Compartí esta reflexión por primera vez en otro blog con fecha: era un miércoles, 5 de octubre de 2011. Ahora con algunas correcciones y modificaciones.
Si un corazón está mal dispuesto, desordenado, con vicios, pecados, su acción de gracia es inútil, porque Dios no lo acepta. Según nos muestra la Palabra de Dios, el mismo Jesús nos enseña:
- «Este pueblo con los labios me honra, pero su corazón está lejos de Mí. En vano me rinden culto, pues que enseñan doctrinas que son mandamientos de hombres».. (San Mateo 15,7-9).
- «Huye de los lobos, no te alejes de la Iglesia… El camino de salvación está en que vomites el error, en que lo aborrezcas de corazón, en que te hayas apartado del mal no solo con los labios sino con el alma, en que adores al Padre de Cristo, al Dios de la Ley y de los profetas, en que conozcan al bueno y al justo, al que es Uno y el mismo Dios» (San Cirilo de Jerusalén, las Catequesis, 6,36.)
Siendo agradecidos de todo corazón al Señor, el enemigo infernal huirá de nosotros, porque para servir a Dios, y no al mundo. Porque los que mandan obedecer al mundo. A la ONU, toda acción de gracia que ofrezca no es grato al Señor, y lo rechaza. Pues nada hay en común con el que cree y ama a Cristo Jesús, con aquellos que no son de Cristo Jesús. Nada hay en común.
Huir de los lobos rapaces es huir de quienes pertenecen al demonio.
Toda acción de gracias de los bautizados que se inclinan ante doctrinas heréticas, y costumbres del paganismo, no llegan a Dios. Pues es la Sagrada Biblia que nos muestra lo que sucede.
Oración y acción de gracias
Hemos de aprender, si todavía no lo hemos hecho, ser agradecidos con el Señor, pero agradecerle no es simplemente decir "gracias", si después a lo largo del día nos olvidamos de Él, y nos buscamos a nosotros mismos.
Dar gracias al Señor, debe serlo desde nuestro corazón, con perseverancia, con amor y sinceridad, con verdadera humidad de corazón. Ofrecerle cada instante de nuestra vida, porque no somos dueño de nosotros mismos. Nosotros no nos podemos dar la libertad que queremos, es Dios, es Cristo quien verdaderamente nos hace libres, pero Cristo y la Iglesia Católica, son inseparables, por tanto, sería imposible, amar a Dios, si no amamos a la Iglesia Católica y respetar al Sucesor de Pedro, orar por él, amarle.
Dar gracias al Señor, porque Él mismo está con nosotros y nos ama, que nos apartamos de los caminos del pecado, de la mundanidad, de las murmuraciones, de las malas palabras, de la vanagloria.
¿Cómo podemos ofrecer acción de gracias a Dios y no querer arrodillarse para adorarle? El corazón hipócrita y malvado no sabe arrodillarse ante el Salvador del mundo, no quiere. Por eso, la comunión de pie y de cualquier manera, no le ayuda a ser generoso con el Señor. Pues velozmente pierde la fe.
La gratitud a Dios, es necesario leer y meditar la Sagrada Biblia, con la lectio divina, para comprender a la luz de la fe de la Iglesia Católica y la Tradición de la Fe Apostólica, lo que el Señor nos manda, siempre para bien nuestro.
El Señor, aunque no somos dignos, nos da bienes, pero también para compartirlo con los que tienen menos o nada. Hemos de ayudarles en la medida de nuestras posibilidades. Nada hemos traído al mundo, y lo que tenemos se lo debemos exclusivamente a Dios, que también nos ayuda a superarnos a nosotros mismos. Sin Él nada, absolutamente nada podríamos hacer.
Dar gracias al Señor, porque Él mismo está con nosotros y nos ama, que nos apartamos de los caminos del pecado, de la mundanidad, de las murmuraciones, de las malas palabras, de la vanagloria.
¿Cómo podemos ofrecer acción de gracias a Dios y no querer arrodillarse para adorarle? El corazón hipócrita y malvado no sabe arrodillarse ante el Salvador del mundo, no quiere. Por eso, la comunión de pie y de cualquier manera, no le ayuda a ser generoso con el Señor. Pues velozmente pierde la fe.
La gratitud a Dios, es necesario leer y meditar la Sagrada Biblia, con la lectio divina, para comprender a la luz de la fe de la Iglesia Católica y la Tradición de la Fe Apostólica, lo que el Señor nos manda, siempre para bien nuestro.
El Señor, aunque no somos dignos, nos da bienes, pero también para compartirlo con los que tienen menos o nada. Hemos de ayudarles en la medida de nuestras posibilidades. Nada hemos traído al mundo, y lo que tenemos se lo debemos exclusivamente a Dios, que también nos ayuda a superarnos a nosotros mismos. Sin Él nada, absolutamente nada podríamos hacer.
Liturgia de las Horas
5 de octubre.
De la carta de san Clemente primero, papa, a los Corintios
Acción de gracias y petición del pueblo cristiano
En la oración y en las súplicas, pediremos al Artífice de todas las cosas que guarde, en todo el mundo, el número contado de sus elegidos, por medio de su Hijo amado, Jesucristo; en él nos llamó de las tinieblas a la luz, de la ignorancia al conocimiento de su gloria.
Nos llamaste para que nosotros esperáramos siempre, Señor, en tu Nombre, pues él es el principio de toda criatura. Tú abriste los ojos de nuestro corazón, para que te conocieran a ti, el solo Altísimo en lo más alto de los cielos, el Santo que habita entre los santos. A ti, que abates la altivez de los soberbios, que deshaces los planes de las naciones, que levantas a los humildes y abates a los orgullosos; a ti, que enriqueces y empobreces; a ti, que das la muerte y devuelves la vida.
Tú eres el único bienhechor de los espíritus y Dios de toda carne, que penetras con tu mirada los abismos y escrutas las obras de los hombres; tú eres ayuda para los que están en peligro, salvador de los desesperados, criador y guardián de todo espíritu.
Tú multiplicas los pueblos sobre la tierra y, de entre ellos, escoges a los que te aman, por Jesucristo, tu siervo amado, por quien nos enseñas, nos santificas y nos honras.
Te rogamos, Señor, que seas nuestra ayuda y nuestra protección: salva a los oprimidos, compadécete de los humildes, levanta a los caídos, muestra tu bondad a los necesitados, da la salud a los enfermos, concede la conversión a los que han abandonado a tu pueblo, da alimento a los hambrientos, liberta a los prisioneros, endereza a los que se doblan, afianza a los que desfallecen. Que todos los pueblos te reconozcan a ti, único Dios, y a Jesucristo, tu Hijo, y vean en nosotros tu pueblo y las ovejas de tu rebaño.
Por tus obras has manifestado el orden eterno del mundo, Señor, creador del universo. Tú permaneces inmutable a través de todas las generaciones: justo en tus juicios, admirable en tu fuerza y magnificencia, sabio en la creación, providente en sustentar lo creado, bueno en tus dones visibles y fiel en los que confían en ti, el único misericordioso y compasivo.
Perdona nuestros pecados, nuestros errores, nuestras debilidades, nuestras negligencias. No tengas en cuenta los pecados de tus siervos y de tus siervas, antes purifícanos con el baño de tu verdad y endereza nuestros pasos por la senda de la santidad de corazón, a fin de que obremos siempre lo que es bueno y agradable ante tus ojos y ante los ojos de los que nos gobiernan.
Sí, oh Señor, haz brillar tu rostro sobre nosotros, concédenos todo bien en la paz, protégenos con tu mano poderosa, líbranos, con tu brazo excelso, de todo mal y de cuantos nos aborrecen sin motivo. Danos, Señor, la paz y la concordia, a nosotros y a cuantos habitan en la tierra, como la diste en otro tiempo a nuestros padres, cuando te invocaban piadosamente con confianza y rectitud de corazón.
- Padre de bondad, que, con amor y sabiduría, quisiste someter la tierra al dominio del hombre, para que de ella sacara su sustento y en ella contemplara tu grandeza tu providencia, te damos gracias por los dones que de ti hemos recibido y te pedimos nos concedas emplearlos en alabanza tuya y en bien de nuestros hermanos. Por nuestro Señor Jesucristo.
Señor, Dios mío, te ofrezco esta oración de tu fiel siervo San Francisco de Asís; padre espiritual y hermano en la fe que nos ha precedido al Reino de los cielos. Oración de San Francisco que también lo hago mía, para mayor gloria tuya, y purificación de todos mis pecados y los del mundo entero; por mi propia conversión.
Oración que ofrezco también por toda tu Iglesia Católica, por todos tus hijos e hijas que se identifican con tu Corazón, oh Cristo, y con el Corazón Inmaculada de María Santísima. Además me uno a la Iglesia que también en este mismo día 5 de octubre, las «Témporas de acción de Gracias».
Por todos aquellos, mis hermanos y hermanas que están en comunión con la Iglesia Católica, con el Papa. Que no están apegados al mundo, sino sólo a Dios.
Por todos aquellos, mis hermanos y hermanas que están en comunión con la Iglesia Católica, con el Papa. Que no están apegados al mundo, sino sólo a Dios.
Te doy gracias amado Padre eterno, gracias por todos tus dones, Gracias Padre Santísimo, por María Santísima, la Llena de Gracia, Madre de Dios, gracias por mi santo ángel de la Guarda, por el Papa Benedicto XVI, por mi vocación a la vida religiosa, que la iniciaste mediante tu Siervo Juan Pablo II, y crece por el Papa Benedicto XVI. Gracias por las riquezas de la Santa Eucaristía, que me ayuda a vivir y a seguir adelante, gracias por el testimonio de todos tus amigos los santos, gracias por todos tus hijos e hijas que proclaman el Evangelio de Cristo, y que no quieren nada que Tú no quieras, que no piensan cosas distintas fuera de ti con ese amor tan grande que tienen por la Iglesia Católica. Gracias, Dulcísimo Señor Jesucristo, por esto y por todas las cosas que corresponden a los deseos de tu adorable Corazón.
Gracias también por el Papa Benedicto XVI, a quien elegiste como Sucesor de Pedro, y todavía permanece, aunque en silencio y escondido, Protégele de todos tus enemigos.
Gracias, Señor y Dios mío, por librarme de tantos peligros en el alma y en el cuerpo. ¡Bendito seas, Señor!, porque ayudas a todos tus fieles devotos, que no los abandonas, por muy complicadas que sean las adversidades, que ellos siempre recurran a ti en todos los momentos, tanto en la tranquilidad, como en sus momentos más tristes, no los abandonas, gracias, Señor.
Oración y acción de gracias
De los escritos de San Francisco de Asís – Biografías – documentos de la época.
Textos legislativos,
1ª Regla, XXIII
Páginas 107-109. BAC. Madrid. 1980
San Francisco de Asís |
Omnipotente, Santísimo, Altísimo y Sumo Dios, Padre Santo y Justo, Señor Rey de cielo y tierra (cf. Mt 11,25), te damos gracias por ti mismo, pues por tu santa voluntad, y por medio de tu único Hijo con el Espíritu Santo, creaste todas las cosas espirituales y corporales, y a nosotros, hechos a tu imagen y semejanza, nos colocaste en el paraíso (cf. Gén 1,26; 2 2,15). Y nosotros caímos por nuestra culpa.
Y te damos gracias porque, al igual que nos creaste por tu Hijo, así, por el Santo amor con que nos amaste (cf. Jn 17,26), quisiste que Él, verdadero Dios y verdadero hombre naciera de la gloriosa siempre Virgen beatísima Santa María, y quisiste que nosotros, cautivos, fuéramos redimidos por su cruz, y sangre, y muerte.
Y te damos gracias porque este mismo Hijo tuyo ha de venir en la gloria de su majestad a arrojar al fuego eterno a los malditos, que no hicieron penitencia y no te conocieron a ti, y a decir a todos los que te conocieron y adoraron y te sirvieron en penitencia: Venid, benditos de mi Padre; recibid el reino que os está preparado desde el origen del mundo (cf. Mt 25, 34)
Y porque todos nosotros, míseros y pecadores, no somos dignos de nombrarte, imploramos suplicantes que nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo amado, en quien has hallado complacencia (cf. Mt 17,5), que te basta siempre para todo y por quien tantas cosas nos has hecho, te dé gracias de todo junto con el Espíritu Santo Paráclito como a ti y a El mismo le agrada. ¡Aleluya!
Y a la gloriosa Madre y Beatísima siempre Virgen María, a los bienaventurados Miguel, Gabriel y Rafael y a todos los coros de los bienaventurados serafines, querubines, tronos dominaciones, principados, potestades, virtudes, ángeles arcángeles; a los bienaventurados Juan Bautista, Juan Evangelista, Pedro, Pablo y a los bienaventurados patriarcas, profetas, inocentes, apóstoles, evangelistas, discípulos, mártires, confesores, vírgenes; a los bienaventurados Elías y Enoc y a todos los santos que fueron, y serán, y son, les suplicamos humildemente, por tu amor, que, como te agrada, por estas cosas te den gracias a ti, sumo Dios verdadero, eterno y vivo, con tu queridísimo Hijo nuestro Señor Jesucristo y el Espíritu Santo Paráclito, por los siglos de los siglos, Amén. ¡Aleluya!
Y a cuantos quieren servir al Señor Dios en el seno de la Santa Iglesia Católica y Apostólica y a todos los órdenes siguientes: sacerdotes, diáconos, subdiáconos, acólitos, exorcistas, lectores, ostiarios y a todos los clérigos; a todos los religiosos y religiosas, a todos los conversos y pequeños, a los pobres e indigentes, reyes y príncipes, artesanos y agricultores, siervos y señores, a todas las vírgenes y viudas y casadas, laicos, varones y mujeres, a todos los niños, adolescentes, jóvenes y ancianos, sanos y enfermos, a todos los pequeños y grandes, y a todos los pueblos, gentes, tribus y lenguas (cf. Ap 7,9), a todas las naciones y a todos los hombres de cualquier lugar de la tierra que son y serán, humildemente les rogamos y suplicamos todos nosotros, hermanos menores, siervos inútiles (Lc 17,10), que todos perseveremos en la verdadera fe y penitencia, porque de otro modo nadie se puede salvar.
Amemos todos con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente, con toda la fuerza (cf. Mc 12,30) y poder, con todo el entendimiento, con todas las energías, con todo el empeño, con todo el afecto, con todas las entrañas, con todos los deseos y quereres, al Señor Dios (Mc 1,30 33; Lc 10,27), que nos dio y nos da a todos nosotros todo el cuerpo, toda el alma y toda la vida, que nos creó, nos redimió y por sola su misericordia nos salvará (cf. Tob 13, 5); que nos ha hecho y hace todo bien a nosotros, miserables y míseros, pútridos y hediondos, ingratos y malos.
Ninguna otra cosa, pues, deseemos, ninguna otra queramos, ninguna otra nos agrade y deleite, sino nuestro Creador, y Redentor, y Salvador, solo verdadero Dios, que es bien pleno, Todo Bien, Bien total, verdadero y Sumo Bien; que es el sólo bueno, piadoso, manso, suave y dulce; que es el solo Santo, Justo, Veraz, Santo y Recto; que es el solo benigno, inocente, puro; de quien, y por quien, y en quien está todo el perdón, toda la gracia, toda la gloria de todos los penitentes y justos, de todos los bienaventurados que gozan juntos en los cielos.
Nada, pues, impida, nada separe, nada adultere; nosotros todos, dondequiera, en todo lugar, a toda hora y en todo tiempo, todos los días y continuamente, creamos verdadera y humildemente y tengamos en el corazón y amemos, honremos, adoremos, sirvamos, alabemos y bendigamos, glorifiquemos y sobresaltemos, engrandezcamos y demos gracias al Altísimo y sumo Dios eterno, Trinidad y Unidad, Padre, e Hijo, y Espíritu Santo, Creador de todas las cosas y salvador de todos los que en Él creen y esperan y lo aman; que sin principio y sin fin, es inmutable, invisible, inenarrable, inefable, incomprensible, inescrutable (cf. Rom 11,33), bendito, loable, glorioso, sobresaltado (cf. Dan 3,52), sublime, excelso, suave, amable, deleitable y sobre todas las cosas todo deseable por los siglos. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario