Dios siempre es compasivo, nos ama, y abrir nuestro corazón a su Palabra, estudiando la Sagrada Biblia, nos damos cuenta que el mal no procede de Dios.
Cuando Dios creó al mundo, a todas las criaturas, solo el ser humano fue creado para ser semejanza de la Santísima Trinidad. Pero, Adán y Eva, que lo tenía todo, se dejaron engañar por el diablo que se había disfrazado de una serpiente. El mundo como mundo fue bueno conforme al deseo de Dios, pero el pecado personal, que también se nos borró por el sacramento del Bautismo, volvimos a recuperar esa imagen de Dios en nuestra alma.
El amor de Dios para cada uno de nosotros, no porque seamos pecadores, nos ama porque quiere ayudarnos a vencer nuestros pecados, Él es nuestra fuerza. Dios no me ama mientras yo sea obstinado en el vicio y en el pecado, ahí se encuentra obstáculo grave que evita que el amor de Dios llegue a nosotros. Dios nos llama a todos, si aceptamos a Jesús, aprendemos a obedecer, a renunciar a todo lo que hay de malo de nosotros. Pues con el pecado no somos libres, pero cuando con la ayuda de la Gracia de Dios renunciamos a nuestros pecados, después de hacer el examen de conciencia, nos acercamos al sacramento de la penitencia, nos confesamos nuestros pecados. Y la vida de gracia nos ayuda a vivir, incluso a sanar de nuestras enfermedades.
Son numerosas las personas, y entre ellas se encuentran muchos bautizados, que se entregaron al mundo, y al perder la fe se imaginaban que también podría vivir renunciando a Dios. Y sucedía que, ya antes de final de año, pensando en el nuevo, miles y miles de personas decían: "Feliz año nuevo", que esto es bueno recordarlo, porque si se quiere salvar el alma, no es el año quien da la felicidad. Solo Dios puede darnos el verdadero sentido de la felicidad.
Cuando un bautizado en lugar de consultar a Dios, estudiando la Sagrada Biblia y a la luz de los Santos Padres, y doctores de la Iglesia, dedican una parte de su vida, a informarse sobre lo que dicen otros: "La pandemia lo han "creado", inventado el Nuevo Orden Mundial. Pues el príncipe de las tinieblas, da su fruto en esas almas inconstantes, creer más a quienes se oponen a la Voluntad de Dios.
Pero no son capaces de aprender lo que es verdaderamente importante y procede de Dios, pensando que la misericordia de Dios también es favorable para los que no renuncian las perversidades y pecados. Pues la obstinación en el pecado, por muy leve que sea, de forma deliberada, llega un momento en que no hay en el corazón un verdadero arrepentimiento.
No, actualmente no es el juicio final, que será la confirmación definitiva del primer juicio, personal a cada alma. La tierra entera se verá sometida al Juicio de Dios.
No es el Juicio final, porque después vendrá un tiempo de paz para toda la Iglesia, después de esta tempestad vendrá la calma. La pandemia solo sabe Dios cuando acabará. Los planes humanos son bastantes distintos a la Voluntad de Dios, no se sabe siquiera cuando habrá una vacuna. Pero de nada sirve las vacunas, si el pecador no renuncia a sus pecados. Pues no obedecen a Dios.
«Sírvante
de castigo tus perversidades, y de escarmiento tus apostasías. Reconoce y
advierte cuan malo y amargo es apartarte de Yahvé, tu Dios, y no poseer mi
temor, oráculo del Señor, Yahvé de los ejércitos.» (Jeremías, 2,19)
Son muchas las almas que por apartarse de los mandatos del Señor, ahora están sufriendo en paga sus propios extravíos.
Oigo testimonios sobre el pánico que tiene esas personas, que en el mundo se divertía y hacía divertir a otras personas con sus bromas, chistes, juegos. Descubren su propio fracaso por haber rechazado al Señor que iba a su encuentro. Porque el Señor viene a buscarnos a todos, y es una opción voluntaria de aceptar o no.
Es cierto, hay muchas personas que se sienten aterrorizadas, pero es el pecado quien le lleva a esas angustias, cuando el alma se libera de los propios pecados, el temor interior ya no existe. Los remordimientos de conciencia suele estremecer a las almas en los momentos más peligroso, como esta pandemia, la peste que está llevando a miles de almas ante el juicio de Dios, presienten ya el destino amargo que les esperan, a pecadores que no renunciaron los pecados y vicios contra el propio cuerpo. Pensaban que nada malo le sucedería. Pero son miles de personas que mueren.
Pero también mueren los justos que por hacer el bien, se han contagiado de enfermos. Pero la muerte del alma justa, le abre las puertas del Reino de los cielos. Algunos sacerdotes que ayudaron a otros a prepararse para morir como buenos cristianos, arrepentidos de sus pecados, y aunque pasen cierto tiempo en el Purgatorio, no es para siempre, sino que un día entrarán en el Reino de los cielos.
Los pecadores impenitentes, habiendo perdido completamente el sentido de la realidad y de la eternidad. En el momento de su muerte, el miedo, el terror que tenía antes de morir, se dará cuenta que no era el final, pues continua en la eternidad, en los tormentos del infierno.
El Santo temor de Dios es nuestra seguridad para evitar las desgracias del tiempo presente y en la eternidad, terrible y cruel para quienes no rompieron con sus vicios y pecados.
Aquellos que en su corazón no tienen a Dios, porque les rechaza, que no cumple los Santos Mandamientos divinos, que hacen las mismas cosas que el mundo hace, cosas de muerte en el alma, que se entregan a los vicios y pecados, dicen: se preguntan "Si Dios es tan bueno, ¿por qué permite esta plaga?, ¿esta pandemia?
Dios es bueno, es compasivo, y siempre nos atiende, pero necesitamos vaciar nuestro corazón de nosotros mismos, y no dejarnos engañar por aquellos ciegos que dicen: "Dios te ama tal como eres", pues mienten a sus prójimos continuamente y no parece querer arrepentirse.
« 19Hoy cito como testigos
contra vosotros al cielo y a la tierra. Pongo delante de ti la vida y la
muerte, la bendición y la maldición. Elige la vida, para que viváis tú y tu
descendencia, 20amando al Señor, tu Dios, escuchando su
voz, adhiriéndote a él, pues él es tu vida y tus muchos años en la tierra que
juró dar a tus padres, Abrahán, Isaac y Jacob». (Deuteronomio 30, 19-20)
¿Nos damos cuenta de que elegir la vida, es decir, la obediencia plena a Dios, el alma no muere? Pero son muchos, una multitud de almas, que han escogido la muerte, El Señor ya nos ha avisado, no quiere que perezcamos, sino que nos convirtamos y nos salvemos.
Consultar a Dios, estudiando su Palabra, la Sagrada Biblia, los que por ahora sobrevivimos a esta pandemia, deseamos perfeccionar nuestro amor a Dios, obedeciéndole a todo. El que no obedece al Señor, ya no sirve para nada, sino que seguirá pecando, hasta que las desgracias le aten, le dominen, y les lleve a juicio.
1Me he dejado consultar por los que no preguntaban, me han encontrado los
que no me buscaban; he dicho: «Heme aquí, heme aquí» a un pueblo que no
invocaba mi nombre. 2Tenía mis manos extendidas todo el día hacia un pueblo rebelde, que va por
mal camino, detrás de sus proyectos, 3un pueblo que me irrita sin cesar, sacrifica en los jardines y ofrece
incienso sobre ladrillos… (Isaías 65, 1-3)
Más graves son los bautizados, que solamente recurren a Dios para que les quite la plaga, la peste, pero ellos no renuncian a ofender a Dios, y siguen pecando, provocando la Ira de Dios.
Como lo provoca insistentemente Jorge Mario Bergoglio por su amor al paganismo, a las falsas religiones. Que no son verdadero culto a Dios, sino a los espíritus infernales, a los demonios, la idolatría que tanto rechaza a Dios, pero no así, los que están en vías de perdición.
Hoy consultar a Dios es fácil, porque tenemos la Sagrada Biblia, a la Iglesia Católica, no la iglesia inventada por Bergoglio, que es cosa de este mundo y no de Dios. Pues la Iglesia Católica y Cristo son inseparables.
El Señor se nos muestra a cada uno de nosotros, si dejamos el pecado, y ahora en este tiempo, en la Cuaresma que habíamos comenzado, ahora próximo a la Pascua. Todavía el pueblo, la mayoría de los bautizados, siguen ofendiendo al Señor.
Un pueblo que quiere divertirse, que no reza, que no participa de la Sagrada Liturgia, sino que se entregan a vicios y pecados, ¿como puede pretender exigir a Dios?
Dios es bueno y compasivo en todo lo que hace, en las tormentas, en las plagas, en las pandemias, en tantas adversidades, Dios no nos abandona. Esas calamidades que ahora estamos siendo testigos, algunos jerarcas lo habían despreciado.
Aquí estoy, aquí estoy, dice el Señor, que quiere poner remedio y no quiere que perezcamos en el pecado.
Que nadie se engañe diciendo que Dios no le llama, sí, nos llama a todos, pero el que tiene su corazón ocupado en el pecado, en el vicio, en las cosas terrenales, es culpa exclusivamente de esa persona.
Apocalipsis, 3, 20-21
20. Mira
que estoy a la puerta y llamo; si alguno escucha mi voz y abre la puerta, yo
entraré a él y cenaré con él y él conmigo.'
21. Al que
venciere le haré sentarse conmigo en mi trono, así como yo también vencí y me
senté con mi Padre en su trono.
22. El que
tenga oídos oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.
- · La imagen de Cristo llamando a la puerta es de las más bellas y enternecedoras de la Biblia. Es un modo de expresar el afán divino que nos llama a una intimidad mayor, y lo hace de mil formas a lo largo de nuestra vida. «Poco a poco el amor de Dios se palpa –aunque no es cosa de sentimiento–, como un zarpazo en el alma. Es Cristo que nos persigue amorosamente: he aquí que estoy a la puerta y llamo» (Josemaria Escrivá, Es Cristo que pasa, 8).
- Jesucristo
afirma los que venzan se sentarán con Él en su trono. Una respuesta parecida
dado a San Pedro, cuando prometió a los Apóstoles que se sentarían en doce
tronos para juzgar a las doce tribus de Israel (cfr Mt 19,28; 20,20ss.). Por
trono se entiende potestad soberana que Cristo ha recibido del Padre. Por
tanto, la promesa de sentarse en él es un modo de expresar la participación del
triunfo y la realeza por parte de quiénes le son fieles (cfr. 1º Corintios 6,2-3)
[Sagrada Biblia, Nuevo Testamento, Eunsa)
A pesar de esta pandemia, el Señor sigue llamando, por eso, hay quienes retornan a Cristo, y encuentran consuelo y alivio en aquellos sacerdotes, también mueren, y salvan almas, salva también su propia alma. Un poco de sufrimiento en este mundo, y luego la alegría de la vida eterna.
Pero no buscan a Dios, porque si el corazón del que ama a Dios, no es capaz de cerrar los templos, para que los bautizados tengan su encuentro con el Señor, que es quien nos envía estas adversidades, y solamente recurriendo a Él con humildad, nos ayuda a que cesen las muertes. Es el hombre que está pidiendo a Dios más muertes, por eso, al perder la fe, muchos confesores huyen de los confesionarios para no purificar a las almas en la vida espiritual.
El Señor se ve como provocado, porque ya no quieren consultarle a Él, y la maldad crece por momento. Pero los malvados no van a triunfar, sino que se hundirán más en la suciedad de sus vicios y pecados, de sus poderes terrenales, pasarán en cualquier momento a los tormentos del infierno.
Cuando consideramos la Palabra de Dios, cuando la amamos, encontramos que esta plaga, la peste, nunca fue perjudicial para el alma. Sino que es un instrumento de amor de Dios para nuestra salvación eterna. No es para condenarnos, por eso renunciamos para siempre a nuestros enemigos del alma: mundo, demonio y carne, y tener una vida enteramente consagrada a Dios.
Esta pandemia a la vez es un instrumento de castigo para aquellas almas que no quieren convertirse. Son muchos los que sobreviven a estas pruebas, sin amor de Dios son pruebas duras, con el amor de Dios, comprendemos su importancia. No es diabólico, no es monstruoso, que si el alma no tiene fe y vive una vida desordenadamente, mundana, terrenal, pensarán de forma equivocada, que ni siquiera ya creen en la Palabra de Dios y se hacen más daño así mismo.
Nos acordamos, algunos, cuando Bergoglio en los jardines del Vaticano, gravísimamente había ofendido a Dios, con la adoración al "pachamama". Hasta ahora no se ha arrepentido, sino que ha continuado con esas mismas intenciones, ofender a Jesucristo, desafiar a Dios continuamente, .
- 2Tenía mis manos extendidas todo el día hacia un pueblo rebelde, que va por mal camino, detrás de sus proyectos, 3un pueblo que me irrita sin cesar, sacrifica en los jardines y ofrece incienso sobre ladrillos… (Isaías 65,2-3).
Bergoglio había conseguido que aquel grupo de personas, algunas bautizadas, ofendiesen a Dios, cometiesen pecado mortal. Y de otras formas, llevan a muchos cristianos a la perdición.
Podría haber sucedido, que si la mayoría de los cristianos, se hubiesen arrepentido, que en lugar de permanecer sujeto a Bergoglio, volviese a Cristo, esta pandemia no hubiera sucedido, que el Señor sigue amando, pero no a todos, y la Biblia nos lo enseña. Pero el que engaña a su prójimo sigue con esa mentira, "Dios te ama así como eres".
El amor de Dios es siempre ordenado, como he comentado otras veces.
Esta pandemia, en realidad de donde salió? Y alguien podría preguntarse, ¿por qué se extendió desde Wuhan tan rápidamente al mundo entero?
«Y no se les ocurrió decir: «Ea, temamos a Yahveh nuestro Dios, que da
la lluvia tempranera y la tardía a su tiempo; que nos garantiza las semanas que
regulan la siega.» Todo esto lo trastornaron
vuestras culpas y vuestros pecados os privaron del bien. (Jeremías 5,
24-25).
Cuanto más grave sea el pecado y la corrupción del mundo, en proporción va esos castigos.
Los poderosos del mundo no están dispuestos a la conversión de sus corazones, sino de seguir provocando más fuertemente, la ira de Dios, también está la apostasía. Cuando Dios abandona, a todos aquellos que le rechazaron, que le siguen rechazando.
Por tanto, es mayor deseo de permanecer en la propia ceguera de culpar a Dios, de lo que el pecador incorregible quiere sembrar para su propia perdición y la de otros. Nuestros pecados y culpas son los que dan frutos de muerte y para la muerte eterna.
- Todo esto lo trastornaron vuestras culpas y vuestros pecados os privaron del bien.
Dios siempre desea nuestro bien, cuando creó al mundo y al ser humano, no fue para que estuviese privado de Él, pero el error es escuchar a la serpiente, como hicieron Adán y Eva, se privaron de todo el bien que el Señor les había dado.
Ahora, Jesús, el segundo Adán, nos ha traído la vida, para los que permanecemos en Él, y en Cristo, también vencemos nuestras tentaciones, y renunciamos a nuestros enemigos del alma, como había dicho: "mundo, demonio y carne". Y el Señor nos da de nuevo la salud del alma, también del cuerpo.
Renunciar a las culpas y pecados, es volver otra vez a Cristo Jesús.
Este coronavirus ha traído de vuelta a muchos que estaban alejados de Dios, y antes de morir, confesaron sus pecados. Las pandemias, las plagas también son beneficiosas espiritualmente, porque nada podemos hacer viviendo lejos del Señor.
Muchos cristianos siguen enseñando que Dios no castiga, que Dios ama de todas forma, haga lo que haga la persona, si aquello que hace es contrario a los mandamientos de Dios, el diablo y sus secuaces, dicen, "también Dios te ama así, porque es misericordioso", y creen en esa mentira, y se condenan por no amar a Dios. La obediencia a los Santos Mandamientos es amar a Dios, es abrirnos al amor de Dios.
Fin y objeto de los castigos
«11Por
lo cual ¡vivo yo! dice Yahvé, el Señor, por cuanto has contaminado mi santuario
con todas tus ignominias y todas tus abominaciones, también Yo te castigaré; mi
ojo no perdonará, y no tendré más piedad (de
ti). 12Una tercera parte de ti morirá de peste y será consumida
de hambre en medio de ti; otra tercera parte caerá en torno tuyo al filo de la
espada; y la otra tercera parte la esparciré a todos los vientos, y
desenvainaré la espada en pos de ellos. 13Así se desfogará mi ira y
saciaré mi indignación en ellos y quedaré satisfecho; y ellos conocerán que Yo
Yahvé he hablado en mi celo, cuando desahogue en ellos mi ira. 14Y
te convertiré en desierto y en oprobio de las naciones circunvecinas, a los
ojos de todos los que pasan. 15Serás un objeto de ignominia y de
escarnio, para escarmiento y espanto de las naciones que te rodean, cuando Yo
ejecute en ti juicios con ira e indignación y con los castigos de mi cólera, 16—pues
Yo, Yahvé, he hablado— y cuando Yo arroje sobre ellos las terribles saetas del
hambre, que serán para destrucción y que Yo lanzaré para destruiros, aumentando
entre vosotros el hambre y quebrando vuestro báculo de pan; 17y Yo
enviaré sobre vosotros el hambre y las bestias feroces, las cuales te dejarán
sin hijos; y cuando la peste y la sangre pasen por medio de ti y Yo descargue
sobre ti la espada. Yo, Yahvé, he hablado.» (Ezequiel 5, 11-17) »
Lo peor que le puede suceder al alma, que no comprende por la dureza de su corazón, y esto es para los bautizados que quieren seguir imitando al mundo. Porque como había comentado otras veces, que muchos cristianos solo quieren servirse de Dios y no renunciar a sus pecados y abominaciones.
Lo que uno siembre, eso recoge, dice San Pablo, el que siembra para la muerte, lo que se atrae es la muerte, las pandemias, el ser humano que no deja sus pecados está exigiendo a Dios esos castigos, y realmente lo alcanza.
16Mas los impíos
con las manos y con las palabras llamaron a la muerte; y reputándola como
amiga, vinieron a corromperse hasta hacer con ella alianza, como dignos de tal
sociedad. (Sabiduría 1, 16)
Hoy por hoy, aún cuando hay enfermos del coronavirus que se recuperan, no han encontrado una vacuna. Sin embargo, es el Señor quien les ofrece una nueva oportunidad para volver a Él, o para que se conviertan a Cristo por la fe y el amor a la Iglesia Santa de Dios: de Tradición Apostólica, Romana. Volviendo a Cristo el alma sana, se recupera, obedeciendo siempre los Santos Mandamientos que se nos da para que seamos libres y tengamos verdadera paz y vida.
Hemos de creernos, de convencernos, que el mal que padece el mundo, realmente no puede ser un verdadero mal, sino un bien. Pero el mal sería los que acaban sus vidas en pecado mortal. Pues las plagas, las pandemias, tengo claro, que pertenece a la Justicia de Dios.
Sería importante, que el mundo no continuase con sus abominables proyectos, el pecado, la educación contra la moral y la dignidad del ser humano.
Que es necesario recuperar la Tradición de la Fe Apostólica, y apartarse de las tradiciones que no vienen de Dios, sino que son frutos de las tinieblas, del pecado.
Otros de los pecados, es la relación con los herejes, "diálogo interreligioso" o es este engañoso "ecumenismo" que nada tiene que ver con la Voluntad de Dios. Dios ha prohibido tener lazos con otros pueblos no creyentes, budismo, hinduismo, etc., tampoco relacionarnos con los protestantes como una unidad, que ante los ojos de Dios no existe tal unidad entre los miembros muertos.
Actualmente ciertas almas que se consagraron al Señor como sacerdote, religioso, religiosa, llegaron a profanar la iglesia, con bailes, danzas paganas, como si fuera un circo, etc., etc. La obligación de que no deben arrodillarse ante el Señor al recibir la Sagrada Comunión, con toda deliberación, porque saben lo que hacen, el mal, también atraen para sí el castigo de Dios.
- «El injusto que cometa aún injusticias; el sucio que se manche aún más; el justo, que siga practicando la justicia, el santo que se santifique todavía más» (Apocalipsis 21,11).
El Señor nunca quiere hacernos ningún mal, pues según lo que queramos sembrar en este mundo, pues es lo que recogeremos para la vida temporal y la eternidad.
El pecador acostumbrado a sus vicios, siempre irá de mal en peor. Pero hay otros pecadores que se arrepienten, y se santifican, y Dios les ayuda. Los remedios de nuestra salvación solamente la tenemos en la Iglesia Católica, pues fuera de ella hay oscuridad y perdición.
Muchos se extrañan, ¿cómo es posible que en poco tiempo esta pandemia, que había comenzado en la ciudad de Wuhan se extendieran por el mundo entero? Han intentado dar sus explicaciones, las turistas, los empresarios, comerciantes. Pero, esta pandemia ha llegado a ciudades donde no han estado en China, por ejemplo, en alguna residencia de la tercera edad en mi pueblo, ya comenzaron a morir ancianos. Y si las autoridades civiles, por un designio de Dios, ha mandado que las personas estuviesen en sus casas, para bien nuestro. Pues la misericordia de Dios es que vivamos, pero sin pecado, pues el pecado es lo que atrae la ira de Dios, los castigos.