo y el diablo, así tampoco pueden coexistir el reino de Dios y el reino del pecado.

Por consiguiente, si queremos que Dios reine en nosotros, procuremos que de ningún modo el pecado siga dominando nuestro cuerpo mortal, antes bien, mortifiquemos todo lo terreno que hay en nosotros y fructifiquemos por el Espíritu; de este modo, Dios se paseará por nuestro interior como por un paraíso espiritual y reinará en nosotros él solo con su Cristo, el cual se sentará en nosotros a la derecha de aquella virtud espiritual que deseamos alcanzar: se sentará hasta que todos sus enemigos que y en nosotros sean puestos por estrado de sus pies, y sean reducidos a la nada en nosotros todos los principados, todos los poderes y todas las fuerzas.

Todo esto puede realizarse en cada uno de nosotros, y el último enemigo, la muerte, puede ser reducido a la nada, de modo que Cristo diga también en nosotros: ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón? Ya desde ahora este nuestro ser, corruptible, debe vestirse de santidad y de incorrupción, y este nuestro ser, mortal, debe revestirse de la inmortalidad del Padre, después de haber reducido a la nada el poder de la muerte, para que así, reinando Dios en nosotros, comencemos a disfrutar de los bienes de la regeneración y de la resurrección.





Himno de la Liturgia de las Horas

Tedeum

A Ti, oh Dios, te alabamos,
a Ti, Señor, te confesamos.
A Ti, eterno Padre,
toda la tierra te venera.

A tí todos los ángeles,
a tí los cielos y todas las potestades:
a tí los querubines y serafines
con voz incesante proclaman:

Santo, Santo, Santo
Señor Dios del universo.
Llenos están los cielos y la tierra
de la majestad de tu gloria.

A Ti te alaba el glorioso coro de los apóstoles,
la multitud admirable de los profetas,
el blanco ejército de los mártires.

A Ti por toda la tierra,
te confiesa la Iglesia santa,
Padre de inmensa majestad;
Hijo único y verdadero, digno de adoración,
Espíritu Santo, Defensor.

Tú, Cristo, eres el Rey de la gloria.
Tú eres el Hijo del Padre eterno.
Tú, para liberar al hombre, aceptaste la condición humana
y no te horrorizaste del seno de la Virgen.

Tú, rotas las cadenas de la muerte,
abriste a los creyentes el reino de los cielos.
Tú te sientas a la derecha de Dios
en la gloria del Padre.

Creemos que un día has de venir como juez.

Te rogamos, pues, que vengas en ayuda de tus siervos,
a quienes redimiste con tu preciosa sangre.

Haz que en la gloria eterna
seamos contados con tus santos.

Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice tu heredad.
Sé su pastor
y ensálzalo eternamente.

Día tras día te bendecimos
y alabamos tu nombre para siempre,
por eternidad de eternidades.

Dígnate, Señor, en este día
guardarnos sin pecado.
Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.

Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de Ti.
En Ti, Señor, confié,
no me vea confundido para siempre


Oración:
Dios Todopoderoso y eterno, que quisiste fundar todas las cosas en tu Hijo muy amado, Rey del universo, haz que toda la creación, liberada de la esclavitud del pecado, sirva a vuestra Majestad y te glorifique sin fin. Por nuestro Señor Jesucristo. 

Más: Cristo, Rey del Universo, (Solemnidad)  [2018]
(570) Cristo Rey y los ídolos. Comentario de San Agustín al salmo 95 (José María Iraburu)


"¡Que viva mi Cristo, que viva mi Rey!" (Jorge López Teulón)

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