martes, 1 de octubre de 2019

San Pío X: Juramento antimodernista

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Motu Propio: “Sacrorum Antistitum”
Impuesto al clero en septiembre de 1910
por S.S. Pío X


El 1 de Septiembre el papa Pío X impuso al clero el Juramento antimodernista para neutralizar la herejía modernista



1. Pero es preciso reconocer que en estos últimos tiempos ha crecido, en modo extraño, el número de los enemigos de la cruz de Cristo, los cuales, con artes enteramente nuevas y llenas de perfidia, se esfuerzan por aniquilar las energías vitales de la Iglesia, y hasta por destruir totalmente, si les fuera posible, el reino de Jesucristo. Guardar silencio no es ya decoroso, si no queremos aparecer infieles al más sacrosanto de nuestros deberes, y si la bondad de que hasta aquí hemos hecho uso, con esperanza de enmienda, no ha de ser censurada ya como un olvido de nuestro ministerio. Lo que sobre todo exige de Nos que rompamos sin dilación el silencio es que hoy no es menester ya ir a buscar los fabricantes de errores entre los enemigos declarados: se ocultan, y ello es objeto de grandísimo dolor y angustia, en el seno y gremio mismo de la Iglesia, siendo enemigos tanto más perjudiciales cuanto lo son menos declarados. (San Pío X, Encíclica Pascendi, contra los errores modernistas)

Los enemigos declarados de Cristo ya no disimulan, ya no están tan ocultos, sino que mundialmente se conoce, y los injustos están en el Vaticano, no todos. Pues la Iglesia que es Santa, inmaculada, la cizaña del diablo está esforzándose, pero en vano, para destruir la doctrina de Cristo. Pues en lo que hay de verdadero y santo, se le añaden el veneno del pecado. Pero no todos los cristianos están dormidos, ya no callan, ya no pueden silenciar, sino que conforme a la valentía que es un don del Espíritu Santo, hablan y se ponen de parte de Jesucristo.  

Existen todavía, sacerdotes, religiosos que por su amor a Cristo, siguen denunciando lo que sucede, a fin de que las almas despierten y vuelvan a Cristo, para que se salven. Bergoglio quiere acapararlo todo para sí mismo, en la política, en las costumbres paganas, en que hay que obedecer a la ONU, y tantas suciedades por la boca del Bergoglio, que solo el infierno puede aplaudirle y alagarle. La masonería del mundo entero, están muy contento con todo lo que dice Jorge Mario Bergoglio. 

Tenemos un Papa, es Benedicto XVI, nunca hemos dicho una palabra contra ningún Papa. Pero, ¡atento!, que si el lobo se disfraza de Papa, sencillamente, por sus frutos se les conoce. 

EL cristiano que ama a Jesucristo, debe renunciar todas las condiciones del modernismo, porque es el camino que lleva a la perdición. El juramento antimodernista, fue una inspiración del Espíritu Santo al Papa San Pío X. 
Este juramento, que es una promesa a la perfección evangélica, a vivir conforme a los intereses de Jesús. 
Estuvo establecido desde 1910 hasta 1967, en que el diablo convenció a Pablo VI para que lo suprimiera. Y desde el Concilio Vaticano II, las cosas no han mejorado en la vida de fe, sino un progresivo deterioro, de inmoralidad, de perversidad en el Vaticano, hasta perder completamente el sentido grave del pecado. 
Son muchos los que pretenden alcanzar la vida eterna entregándose a las herejías.
Ha habido sucesores de Pedro que han hecho daño grave a la Santa Madre Iglesia Católica, pero solo Dios les pedirá cuenta. Van siendo juzgados por el Altísimo, los que no se han arrepentido de corazón. Y se han imaginado que se debe adaptar a los tiempos modernos, es decir, a aceptar todas las propuestas del mundo, de la impiedad, del demonio, de las concupiscencias.
Jorge Mario Bergoglio, y su equipo de fieles seguidores, no quieren extender el Reinado de Cristo Jesús, sino los poderes del mundo, de la política, satisfaciendo a las personas que tienen raíces de los pecados de Sodoma.  Todo lo que Dios abomina, es permitido como "bueno", a los ojos de los que se perderán sin remedio. Ya no hay marcha atrás. Locura y perversidad, y diabólico, pecar contra la misericordia para aprobar las impurezas de los que cometen cosas peores que los de Sodoma y Gomorra. Han superado a aquella generacion en maldades.

Jesús cuando edificó su Iglesia, sobre el Apóstol Pedro, no para destruirla, sino como medio de que todos los que quisieran salvarse, necesitaría el conocimiento de la verdad, siempre con transparencia.  
Sacerdotes, religiosos, religiosas, tantos otros cristianos, son despreciados, difamados, calumniados, ridiculizada la sotana, la castidad, etc. por parte de Jorge Mario Bergoglio. Pero son muchos los que un día se consagraron al Señor, han perdido todo el valor para ponerse de parte de Jesucristo, e inclinarse a quien adora los pies del mundo, de los enemigos de la Iglesia Católica. 
Ordenes religiosas suprimida, instituciones con el sello de los Apóstoles, cerradas, aumenta el número de las excomuniones invalidas a sacerdotes y religiosos que están en comunión con Cristo Jesús, los Santos Apóstoles y la Tradición del Señor. todo con el "visto bueno", de quien se viste de "Papa Francisco". Son numerosos los que se han acobardado, dando la espalda a Dios, y obedecer a Bergoglio, si no, terminarán siendo expulsados de donde sea. Son muchos los bautizados que se han consagrado, que han puesto por encima del primer mandamiento de Dios a Jorge Mario Bergoglio, esto es una tragedia espiritual.


Esto es un gesto de adoración al mundo, ante personas que no aceptan a Jesucristo, sino que son enemigos suyos. No es un gesto de humildad, sino de apostasía. No se debe confundir. Son políticos musulmanes. Todas las actitudes, pensamientos de Bergoglio, la mayor parte es profano, blasfemo, que se mezcla muy poco con los intereses de Cristo, es de los pastores que dicen primero un sí, y luego convierten ese sí, en un no repetitivo e insistente.

El juramento anti modernista es la radicalidad del Evangelio, de las enseñanzas de Jesús y de los Santos Apóstoles. El cristiano como en los tiempos de los Primeros cristianos, que se habían limpiado de la corrupción del mundo y del pecado. 



El juramento anti modernista, lo tenemos en latín y español. 



Beato Bernardo Hoyos

JUSJURÁNDUM

“Ego, [nomini meo...] fírmiter ampléctor ac recípio ómnia et síngula, quæ ab inerránti Ecclésiæ magistério definíta, adsérta ac declaráta sunt, præsértim ea doctrínæ cápita, quæ hujus témporis erróribus dirécto adversántur.
  
Ac primum quidem: Deum, rerum ómnium princípium et finem, naturáli ratiónis lúmine “per ea quæ facta sunt” [cf. Rom 1, 20], hoc est, per visibília creatiónis ópera, tamquam causam per efféctus, certo cognósci, adeóque demonstrári étiam posse, profíteor. 

 

Secúndo: extérna revelatiónis arguménta, hoc est facta divína, in primísque mirácula et prophetías admítto et agnósco tanquam signa certíssima divínitus ortæ Christiánæ religiónis, eadémque téneo ætátum ómnium atque hóminum, étiam hujus témporis, intelligéntiæ esse máxime accommodáta.

  

Tértio: firma páriter fide credo Ecclésiam, verbi reveláti custódem et magístram, per ipsum verum atque históricum Christum, cum apud nos degéret, próxime ac dirécto institútam eandémque super Petrum, Apostólicæ hierarchíæ Príncipem, ejúsque in ævum successóres ædíficatam.

  

Quarto: fídei doctrínam ab Apóstolis per orthodóxos Patres eódem sensu eadémque semper senténtia ad nos usque transmíssam, sincére recípio; ideóque prorsus reício hæréticum comméntum evolutiónis dógmatum, ab uno in álium sensum transeúntium, divérsum ab eo, quem prius hábuit Ecclésia; paritérque damno errórem omnem, quo, divíno depósito, Christi Sponsæ trádito ab eáque fidéliter custodiéndo, suffícitur philosóphicum invéntum, vel creátio humánæ consciéntiæ, hóminum conátu sensim efformátæ et in pósterum indefiníto progréssu perficiéndæ.

  

Quinto: certíssime téneo ac sincére profíteor, fidem non esse cæcum sénsum religiónis e látebris subconsciéntiæ erumpéntem, sub pressióne cordis et inflexiónis voluntátis moráliter informátæ, sed verum assénsum intelléctus veritáti extrínsecus accéptæ “ex audítu”, quo nempe, quæ a Deo personáli, creatóre ac Dómino nostro dicta, testáta et reveláta sunt, vera esse crédimus, propter Dei auctoritátem summe verácis.
  
Me étiam, qua par est, reveréntia subício totóque ánimo adhǽreo damnatiónibus, declaratiónibus, præscríptis ómnibus, quæ in Encýclicis lítteris “Pascéndi” et in Decréto “Lamentábili” continéntur, præsértim circa eam quam históriam dógmatum vocant. 

  

Idem réprobo errórem affirmántium, propósitam ab Ecclésia fidem posse históriæ repugnáre, et Cathólica dógmata, quo sensu nunc intelligúntur, cum verióribus Christiánæ religiónis origínibus compóni non posse. 

  

Damno quoque ac reício eórum senténtiam, qui dicunt christiánum hóminem eruditiórem indúere persónam dúplicem, áliam credéntis, áliam histórici, quasi líceret histórico ea retinére, quæ credéntis fídei contradícant, aut præmíssas adstrúere, ex quibus consequátur, dógmata esse aut falsa aut dúbia, modo hæc dirécto non denegéntur. 

   

Réprobo páriter eam Scriptúræ sanctæ dijudicándæ atque interpretándæ ratiónem, quæ, Ecclésiæ traditióne, analogía fídei et Apostólicæ Sedis normis posthábitis, rationalistárum comméntis inhǽret, et críticem textus velut únicam supremámque régulam haud minus licénter quam temére ampléctitur. 

  

Senténtiam prætérea illórum reício, qui tenent, doctóri disciplínæ históricæ theológicæ tradéndæ aut iis de rebus scribénti seponéndam prius esse opiniónem ante concéptam sive de supernaturáli orígine Cathólicæ traditiónis, sive de promíssa divínitus ope ad perénnem conservatiónem uniuscuiúsque reveláti veri; deínde scripta Patrum singulórum interpretánda solis sciéntiæ princípiis, sacra quálibet auctoritáte seclúsa, éaque judícii libertáte, qua profána quævis monuménta solent investigári.
   
In univérsum dénique me alieníssimum ab erróre profíteor, quo modernístæ tenent in sacra traditióne nihil inésse divíni, aut, quod longe detérius, pantheístico sensu illud admíttunt, ita ut nihil jam restet nisi nudum factum et simplex, commúnibus históriæ factis æquándum: hóminum nempe sua indústria, solértia, ingénio scholam a Christo ejúsque Apóstolis inchoátam per subsequéntes ætátes continuántium. Proínde fidem Patrum firmíssime retíneo et ad extrémum vitæ spíritum retinébo, de charísmate veritátis certo, quod est, fuit erítque semper in “episcopátus ab Apóstolis successióne” (Irenæus Lugdunensis, Adv. hær., lb. IV c.40 n.2); non ut id teneátur, quod mélius et áptius vidéri possit secúndum suam cujúsque ætátis cultúram, sed ut “numquam áliter credátur, numquam áliter” intelligátur absolúta et immutábilis véritas ab inítio per Apóstolos prædicáta (Tertullianus, De præscr. hær. c.28).
 
Hæc ómnia spóndeo me fidéliter, íntegre sinceréque servatúrum et inviolabíliter custoditúrum, nusquam ab iis sive in docéndo sive quomodólibet verbis scriptísque deflecténdo. Sic spóndeo, sic juro, sic me Deus ádjuvet et hæc sancta Dei Evangélia”.
  
JURAMENTO
  • “Yo, [mi nombre...], abrazo y recibo firmemente todas y cada una de las verdades que la Iglesia por su magisterio, que no puede errar, ha definido, afirmado y declarado, principalmente los textos de doctrina que van directamente dirigidos contra los errores de estos tiempos.
  •   En primer lugar, profeso que Dios, principio y fin de todas las cosas puede ser conocido y por tanto también demostrado de una manera cierta por la luz de la razón, por medio de las cosas que han sido hechas, es decir por las obras visibles de la creación (cf. Romanos I, 18), como la causa por su efecto.
  • En segundo lugar, admito y reconozco los argumentos externos de la Revelación, es decir los hechos divinos, entre los cuales en primer lugar, los milagros y las profecías, como signos muy ciertos del origen divino de la religión cristiana. Y estos mismos argumentos, los tengo por perfectamente proporcionados a la inteligencia de todos los tiempos y de todos los hombres, incluso en el tiempo presente.
  • En tercer lugar, creo también con fe firme que la Iglesia, guardiana y maestra de la palabra revelada, ha sido instituida de una manera próxima y directa por Cristo en persona, verdadero e histórico, durante su vida entre nosotros, y creo que esta Iglesia esta edificada sobre Pedro, jefe de la jerarquía y sobre sus sucesores hasta el fin de los tiempos.
  • En cuarto lugar, recibo sinceramente la doctrina de la fe que los Padres ortodoxos nos han transmitido de los Apóstoles, SIEMPRE CON EL MISMO SENTIDO Y LA MISMA INTERPRETACIÓN. POR ESTO RECHAZO ABSOLUTAMENTE LA SUPOSICIÓN HERÉTICA DE LA EVOLUCIÓN DE LOS DOGMAS, según la cual estos dogmas cambiarían de sentido para recibir uno diferente del que les ha dado la Iglesia en un principio. Igualmente, repruebo todo error que consista en sustituir el deposito divino confiado a la esposa de Cristo y a su vigilante custodia, por una ficción filosófica o una creación de la conciencia humana, la cual, formada poco a poco por el esfuerzo de los hombres, sería susceptible en el futuro de un progreso indefinido.
  • Consecuentemente, en quinto lugar: mantengo con toda certeza y profeso sinceramente que la fe no es un sentido religioso ciego que surge de las profundidades tenebrosas del “subconsciente”, moralmente informado bajo la presión del corazón y el impulso de la voluntad, sino que un verdadero asentamiento de la inteligencia a la verdad adquirida extrínsecamente por la enseñanza recibida EX CÁTHEDRA, asentamiento por el cual creemos verdadero, a causa de la autoridad de Dios cuya veracidad es absoluta, todo lo que ha sido dicho, atestiguado y revelado por el Dios personal, nuestro creador y nuestro Maestro.
  • También me someto con la debida reverencia y de todo corazón me adhiero a las condenaciones, declaraciones y prescripciones todas que se contienen en la Carta Encíclica Pascéndi y en el Decreto Lamentábili, particularmente en lo relativo a la que llaman historia de los dogmas.
       
  • Asimismo repruebo el error de los que afirman que la fe propuesta por la Iglesia puede repugnar a la historia, y que los dogmas católicos en el sentido en que ahora son entendidos, no pueden conciliarse con los auténticos orígenes de la religión cristiana.
  • Condeno y rechazo también la sentencia de aquellos que dicen que el cristiano erudito se reviste de doble personalidad, una de creyente y otra de historiador, como si fuera lícito al historiador sostener lo que contradice a la fe del creyente, o sentar premisas de las que se siga que los dogmas son falsos y dudosos, con tal de que éstos no se nieguen directamente. 
  • Repruebo igualmente el método de juzgar e interpretar la Sagrada Escritura que, sin tener en cuenta la tradición de la Iglesia, la analogía de la fe y las normas de la Sede Apostólica, sigue los delirios de los racionalistas y abraza no menos libre que temerariamente la crítica del texto como regla única y suprema. 
  •     Rechazo además la sentencia de aquellos que sostienen que quien enseña la historia de la teología o escribe sobre esas materias, tiene que dejar antes a un lado la opinión preconcebida, ora sobre el origen sobrenatural de la Tradición Católica, ora sobre la promesa divina de una ayuda para la conservación perenne de cada una de las verdades reveladas, y que además los escritos de cada uno de los Padres han de interpretarse por los solos principios de la ciencia, excluida toda autoridad sagrada, y con aquella libertad de juicio con que suelen investigarse cualesquiera monumentos profanos.   
  • En fin, de manera general, profeso estar completamente indemne de este error de los modernistas, que pretenden no hay nada divino en la tradición sagrada, o lo que es mucho peor, que admiten lo que hay de divino en el sentido panteísta, de tal manera que no queda nada más que el hecho puro y simple de la historia, a saber: El hecho de que los hombres, por su trabajo, su habilidad, su talento continúa a través de las edades posteriores, la escuela inaugurada por Cristo y sus Apóstoles. Para concluir, sostengo con la mayor firmeza y sostendré hasta mi ultimo suspiro, la fe de los Padres sobre el criterio cierto de la verdad que está, ha estado y estará siempre en el episcopado transmitido por la sucesión de los Apóstoles (San Ireneo de Lyón, Advérdsus hæréses, lb. IV c.40 n.2); no de tal manera que esto sea sostenido para que pueda parecer mejor adaptado al grado de cultura que conlleva la edad de cada uno, sino de tal manera que LA VERDAD ABSOLUTA E INMUTABLE, predicada desde los orígenes por los Apóstoles, NO SEA JAMÁS NI CREIDA NI ENTENDIDA EN OTRO SENTIDO (Tertuliano, De præscriptióne hæreticórum, c.28).
  • Todas estas cosas me comprometo a observarlas fiel, sincera e ÍNTEGRAMENTE, a guardarlas inviolablemente y a no apartarme jamás de ellas sea enseñando, sea de cualquier manera, por mis palabras y mis escritos. Así, Dios me ayude, y estos sus santos Evangelios”.   


(Juramento Antimodernista, en San Pío X, Motu Próprio Sacrórum Antístitum, 1 de Septiembre de 1910).



Para saber más:

Juramento anti-modernista 2018 - Adelante la Fe
https://adelantelafe.com/juramento-anti-modernista-2018/

También;
https://adelantelafe.com/el-juramento-antimodernista/ 
Por SÍ SÍ NO NO
-
28/08/2018

Está circulando la versión de que Jorge Mario Bergoglio estaría considerando exigir a la jerarquía eclesiástica mundial un «juramento de fidelidad a su magisterio».
Sea cierta o no dicha versión, semejante elucubración vendría a ser un proyecto descabellado, desproporcionado y narcisista. Diabólico y contradictorio, ya que el Papa Bergoglio hizo la sorprendente afirmación de que Jesús fundó la Iglesia con el Colegio Apostólico como su cabeza, y que el papel de San Pedro es sólo el de confirmar a los hermanos como un primus inter pares (el primero entre iguales).
Tal juramento de fidelidad al neomodernismo, sería la antítesis total de la profesión de fe católica.
I. San Pío X
A la muerte del Papa León XIII la Iglesia sufría el estallido del modernismo, el error más mortífero que había enfrentado en toda su historia.
El 4 de agosto de 1903, el cardenal Giuseppe Sarto, arzobispo de Venecia, muy a pesar suyo fue elegido 257º sucesor de San Pedro. Durante el desarrollo del crucial cónclave había pedido a los cardenales que no lo eligieran, y lo eligieron en contra de sus deseos: Que ese cáliz se aparte de mí. Sin embargo, que se haga la voluntad de Dios. Acepto, como una cruz.
El nuevo pontífice que tomó el nombre de Pío X, tenía miedo de ser elegido como responsable de la pureza de la Fe Católica, era muy consciente de esa colosal responsabilidad ante Dios.
El 3 de octubre Pío X publicaba su primera encíclica E supremi apostolatus cathedra con la que inauguraba su pontificado con la divisa de restaurar todas las cosas en Cristo.
Abre el Papa su carta encíclica recordando los temores que le angustiaron al ser elegido: Nuestro mundo sufre un mal: la lejanía de Dios. Los hombres se han alejado de Dios, han prescindido de Él en el ordenamiento político y social. Todo lo demás son claras consecuencias de esa postura.
Pío se comprometió en su encíclica inaugural E Supremi, a, que el programa de su pontificado sería «restaurar todas las cosas en Cristo».
II. Principales figuras heterodoxas
Schleiermacher. Es el iniciador de todas las teorías heterodoxas modernas sobre el dogma. Es pietista, panteísta a lo Spinoza. Para él la religión es un sentimiento íntimo de la identidad del hombre con Dios.
Sabatier. Es símbolo-fideísta. La revelación divina se traduce en símbolos. Los más groseros se llaman mitos; los más rígidos dogmas. El conflicto de estos con las ciencias indica la fase crítica.
Tyrrell. Pragmatista. La revelación es una experiencia en que nosotros nos hablamos a nosotros mismos. El dogma es un reflejo en cada instante del desarrollo espiritual de la comunidad cristiana. Por tanto el credo habría de ser vivo y flexible.
Le Roy. Rechaza los conceptos abstractos. Sólo admite intuiciones inmediatas a lo Bergson. Para él los dogmas son recetas prácticas que dirigen la acción. Hemos de portarnos como si Cristo fuese Dios. El dogma no es inmutable, sino una colección de fórmulas de experiencia indefinidamente perfeccionadas como las hipótesis científicas.
Para los modernistas la emoción excita la piedad y ésta impone la fe y el dogma. De ahí que la verdad sea relativa.
III. La herejía modernista – «Pascendi» una encíclica cada día más actual
Las definiciones de la Iglesia son frecuentemente provocadas por el brotar de los errores. No indican pues una novedad en la fe de la Iglesia, sino más bien fuera de ella: en el campo oscuro de las negaciones y de las herejías.
Por eso cuando consta de la fe precedente de la Iglesia, la firmeza de la fe es tanto más evidente cuanto más tardías son las actuaciones del magisterio eclesiástico. La Iglesia, como es lógico, no condena los errores hasta que aparecen, ni define las cuestiones hasta que se discuten.[1]
La herejía –afirma el Padre José María Javierre- había envenenado el pasto de las ovejuelas de Cristo.
La lucha de Pío X contra el modernismo respondió a un plan muy madurado. El Papa conocía desde mucho tiempo la gravedad del asunto. Para comprender cabalmente la doctrina modernista, sutil, huidiza, basada en disimulados errores, pero gravísimos, y sumamente lógica en extraer de estos errores todas sus consecuencias, es preciso tener una noción clara de su primer elemento básico, al cual el Papa San Pío X, en la encíclica Pascendi da el nombre de agnosticismo.
De hecho, más que la doctrina, la postura que el modernismo llevaba consigo estaba planteando una verdadera crisis en la conciencia católica, aparecía como solución cómoda y sugestiva a largos tiempos de escepticismo. Los dogmas tendrían un valor no absoluto, sino relativo al tiempo y al sujeto para el cual se enunciaron, serían el producto de una elaboración de la subconsciencia religiosa, que plasmaría en ellos sus apetencias más sanas. Admitirían matices nuevos abriéndose a las condiciones sociales que el futuro pudiera ofrecer. Saciarían las aspiraciones humanas que el idealismo pretendiera ignorar. Dejaría, en fin, margen amplio a la síntesis evolucionista…
«El modernismo –decía el padre Tyrrel, campeón en Inglaterra del nuevo sistema- ofrecía las más apasionadas esperanzas. Cuando he aquí que llega Pío X con una piedra en una mano y un escorpión en la otra[2]
A lo largo de todo su fructífero pontificado, el Papa San Pío X condenó las proposiciones modernistas, así, el 11 de febrero de 1906, condenó la separación Iglesia-Estado como una tesis absolutamente falsa.[3]
San Pío X en 1907 lanzó su ataque la herejía del modernismo en el Decreto del Santo Oficio «Lamentabile sane exitu» (Lamentable), en el que denunció y condenó 65 proposiciones extraídas de los escritos modernistas, que reforzó con la publicación de la encíclica «Pascendi Dominici Gregis» (Apacentando el rebaño del Señor), en septiembre del mismo año, carta pontificia cada día más actual. En efecto, si los errores modernistas condenados por el magisterio pontificio se hallan hoy en día tan extendidos causando daños espantosos sobre las almas, se debe en parte a que los principios y condenaciones de la encíclica «Pascendi dominici gregis», así como de la «Ubi Arcano Dei» de Pío XI, y la de Pío XII «Humani Generis», fueron literalmente olvidados: «No hubiéramos llegado nunca a este estado de apostasía si a su vez los errores filosóficos no hubieran llegado a lo más profundo del pensamiento católico».[4]
En la Pascendi el modernismo es denunciado por Pío X como la síntesis de todas las herejías. El peligro, dijo Pío X, está en las mismas venas y el corazón de la Iglesia.
En la misma encíclica, el Romano Pontífice estableció el remedio efectivo para el modernismo: ordenó a todos los seminaristas y estudiantes de teología adherir firmemente a la filosofía y teología de Santo Tomás de Aquino: Queremos, y definitivamente mandamos, dijo Pío X que la filosofía escolástica se ponga por fundamento de los estudios sagrados. El tomismo es el remedio para el modernismo, ante las causas de la herejía condenada: orgullo, curiosidad e ignorancia.
En la misma encíclica, el Papa San Pío X, mandaba a los obispos lo siguiente:
  • la destitución de los seminarios y universidades de cualesquiera que de algún modo estuvieren imbuidos de modernismo.
  • vigilancia episcopal de todas las publicaciones para detectar cualesquier mancha de modernismo en ellas, y para no permitir que ningún libro infectado por la herejía modernista sea vendido en librerías católicas.
Le Sillon, promotor del modernismo social, precursor de la afirmación de que es posible construir «mejor» el mundo de una manera «interconfesional» en vez de insistir sobre el catolicismo como la única base del orden personal y social, fue condenado por el Papa San Pío X el 15 de agosto de 1910,[5] solo diecisiete días antes del famoso Juramento contra el Modernismo.[6]
IV. Sacrorum antistitum – El juramento antimodernista
En cierto sentido el más importante de los tres principales documentos antimodernistas emitidos por la Santa Sede durante el brillante reinado de San Pío X es el Motu proprio Sacrorum antistitum, que contiene el texto del famoso juramento antimodernista y las reglas que prescriben cuándo y quién debe tomar este juramento que pone de manifiesto los objetivos básicos, que San Pío X esperaba alcanzar mediante la toma del juramento. Estos objetivos, que también son los fines que San Pío X trabajó para lograr a través de la promulgación del motu proprio, se expresan muy claramente en la introducción y en la conclusión del documento.
Sacrorum Antistitum imponía al clero católico un juramento antimodernista, pensado como remedio radical de futuras contingencias. Y lo fue. Visto el conjunto de los episodios, puede decirse que con el juramento acabaron las zozobras internas dejadas a la Iglesia como lastre de un período de convivencia con el modernismo.
Como hechos recientes demuestran, nos encontramos en la misma situación predicha por el Apóstol cuando exhortó a su discípulo: Porque vendrá el tiempo en que no soportarán más la sana doctrina, antes bien con prurito de oír se amontonarán maestros con arreglo a sus concupiscencias. Apartarán de la verdad el oído, pero se volverán a las fábulas.[7]
Consecuentemente tanto la encíclica Pascendi, como Sacrorum Antistitum, dicho sea una vez más, son cada día más actuales y relevantes. Para aprovechar la ocasión, no sólo voy a incluir el juramento antimodernista, sino que como escritor católico voy a proclamarlo invitando a mis lectores a profesarlo, orgulloso del sagrado depósito de la fe, para gloria de Dios, confusión del demonio, crecimiento de la Iglesia y bien de las almas:
«Yo, ________ abrazo y recibo firmemente todas y cada una de las verdades que la Iglesia por su magisterio, que no puede errar, ha definido, afirmado y declarado, principalmente los textos de doctrina que van directamente dirigidos contra los errores de estos tiempos.
En primer lugar, profeso que Dios, principio y fin de todas las cosas puede ser conocido y por tanto también demostrado de una manera cierta por la luz de la razón, por medio de las cosas que han sido hechas, es decir por las obras visibles de la creación, como la causa por su efecto.
En segundo lugar, admito y reconozco los argumentos externos de la revelación, es decir los hechos divinos, entre los cuales en primer lugar, los milagros y las profecías, como signos muy ciertos del origen divino de la religión cristiana. Y estos mismos argumentos, los tengo por perfectamente proporcionados a la inteligencia de todos los tiempos y de todos los hombres, incluso en el tiempo presente.
En tercer lugar, creo también con fe firme que la Iglesia, guardiana y maestra de la palabra revelada, ha sido instituida de una manera próxima y directa por Cristo en persona, verdadero e histórico, durante su vida entre nosotros, y creo que esta Iglesia esta edificada sobre Pedro, jefe de la jerarquía y sobre sus sucesores hasta el fin de los tiempos.
En cuarto lugar, recibo sinceramente la doctrina de la fe que los Padres ortodoxos nos han transmitido de los Apóstoles, siempre con el mismo sentido y la misma interpretación. Por esto rechazo absolutamente la suposición herética de la evolución de los dogmas, según la cual estos dogmas cambiarían de sentido para recibir uno diferente del que les ha dado la Iglesia en un principio. Igualmente, repruebo todo error que consista en sustituir el depósito divino confiado a la esposa de Cristo y a su vigilante custodia, por una ficción filosófica o una creación de la conciencia humana, la cual, formada poco a poco por el esfuerzo de los hombres, sería susceptible en el futuro de un progreso indefinido.
En quinto lugar: mantengo con toda certeza y profeso sinceramente que la fe no es un sentido religioso ciego que surge de las profundidades del subconsciente, bajo el impulso del corazón y el movimiento de la voluntad moralmente informada, sino que un verdadero asentimiento de la inteligencia a la verdad adquirida extrínsecamente, asentimiento por el cual creemos verdadero, a causa de la autoridad de Dios cuya veracidad es absoluta, todo lo que ha sido dicho, atestiguado y revelado por el Dios personal, nuestro creador y nuestro Señor. Más aún, con la debida reverencia, me someto y adhiero con todo mi corazón a las condenaciones, declaraciones y todas las prescripciones contenidas en la encíclica Pascendi y en el decreto Lamentabili, especialmente aquellas concernientes a lo que se conoce como la historia de los dogmas.
Rechazo asimismo el error de aquellos que dicen que la fe sostenida por la Iglesia contradice a la historia, y que los dogmas católicos, en el sentido en que ahora se entienden, son irreconciliables con una visión más realista de los orígenes de la religión cristiana.
Condeno y rechazo la opinión de aquellos que dicen que un cristiano bien educado asume una doble personalidad, la de un creyente y al mismo tiempo la de un historiador, como si fuera permisible para una historiador sostener cosas que contradigan la fe del creyente, o establecer premisas las cuales, provisto que no haya una negación directa de los dogmas, llevarían a la conclusión de que los dogmas son o bien falsos, o bien dudosos.
Repruebo también el método de juzgar e interpretar la Sagrada Escritura que, apartándose de la tradición de la Iglesia, la analogía de la fe, y las normas de la Sede Apostólica, abraza los errores de los racionalistas y licenciosamente y sin prudencia abrazan la crítica textual como la única y suprema norma.
Rechazo también la opinión de aquellos que sostienen que un profesor enseñando o escribiendo acerca de una materia histórico-teológica debiera primero poner a un costado cualquier opinión preconcebida acerca del origen sobrenatural de la tradición católica o acerca de la promesa divina de preservar por siempre toda la verdad revelada; y de que deberían interpretar los escritos de cada uno de los Padres solamente por medio de principios científicos, excluyendo toda autoridad sagrada, y con la misma libertad de juicio que es común en la investigación de todos los documentos históricos ordinarios.
Declaro estar completamente opuesto al error de los modernistas que sostienen que no hay nada divino en la sagrada tradición; o, lo que es mucho peor, decir que la hay, pero en un sentido panteísta, con el resultado de que no quedaría nada más que este simple hecho—uno a ser puesto a la par con los hechos ordinarios de la historia, a saber, el hecho de que un grupo de hombres por su propia labor, capacidad y talento han continuado durante las edades subsecuentes una escuela comenzada por Cristo y sus apóstoles.
Prometo que he de sostener todos estos artículos fiel, entera y sinceramente, y que he de guardarlos inviolados, sin desviarme de ellos en la enseñanza o en ninguna otra manera de escrito o de palabra. Esto prometo, esto juro, así me ayude Dios, y estos santos Evangelios».
Germán Mazuelo-Leytón
[1] Cf.: Fe católica, 4, pág. 92.
[2] JAVIERRE, JOSÉ MARÍA, Pío X.
[3] SAN PIO X, encíclica Vehementer Nos, párrafo 3.
[4] MAZUELO-LEYTÓN, GERMÁN, «La síntesis de todas las herejías», http://www.conoze.com/doc.php?doc=9642
[5] SAN PIO X, encíclica Notre Charge Apostolique.
[6] Motu proprio Sacrorum Antistitum, 1 de septiembre de 1010.
[7] 2 TIMOTEO 4, 3-4.

domingo, 21 de julio de 2019

Prisioneros de este mundo, hacia la cuesta abajo

Compartí por primera vez en otro blog: miércoles, 16 de noviembre de 2011. Pero aquí lo tengo actualizado. 

Nuestro enemigo el diablo sigue engañando a muchas personas, que creen que pueden encontrar "el verdadero amor", tras su renuncia a su vocación sacerdotal, así como religiosos. Pero una vez que ya estén de nuevo en el vómito del mundo, no era las cosas como ellos pensaban, sino que las numerosas miserias, el abandono de Dios, las amarguras, las tristezas, suicidios, desesperación. Buscan misericordia y no lo encuentran. Han renunciado a Cristo, ¿Cómo espera encontrar misericordia? 

Prisioneros de este mundo, hacia la cuesta abajo 

El demonio engaña a todos los hijos e hijas de Dios, hace lo posible para apartarlos del camino de la salvación, a unos le tienta de una forma, a otro de otras. Cuando un alma se consagra al Señor, en la vida sacerdotal, o como religioso, necesita más poderosamente hacer más oración, porque la tentación en el sacerdote puede ser más fuerte que en el cristiano que no lo es, y que vive una vida, también con muchos y variados peligros para su alma.

La propuesta de que esas personas, "celibato opcional", "los sacerdotes casados pueden llevar más almas a Dios", lo que dicen es engañarse. Pues si han dejado de creer en el Evangelio con el resultado de haber perdido la fe, cuanto ni ellos mismos han querido perseverar en la Voluntad de Dios. No tiene sentido, piensan así, porque ya no tienen a Cristo.

Los santos como San Alfonso María de Ligorio, San Juan María Vianney, San Antonio Claret entre otros, nos cuenta historias terribles de caídas de un sacerdote. Incluso en el tiempo de Santa Teresa de Jesús, en su tiempo había un sacerdotes muy familiarizados con alguna mujer, con propósitos carnales, pero gracias a ella, parece ser que aquel sacerdote se convirtió.

 
Hoy, algunos pobres hermanos sacerdotes, han sucumbido ante la tentación, renuncian a su sotana, dejan de identificarse con la caridad de Cristo, En algún o en otro medio de comunicación televisiva, algunos sacerdotes han pasado diciendo que encontraron al "amor de su vida", al decir estas cosas, su amor a Cristo, no era verdadero, sino fingido. Yo no hablo como experto, pero hay que tener en cuenta, de que el príncipe de las tinieblas, puede convencer a corazones que son inconstante en la oración y no hacen penitencia, a que el tentado encuentre cierto placer al familiarizarse con una mujer, ahí en medio está Satanás, que llega a sembrar tanto en el hombre como en la mujer, el placer de gustarse entre ellos, y encontrar un "amor" que no procede de Dios, sino de la carne por la tentación del príncipe de las tinieblas. Muchos infelices defienden que el celibato debería desaparecer. Pero es que cuando ya no hay vida célibe ya no está Cristo en el Sacerdote. Cristo se aleja de una multitud de Sacerdotes (San Pío de Pietrelcina), los sacerdotes que ya no ponen en práctica las normas de la Iglesia consigue alejar de Cristo, y Cristo se aleja. La desobediencia no santifica.
 
 
Como iba diciendo hace un momento, hay sacerdotes que al decir "ahora soy más feliz porque he encontrado al amor de mi vida", eso lo dice en público, pero en el fondo de su corazón sabe que no está diciendo la verdad. Porque la felicidad de Cristo no la puede conocer los carnales. Se han hecho prisioneros, se han dejado atrapar por el príncipe de las tinieblas.

Quien intenta cambiar el amor de Cristo por una persona, llega un momento que el apóstata llega a odiar a su compañera.
Es necesario el celibato en los sacerdotes porque hace mucho más por Dios, que siendo un hombre casado. Porque cualquier traidor a la propia vocación traiciona y miente a Dios.

«Tú prometiste ser perfecto al Señor, y el perfecto discípulo de Cristo nada tiene sino a Cristo: y si algo tiene fuera de Cristo, no es perfecto, y si no es perfecto habiendo prometido a Dios ser perfecto, mintió. Ahora bien;  «la boca que miente, mata su alma» [Sab 1,11]. (Carta de San Jerónimo a Heliodoro, monje, Apostolado Mariano).
Prometen ser perfecto a Dios delante de la Santísima Virgen María, de los ángeles de Dios de los testigos presentes en la Iglesia, prometen ante la Iglesia misma y luego rompe con sus promesas. Mala cosa es mentir a Dios.
 
Cuando un alma se habitúa a la mentira, tarde o temprano termina por salir de la Iglesia Católica, mentir a Dios en el confesionario es gravísimo, en cualquier momento. Pues el alma mentirosa renuncia al servicio de Dios que nos enseña a decir y a amar la verdad, por las mentiras siguiendo al demonio en la mentira.
Dice San Alfonso María de Ligorio, que es más difícil que un sacerdote tibio se convierta que un cristiano vicioso. Incluso un ateo puede encontrar la luz de Cristo que el sacerdote lo ha perdido por culpa propia. Cuando un consagrado se entrega al mundo, disfrutando de sus entretenimientos y pasiones por cualquier tipo de idolatría, no tarda en perder la memoria de todo lo que el Espíritu Santo les enseña. Ya no es Cristo quien vive, pues el que no persevera en la fe, termina rodando cuesta abajo.  

En una ocasión un sacerdote, desobedeciendo rabiosamente a la Iglesia Católica, renunció a su vocación sacerdotal, se fue a un país latinoamericano desde España, porque en Internet había entablado una amistad con una mujer, (no olvidemos que en estas cosas, es el demonio quien está por medio). Le habían dicho que no hiciera tal viaje, sin hacer caso, lo hizo, se casaron, la situación no le fue nada bien, lo que en un principio, lo que ellos se imaginaban una felicidad permanente, no era más que discusiones y más discusiones, y con el tiempo se separaron.

Por eso, la Iglesia Católica, Santa, Apostólica, conoce muy bien todos los valores espirituales de mantenerse célibes, que es importante la oración para no caer en ninguna tentación del demonio. Pero siguen sin hacer caso.

La traición a Cristo, porque antes por la inconstancia han perdido la fe. El celibato no es una opción, sino una necesidad de amor a Cristo. Es decir, en el sacerdote que ha prometido ser obediente y santificarse.

Yo diría esta comparación, una mujer que tiene la desgracia de abortar, ya no es feliz, se siente hundida, desesperada, no ve luz ni paz, no puede dormir como antes. Pero cuando un alma que se ha consagrado al Sacerdocio o a la vida religiosa, ya no siente la fuerza de Dios, ha renunciado a la amistad de Cristo por la carne, no es por otra cosa. Cuando el alma renuncia a su vocación a Dios, es imposible encontrar amor y paz, fuera de Cristo hay tinieblas, oscuridades, desesperación, posiblemente el alma quiere llenarse de otros amores ajenos a Cristo, pero no le hacen feliz,

La oración es luz de las almas, cuanto más nos dediquemos a la vida de oración, la llama de la vela, no extinguirá la cera, pues está bien sujeto a la Roca, edificado en Cristo.
 
La Iglesia ama a todos los cristianos, pero el alma que ha traicionado ya no reconoce el amor que la Iglesia le muestra, y tal es el resentimiento del alma traidora, que llega a decir variadas clases de maldades contra la Iglesia, acusándola de todo lo que el demonio le pone en el corazón y en la mente. Se han hecho esclavos del príncipe de este mundo.
 
Aquellos que quieren que el celibato desaparezca están proponiendo la ruina eterna de las almas, la Iglesia evita todo tipo de males contra las almas; la Iglesia Católica es fiel a Dios. Pero algunos de sus miembros, por falta de oración, se opone a la vida de santidad, con semejantes cosas. El Papa Emérito, Benedicto XVI ama mucho la Iglesia Santa de Dios, y ha visto cuánta suciedad hay. Es la suciedad del pecado, del mundo.
 
El tentador muchas veces puede inclinar a una mujer para hacer caer al sacerdote en la impureza, si se atraigan físicamente, pero todo eso, poco más adelante, desaparece y se convierte en aversión y en odio, el uno contra el otro. Se dan cuenta de su tremendo error.

Pero también les hace creer sobre una falsa felicidad si deja de seguir el camino de la penitencia y santidad, termina yendo hacia la perdición que le lleva el camino ancho del mundo.
 
Quien pone su mirada en Cristo, le sigue, pero si no persevera en la oración, deja de seguir a Cristo con el corazón; dice Jesús que para seguirle debemos renunciar a todo, el sacerdote en principio ha renunciado a todas las cosas de este mundo. Y hay testimonios que hubo sacerdotes que tuvieron novia, pero a la llamada del Señor, encontró la perla preciosa de la vocación sacerdotal, Los mejores amigos del Señor, son los que perseveran en la oración, se santifican en el sacerdocio. No quieren tener esposa, no quieren formar una familia en este mundo, ya lo tienen, la Iglesia Católica, es la Familia que nos impulsa a alcanzar la santidad y la vida eterna. Los verdaderos sacerdotes, no ponen sus ojos en criatura alguna para concertar un matrimonio, pues hacen mucho más como célibe.

Son muchos los sacerdotes que son tan felices en su propia vocación, que dicen, que si volviera a nacer de nuevo, sería sacerdote. ¿Por qué? porque ha dejado entrar el Amor de Dios en su vida, y para conservar la Gracia de Dios, se necesita sacrificios, negarnos a nosotros mismos, oración intensiva, perseverante, humildad de corazón. Luchar contra las malas inclinaciones que desean dominarnos, acudiendo velozmente a la Santísima Madre de Dios, que no se retrasa ni medio segundo en socorrernos.

El celibato es la opción de los verdaderos adoradores de Dios, les anima a perseverar más y mejor en la oración. Es una renovación diaria de su compromiso para con Dios con la Iglesia Católica. 
Hay muchas personas que no son sacerdotes, hombres que viven con una libertad y con alegría al Evangelio de Cristo.
 
Quiero que os ahorréis preocupaciones, el no casado se preocupa de los asuntos del Señor, buscando contentar al Señor (1Cor 7, 32)
 
San Pablo quiere para los que se ocupan más de los asuntos del Señor, estar pendiente de Dios, evitando cualquier preocupación, que los que viven los casados en el mundo, andan dividido, Ya que los casados se preocupan de las cosas del mundo, de sus negocios. (cfr 1Cor 7, 33).

Decía que para seguir a Cristo, se ha de renunciar incluso al matrimonio, por el contrario, hay quienes han dejado de amar a Dios, se olvidan de las palabras de Jesucristo y se casan.

  1. Lc 14, 26: «Si alguno viene donde mí y no odia a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos, a sus hermanas y hasta su propia vida, no puede ser discípulo mío»
  2. Lc 9, 62: «Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios.»
  3. «El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. El que no toma su cruz y me sigue detrás no es digno de mí. (Mt. 10, 37- 38); Mc 10, 29-30).
 
  • Nota: La palabra "odiar" tiene otro significado, y es este: No anteponer nada al amor de Cristo. Por tanto. el odio no es un sentido del pecado en esta ocasión. Pero el odio no está permitido entre los hijos de Dios. El primer mandamiento de Dios es el amor, a Dios, por encima de uno mismo y de los demás. Pues quien ama a Dios, ama tambien al prójimo, sin servirse de las personas. 

Hay muchas personas, incluso célibes, laicos, que han renunciado al sacramento del matrimonio para tener más libertad en el servicio del Evangelio. No todos somos sacerdotes, ni estamos en monasterios ni en conventos, pero hacer del hogar un lugar de oracion para el Señor, es una gran ventaja. Pues amamos la vida religiosa, que es una vida de permanente unidad con Cristo Jesús. 


Catecismo de la Iglesia Católica: 1579 Todos los ministros ordenados de la Iglesia latina, exceptuados los diáconos permanentes, son ordinariamente elegidos entre hombres creyentes que viven como célibes y que tienen la voluntad de guardar el celibato “por el Reino de los cielos” (Mt 19,12). Llamados a consagrarse totalmente al Señor y a sus “cosas” (cf 1 Co 7,32), se entregan enteramente a Dios y a los hombres. El celibato es un signo de esta vida nueva al servicio de la cual es consagrado el ministro de la Iglesia; aceptado con un corazón alegre, anuncia de modo radiante el Reino de Dios (cf PO 16). 
 
El Catecismo de la Iglesia Católica, nos afirma lo que el mismo Jesús nuestro Señor nos enseña. Y en la Iglesia Ortodoxa, no pueden contraer el matrimonio, una vez que comienzan a ejercer su ministerio;
CIC: 1580 En las Iglesias Orientales, desde hace siglos está en vigor una disciplina distinta: mientras los obispos son elegidos únicamente entre los célibes, hombres casados pueden ser ordenados diáconos y presbíteros. Esta práctica es considerada como legítima desde tiempos remotos; estos presbíteros ejercen un ministerio fructuoso en el seno de sus comunidades (cf PO 16). Por otra parte, el celibato de los presbíteros goza de gran honor en las Iglesias Orientales, y son numerosos los presbíteros que lo escogen libremente por el Reino de Dios. En Oriente como en Occidente, quien recibe el sacramento del Orden no puede contraer matrimonio. 

Queda claro, que Cristo no da opción, Cristo da la libertad, la felicidad si estamos con Él, el que opta por casarse después con una mujer. No son aptos para el Reino de los cielos, pues resultan que aquellos y aquellas que desafían a Dios, pretenden salvarse y se pierden sin remedio.

En este mundo, se dice que el celibato es opcional, por el contrario, Jesús ha dicho algo distinto, incluso hay que dejar mujer, esposa, hemos leído arriba, (Lc 14, 26), Jesús no da opción. Y aún hay quien dice, que el celibato es discutible, y es que no han conocido ni a Dios Padre ni a su Divino Hijo Jesús. Quien dice semejantes cosas, no sabe siquiera el sentido de la oración y la virtud de la pureza.


El problema de no comprender el Evangelio es un despropósito personal y voluntario, es un rechazo al amor de Cristo a cambio por la pasión carnal, a lo que llama amor. Es haber mentido a Dios y vivir en esa mentira. Muchos de una o de otra forma, trata de mundanizar el Evangelio de Cristo, adaptarlo a la medida del hombre viejo, del “yo”.

El demonio es quien mete esa idea en muchos pensamientos y corazones, de quienes dicen que el sacerdote debe casarse. Hay algún que otro obispo, cardenal, sacerdotes y seglares, que cuando han dejado de vivir la vida espiritual, intentan y se unen para justificar la necesidad de esta tentación, que es conveniente que el sacerdote deba casarse, basándose incluso en algunas sectas, y también en la religión ortodoxa. Pero Cristo está en la Iglesia Católica que es de Tradición Apostólica, no en ninguna secta.
El alma que abandona la oración, o que reza atropelladamente, termina cediendo a la tentación, y cada vez parece que el tentador le puede cada vez más y más, hasta que termina haciéndole creer: "si te casas encontrarás al amor de tu vida, serás feliz". Pero cuando completa el pecado, la traición a Cristo, el desprecio por la castidad y la moral, se casan. Pasa el tiempo, los meses, años, y si aquellos que encuentran la diferencia del verdadero amor, que ya lo había encontrado en Cristo Jesús, tienen una vida amarga, triste, dolorosa, el matrimonio no era para él o para ella. Digo ella, porque ha habido religiosas que se enamoraron de algún sacerdote, salieron de sus conventos, y fueron tras la pasión del hombre viejo.

En cierta ocasión, hace bastantes años, en una entrevista, hubo un sacerdote que se presentó en un programa, para decir públicamente que estaba casado, él no paraba de mirar todo el tiempo a la mujer que decía ser su esposa, no era mirada limpia, no se trataba de miradas de pureza. Pues cuando se renuncia a Cristo, lo que viene luego, es pecaminoso, sucio, deshonesto.

Los sacerdotes que optan por casarse, yo diría que cometen una especie de adulterio, más grave aún cuando se da la espalda a Cristo,

San Pablo diciendo a los casados, que el que lo está: que no se separe (1Cor 7). Del mismo modo comprendo, el que está unido a Cristo por la fe, por la vocación, que no nos separemos de Él, jamás, Pues quien se separa de Cristo por una mujer, terminará separándose con el tiempo de la misma mujer, que fue como una persona enviada por el demonio para arruinar una vocación sacerdotal.

Una persona que se consagra al Señor, no tiene necesidad de buscar falsos amoríos, que le abrirán las puertas del infierno. Si Dios es Amor, que es una infinita verdad, renunciar a este amor, y engañándose dicen: "he encontrado al amor de mi vida y me voy a casar, o voy a convivir con tal", pero tambien ahí, en el infierno quedarán separados y odiándose en todo el sentido de la palabra. 

Los sacerdotes casados, los hay, son aquellos que no quisieron obedecer a la Iglesia Católica para hacer la propia voluntad. Traicionando a Cristo y a la Iglesia Católica. Reflexionado lo que dice San Pablo que los casados no deben separarse, que no deben repudiarse. Veo yo, lo que algunos intentan hacer, pero casi escondida, de una manera disimulada, es repudiar a Jesucristo en lo profundo del corazón,

Otro de los casos, un sacerdote había pedido a la Iglesia que le diese permiso para hacer un viaje a un país latinoamericano, porque por Internet, había conocido a una mujer, y deseaba casarse con ella. La Iglesia no le autorizó a ser ese viaje, pero él, desobedeciendo a sus superiores, se fue, se casó por lo civil. Pasado menos de dos años, unos reporteros fueron enviados para saber, que después de ese tiempo, saber que era del sacerdote, cómo le iba en su matrimonio, y cuando le encontraron, no era un matrimonio feliz, además estaban separados. Este personaje había encontrado un trabajo, pero que el negocio no le fue bien y lo perdió, Pero ¿acaso uno que rechaza a Cristo, separándose de Él puede ser feliz? ¡Imposible!

San Alfonso María de Ligorio, nos cuenta de personas consagradas que se unieron a mujeres, tuvieron un justo castigo de Dios. Pero el Señor no les quiere castigar inmediatamente, sino que avisa a fin de que el pecador renuncie a su lujuria, y si después de los avisos recibidos, no hacen caso, se efectúa el castigo. Los sacerdotes que se casan, a mi entender, es para satisfacer su propia lujuria, En la lujuria no existe el amor sino la muerte del alma, y también del cuerpo.

Y es que cuando el alma rechaza a Cristo, termina por perder, lo que podría imaginarse como ganancia. Dice el Señor que si la sal se vuelve sosa, ya no sirve para nada, sino para ser tirado y pisoteado por la gente: «Vosotros sois la sal de la tierra. Mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Ya no sirve para nada más que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres. (Mt 5, 13)
 
Los sacerdotes, religiosos o religiosas que se casan suelen hacerlo siempre por lo civil, pues la Iglesia no se hace cómplice de ningún tipo de pecados.
 
Si por desgracia, un sacerdote, un obispo, un cardenal, quien sea, está proponiendo medidas contra el celibato, no está haciendo un servicio útil a la Santa Madre Iglesia Católica, y diciendo las cosas claras, están proponiendo repudiar a Cristo. Esto es algo diabólico, no procede del Espíritu Santo. Y contra lo demoniaco y diabólica, ninguno debemos consentir.

Ahora leeremos una carta, un testimonio de un sacerdote arrepentido por haber traicionado a Cristo,.

Prisioneros del príncipe de este mundo

La siguiente carta la dirigió un sacerdote al P. Werenfried van Straaten, director de «Ayuda a la Iglesia necesitada», quien la comenta así: «Al copiar esta carta, recordaba un pasaje del diario de “Margarita”:
  • Jesús le decía: ‘desgraciadamente, los hay que llevan su sacerdocio hasta el infierno’.

Roguemos para que sean muchos los imitadores de la conversión del autor de esta carta.»

Sigue el texto de la mencionada carta.
Mi reverendo padre.
Después de largas vacilaciones, le escribo esta carta para darle las gracias y alentarle en su obra. Yo era religioso y ahora soy lo que llama «un sacerdote casado o que ha colgado los hábitos.» Era de los que no creía en el demonio. Lleno de presunción me puse a luchar contra las traducciones medievales de la Iglesia. Ahora creo en la existencia de Satanás.

Puedo certificarle que he estado al borde del suicidio. Por el encuentro de un convertido, mi mujer y yo nos pusimos a rezar nuevamente el Rosario. Esto nos ha salvado, aunque ahora seamos la irrisión de parientes y “amigos”, a causa de nuestra fe “conservadora”.

Estas breves frases no pueden dar idea del drama que se ha desarrollado en mi alma. Mi día comienza con una lucha de desesperación, el hastío, la amargura, el odio y con un deseo de conversión, de penitencia y de perdón. Que Jesús, con su amor haya querido aún buscarnos y atraernos, es para mí, un incomprensible milagro de misericordia. He experimentado personalmente lo que algunas ideas “progresistas” en teología pueden hacer de uno: un hijo de la perdición. El Papa (Juan Pablo II)  nos ha comparado a Judas. Lo creo firmemente y le estoy agradecido porque nos ha hecho la gracia de recordarnos esta verdad tan dura. Y a usted también le estoy agradecido porque se atreve a defender a este santo Papa (en cuanto se pueda atribuir la santidad a un hombre en vida).

Permítame encontrar algunas excusas para mí y para mis compañeros de infortunio: hemos sido cegados por Satanás y por nuestro propio orgullo. Creíamos estar al servicio de la renovación, y en realidad estábamos demoliendo la Casa de Dios. Creíamos hundir tabúes, y en realidad nos hacíamos esclavos del príncipe de este mundo. Pero, además, mi orgullo, mi sensualidad, mi falta de humildad y de obediencia han hecho inclinar la balanza. Quiera Dios que pueda hacer penitencia. No deseo que la Iglesia nos rehabilite como sacerdotes –no somos dignos de ello–, pero espero que un día podré hacer penitencia como hermano converso en un monasterio. Confío en la Providencia de Dios porque su gracia no me ha abandonado.
(Revista Ave María. Del Boletín «La Chaine», noviembre 1984, de la Fraternité Notre Dame de la Merci, 113 rue Garibaldi 94100. Saint-Maur des Fosses].

Para saber más:
  1.  Origen del celibato sacerdotal es fundamentalmente espiritual ...
  2. Catholic.net - Argumentos en contra del celibato y cómo refutarlo
  3. Celibato

Por aquellos que dicen que el celibato puede ser una opción, es como si dijera, que quiere ganarse el cielo, según la voluntad del hombre viejo, y se olvidan y rechazan la Voluntad de Dios. Recordemos que para seguir a Jesucristo, "niéguese así mismo, tome su cruz, y sígueme". Hemos de negar nuestra propia voluntad. La Voluntad de Dios es quien nos hace libres, y esa opción del rechazo al celibato, es porque han rechazado a Cristo Jesús, nuestro Redentor.


Nuevo enlace:
¡Qué pesados son con lo del celibato!