«¿Acaso no sabéis es templo del Espíritu Santo, que habita en vosotros de Dios? Y no os pertenecéis, pues habéis sido comprado [rescatado] a buen precio. Por tanto, ¡glorificad a Dios con vuestro cuerpo!» (1Corintios VI,19-20)
Glorificamos a Dios cuando no consentimos pecado de ninguna clase, ni con el pensamiento.
Darse muerte
así mismo para no glorificar a Dios. La persona no tiene ningún derecho en
destruir la propia vida. el Señor nos creó para la vida eterna, el que se mata
así mismo, inmediatamente es juzgado y condenado. Actualmente hay teólogos que
dicen lo contrario, incluso se inventan mentiras atribuyéndola a algún santo,
como esta, que entre el momento que inicia su momento de suicidio, arrojándose
desde un puente, y entre el suelo, encontrará misericordia de Dios, los herejes
enseñan esas cosas.
Los cristianos
que no son capaces de avanzar en la fe, y cuando habla del suicida, se acomodan
a falsedades que atribuyen los propios errores personales a los santos como queda
claro. Pero no aprenden porque se niegan a aceptar la verdad, siguen así, porque
tienen el corazón la mente corrompidos.
El suicidio es un crimen
aún mayor, que si se le quitara la vida a una persona, pero la pena de castigo
para los que se suicidan, es mucho más rigurosa. Quitarse la propia vida es
pecar gravemente contra Dios.
Durante la tragedia destructiva de destruir a la humanidad, aviones que se estrellaron en "La Torres Gemelas", luego echaron la culpa a otras organizaciones... A mi parecer los que se arrojaban por las ventanas, no serían creyentes fervorosos, mayormente ateos o de otras falsas religiones, pero un verdadero católico, bien instruido en al doctrina de la Iglesia Católica, teniendo presente los mandamientos de Dios, no se daría muerte así mismo.
El suicidio es claramente prohibido por la Palabra de Dios. Se dice que la psiquiatría dice que no es pecado grave, pero si no omitiera las enseñanzas de la Iglesia Católica, claramente es pecado gravísimo en todos los sentidos.
¿Quién quiere verse atormentados en el infierno? Nadie, pero hay personas en mi barrio, que me llegaron a decir, que prefieren el infierno y no el cielo. Con la muerte de ellos, se dieron cuenta del sufrimiento espantoso de los condenados.
Pues el demonio que es astuto, y padre de la mentira, les engaña de muchas formas, a fin de que no se acerquen a Dios, por la oración, y desconfíen del perdón del Señor y termina destruyendo su propia vida, y en ese mismo instante, quedan convencidos que es castigo eterno. Olvidados de Dios y de este mundo.
¿Puede ayudarme la Biblia si ya no quiero vivir?Sí puede ayudarlo, pues es la Palabra de Dios y él consuela a los desanimados (2 Corintios 7:6).Ore a Dios.Lo que dice la Biblia: “A la vez que echan sobre él toda su inquietud, porque él se interesa por ustedes” (1 Pedro 5:7).Dios puede darle paz interior y fuerzas para seguir adelante (Filipenses 4:6, 7, 13). Así es como Dios ayuda a los que se acercan a él (Salmo 55:22). "Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría." 1 Pedro 4:12-13"Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría." 1 Pedro 4:12-13
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Verdaderamente el Señor se interesa por todos nosotros, si vamos a Él, los problemas, las dificultades que tenemos en lo personal, se desvanece, el mal se aleja de nosotros. La devoción a la Santísima Virgen María, siempre nos ha ayudado a perfeccionarnos ante su Hijo Jesús, que nos acoge. El ateísmo no es la solución para resolver ninguna clase de problemas personales, solo Dios puede ayudarnos, confiando también en la intercesión de la Santísima Virgen María.
Y así nos lo explica Santo Tomás de Aquino en
Suma teológica. Parte II-IIae
Cuestión 64
El homicidio
Artículo 5:
¿Es lícito a alguien suicidarse?
Objeciones por las que parece que a
alguien le es lícito suicidarse:
1. El homicidio solamente es pecado en cuanto es contrario a la justicia. Mas nadie puede hacerse a sí mismo injusticia, como se prueba en V Ethic. Luego nadie peca suicidándose.
2. Matar a los malhechores es lícito al que tiene pública potestad. Pero algunas veces el que tiene pública potestad es malhechor. Luego le está permitido darse muerte.
3. Es lícito que uno se exponga espontáneamente a un peligro menor por evitar el peligro mayor, como también es lícito que uno se ampute un miembro podrido para salvar todo el cuerpo. Pero a veces uno, dándose muerte a sí mismo, evita mayor mal, como sería una vida miserable o la torpeza de algún pecado. Luego es lícito a algunos suicidarse.
4. Sansón se dio muerte, según se tiene en Jue 16,30; y, sin embargo, se le enumera entre los santos, como es manifiesto (Heb 11,32). Luego es lícito a alguno suicidarse.
5. En el libro de 2 Mac 14,41ss se cuenta que Razias se dio muerte, prefiriendo morir noblemente antes que caer en manos de pecadores y sufrir injurias indignas de su linaje. Pero nada que se haga noblemente y con valor es ilícito. Luego no es ilícito darse muerte.
Contra esto: está Agustín, en I De civ. Dei, que dice: Sólo nos queda aplicar al hombre este precepto: No matarás. Ni a tu prójimo ni a ti, porque el que se mata, mata a un hombre.
Respondo: Es absolutamente ilícito suicidarse por tres razones: primera, porque todo ser se ama naturalmente a sí mismo, y a esto se debe el que todo ser se conserve naturalmente en la existencia y resista, cuanto sea capaz, a lo que podría destruirle. Por tal motivo, el que alguien se dé muerte va contra la inclinación natural y contra la caridad por la que uno debe amarse a sí mismo; de ahí que el suicidarse sea siempre pecado mortal por ir contra la ley natural y contra la caridad.
Segunda, porque cada parte, en cuanto tal, pertenece al todo; y un hombre cualquiera es parte de la comunidad, y, por tanto, todo lo que él es pertenece a la sociedad. Por eso el que se suicida hace injuria a la comunidad, como se pone de manifiesto por el Filósofo en V Ethic.
Tercera, porque la vida es un don divino dado al hombre y sujeto a su divina potestad, que da la muerte y la vida. Y, por tanto, el que se priva a sí mismo de la vida peca contra Dios, como el que mata a un siervo ajeno peca contra el señor de quien es siervo; o como peca el que se arroga la facultad de juzgar una cosa que no le está encomendada, pues sólo a Dios pertenece el juicio de la muerte y de la vida, según el texto de Dt 32,39: Yo quitaré la vida y yo haré vivir.
A las objeciones:
1. El homicidio es pecado, no sólo porque es contrario a la justicia, sino también porque es contrario a la caridad que debe tener uno consigo mismo; y en este concepto el suicidio es pecado contra uno mismo; pero, además, respecto a la sociedad y a Dios, tiene también razón de pecado por oposición a la justicia.
2. El que ejerce pública potestad puede matar lícitamente al malhechor, por cuanto puede juzgarle; pero nadie es juez de sí mismo, y, por consiguiente, no es lícito al que ejerce pública potestad darse muerte a sí mismo, cualquiera que sea su pecado; pero sí le es lícito someterse al juicio de otros.
3. El hombre se constituye en señor de sí mismo por el libre albedrío, y, por tanto, puede lícitamente disponer de sí mismo en lo que pertenece a esta vida, la cual se rige por el libre albedrío del hombre. Pero el tránsito de esta vida a otra más feliz no está sujeto al libre albedrío del hombre, sino a la potestad divina; y por esta razón no es lícito al hombre darse muerte para pasar a otra vida más dichosa.
Tampoco lo es el que rehúya ciertas miserias de la vida presente, puesto que la muerte es el último de los males de esta vida y el más terrible, como se muestra por el Filósofo en III Ethic. Por consiguiente, suicidarse para evitar otras miserias de esta vida es preferir un mayor mal por evitar uno menor.
Ni tampoco es lícito darse muerte por algún pecado cometido, ya porque con esto se causa uno a sí mismo un perjuicio máximo, puesto que se priva del tiempo necesario para la penitencia, ya también porque no es lícito matar al malhechor sino mediante juicio de la pública potestad.
Ni igualmente es lícito a la mujer darse muerte para no ser violada, ya que no debe cometer un crimen mayor, que es el suicidio, para evitar un delito menor ajeno; pues la mujer violada a la fuerza no peca si no da su consentimiento, porque el cuerpo no se mancha sino por el consentimiento del alma, como dijo Santa Lucía. Mas consta que es notoriamente menor pecado la fornicación o el adulterio que el homicidio y, sobre todo, que el suicidio, el cual es gravísimo, porque el hombre se causa a sí mismo un daño, debiéndose un máximo amor, y también, es pecado peligrosísimo, pues no queda tiempo para expiarlo por la penitencia.
Finalmente, tampoco es lícito darse muerte por temor a consentir en el pecado, puesto que no deben realizarse males para que sobrevengan bienes (Rom 3,8) o para evitar otros males, sobre todo menores y menos ciertos. Y es incierto si uno consentirá más adelante en el pecado, puesto que Dios puede librar del pecado al hombre en cualquier tentación que le asalte.
4., como dice Agustín, en I De civ. Dei, el que Sansón se sepultara con sus enemigos entre las ruinas del templo sólo se excusa por alguna secreta intimación del Espíritu Santo, que obraba milagros por su medio. El mismo razonamiento aduce Agustín respecto de ciertas santas mujeres que se dieron muerte en tiempo de persecución y cuya memoria celebra la Iglesia.
5. Pertenece a la virtud de la fortaleza el que alguien no rehúse que le maten por otro a causa del bien de la virtud y para evitar el pecado. Pero el que uno se suicide para evitar sufrimientos penales sólo tiene una apariencia de fortaleza, por lo que algunos se quitaron la vida a sí mismos creyendo que obraban valerosamente, entre los que se enumera el caso de Razías; pero no es verdadera fortaleza, sino más bien cierta flojedad del alma, que es incapaz de soportar padecimientos penales, como ponen de relieve el Filósofo en II Ethic., y Agustín en I De civ. Dei.
Ya para terminar, también podemos aprender de la Enciclopedia de la
Religión Católica, MCMLVI (1956)
Suicidio (voz formada a
semejanza de “homicidio”, lat. Homicidium, del latin, sui, “de sí
mismo” y el verbo caedere, “matar”). Acto y efecto de quitarse la
vida a sí mismo, de un modo violento y por la propia voluntad.
Aun cuando quizás el darse la muerte así mismo informa con frecuencia un acto de locura, es también cierto que el problema de si el suicidio es lícito o aconsejable en ciertas ocasiones, se planteó más de una vez en el curso de la ética clásica.
En general, el espíritu griego estuvo predispuesto a no a no sentir como absurdo el suicidio, llevado de aquel pesimismo que inducía a que su gnómica afirmara que “para el hombre lo mejor es no haber nacido, y si ha nacido, atravesar lo más pronto las puertas del Hades”. Sin embargo, aunque las aspiraciones orficopitagoricoplatónicas apuntaban a un feliz más allá que invitaba a desear la muerte, el suicidio fue condenado como la fuga de la cárcel corpórea en que la divinidad encerró al alma, y las antiguas legislaciones prescribieron penas contra los suicidas; así, en Tebas, sus cadáveres eran arrojados ignominiosamente a las llamas. No obstante, las corrientes filosóficas de libertad el espíritu de la infelicidad de la existencia. Pero el derecho se preocupó siempre de dictar leyes encaminadas a contraponer a la tendencia suicida los medios necesarios para evitarla, y se discutió si entre tales medios entraba la sanción penal.
Los jurisconsultos romanos se adhirieron a la máxima estoica que declaraba licito
el suicidio, pero lo castigaban cuando de tal acto resultaba perjuicio a los
ciudadanos, como en el caso del esclavo; a la republica en la hipótesis del
militar, y al fisco cuando el suicida quería substraerse con esto a las
consecuencias de un delito que hubieran traído consigo la confiscación de
bienes. En los tiempos modernos la disputa es continuada, pero los principios
de derecho penal q que han presidido la redacción de los modernos Códigos en
material penal han eliminado de los hechos de carácter punible el suicidio; con
todo, ha establecido disposiciones respecto del suicidio y de la penalidad en
que incurren los que prestan auxilio al suicida para que se prive de la
existencia.
La doctrina católica prohíbe absolutamente el suicidio, y así en el Derecho Canónico, considerado un
delito, puesto que el hombre es solamente custodio y usuario de la propia vida, de
la que es Dios el dueño absoluto. Cuando la violencia contra sí consigue la muerte,
el suicidio trae consigo la privación de sepultura eclesiástica.
Para la aplicación de esta sanción, además el supuesto común de que el suicida
no había dado señales de arrepentimiento antes de la muere, se requiere la
existencia de los extremos necesarios para establecer la plena voluntad y
responsabilidad del suicida en orden al éxito de su acción letal. Cuando
existen dudas acerca del estado de plena imputabilidad del suicida, sea por
insania o por otras causas que excluyen la imputabilidad, no debe negarse la
sepultura eclesiástica; también ésta puede concederse en el caso de que el
suicidio, aunque culpable, sea solamente conocido de los familiares, teniendo
cuidado de evitar que llegue a ser notorio.
En el caso de que la violencia contra sí no vaya seguida de la muerte, los
culpables del atentado del suicidio son excluidos de los actos legítimos
eclesiásticos; además, si son clérigos han de ser suspendidos por tiempo
indefinido por el Ordinario y privados de cualquier beneficio o cargo que tenta
cura de almas, sea en el fuero externo, sea en el interno. La tentativa de
suicidio es considerada como causa de irregularidad “ex delito”.
En el C. I. C. se puntualizan en los siguientes cánones los extremos referentes a los suicidas: son irregulares: c. 985, número 5; se les debe negar sepultura eclesiástica, c. 1240, § I. n.º 3, y V. los c. 1241, 2339; otras penas, 2350, § 2.
Comprendiendo que el suicida son personas que,
movidos por el demonio, y como hemos leído anteriormente, es insistido por el
diablo para darse muerte.
Que no es por decirlo así, por enfermedad mental, pero sus causas se encuentran en las ofensas a Dios, en los pecados, en gran número, cometidos contra Dios, pecando contra los Santos Mandamientos divinos.
No nos dejemos engañar por los múltiples errores y herejías que contiene el libro modernista elaborado por el Concilio Vaticano II, Karol Wojtyla y Joseph Ratzinger, y con los distintos equipos que han colaborado en esas ediciones. No se trata de un verdadero catecismo. Pero es aceptado por los modernistas. Se trata también de un libro relativista y protestante, pues de católico apenas tiene.
Cuando nos tomamos en serio conocer la fe de la Iglesia Católica, acudimos a fuentes confiables del Sagrado Magisterio Tradicional de la Santa Madre Iglesia Católica.
Hemos de convencernos que cuando oramos con devoción, confianza, fe, el tentador no tiene poder sobre nosotros, pues si nos hemos hecho examen de conciencia antes de la confesión sacramental, cuando hemos expulsados por medio del arrepentimiento, todo lo sucio que había en nosotros causado por el pecado, las tentaciones no nos empuja al mal.
Y aquí termina estas reflexiones, las enseñanzas pertenecen a la Fe de la Iglesia Católica que aceptamos como gran ayuda y así poder comprender estos asuntos que no se enseñan, porque la mayoría ha perdido la fe, y siente molestias hacia las enseñanzas conforme a la Tradición del Señor.
• «Ni la cantidad, ni la calidad de los males que hemos cometido nos hagan vacilar en la certeza de la esperanza. Aumenta mucho nuestra confianza el hecho del buen ladrón, el cual no era bueno sino ladrón. Pensad bien cuan incomprensibles son en Dios las entrañas de misericordia. Este ladrón, que había sido preso en el camino con sus manos manchadas en sangre, fue colgado en el patíbulo de la cruz; en el confeso, en el fue sanado y en el mereció oír: Hoy estarás conmigo en el paraíso. ¿Qué significa esto? ¡Quién podrá explicar debidamente la bondad de Dios! En vez de recibir la pena debida por nuestros crímenes, recibimos los premios prometidos a la virtud. El Señor ha permitido que sus elegidos incurran en algunas faltas para dar esperanza de perdón a otros que yacen agobiados bajo el peso de sus culpas, si acuden a Dios con todo su corazón, y además les abre el camino de la piedad por medio de los gemidos de la penitencia (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 20 sobre los Evang.). »
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El próximo tema si Dios quiere, se tratará sobre el limbo,
Y adelanto algunos puntos.
Que los niños muertos sin bautismo, así mismo como los que han sido abortados, también resucitarán, pero no para entrar en el Reino de los cielos. Pues es imposible para ellos, ya que murieron con el pecado original.
Que los niños muertos sin bautismo, no padecerán las mismas penas de los condenados del infierno. Aquí vemos la gran misericordia de Dios, que aunque estén privados del Reino de Dios, no tendrán el mismo castigo.
Se ha comentado, sobre el bautismo de deseo y de sangre, esto es improbable, es como si uno ya adulto, quisiera aplazar su conversión para más adelante, y no llega y muere lejos de Dios.
Para los que hemos recibido el sacramento del Bautismo, tenemos que dar gracias a Dios por los inmensos beneficios que recibimos, y que debemos procurar urgentemente, no consentir ninguna clase de pecado ni mortal ni venial. Pues las almas condenadas en el infierno saben bien que no podrán entrar en la vida eterna. y sufren terribles daños.